martes, 21 de febrero de 2017

SERIE: Jesús, un maestro verdaderamente definitivo

LECCIÓN 1

Jesús enseñó: que no hay terreno medio… entre… y


Jesús ha sido ampliamente mal interpretado. Los hombres no han entendido quién es Él. No han entendido qué enseñaba ni cómo lo enseñó.

Mucha gente sostiene que Jesús enseñaba que los hombres eran libres de creer y hacer lo que les agradara (sin importar que esa enseñanza fuera contradictoria) y que con todo y eso agradarían a Dios. Esas personas sostienen que uno puede cometer pecados tales como el asesinato, violación sexual, mentira, robo, adulterio, etc., y aún agradar a Dios, aunque rehúse arrepentirse de esos pecados. Jesús no era un maestro «sentimentaloide». Él no se equivocaba. No era ambiguo. ¡Nunca dijo a alguien: «Cree lo que quieras y haz lo que desees—Yo te salvaré por mi gracia sin importar lo que hagas o no»!

Sin embargo, los hombres dicen: «Jesús es tan bueno—Él nunca va a permitir que alguien se pierda». Jesús es bueno, pero no es cierto que Él sea un «bonachón» (en el sentido de permitir que los hombres pisoteen con gusto Sus enseñanzas como si Él no fuera más que un simple hombre). Hay un número de declaraciones hechas por Jesús las cuales se registraron en el Sermón del Monte y que hacen este punto muy, muy claro. Entre esas declaraciones está la que se registra en Mateo 7:13-14, la cual dice lo siguiente:

«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (LBLA).

La meta básica de esta primera lección es «dar un vistazo» a los varios elementos que hay en esta enseñanza de Jesús.

I. Jesús enseñó definitivamente que no hay un terreno medio entre Él y Satanás.

                1. La Biblia claramente enseña que tanto Jesús como Satanás (el diablo) son reales.

                               (1) Jesús es real. El evangelio según Juan comienza con las siguientes palabras:

«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho…

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1:1-3, 14).

De modo que, no puede haber duda en cuanto a que la Biblia claramente declara la realidad de la existencia de Jesús, la Palabra que se hizo carne. La Palabra era Dios (existencia sin límite de tiempo, Él siempre era Dios—sin un principio). Él se hizo carne (Jesús de Nazaret, nacido de la virgen María). Cuando la Palabra se hizo carne, sin dejar de ser Dios, se convirtió en algo que no era antes—es decir, hombre (Jn. 1:14; 1 Tim. 2:5).

(2) El diablo es real. El registro de Mateo deja claro que el diablo realmente existe y que tiene el poder de tentar. Tentó a Jesús mismo (Mat. 4:1-11). El apóstol, Pedro advirtió a los hombres de la siguiente manera:

«Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. Pero resistidle firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo» (1 Pe. 5:8-9).

2. La Biblia enseña que no hay terreno medio entre Cristo y Satanás. Durante el período bajo el cual la ley de Moisés estaba en vigencia para los judíos, Dios inspiró a Moisés a enseñar a Israel que ellos debían elegir entre las únicas dos alternativas: (1) bendición o (2) maldición. Para tener la bendición, uno debía contar con la aprobación de Dios. Para tener la aprobación de Dios, uno tenía que obedecer (atender) las instrucciones que Dios le había dado. El fracaso en atender a esas instrucciones lo convertía en el objeto de la maldición (castigo por el pecado). Vea Deuteronomio 11:26-28.

En realidad, Jesús no simplemente «invita» (aunque lo hace ciertamente); Él manda a todos los hombres a sujetarse a Él en obediencia fiel a Su palabra (Mat. 11:28-30; comp. Heb. 5:8-9; 2 Tes. 1:7-9; Hch. 2:38; 3:19; 22:16).

Realmente no hay otro invitador final para los hombres que Jesucristo o el diablo. Aunque es cierto que hay miles de personas que con regularidad están invitando a otras personas a aceptar esta o aquella religión, aun es el caso que todo ser humano que invita a otro a aceptar alguna religión en particular lo hace utilizando o la doctrina de Cristo o a doctrina del diablo.
Cada ser humano aceptará— tendrá que aceptar — o la invitación que Jesús extiende a los hombres o la invitación que el diablo extiende a los hombres. Es simplemente el caso que no hay más invitador final que estos dos. Todos los hombres escucharán y obedecerán o a Jesús o a Satanás.

