jueves, 26 de septiembre de 2019

¿Qué es el Modernismo?


Pregunta: “Frecuentemente veo escritores que se refieren algo que llaman "modernismo". ¿Qué quieren decir exactamente con este término?"

La historia de la cristiandad de los últimos veinte siglos se ha caracterizado por ciclos. Uno de esos ciclos recurrentes es el del modernismo teológico. El modernismo es un esfuerzo decidido por parte de aquellos que han perdido su fe personal en el origen divino de las Sagradas Escrituras para convencer a otros de sus puntos de vista empobrecidos.

Durante más de un siglo, el modernismo, de manera muy coordinada, ha roído los órganos vitales del cristianismo. Considere algunos de los rasgos de este pérfido sistema:

La naturaleza de Dios

El modernismo repudia la descripción bíblica de la naturaleza de Dios. El Dios del Antiguo Testamento es visto como una deidad odiosa, llena de venganza y es rechazado. Albrecht Ritschl, por ejemplo, repudió las afirmaciones de la Biblia con respecto a la santidad e ira de Jehová y vio al Señor Jesús como el único ser de amor. Este punto de vista pasa por alto la justicia de Dios y no reconoce que Jehová castigará al rebelde.

La Creación

El modernismo ataca el relato bíblico de la creación, afirmando que el registro mosaico es simplemente un mito antiguo (comp. The Interpreter's Bible, I.460ss). Niega que el hombre haya caído de su estado de santidad. En cambio, afirma que la humanidad realmente ha ascendido de un estado salvaje (a través del proceso evolutivo) hasta su estado actual.

El teólogo luterano Helmut Thielicke declaró que no le daba vergüenza confesar que su abuelo era un mono y su bisabuelo un renacuajo.

La Alta Crítica

El modernismo adopta una actitud altamente crítica hacia la Biblia e ignora el testimonio de la Escritura misma.

Por ejemplo, se afirma que Moisés no fue autor del Pentateuco, como muestra la evidencia del Antiguo y del Nuevo Testamento. Supuestamente, los primeros cinco libros de la Biblia no son más que una compilación de documentos (por ejemplo, J, E, P, D — las iniciales [en inglés] que significan Jehová, Elohim, Sacerdote y Deuteronomio — nombres en clave para los presuntos autores).

La Biblia no es históricamente precisa

El modernismo sostiene que la Biblia, como registro histórico, no es confiable. Los defensores de este punto de vista no dudan en afirmar que las Escrituras contienen una gran cantidad de errores de una variedad considerable. Ellos creen que la base del registro bíblico es una antigua tradición legendaria.

La biblia es mitológica

El modernismo busca "desmitologizar" las Escrituras. Cualquier cosa de naturaleza milagrosa debe explicarse como algo natural, y que tal vez mal entendido por la gente de esa época. Según esta ideología, por ejemplo, Jesús no caminó sobre las olas del mar de Galilea. En cambio, él simplemente estaba caminando en las aguas poco profundas cerca de la costa, y los discípulos, desde la distancia, solo creyeron verle caminar sobre la superficie del mar.

La Biblia no es un estándar moral

El modernismo afirma que la conducta humana no puede ser regulada por un "libro de reglas" como la Biblia. En cambio, uno debe tomar sus propias decisiones sobre cuestiones éticas, dejando que el "amor" subjetivo sea el principio rector en diversas situaciones. La escuela de ética de la situación de Joseph Fletcher ha vendido esta ideología hedonista.

Hay rasgos modernistas adicionales que pueden mencionarse, pero estos serán suficientes por el momento. No es necesario señalar que "modernismo" es, en realidad, solo otro término para infidelidad.

