Hacia la conclusión de su segunda
epístola, el apóstol Juan escribió: “Todo
el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el
que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo” (v. 9).
En años recientes, este pasaje se
ha convertido en el foco de la tormenta. El significado de este pasaje ha sido
distorsionado seriamente— tanto de parte de aquellos en la “izquierda” liberal, o
de aquellos en la “derecha” radical.
Una pequeña minoría ha contendido
que prácticamente todo desacuerdo acerca del significado de la Escritura cae
dentro del alcance de 2 Juan 9 (por ejemplo, la versión de la Biblia que
alguien usa, si una congregación puede o no puede tener un refrigerador en el
edificio). Un creciente segmento “progresivo” alega que el pasaje está dirigido
a la herejía del primer siglo que se oponía a la enseñanza que Jesús había
venido “en carne” a la tierra.
Típico de este último punto de
vista es un ensayo titulado: “2 John 9 And Christian Fellowship” [2 Juan 9 y la
Comunión Cristiana] que apareció en el libro “The Peaceable Kingdom” [El
Reino Pacífico] (Abilene, TX: Restoration Perspectives, 1993, pp. 71-92). Este
volumen tiene como autor a Carroll D. Osburn, un profesor de Biblia de la Abilene
Christian University.
Osburn carga contra la manera
tradicional en la cual algunos han apelado a este pasaje “para eliminar de la
comunión a cualquiera que está en desacuerdo con ellos” convirtiéndole en una
“pesadilla hermenéutica”. Uno puede verse inclinado a estar de acuerdo si ese
“cualquiera-con-el-que-esté-en-desacuerdo” representa una realidad. El problema
es que Osburn, y quienes lo acompañan en su mentalidad “hermenéutica”,
desaprueban que este pasaje tenga alguna
aplicabilidad a su ambigua agenda de extender la comunión a varios cuerpos
sectarios de la “Cristiandad”.
El profesor deja claro que, a su
juicio, la prueba para la comunión cristiana es sencillamente la convicción que
“Cristo es el Hijo de Dios” (p. 90). Asuntos tales como la observación semanal
de la Cena del Señor, el uso de música instrumental en la adoración, el dogma
del premilenialismo, o aquel asunto de si el bautismo es “para” o es “por” el
perdón de pecados, son asuntos que no tienen ninguna consecuencia seria según
él. Él le abriría de par en par las puertas de la comunión cristiana a aquellos
que se suscriben a cualquiera de estas nociones. ¡Y él es un maestro de
jóvenes!
El Texto
Consideremos algunos elementos de
2 Juan 9.
1. El
término “todo el que” significa todos y cada uno (comp. Jn. 3:16; Apo. 22:18).
2. “Se
desvía” (proagon) significa “tomar la
delantera, desviarse” (F. W. Danker, Greek
–English Lexicon, 2000, p. 864). La forma en tiempo presente sugiere un
movimiento persistente en dirección equivocada.
3. “No
permanece” (tiempo presente) refleja el lado negativo de la digresión. Ir más
allá es no permanecer, dentro del
límite prescrito.
Luego está la frase controversial
“la enseñanza de Cristo”. El punto
principal de la contención involucra el significado de tou Christou, “de Cristo”. En el Testamento en griego, la frase
está en el caso genitivo, el cual, generalmente, es visto como el caso de “posesión”.
Sin embargo, el asunto es más complejo, ya que el genitivo es más “elástico”
que cualquier otro caso griego, conllevando un amplio rango de relaciones
semánticas (Daniel Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics,
Zondervan, 1996, pp. 74-75). Wallace presenta una lista de no menos de 33 usos
del genitivo en el Nuevo Testamento.
La batalla se ha mantenido
principalmente en si el genitivo de 2 Juan 9 es “objetivo” o “subjetivo”. Si se
toma como objetivo, la frase significa “la enseñanza acerca de Cristo”. Si se
ve como subjetivo, el sentido es “la
enseñanza que es de Cristo”, es decir, la que viene de parte de Él. La realidad
es ésta, aquí hay una forma del genitivo, llamada el “genitivo plenario”, el
cual abarca tanto el sentido objetivo como el subjetivo. Por ejemplo, la frase “la
revelación de Jesucristo” (Apo. 1:1) es una revelación acerca de Cristo y de
parte de Cristo (Wallace, 119-121).
