jueves, 10 de septiembre de 2015

LAS IGLESIAS DEBERÍAN RECONSIDERAR EL SALARIO DE SUS PREDICADORES


por Wes McAdams

Para la mayoría de los miembros de la iglesia, el trabajo que el predicador hace y el dinero que lleva a casa son, sin lugar a dudas, los más apropiados. "Nuestro predicador 'ministra' a esta congregación -- visita a los enfermos, aconseja, evangeliza, predica, enseña, escribe artículos para el boletín, y hace cualquier cosa que le pidamos -- y le pagamos para que haga estas cosas por nosotros". Esta es la manera en la que la mayoría de los cristianos piensa con respecto a su predicador y al "salario" que le pagan. ¿Pero es esa realmente la manera en la que deberíamos pensar? Personalmente no lo creo. Aquí hay algunas cosas a considerar:

1. DEJE DE PENSAR QUE SU PREDICADOR LO HACE PORQUE "LE PAGAN".

La mayoría de los miembros de la iglesia piensa que el predicador hace las cosas porque ellos le pagan para que las haga. Creo que estamos pensando al revés de como son las cosas. Es mucho más sano pensar de esta manera: "El predicador ha comprometido su vida a la predicación del evangelio y nosotros le apoyamos en el aspecto financiero en esa labor". Él no lo hace porque usted le da dinero, usted le da dinero por lo que él hace.

El apóstol Pablo renunció a su derecho de recibir apoyo financiero de la mayoría de las congregaciones con las cuales trabajó, pero él afirmaba que las congregaciones deberían sostener a quienes esparcen el evangelio (1 Corintios 9). La iglesia debería sustentar a cuantos predicadores, evangelistas, maestros y misioneros pueda sostener. Cuando los hombres desean dedicar sus vidas a la proclamación del evangelio, nosotros deberíamos considerar como nuestro privilegio y gozo el poder apoyarles.

2. DEJE DE PENSAR QUE SU PREDICADOR LO HACE "PARA" USTED.

La mayoría de los miembros de la iglesia piensan en su predicador como el "ministro" (sirviente) de la congregación. Consideran que su trabajo es aconsejar, visitar, evangelizar, enseñar, etc. Y sea que lo admitamos o no, mucho de esto proviene del hecho de que no queremos hacer esta obra, o creemos que no tenemos tiempo, así que LO CONTRATAMOS.

Decimos cosas como: "No sé cómo haría ni tengo tiempo para visitar a todos esos enfermos en el hospital, ni para tener estudios bíblicos con los perdidos, es por eso que pagamos un ministro para que se encargue de eso". Pero no podríamos estar más equivocados que con esta forma de pensar.

No hay absolutamente NINGÚN PRECEDENTE BÍBLICO EN CUANTO A CONTRATAR A ALGUIEN PARA QUE HAGA LA OBRA QUE NOSOTROS DEBERÍAMOS HACER. De hecho, una de las tareas del evangelista es "capacitar" a los miembros para "la obra del ministerio" (Ef. 4:11-12). No es que contratas a un predicador para aliviarte de la obra; se sostiene a un predicador, en parte, para ayudar al equipo y para motivarte a hacer la obra que deberías estar haciendo.

Claro que él ayuda al equipo al poner un buen ejemplo de servicio, pero si empieza a hacer la obra POR usted, entonces lo que está haciendo es empoderándote en lugar de equiparte. Y muchos predicadores necesitan dejar de empoderar a la congregación y comenzar a equipar a la congregación.

3. DEJE DE PENSAR QUE EL PREDICADOR "LE PERTENECE".

Cuando una congregación piensa en su predicador como un empleado, es porque han entendido erróneamente la situación. El predicador no trabaja para la congregación. Él no trabaja para los ancianos. Él trabaja para el Señor. Pablo llama a los predicadores, "el siervo del Señor" (2 Timoteo 2:24); y eso es lo que un predicador es, el siervo del Señor, no NUESTRO siervo.

Claro que el predicador y su obra están bajo la supervisión de los ancianos locales. El anciano pastorea al predicador, ayudándole a balancear la obra que hace específicamente para la congregación local y la que hace para el reino. Un predicador y su ancianato pueden decidir que su obra necesita enfocarse primordialmente --y hasta exclusivamente-- en la obra local; mientras que otro predicador y su ancianato pueden decidir enfocar las habilidades y destrezas de éste en el esparcimiento del evangelio por todo el mundo.

Es una vergüenza cuando una congregación cree que su predicador les pertenece y se resienten por el tiempo que él utiliza para predicar y enseñar en otros lugares. Deberían darse cuenta que es gracias a su apoyo financiero que él puede predicar el evangelio en lugares que no podrían sostenerlo ni a él ni algún otro, a tiempo completo.

4. PERMITA QUE SU PREDICADOR "SEA UN MIEMBRO" DE SU CONGREGACIÓN.

Cuando las congregaciones piensan en su predicador como un empleado que les pertenece, con frecuencia fallan en tratarle como a un miembro más de la congregación. Nuestros predicadores necesitan la oportunidad de tener comunión, aprender, confesar sus pecados y aflicciones, animarse, ser aconsejado, y todos aquellos beneficios que nosotros disfrutamos como familia en la congregación. Pero solemos negarles esas bendiciones porque los tratamos como a nuestros empleados.

Considere algunas de estas preguntas.

*¿Está su predicador enseñando clases bíblicas siempre, o le permiten a veces ser un estudiante más?

*¿Está usted siempre esperando que su predicador sea quien le enseñe, aconseje y anime, o a veces usted presta su oído para escucharle?

*¿Su predicador se siente como un miembro de la congregación o como un empleado?

CONCLUSIÓN

A resumidas cuenta el punto es, tenemos que dejar de pensar que el dinero que damos a nuestros predicadores los tiene endeudados con nosotros. En lugar de eso, debemos sentirnos privilegiados de poder sostener a hombres que fiel y diligentemente predican el mensaje del evangelio en nuestra congregación y en otras partes. Debemos animarles en toda forma posible en la obra que ellos hacen.

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