El modernismo teológico se estableció técnicamente en los escritos de hombres como FDE Schleiermacher (1768-1834) y A. Ritschl (1822-1889). Más tarde se popularizó en las obras de hombres como Harry Emerson Fosdick (1878-1969). Fosdick, un ministro bautista estadounidense, escribió unos treinta libros, entre ellos El uso moderno de la Biblia y Una guía para comprender la Biblia. Tuvo bastante influencia en el movimiento liberal que ahora asola el protestantismo moderno. Muchos movimientos religiosos, en mayor o menor grado, han sido influenciados por esta dañina filosofía.


sábado, 21 de septiembre de 2019

¿ES UN REQUISITO ASISTIR A LA IGLESIA?


Pregunta: "¿Enseña el Nuevo Testamento que los cristianos deben estar presentes en cada reunión de la iglesia?"

Esta no es una pregunta que pueda responderse con un simple "sí" o "no". Hay varios elementos en el tema que deben tenerse en cuenta.

Quizás el pasaje más controvertido relacionado con este asunto es Hebreos 10:24-25. Antes de considerar el texto específicamente, quizás sería útil analizar algunos antecedentes.

Hay un sentido de urgencia en el libro de Hebreos. La carta fue escrita quizás unos treinta años después del establecimiento de la iglesia el día de Pentecostés (Hechos 2).

Este documento inspirado fue una advertencia para los cristianos judíos. Algunos de estos santos estaban siendo alentados por falsos maestros hebreos a abandonar el cristianismo y volver al judaísmo. El escritor sagrado busca así inocularlos contra este peligro.

Se advirtió a los discípulos que no se alejaran de la verdad (Heb. 2:1) y desarrollaran "un corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo" (Heb. 3:12). Se les advirtió que abandonaran su “falta de atención” (Heb. 5:11) y que se aferraran a su valentía y paciencia hasta el final (Heb. 10:35-36).

Con estos antecedentes en mente, pensemos en este gran versículo el cual es un estímulo para ayudarnos a permanecer fieles.

Un estímulo para exhortarse unos a otros

Uno de los recursos gramaticales empleados para lograr el objetivo del estímulo fue una forma gramatical conocida como "subjuntivo hortatorio". Este es un mecanismo por el cual el escritor insta a sus lectores a unirse a él en ciertas acciones. Generalmente se representa con una frase de "nos".

Hay alrededor de trece de estos en el libro de Hebreos; un grupo de tres se encuentra en el capítulo 10 (Heb. 10:22, 23, 24). Tenga en cuenta el último de estos tres: "Considerémonos".

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10: 24-25).

Primero, estos cristianos debían "considerarse" unos a otros. "Considerar" (katanoeo) es significativo. Es un compuesto de dos palabras griegas, kata ("abajo") y noeo ("mente"). La idea es poner la mente en algo (es decir, reflexionar sobre ello profunda y continuamente).

Anteriormente en el libro, este verbo se usa del tipo de meditación que debemos aplicar con referencia a la obra de Cristo (Heb. 3:1). En Hebreos 10:24, la palabra enfatiza la preocupación recíproca intensa y permanente y la ayuda mutua que debe prevalecer entre los cristianos.

Cuando los hijos de Dios se tienen en consideración el uno al otro, se "provocarán" mutuamente al amor y las buenas obras. "Provocar" normalmente tiene un impulso negativo en el Nuevo Testamento (ver Hechos 17:16; 1 Cor. 13: 5), pero aquí connota la idea de "animar" (la raíz denota algo "agudo") o "estimular” a otros, en un sentido saludable y positivo.

La exhortación anterior es seguida por una frase en participio, "no dejando". Como señala un académico, "las palabras contienen una aplicación de la exhortación anterior" (Owen 1980, 520).
"Dejar" es una forma de tiempo presente, por lo tanto, denota una práctica que se repite. La fraseología no describe, como algunos han argumentado, un abandono de la fe de una vez por todas. Más bien, representaba lo que se había convertido en un hábito en el que algunos de los santos hebreos habían caído, lo que podría conducir a una apostasía total, si no se hacía una corrección.

