jueves, 31 de mayo de 2018

Lección 2: Jesús: «El bautismo de Juan, ¿del cielo o de los hombres?»


Si es el caso que Jesús, los apóstoles y los profetas del Nuevo Testamento utilizaron la Ley de la Racionalidad (usando la ley de la implicación y/o inferencia) de tal manera que quedara claro que el uso de esas dos leyes es necesario para aprender y enseñar la palabra de Dios, entonces es claro que éstas son necesarias para nosotros hoy.

1. Jesús y La Ley de la Racionalidad (Incluidas la Implicación y la Inferencia). Durante su ministerio terrenal, Jesús constantemente estaba involucrados en controversias. Hay varias narraciones en el Nuevo Testamento de las actividades de Jesús donde se le describe en discusiones que involucraban la Ley de la Racionalidad. Sin embargo, solamente consideraremos uno de estos casos.

Llama la atención el hecho de que Mateo presenta un relato de una discusión que Jesús tuvo en el templo con los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo (Mateo 21:23-27).

«Cuando llegó Jesús al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad? Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, que si me la contestáis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde era el bautismo de Juan?, ¿del cielo o de los hombres? Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: “Del cielo”, Él nos dirá: “Entonces, ¿por qué no le creísteis?” Y si decimos: “De los hombres”, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. El a su vez les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas».

Según esta narración los líderes judíos vinieron a Jesús cuando Él estaba enseñando y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?» Jesús les contestó que si ellos podían responderle una pregunta Él entonces respondería sus preguntas. La pregunta que les hizo fue: «¿De dónde era el bautismo de Juan?, ¿del cielo o de los hombres?» (Es decir, ¿Juan bautizaba por la autoridad de Dios o simplemente por la autoridad de los hombres?). Entonces los judíos discurrían entre sí dela siguiente manera. En efecto dijeron: «Si decimos que el bautismo de Juan es de Dios (del cielo), entonces Jesús nos señalará porque no lo creímos. Por otro lado, si decimos que el bautismo de Juan no es de Dios (sino meramente de los hombres) entonces la multitud se puede volver en nuestra contra».

Realmente la pregunta de Jesús para los judíos prepara la situación para la forma de argumentación lógica conocida como «dilema constructivo».

La forma de argumento conocida como «dilema constructivo» es la siguiente: (1) La primera premisa se componen de la conjunción de dos declaraciones implicativas, (2) la segunda premisa se la proposición disyuntiva compuesta de los antecedentes de los dos elementos de la premisa uno; y (3) la conclusión es una declaración disyuntiva compuesta de las consecuencias de los dos elementos de la premisa uno. Este es un argumento en forma válida, por lo cual cuando las premisas son verdaderas, la conclusión debe ser verdadera.

Puesto en una forma lógica precisa, el argumento se ve así:

1. Si decimos que el bautismo de Juan es de Dios, entonces tendríamos que haber creído (y, por ende, haber obedecido dicho bautismo) y, si decimos que el bautismo de Juan no es de Dios (sino que es solamente de hombres), entonces (tememos que) la multitud nos apedree (pues ellos creen que Juan es un profeta).

2. O el bautismo de Juan es de Dios o el bautismo de Juan no es de Dios.

3. Por lo tanto, o debimos creer a Juan o tememos que la multitud nos apedree (porque ellos consideran que Juan es un profeta).

Enfrentados al dilema que se expone en la conclusión, los judíos decidieron que no tomarían al dilema «por los cuernos» y respondieron a Jesús: «No sabemos», es decir que ellos se negaron a responder la pregunta de Jesús.

Si el asunto no fuera tan serio (como para involucrar la salvación eterna de hombres y mujeres) sería cómico ver a hombres que afirman ser seguidores de la Biblia, pero que rechazan la Ley de la Racionalidad (vea, por ejemplo, 1 Tes. 5:21) y defienden el irracionalismo (y, de esta manera, niegan la relación obvia entre la evidencia, el razonamiento válido y la conclusión). Todos actuamos en cierta ocasión (especialmente nos interesan las ocasiones que involucran la consideración de evidencia bíblica) o racional o irracionalmente. Actuar racionalmente es llegar únicamente a aquellas conclusiones que estén garantizadas por la evidencia. Actuar irracionalmente es llegar a conclusiones que no cuentan con evidencia adecuada. Es una completa blasfemia acusar a Jesús de enseñar a los hombres a actuar irracionalmente cuando éstos estudian Su sagrada palabra.

Otra manera de exponer el argumento implicado por la pregunta de Jesús es la siguiente (para los hombres que vivían en el tiempo de Juan): (1) si el bautismo de Juan es de Dios (es decir, si es algo autorizado por Dios y no por los hombres), entonces los hombres deben creer a Juan (y obedecer el bautismo que él enseña), (2) el bautismo de Juan es de Dios. (3) Por lo tanto, los hombres deberían creer (y obedecer el bautismo que él enseña).

Jesús enseñó claramente que los hombres debían reconocer y honrar la Ley de la Racionalidad.

Conclusión

Nadie debería ignorar el punto de la forma tan directa en la que enseñaba Jesús. Él no permitía vacilaciones ni ambigüedades de «lo puse aquí y ahora no está». Exigió que los judíos le dijeran si el bautismo de Juan se llevaba a cabo por la autoridad de Dios o por la autoridad de los hombres. Cuando ellos no respondieron Su pregunta (porque no había manera de salir del dilema en el cual Jesús los había colocado), Jesús les dijo: «Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas» (Mat. 21:27).

¿Usan los hombres instrumentos mecánicos de música por la autoridad de Dios o por la autoridad de los hombres? Ya que no hay autoridad de Dios para esa práctica, debe haber solamente una posibilidad: se hace por la autoridad de simples hombres. Por lo tanto, es pecaminosa dicha práctica (2 Jn. 9-11).

¡Que todos los hombres sean agradecidos por tener tan maravilloso Salvador, el solo y único Maestro por excelencia!