Cualquier estudiante serio del
Nuevo Testamento griego sabe que esta cuestión no es tanto una cuestión de
gramática, más bien es un asunto de exégesis (vea A.T. Robertson, Historical
Grammar, Hodder & Stoughton, 1919, p. 499). En otras palabras, el contexto será el factor decisivo para
proveer dirección en la interpretación de la frase.
En el proceso de la exégesis
bíblica, el término “contexto” se emplea en dos sentidos. Tiene que ver con lo
que rodea inmediatamente a un cierto
pasaje, y también se relaciona con la enseñanza general de la Escritura acerca del tema bajo cuestión.
Osburn concede que algunos de los
más respetables eruditos en griego están convencidos que el genitivo en 2 Juan
9 es subjetivo, es decir, que indica la enseñanza que viene de parte de Cristo. Él menciona los
nombres de A. T. Robertson, B. F. Wescott y A. E. Brook. Pudo haber añadido a
J. H. Thayer, G. Abbott-Smith. Edward Robinson, John Stott, R. C. H. Lenski y a
un hueste de nombres más. El difunto J. W. Roberts observó: “Indudablemente la
mayoría de los comentaristas están de parte del genitivo subjetivo” (The Letters of Johnk, Sweet, 1968, p.
164).
Pero hay un asunto crucial. ¿Hay
algo—
sea en la Escritura o en la lógica —que pudiera guiar a alguien a la
conclusión de que él debe creer en la enseñanza “acerca de Cristo”, es decir, que Jesús vivió en la tierra como “humano”,
pero que es libre de estar en desacuerdo con la “enseñanza que dio Cristo”, por
ejemplo, sus instrucciones en cuanto a la adoración, el plan de salvación, su
escatología, etc.? ¿Tiene esto algún
sentido? Y sin embargo, Osburn alega que una aplicación de 2 Juan 9 a esos
temas refleja una disposición “sectaria” (p. 73).
Implicaciones lógicas
Si la expresión “la enseñanza de
Cristo” en 2 Juan 9 es exclusivamente una advertencia acerca de negar “la
doctrina de la encarnación”, es decir,
la verdad de que “Jesucristo vino en carne” (Osburn, pp. 82-83), la siguiente
conclusión es la que debe seguir. Los Testigos de Jehová, los Unitarios, y una
amplia variedad de modernistas no deben ser excluidos de la comunión cristiana,
porque todos estos concuerdan con la idea que Jesús de Nazaret vivió en carne. La Watchtower argumenta que “él
no era más que un ser humano perfecto”, pero ellos no repudian Su naturaleza
humana.
Hasta los modernistas creen que
un hombre llamado “Jesús” vivió hace algunos siglos y que en “algún” sentido él
era divino. Sin embargo, ellos niegan que Él haya nacido de una virgen, que
hizo milagros, o que se levantó de entre los muertos. ¿Por qué sería más grave
negar la naturaleza humana de Cristo que repudiar las evidencias de su esencia
divina?
Pero el hermano admite que
rechazar que “Jesús es el Señor” está
incluido en esta advertencia. ¿Cómo llega él a esa conclusión? Él va más allá de 2 Juan 9 e importa material
de 1 Juan (2:22; 4:2, 15) para apoyar su argumento (p. 88). Muy bien, las
comparaciones son una metodología legítima. Sin embargo, difícilmente son
consistentes para Osburn debido precisamente a que él las critica en otros (pp.
74ss) quienes han apelado a ellas en cuanto al uso del genitivo subjetivo en
relación con “la enseñanza” del Señor en el registro del evangelio según Juan,
y en el libro de Apocalipsis (vea Jn. 7:17; 18:19; comp. 1 Jn. 1:5; Apo.
2:14-15).
El problema con estos hermanos no
es la gramática; es el “corazón”. Han abandonado el ideal de restaurar el
cristianismo primitivo. Anhelan la fraternización con las sectas, y quieren
arrastrar a toda la hermandad con ellos. Pero muchos se niegan a permitirlo. ¡Qué crezca ese número! Ω