La palabra original es un compuesto intensivo, que sugiere "dejar atrás, en apuros, indefensos, en la estacada" (Thayer 1958, 166). El término enfatiza fuertemente el tipo de desprecio por otros que caracteriza a algunos hijos de Dios, en este caso aquellos que persistentemente, sin razones válidas, descuidan las reuniones de la iglesia.

Abandonar las asambleas de la iglesia es una forma atroz de arrogancia y egoísmo.

Algunos de los cristianos judíos se habían acostumbrado a "excusarse de las reuniones" de la iglesia (Spicq 1994, 402), tal vez como resultado del temor a la persecución, las actividades materialistas o la holgazanería.

Owen señaló que las asambleas eran de dos clases: reuniones regulares designadas como en el día del Señor (cf. Hechos 20:7; 1 Cor. 16:2), y las de ocasiones especiales, tal vez cuando se pueden convocar reuniones para el ejercicio de la disciplina (véase 1 Co. 5: 4; Mat. 18:20). También observa que estas asambleas eran la vida misma de los discípulos, sin las cuales no podrían sobrevivir (Owen 1980, 521).

Finalmente, el autor de Hebreos cambia de marcha, por así decirlo, en su advertencia sobre la asistencia a la iglesia. Él enfatiza un nivel de urgencia aún más alto: "y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca".

¿Cuál es “el día"? ¿Es la asamblea de adoración del día del Señor? Casi ningún expositor toma esa posición. Eso seguramente no se ajusta al contexto.

¿Es “el día” del regreso del Señor (es decir, el día del juicio)? Mientras que algunos argumentan que sí, otros señalan con mayor fuerza que se desconoce el tiempo del regreso de Cristo (Mt. 24:36). El punto es que uno no podría "ver a ese día acercarse".

Muchos concluyen que dado que este libro fue escrito no mucho antes de la horrible destrucción de Jerusalén (70 d. C.) y que había "signos" visibles para identificar la inminencia de ese evento (Mt. 24), esto puede ser lo que el escritor tenía en mente.

Si eso es correcto, entonces para nosotros el principio sería el mismo que el juicio final (es decir, "vemos" ese día acercándose no por signos visibles, sino en reconocimiento de su inevitable ocurrencia).

Los acalorados debates sobre cuál es la opinión correcta son bastante inútiles.

¿Faltar a una reunión es abandonar las asambleas?

Hay varios extremos con referencia a la asistencia a la iglesia.

Algunos parecen afirmar que uno no puede estar ausente de ninguna reunión congregacional a menos que esté prácticamente en su lecho de muerte.

Es mucho más común que los cristianos débiles aleguen que el culto congregacional es completamente opcional, excepto quizás para el servicio matutino del día del Señor. Y entonces uno puede hacer lo que le plazca por cualquier distracción que prefiera.

La verdad está en algún lugar entre estos dos extremos.

Seguramente se reconocerá que uno podría quedarse en casa para cuidar a los enfermos.
Además de la obligación principal del domingo, debe admitirse que los ancianos (o líderes) establecen otros tiempos de servicio para satisfacer las necesidades espirituales de la mayoría. Por implicación, esto privará a una minoría de reunirse ocasionalmente.

Además, es una realidad de la vida que no todas las personas están capacitadas o educadas para un trabajo de lunes a viernes de 9:00 a 5:00. Algunos, que realmente aman al Señor y se dedican a su causa, tienen que trabajar en otros horarios. ¿Podemos concluir que cuando se ven obligados a perderse algunos de los servicios son apóstatas? Eso es absurdo.

¿Es el médico cristiano que debe apresurarse para llegar al hospital a las 9:00am del domingo por la mañana para atender el nacimiento de un bebé de una mujer cristiana, más culpable que ella por estar ausente del mismo servicio de adoración?

Por otro lado, hay otros que son abiertamente descarados acerca de su obligación de reunirse con los santos. Con la más mínima disuasión, ya sea un evento deportivo, una excursión familiar o esa racionalización de que estoy demasiado cansados, y faltar les importa poco.

La verdad es que, con frecuencia, la negligencia en el servicio religioso es un problema del corazón. El reino del Señor no es lo primero en la vida de algunos santos (Mt. 6:33). Se ejecuta un distante en otro lugar.

"¿Cuáles son mis obligaciones?"

Aquí hay un pensamiento provocador. ¿Los ancianos de la iglesia tienen la obligación de "alimentar al rebaño" (Hechos 20:28)?

Si es así, ¿tienen las "ovejas" el deber de ceder a su persuasión (He. 13:17), aprovechando el alimento que proporcionan? Claramente así es.

Si, entonces, los ancianos intentan nutrir a la iglesia en tiempos razonablemente designados y el cristiano no está ocupado con responsabilidades verdaderamente cruciales, ¿tiene derecho a decidir frívolamente si seguirá o no a su liderazgo en este sentido?

Una persona espiritual reflexionará profundamente sobre este asunto.

Argumentar, como algunos lo hacen ocasionalmente, "Demuéstrame que debo asistir a las clases bíblicas", revela una condición lamentable del alma. ¿Dónde más podría estar una persona con mentalidad espiritual si él o ella puede estar?

No corresponde a los ancianos, ministros ni a nadie micro-administrar o dictar los patrones de asistencia de cada cristiano dentro de la congregación local. Sin embargo, tenemos el honor de hacer lo mejor que podamos en nuestro servicio al Maestro.

El ausentismo flagrante y habitual a los estudios bíblico es un problema completamente diferente. Ciertamente, se podría convertir en una cuestión disciplinaria.

Trabajos citados

  • Owen, John. 1980. Exposition of Hebrews. Vol. VI. Grand Rapids. MI: Baker.
  • Spicq, Ceslas. 1994. Theological Lexicon of the New Testament. Vol. I. Peabody, MA: Hendrickson.
  • Thayer, J. H. 1958. Greek-English Lexicon of the New Testament. Edinburgh: T. & T. Clark.

¿Por qué un Dios amoroso nos enviaría al infierno?


El difunto Bertrand Russell, un renombrado agnóstico británico, escribió una pequeña publicación titulada Por qué no soy cristiano. Una de las razones que citó de su incredulidad fue que Jesucristo enseñó que hay un infierno eterno para los malvados.

Russell no pudo armonizar la doctrina de Cristo sobre el infierno con la posición bíblica de un Dios justo y benevolente; por lo tanto, rechazó la enseñanza de Jesús y se inclinó hacia la creencia de que no hay Dios. Russell, quien vivió una vida de abandono imprudente, se hizo eco de los sentimientos de Caín: "Mi castigo es mayor de lo que puedo soportar". Sobre esa base, se convirtió en un decidido oponente de la verdadera religión.

El problema de reconciliar la retribución eterna con la bondad de Dios también ha tenido un impacto significativo en el mundo religioso. Muchas religiones, como los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo Día y la Iglesia Mundial de Dios (Armstrongismo), han rechazado la doctrina del castigo eterno de los impíos. Incluso las iglesias de Cristo han tenido defensores de este punto de vista erróneo (Fudge, Smith).

Argumentos Ad Hominem

Un argumento ad hominem (que significa "para el hombre") es el tipo de razonamiento que se centra en la inconsistencia de un oponente. Al comienzo de esta discusión, permítanos utilizar esta forma de argumento para responder a la teoría "no hay infierno".

Primero, una premisa importante del dogma del "no hay castigo eterno" es la noción de que esto está en desacuerdo con la verdadera justicia. El argumento podría enmarcarse así: La Biblia habla de un Dios justo y bueno; también enseña la doctrina del infierno eterno. Estas dos posiciones son mutuamente excluyentes. Por lo tanto, las Escrituras son inconsistentes y no pueden ser verdaderas.
Insistimos, sin embargo, en que quienes argumentan así tienen la obligación de defender su uso de los términos "justo" y "bueno". ¿De acuerdo con qué estándar deben medirse estos rasgos de carácter? No se debe permitir que los críticos de la Biblia se conviertan en "diccionarios teológicos en sí mismos". Su razonamiento se basa únicamente en sus propias ideas sobre cómo deben expresarse la bondad y la justicia.

Si es cierto que las Escrituras enseñan que Dios ha designado el castigo eterno para las personas malvadas de manera impenitente, y si también es correcto que la Biblia afirme la justicia y la bondad de Jehová, entonces debe seguir que el castigo eterno no es inconsistente con la naturaleza de Dios. Solo está en desacuerdo con la percepción que algunos hombres tienen de la bondad y la justicia.

Segundo, nadie (escéptico o no) está dispuesto a admitir que los malhechores no son dignos de ningún tipo de castigo. Se reconoce que ninguna sociedad podría sobrevivir en semejante atmósfera. Si se le dice al violador, al ladrón y al asesino: “Es cierto que has hecho mal, pero nosotros (la sociedad) no te castigaremos por tus crímenes”. ¿Esto sería injusto? ¿Hay alguien que argumenta que no debería haber consecuencias derivadas de una conducta criminal? ¡Seguramente no! Se reconoce, por lo tanto, que el castigo no es incompatible con la verdadera justicia.

Tercero, llevemos nuestro razonamiento un paso más allá. ¿Es posible que se pueda hacer justicia genuina incluso cuando el castigo de un hombre malvado se extiende más allá del tiempo involucrado en la comisión de su crimen? ¿Por ejemplo, en nuestro sistema de justicia penal, le preguntamos al asesino: "Señor, ¿cuánto tiempo le llevó matar a su esposa?", ¿Y luego se le asigna su encarcelamiento en consecuencia? ¿Se mantendría la justicia con tal enfoque?

Aquí, entonces, está el punto. La verdadera justicia, combinada con la bondad genuina, permite la posibilidad de que se requiera que un malhechor sufra una pena que es considerablemente más larga que la duración de su maldad. El problema real, por lo tanto, no es el castigo per se, o incluso el castigo prolongado; más bien, el problema es que se trate de un castigo eterno. ¡El escéptico (o materialista religioso) simplemente quiere decirle a Dios cuánto tiempo debe durar la pena! Sin embargo, recuerde que, en un sistema de justicia verdadera, el delincuente no puede establecer su propia sentencia.

Castigo eterno y un Dios justo

Como nadie ha regresado de la muerte para discutir sus experiencias personales, este problema no puede resolverse mediante especulación humana; más bien, debe decidirse por revelación divina. Cuando se reúnen los datos bíblicos relevantes, se verá, incluso desde el punto de vista predispuesto del hombre, que el hecho del castigo eterno no es incompatible con el carácter de un Dios justo. Nuestro caso se expondrá en una serie de proposiciones interrelacionadas.

La naturaleza y la caída del hombre

El hombre fue creado a imagen de Dios (Génesis 1:26), por lo tanto, es un ser volitivo. Él tiene el poder de elegir el bien o el mal. Josué desafió a Israel: "Escogeos hoy a quién serviréis" (Josué 24:15). La humanidad no estaba programada para rebelarse, más bien, los hombres han "querido" rechazar el plan del cielo en cuanto a cómo debía vivir el hombre en esta tierra (ver Mateo 23:37; Juan 5:40). El hombre fue hecho recto, pero generalmente ha buscado el camino del mal (Eclesiastés 7:29). Hay consecuencias asociadas con este tipo de actividad.

El pecado y la naturaleza de Dios

La Biblia enseña claramente que Dios es un Ser absolutamente santo (Isaías 6: 3; Apocalipsis 4: 8), es decir, está completamente separado del mal. Su santidad se demuestra en numerosas narraciones en las Escrituras. En el Sinaí, el abismo entre Dios y el pecaminoso Israel fue subrayado vívidamente (Éxodo 19: 12-25). El arreglo del tabernáculo, con su lugar santo y el lugar santísimo (la morada de Dios [Éxodo 25:22]) ciertamente fue diseñado para instruir a los hebreos en relación con la naturaleza santa de Jehová (Éxodo 26:33).