No hay terreno medio entre Jesús y Satanás (Mat. 11:28-30; 1 Pe. 5:8).

II. Jesús enseñó definitivamente que no hay mensaje medio entre la verdad y la falsa doctrina.

1. Hay un —y solo un— cuerpo de doctrina que es verdadero. En Efesios 4:4-6, el apóstol Pablo enseñó que hay «siete» elementos— hay un Dios, un Señor, un Espíritu, una esperanza, una fe, un bautismo y un cuerpo. La «una fe» se refiere al único cuerpo de doctrina que es el evangelio de Cristo (la ley de Cristo, la palabra de Dios, la doctrina de Cristo, etc.). así como hay un —y solo un— Dios, hay un —y solo un— Hijo de Dios (Jesucristo). Y así como hay un —y solo un— Hijo de Dios, hay un —y solo un—cuerpo de doctrina (la fe, el evangelio) cuya creencia y obediencia salvará al hombre de sus pecados (Ro. 1:15-17; Mr. 16:15-16; Hch. 2:22-47; 3:17-23).

2. Cualquier otra doctrina religiosa que no sea la fe (el evangelio de Cristo) es inútil para salvar a alguien. Ninguna mera doctrina humana —no importa cuán sincero y meticuloso pueda ser su seguidor—puede salvar el alma de algún hombre. Todo hombre que no obedezca el evangelio de Cristo se perderá eternamente (2 Tes. 1:7-9). Solamente aquellos que cumplen la voluntad de Dios serán salvos (Mat. 7:21-22; 24-27). Ningún hombre que se rehúse a hacer la voluntad de Cristo tiene el derecho de llamarle Señor (Lc. 6:46; comp. Hch. 3:22-23).

3. No hay mensaje medio entre el evangelio y la falsa doctrina. O uno cree y obedece el evangelio de Cristo o creerá y obedecerá alguna falsa doctrina, sea el ateísmo, agnosticismo o alguna otra doctrina religiosa humana.

(1) Jesús quiere que todos los hombres reconozcan ­—y vivan por— el evangelio de Cristo como el único y solo cuerpo de doctrina que al obedecerlo salvará sus almas. Jesús quiere que todos los hombres entiendan que ninguna doctrina meramente humana (una que se origina en los hombres y no en Dios) puede salvar el alma.

(2) Por el otro lado, Satanás (el diablo) quiere que todos los hombres rechacen el evangelio de Cristo como algo demasiado rígido, demasiado «anticuado», demasiado restrictivo, demasiado «aguafiestas», etc. Por esto es que muchas personas dicen cosas como: «Cada persona tiene derecho a elegir su propia creencia. Si soy sincero en mi religión Cristo me salvará sin importar lo que yo crea o haga en la religión». Pero eso sencillamente no es cierto (vea 2 Tes. 1:7-9; Heb. 5:8-9; Apo. 2:10; Mat. 7:13-27; etc.). Satanás quiere que los hombres acepten y sigan las doctrinas meramente humanas. Él quiere que los hombres crean que las doctrinas que han sido inventadas y predicadas por las distintas denominaciones son tan poderosas para salvar como lo es el verdadero evangelio de Cristo. Él quiere que los hombres crean que cuando ellos alcanzan ciertas conclusiones con respecto a cuál es la voluntad de Dios, Dios aceptará lo que ellos crean y hagan, aun si sus conclusiones contradicen lo que la Biblia enseña realmente. El diablo quiere que todos los hombres crean que son LIBRES de creer y hacer lo que desean en temas religiosos. Él quiere que ellos crean que serán juzgados (en el Día del Juicio Final) por sus interpretaciones de la Biblia (aunque sus interpretaciones contradigan las enseñanzas bíblicas con respecto a asuntos que son obligatorios) y no por lo que la Biblia realmente enseña. Podemos saber que todo esto es falso estudiando los siguientes pasajes: (a) Gálatas 1:6-9 aclara que NADIE puede enseñar otro (diferente) evangelio (que el evangelio de Cristo) sin convertirse en anatema—Dios no permite que nadie PERVIERTA Su palabra. (b) Juan 12:48 enseña que los hombres serán juzgados por la palabra de Dios—no por alguna doctrina humana, y (c) Apocalipsis 22:18-19 aclara que Dios no tolerará que se le añada o quite a Su palabra.

