martes, 28 de abril de 2020

PREGUNTA: “Por favor explique 1 Cor. 3:10-15. ¿Pueden los hombres, por ignorancia, enseñar un error que conduzca a la perdición a aquellos que están en su radio de influencia, y aún así salvarse?”


Pablo escribió a los corintios lo siguiente: “Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, como perito arquitecto puse un fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno vea cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesús el Mesías. Si sobre el fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la mostrará, pues con fuego está siendo revelada, y el fuego probará la clase de obra de cada uno. Si la obra de alguno que sobreedificó, permanece, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; si bien él mismo será salvo, aunque así como a través del fuego” (1 Cor. 3:10-15).

Se nos ha pedido comentar la siguiente declaración con respecto al pasaje citado:

La referencia es… a las interpretaciones erróneas de las Escrituras, y la cruda o fanática predicación de hombres sinceros, pero ignorantes… Los esfuerzos de un sincero, pero errado maestro, se mostrarán indignos en sí mismos, pero el maestro mismo será salvo y recibirá la recompensa del carácter personal, pero no la de un buen constructor”.

Desde nuestra perspectiva, sería difícil errar en el significado de las palabras del apóstol más que como lo hace el autor de la declaración anterior en estas observaciones respecto a 1 Corintios 3:10-15. Tal punto de vista no sólo es una aplicación errónea del significado del pasaje; sus implicaciones son bastante peligrosas y perjudiciales para la causa de Cristo. Su clara e inevitable conclusión es que un maestro o predicador realmente puede defender doctrinas que conduzcan a la destrucción de las almas que las crean ¡y aún así salvarse él!

Lo cierto es que, la “referencia” no es a doctrina, sino a discípulos. La palabra “alguno” debe ser considerada dentro del marco de la referencia característica del tema discutido, y está limitado a aquellos que edifican sobre el fundamento—Cristo. Así que, “alguno” es cualquier predicador o maestro. Su “obra” son sus convertidos. Esto convertidos mostrarán diferentes niveles de fidelidad, representados en los materiales mencionados: oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca. Debe observarse que estos materiales, en el orden indicado, muestran una inmunidad en incremento al fuego. El “fuego” los probará. Algunos convertidos serán como hojarasca—su durabilidad es muy limitada, pronto perecen. Otros son como el heno—un poco mejor que el material anterior en su capacidad de resistir el fuego; la madera soporta el fuego mejor que el heno; las piedras preciosas, mejor que la madera; la plata mejor que las piedras preciosas; y el oro, siendo completamente inmune al fuego, no se ve afectado por éste.

La obra de cada uno se hará manifiesta”—los convertidos de cada predicador se mostrarán en su verdadero carácter—y “el día” lo declarará. Por supuesto, el día, es el día del juicio, cuando el registro de todos los hombres se hará manifiesto. La “obra” (del predicador del evangelio) será revelada “por el fuego”, y “el fuego probará la clase de obra de cada uno”. ¿Cuál fuego? El fuego del infierno, según Barnes y otros. El fuego de la persecución, la prueba y las dificultades terrenales, según McKnight. En apoyo del primer punto de vista está la asociación de la frase con “el día” lo cual señala obviamente al Gran Día final. En cualquier caso, se manifestará el carácter de los involucrados, como resultado de la prueba de fidelidad a la que serán sometidos. Aquellos “convertidos” representados por los materiales susceptibles al fuego (madera, heno y hojarasca), se perderán; aquellos representados por el oro, la plata y las piedras preciosas, serán salvos. ¿Qué efecto tendrá esto sobre el predicador o maestro?

Si la obra de algunopermanece, recibirá recompensa”. El “alguno” es el predicador o maestro. Su “obra” son sus convertidos. Ellos “permanecen” si son fieles. El predicador, en este caso, “recibirá recompensa”. ¿Cuál será la recompensa? No simplemente o solamente o únicamente su salvación. La fidelidad de los convertidos del predicador no operará automáticamente para salvar al predicador. Si se salva, será sobre la base de su propia fidelidad, y no por la de alguna otra persona. La recompensa es algo aparte de la salvación.

Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; si bien él mismo será salvo, aunque así como a través del fuego”. Aquí, otra vez, “alguno” es el proclamador de la verdad. Su obra son sus convertidos. La incineración de su obra representa la pérdida de estos convertidos debido a su infidelidad. En este caso, el predicador “sufrirá pérdida”. ¿Qué perderá? No su alma. Como la fidelidad de los convertidos del predicador no lo salvará, tampoco la apostasía de ellos operará para privarle de la salvación (suponiendo que él no es el responsable de su apostasía). Además, aunque él “sufrirá pérdida”, ¡”será salvo”! Por esto, la pérdida que sufre no es la de su salvación. Es la recompensa que él hubiera recibido, si ellos hubieran sido fieles. (Aquí, incidentalmente, hay evidencia clara de la doctrina de los grados de recompensa­—un tema frecuentemente enseñado en el Nuevo Testamento).

El comentario que estamos revisando en esta respuesta tergiversa completamente el significado de las palabras del apóstol. La “obra” del predicador, contemplada aquí, no es su doctrina, sino sus discípulos. Las doctrinas no pueden ser probadas ni por el fuego de la persecución ni por el fuego del juicio, en cambio los hombres que predican falsa doctrina, conduciendo a la condenación a sus oyentes se perderán juntamente con aquellos que ellos han desviado. Ciertamente es una teoría engañosa y peligrosa que defendería, como lo vimos en el párrafo que comentamos, que los hombres se pueden salvar, aunque enseñen falsa doctrina y conduzcan a la perdición a otros.

Con los siguientes comentarios de J. W. McGarvey, acerca de 1 Corintios 3:10-15, concordamos plenamente: “Si los discípulos de cierto maestro pasan la prueba del juicio, él recibirá una recompensa, de la cual sus convertidos serán sólo una parte (1 Tes. 2:19; Filp. 2:16), pero si sus discípulos no pasan la prueba, él perderá cualquier propiedad que tuviera en ellos, y quizá más (2 Jn. v. 8). El maestro puede, desde luego, salvarse independientemente de sus discípulos, pues la salvación es un don y no una recompensa; pero se salvará como un administrador que perdió todas las cosas de su mayordomía; como un arrendatario que pierde toda la cosecha quemada, o como un contratista cuya estructura ha sido consumida por las llamas”.

Todos los que enseñamos y predicamos la Palabra de Dios deberíamos considerar cuidadosamente con el corazón las implicaciones de este destacado pasaje de los escritos de Pablo. Es una cosa seria sobreedificar con materiales indignos en el edificio de Dios. Que esto se puede hacer es obvio según la ilustración del apóstol. Debemos estar siempre en guardia para enseñar e inculcar de tal manera la verdad que ésta proteja del error a aquellos que la reciben y la obedecen, y los confirme y los fortalezca en la fe de manera que puedan ser clasificados como oro, plata o piedras preciosas, y no como madera, heno y hojarasca. Haciendo esto, aseguramos nuestra “recompensa”, y les aseguramos la salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario