El mundo religioso es un ambiente
de extremismo. Por ejemplo, algunos alegan, que si Dios existe, Él no tiene
ningún tipo de contacto con la humanidad. La Deidad está distante y
desinteresada. Esta filosofía es conocida como Deismo. Otros, a manera de
contraste, aseguran que prácticamente toda actividad de la Deidad es una acción
milagrosa. Ellos alegan que los milagros están aconteciendo por montones cada
día. Ese punto de vista también está alejado de los hechos. Las Escrituras
claramente indican que las señales sobrenaturales sirvieron a una única función
en el esquema divino de las cosas, y ya no se repiten hoy en día.
Un punto de vista correcto
reconoce que Jehová opera en los asuntos de los hombres, pero no
milagrosamente; en cambio, Dios actúa bajo un proceso al que hemos denominado “providencia”.
PROVIDENCIA DEFINIDA
El término castellano “providencia”
se deriva del latín providentia, el
cual significa “previsión”. La providencia tiene que ver con:
1. El mantenimiento de parte del
Creador del balance funcional del mundo natural.
2. El cumplimiento del propósito
divino en la regulación de los asuntos internacionales; y
3. La operación especial de Dios
en la vida de aquellos que procuran cumplir Su voluntad.
Antes de que consideremos cada
una de estas áreas, es necesario que discutamos la naturaleza de la
providencia. ¿Qué es exactamente este fenómeno?
La providencia es la actividad de
Dios la cual se lleva a cabo por medio
de leyes. Esto está en contraste con lo milagroso, en lo cual Dios opera independiente de la ley. En la
providencia, Jehová manipula sus propias leyes para poder llevar a cabo su
propósito final. Dios respeta la libre voluntad del hombre y Él nunca subyugará
nuestra libertad de elección en el uso de la actividad providencial; no
obstante, la Biblia claramente afirma que hay actividad divina pero en modo
providencial. Es un proceso que nosotros no podemos explicar sencillamente
desde nuestro punto de vista limitado. Lo aceptamos debido a nuestra confianza
en la credibilidad del registro bíblico.
Quizá lo siguiente ayudará a
ilustrar la diferencia entre lo milagroso y lo providencial.
Cuando María, una joven virgen
(Isa. 7:14), dio a luz a Jesús, esto se dio por la intervención de poderes
milagrosos (Mat. 1:18-25; Lc. 1:30-37). Por otro lado, cuando Ana en el Antiguo
Testamento oró para que el Señor le concediera un hijo, Dios oyó y le concedió
esa petición. Sin embargo, Él hizo esto providencialmente; ella concibió
solamente después de que su esposo “la conoció” (un eufemismo bíblico para la
relación sexual); finalmente, nació Samuel (1 Sam. 1:19-20).
Aquí tenemos otro caso en
contraste. Cuando el ejército asirio sitió a la ciudad de Jerusalén, Dios
destruyó sobrenaturalmente a 185,000 soldados enemigos en una sola noche (Isa.
37:36). En cambio, Senaquerib, el rey asirio, murió de una manera diferente. Jehová
provocó que oyera “noticias” que lo hicieran regresar a Asiria (Isa. 37:7);
allí, según la profecía divina, fue asesinado por manos de sus propios hijos
(comp. 37: 7, 38). Incuestionablemente, ¡aquí hubo un acto providencial! En cada
caso, el cielo estaba guiando los acontecimientos para que se dieran ciertos
eventos. En uno de los casos, la actividad divina fue directa, independiente de
algún medio. En el otro caso, actuó indirectamente empleando algunos medios.
LA PROVIDENCIA Y LA NATURALEZA
La santísima Deidad (Padre, Hijo
y Espíritu Santo) es la responsable no solamente del origen del universo (Gén.
1:1ss; Jn. 1:1-3), estas divinas Personas continúan regulando y sustentando a
la naturaleza. Cristo está “sujetando todas las cosas [es decir, el universo
entero] por la palabra de su poder” (Heb. 1:3). Adicionalmente, “en Él todas
las cosas están cohesionadas” [sunesteke,
mantenerse juntas] (Col. 1:17). La forma del tiempo pasado perfecto se usa aquí
en el sentido presente. Cristo mantiene
cohesionadas todas las fuerzas de universo. Robertson observaba que “Él
[Cristo] está controlando y unificando la fuerza de la naturaleza” (1931, 479).