Todos los hombres tienen que responder ante el evangelio (ley) de Cristo (la única fe) y, por eso, ninguno pude rechazarlo y quedar impune.

No hay mensaje medio entre el mensaje de Cristo (el evangelio) y el mensaje de Satanás (cualquier mensaje distinto al evangelio de Cristo).

III. Jesús enseñó definitivamente que no hay una Puerta en Medio de la Puerta Estrecha y de la Puerta Ancha.

En el material precedente se ha mostrado que (a) no hay invitador en medio de Cristo y Satanás y (b) que no hay mensaje en medio de la verdad (el evangelio) y la falsa doctrina. Esto significa que todo hombre debe responder (obedecer) la «invitación» de Cristo o la de Satanás­— no hay otro invitador al cual responder. Esto también significa que todo hombre debe obedecer a la verdad o a la falsa doctrina— no hay otro mensaje en medio (que tenga que ver con el alma) al cual el hombre pueda obedecer.

Ahora, en tercer lugar, debe considerarse que no hay una puerta en medio de la puerta estrecha y de a puerta amplia.

La «puerta estrecha» es aquella mediante la cual uno deja el mundo y entra en Cristo (en el cuerpo de Cristo, la iglesia que Jesús compró con su sangre, Hch. 20:28; Ef. 1:22-23). Uno está en capacidad de «atravesar» esta puerta cuando —y sólo cuando— ha respondido favorablemente al «invitador» (Jesús) abriendo el corazón al mensaje (el evangelio). El acto culminante (el que sigue a oír, aprender, creer en el evangelio, arrepentirse de los pecados y confesar a Cristo como Señor) es ser bautizado. Nadie puede entrar accidentalmente por la puerta estrecha; uno debe aprender y obedecer la verdad— la única y sola verdad que es el evangelio de Cristo (Ef. 4:4-6; Hch. 4:12; Ro. 1:15-17; Gál. 1:6-9; 2 Tes. 1:7-9; etc). Son aquellos —y solamente aquellos— quienes reciben la palabra (la verdad, el evangelio) los que pueden entrar por la puerta estrecha (Hch. 2:22-47; considere especialmente el 2:41; comp. Jn. 3:3-5; Gál. 3:26-27). Es la única puerta estrecha que da acceso a la «senda angosta» (la vivencia de la vida cristiana), la cual —si se sigue fielmente— conduce a la vida eterna (Apo. 2:10).

A la «puerta ancha» uno entra cuando peca (es decir, cuando viola la voluntad de Dios. 1 Jn. 3:4; Ro. 3:23; Isa. 59:1-2). A diferencia de la puerta estrecha (la cual requiere que el hombre haga específicamente lo que manda el único mensaje de Cristo), uno puede tener acceso a la «puerta ancha» mediante incontables maneras de pensar y/o actuar. Cualquier desobediencia a la palabra de Dios o cualquier obediencia a las falsas doctrinas causará que uno entre por la puerta ancha. La puerta ancha da acceso a una vida mundana—ésta provee entrada al «espacioso camino» que lleva a la perdición eterna.

No hay puerta intermedia entre la puerta angosta y la puerta ancha. Todo hombre debe entrar o por la puerta estrecha o por la puerta ancha.

IV. Jesús enseñó definitivamente que no hay senda intermedia entre la senda angosta y la senda amplia.

1. Si alguien ha entrado por la senda angosta (siendo bautizado en Cristo arrepintiéndose de los pecados), entonces se ha convertido en cristiano (hijo de Dios, salvo de sus pecados mediante la sangre de Cristo, Gál. 3:26-27; Ro. 6:3-5). Esto significa que él ha empezado a andar por «la senda angosta» que conduce a la vida eterna (cielo).

Por otro lado, si alguien ha entrado por la senda amplia, entonces ha entrado a una vida de pecado (se ha convertido en un hijo del diablo, alguien perdido en sus pecados, separado de Dios). Así que él ha empezado a andar por la senda que conduce al castigo eterno (al infierno, Mat. 25:46).

2. Caminar por la senda angosta involucra un compromiso con Jesucristo, con la verdad y con la justicia. Jesús dejó claro que cualquier hijo de Dios que le sea fiel (a Jesús) debe «tomar su cruz cada día y seguirle» (Lc. 9:23). Esto significa que, para ser fiel a Jesús, uno debe estar dispuesto a pagar cualquier precio para ser obediente a la voluntad de Cristo (Lc. 9:24). El apóstol Pablo dejó claro esto cuando dijo (a punto de enfrentar una situación peligrosa para sí mismo) que estaba listo no solamente para ir a prisión sino también a morir para ser fiel a Cristo (Hch. 21:13). Jesús enseñó claramente que para que alguien sea fiel debe amarle (a Jesús) más que a la esposa, los padres, los hijos, las posesiones y aun la propia vida (Lc. 14:25-26). Esto simplemente significa que hay cosas que uno no puede hacer y agradar a Dios. Por ejemplo, uno no puede (a) amar, defender y seguir (obedecer) una falsa doctrina, (b) hacer aquello que no está autorizado por el evangelio (2 Jn. 9-11), (c) involucrarse en las obras de la carne (Gál. 5:19-21; Apo. 21:8) y aun así mantenerse en la senda angosta de Mateo 7:13-14. Uno debe defender y obedecer la verdad y sólo la verdad. Uno debe hacer en religión solamente aquello que ha sido autorizado por el evangelio de Cristo. Uno debe involucrarse en el fruto del Espíritu (Gal. 5:22-23; comp. 2 Pe. 1:5-11).

No hay una senda intermedia entre la senda angosta y la senda amplia. La senda amplia permite que uno se involucre en la defensa de una falsa doctrina, hacer lo que no está autorizado por las Escrituras, involucrarse en las obras de la carne, ser miembro de «iglesias» (cuerpos religiosos) que no fueron comprados con la sangre del Señor (denominaciones).

Todo hombre en la tierra está caminando o por la senda angosta o por la senda amplia. Simplemente no hay otra vía para que el hombre pueda andar en ella. No hay senda intermedia entre la senda angosta y la senda amplia.

V. Jesús enseñó definitivamente que no hay destino intermedio entre la vida eterna y el castigo eterno.

Cada hombre que entra por la puerta estrecha y se mantiene caminando fielmente por la senda angosta tendrá vida eterna en el cielo con Dios, con Cristo y con todos los salvos.

Todo hombre que entra por la puerta ancha y camina por la senda amplia irá al castigo eterno (el infierno).

Jesús enseñó que, en el día del juicio, los malos «irán al castigo eterno» pero que los hombres justos «irán a la vida eterna» (Mat. 25:46). En Marcos 9:43-48 Jesús dejó claro que solamente hay dos destinos eternos, uno es la vida (cielo) y el otro el infierno.

Un pasaje que resume de manera maravillosa este asunto de los posibles destinos eterno para los hombres es Juan 5:28-29. Este pasaje dice: «No os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio» (LBLA).

No hay un DESTINO intermedio entre el destino de vida eterna y el destino de castigo eterno.
No hay destino intermedio entre la vida eterna y el castigo eterno.

Conclusión


La lección se resume fácilmente en estas cinco afirmaciones: (1) No hay INVITADOR intermedio entre Cristo y Satanás, (2) No hay MENSAJE intermedio entre la verdad y la falsa doctrina, (3) no hay PUERTA intermedia entre la puerta estrecha y la puerta ancha, (4) no hay SENDA intermedia entre la senda angosta y la senda amplia, y (5) no hay DESTINO intermedio entre la vida eterna y el castigo eterno.

SERIE: Jesús, un maestro verdaderamente definitivo

INTRODUCCIÓN

Jesús— El Maestro Mal Representado

Aunque seguramente es el caso que Jesús es el «Maestro por excelencia», es decir, el maestro perfecto, el maestro que no solamente conocía a la perfección, sino que enseñaba y vivía perfectamente—no obstante, es el caso que probablemente no ha habido otro maestro que haya sido tan mal representado por los hombres como Él (Jesús).

Los hombres han contendido que Jesús era (es) un maestro que tolerará cualquier tipo de reacción hacia Su enseñanza. La Biblia muestra que Él demanda conocimiento de la verdad (el evangelio de Jesucristo), amor a la verdad, y obediencia a la verdad (Jn. 8:32; 2 Tes. 2:10-12; Heb. 5:8-9; Mat. 7:21-23; etc.). Los hombres han contendido y aún contienden que Jesús salvará aun a aquellos que rechazan Su verdad. La Biblia no enseña eso (Heb. 5:8-9; Mat. 7:21-23; 7:13-14).

Hoy, el triste cuadro es que la gente que afirma ser seguidores de Cristo castigarán a otros por la simple razón de que éstos enseñan que Jesús demanda obediencia a Su voluntad (Mat. 7:13-27). Las personas con una «mente liberal» tienen una muy fuerte aversión a lo que ellos llaman o «legalismo» o «dogmatismo» (es decir, a defender como necesario el conocer y obedecer la verdad, el evangelio de Cristo).

Jesús es representado por muchas personas como un maestro que no solamente tolera, sino que demanda el método al que los círculos teológicos se refieren como «unidad-en-diversidad» (lo cual en realidad no significa unidad en absoluto sino «un acuerdo en cuanto a estar en desacuerdo» o un «acuerdo para comprometer la verdad con el error»). Pero Jesús no tolera el compromiso de la verdad con el error. El denominado Movimiento Ecuménico (con su comprometida montaña de denominaciones con doctrinas contradictorias) es decididamente antagónico con la verdad que es el evangelio de Jesucristo. Aquellos que conocen y aman la verdad rechazan al Movimiento de la «unidad-en-diversidad», el cual, naturalmente, conduce a la adopción del Movimiento Ecuménico.
Esta presente serie de lecciones ha sido diseñada para ayudar a los lectores a ver por lo menos algo de la verdad de cómo enseñaba Jesús realmente. Él fue el más grande maestro del debate que el mundo ha conocido. Él sabía que la verdad es absoluta (ésta se mantiene siendo lo que es sin importar el número de interpretaciones erróneas que los hombres puedan inferir). Jesús luchó por la verdad, sin embargo, siempre llevó esa lucha con amor. Habló claramente a quienes estaban en error (especialmente a aquellos que estaban involucrados en un error fatal) con términos bastante fuertes. No obstante, siempre lo hizo con amor hacia el pecador, deseando que éste se arrepintiera y fuera salvo.

Los artículos de este tema han sido preparados para dejar al lector profundamente impactado con el hecho de que Jesús veía el amor a la verdad, el conocimiento de la verdad, y la obediencia a la verdad no solamente como importantes sino necesarios para que el pecador sea salvo del pecado (2 Tes. 2:10-12; Jn. 8:32; 14; 15; 1 Jn. 5:3).

Es nuestra sincera esperanza que todos y cada uno de los lectores va a «escudriñar las Escrituras» para determinar por sí mismo si Jesús realmente era/es la clase de maestro que afirman los artículos que componen este estudio (Hch. 17:11; 2 Tim. 2:15).

Ojalá que ninguno de nosotros provoque una controversia sólo por provocar (una mentalidad que es decididamente antagónica a la verdadera espiritualidad) sino que, por el contrario, estemos dispuestos a pelear la buena batalla de la fe—que todos estemos dispuestos a enseñar la verdad en amor (Ef. 4:15; Mat. 10:34; Lc. 12:51). ¡Jesús vino a traer espada!

Jesús es nuestro ejemplo para todo lo que debemos hacer (1 Pe. 2:21-25). Simplemente debemos permitir que Él sea nuestro ejemplo como Maestro. Aquí estamos dedicados a alcanzar esa meta.