Dios mantiene provisionalmente
las estaciones (Gén. 8:22), y bendice la tierra con su abundancia (Hch. 14:17).
Todas las criaturas de la tierra están en las manos del Creador (Mat. 10:29), y
Él cuida de ellas (Mat. 6:26; comp. Sal. 104:21; 147:9). Hay muchos ejemplos
bíblicos donde Dios usó las fuerzas y/o las criaturas de la naturaleza para
cumplir su voluntad (veáse Gén. 22:13; Núm. 11:31; 1 Re. 13:24ss; 17:6; 2 Re.
2:23, 24).
DIOS Y LAS NACIONES
Desde la caída de la humanidad
Dios ha estado trabajando en un plan diseñado para poner a disposición de los
caídos Su gracia y perdón. El plan fue implementado con la muerte de Cristo, y
el subsiguiente establecimiento del reino. Sin embargo, mucho antes del
nacimiento de Jesús, Dios estaba trabajando providencialmente entre las
naciones del mundo para preparar a la humanidad para la llegada del Salvador. El
Señor es “el gobernante de las naciones” (Sal. 22:28). Jehová gobierna en el
reino de los hombres y domina con Su voluntad sobre ellos (Dan. 2:21; 4:17).
La nación hebrea fue muy
importante en el plan divino para la salvación del hombre. De este pueblo
vendría el Mesías (Gén. 22:18). Es por esto que el Señor protegió a Israel (o
por lo menos al remanente) de manera que las promesas con respecto al linaje
del Mesías se mantuvieran intactas. Por ejemplo, Jehová utilizó
providencialmente a José para sustentar a los hebreos mientras ellos dependían
de Egipto. José fue vendido por sus hermanos que estaban celosos de él, pero
Dios usó esa situación para la preservación de la nación (véase Gén. 39:2;
45:5-9). Todo serio estudiante de la Biblia y con un conocimiento por lo menos
básico del inglés debería leer las discusiones acerca de la providencia divina
que escribió McGarvey, tratando temas como los de José y Ester, expuestos en su
libro Sermons.
Pablo, en su epístola a las
iglesias de Galacia, contendía que Dios envió a su hijo “cuando vino el cumplimiento del
tiempo” (Gál. 4:4). Sin duda el apóstol alude aquí a las preparaciones
providenciales del cielo entre las distintas naciones, lo cual facilitaría la
llegada y éxito de la misión redentora de Cristo. Por ejemplo, los hebreos
prepararon el mundo antiguo con sus Escrituras sagradas, repletas de profecías
mesiánicas. El imperio romano proveyó un ambiente de paz, un avanzado sistema
de pavimento para la rápida expansión del evangelio, etc. Los griegos
contribuyeron con el más preciso instrumento para la transmisión del
pensamiento humano, el dialecto Koiné (en el cual fue compuesto el Nuevo
Testamento). Gálatas 4:4 es una exposición condensada de la actividad
providencial del Creador. Una excelente discusión de este punto se encuentra en
A Manual of Church History de A. H.
Newman (1933, 20ss).
PROVIDENCIA ESPECIAL
Cuando hablamos de una “providencia
especial”, estamos pensando primordialmente en dos cosas. Primero, está la
operación providencial de Dios en la vida de aquellos que ansiosamente buscan la verdad. Segundo, está la
actividad divina que opera en el interés del pueblo cristiano. Consideremos cada una de ellas.
(1) Dios sabe de aquellos que
tienen hambre de la verdad (véase Hch. 16:6-10) y promete que quienes tengan “hambre
y sed de justicia” serán saciados (Mat. 5:6). Según esto, el Padre tiene la
capacidad de actuar dentro de las circunstancias de la actividad humana para
llevar a cabo su deseo. Por lo que si este es el caso, de esto se sigue
razonablemente que la providencia de Dios se puede emplear para hacer más corto
el viaje de aquellos que sinceramente andan en busca de su Señor para servirle.
Un caso en cuanto a este punto se
puede encontrar en el siguiente relato.
En el libro de Filemón se nos
habla de la historia de un esclavo llamado Onésimo. Él pertenecía a Filemón de
Colosas. Onésimo escapó de su amo y viajó hasta Roma, donde se encontró con el
apóstol Pablo. Pablo guió a Onésimo a la verdad. Comentando este asunto, el apóstol
ve la posibilidad de la providencia en esta situación. Él escribe:
Porque quizá por esto se apartó de ti por algún tiempo, para que
lo volvieras a recibir para siempre, no ya como esclavo, sino como más que un esclavo, como un hermano amado, especialmente para mí, pero cuánto
más para ti, tanto en la carne como en el Señor (Fil. 15-16).
El verbo ECHORISTHE (“se apartó”,
LBLA) es una forma de voz pasiva. La voz pasiva representa a un sujeto
recibiendo una acción. Algunos eruditos han considerado que el uso de la voz
pasiva aquí “puede contener una convicción de la intervención del gobierno
divino… para denotar una acción oculta de Dios como agente responsable por lo
que se ha hecho” (1980, 314). Además, con el término “por un tiempo” y “para
siempre”, algunos sugieren que el apóstol muestra “su convicción de que la mano
de Dios estuvo actuando en toda esta situación” (1978, 461).
(2) El Nuevo Testamento está
lleno de promesas que afirman que Dios responderá las peticiones de Su pueblo y
actuará en sus vidas. Pero ya que Jehová no está actuando milagrosamente (vea 1
Cor. 13:8-10), obviamente Él está operando providencialmente. Las cosas que
pueden parecer perfectamente naturales, desde el punto de vista humano, ¡podrían
está dirigidas por Jehová!
Aquí tenemos un caso acerca de
este punto. Cuando Pablo escribió a los cristianos en Roma (desde Corinto, durante
su tercer viaje misionero — comp. Hch. 20:2; Ro. 16:23), le dijo a los hermanos
que él continuamente hacía peticiones (una forma del tiempo presente) a Dios para que algún día él pudiera
hacerles la visita (Ro. 1:9-10). Cuando concluyó el libro, él animó a los
santos de Roma a unirse en oración para que finalmente estas peticiones
pudieran ser concedidas (Ro. 15:30-32). ¡Dios responderá estas oraciones pero
de manera providencial!
Considere los siguientes hechos:
·
Después de su tercer viaje misionero, Pablo
regresó a Jerusalén donde fue arrestado por supuestamente profanar el templo (Hch.
21:28). En la noche, el Señor le dijo que tuviera ánimo. Él no moriría en Jerusalén;
en cambio, el apóstol daría su testimonio en Roma (23:11).
·
Para salvar su vida de una turba judía que se
había impuesto un voto para asesinarlo, los oficiales romanos enviaron a Pablo
a Cesarea de noche (23:31ss).
·
Allí estuvo encarcelado durante dos años (24:27).
·
Finalmente, cuando él concluyó que no sería
tratado con justicia por las autoridades, ejerció su derecho como ciudadano
romano y el apóstol apeló a César (25:11).
·
En los primeros días de Otoño (60 d. C.) abordó
un barco hacia Roma (27:1).
·
En la ruta el barco sufrió un naufragio al punto
de que la esperanza de vida se había perdido por completo (27:30).
·
Pero un ángel se apareció al apóstol y le
prometió: “has de comparecer ante el César” (27:24).
·
La siguiente primavera, sano y salvo, Pablo llegó
a Roma (28:16). Sus oraciones (y las de los santos de Roma) habían sido
respondidas, ¡pero por medios impredecibles obró la providencia divina!
Luego,
escribiendo desde Roma a los hermanos en Filipos, el apóstol podía decir que lo
que le había sucedido “había redundado en el progreso del evangelio”
(Filp. 1:12). No hay duda alguna en que Pablo vio la provechosa y bondadosa mano
de la Providencia en esta serie de eventos en su vida (vea Hch. 26:22).
Así que el
pueblo de Dios debe regocijarse, y vivir cada día con una gran confianza,
sabiendo que el Señor está cerca, y que las operaciones del Cielo a través de
la providencia permanecen trabajando en nuestra diaria existencia. Ω
Referencias
- Newman,
A. H. 1933. A Manual of Church History. Vol. 1. Philadelphia,
PA: American Baptist Publication Society.
- Rienecker,
Fritz. 1980. A Linguistic Key to the Greek Testament. Vol.
2. Grand Rapids, MI: Zondervan.
- Robertson,
A. T. 1931. Word Pictures in the New Testament. Vol. 4.
Nashville, TN: Broadman.
- Rupprecht,
Arthur. 1978. The Expositor’s Bible Commentary. Frank
Gaebelein, ed. Grand Rapids, MI: Zondervan.