La santidad del Señor no solo sugiere que no puede cometer pecado personalmente (Santiago 1:13), sino que también significa que no puede ignorar la rebelión como si nunca hubiera sucedido. El profeta Habacuc declaró a Jehová: “Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal [es decir, favorablemente]; no te es posible contemplar el sufrimiento"(1:13, NVI). Dios no se complace en la maldad (Salmo 5: 4), y los que se entreguen a ella serán receptores de su venganza (11: 6-7). La Biblia afirma que el derramamiento de la ira divina sobre los impíos es, de hecho, una "revelación del justo juicio de Dios" (Romanos 2: 5).

El pecado separa de Dios

Cuando la humanidad eligió pecar, tomó la decisión de separarse del santo Creador. El profeta dijo claramente: “Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios,
y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos
". (Isaías 59:2). En el lenguaje bíblico, "muerte" generalmente denota una separación de algún tipo. Cuando el espíritu sale del cuerpo, el cuerpo está muerto (Santiago 2:26). De manera similar, cuando una persona entra en un estado de pecado, se vuelve espiritualmente muerta (Efesios 2: 1), porque, por ese acto, ha decidido separarse de Dios. Recuerde, la iniciación de este alejamiento no fue forzada por nuestro Hacedor; es una responsabilidad totalmente humana.

Infierno: la separación definitiva

La inspiración describe la pena del infierno como "la segunda muerte" (Apocalipsis 20:14), lo que sugiere que es la separación definitiva de Dios. Esto se enfatiza con fuerza en varios pasajes del Nuevo Testamento. En la parábola de las vírgenes, aquellas vírgenes no preparadas que "dormían" (es decir, que murieron), cuando fueron despertadas por la llegada del Novio, quisieron entrar a su presencia, pero la puerta se cerró y se les negó esa asociación (Mateo 25:1-13).

Los siervos inútiles serán "expulsados" y escucharán al Señor exclamar: "Apártate de mí" (Mateo 25:41). Pablo lo expresó así. Aquellos que no conocen a Dios y que no obedecen el evangelio, "Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" (2 Tesalonicenses 1: 9; énfasis agregado). Esta separación permanente de Dios no es más que una continuación del distanciamiento que el rebelde cultivó en esta vida. ¡El Señor no es responsable de una decisión tan insensata!

El horror de la separación de Dios

¿Cómo es posible describir el estado espiritual de aquel que es desterrado de la presencia del Ser Supremo del universo? Estar alejado de Jehová es la máxima experiencia de horror. Es una separación de todo lo que es puro y bueno, todo lo que es correcto y honesto, y todo lo que genera alegría y tranquilidad. Sin embargo, es una experiencia espiritual, y dado que la mente humana opera en el plano de lo material, realmente no estamos preparados para apreciar la gravedad de tal circunstancia. Por lo tanto, Dios ha empleado el simbolismo apropiado para describir las agonías del infierno.

La morada espiritual de los impíos es un estado de dolor, aflicción y tristeza (Salmo 116: 3). Se caracteriza por la vergüenza y el desprecio (Daniel 12: 2), y es un reino de aflicción (Jonás 2: 2). El infierno es un lugar de oscuridad donde hay llanto y crujir de dientes (Mateo 25:30), una esfera de fuego eterno (Mateo 25:41) donde el "gusano" (figura para una angustia prolongada) no muere (Marcos 9:48).

Los malvados son descritos como golpeados con azotes (Lucas 12:47-48). Reciben la ira y la indignación de Dios, experimentan tribulación y angustia (Romanos 2: 8-9) y sufren castigo como manifestación de la venganza del Señor (2 Tesalonicenses 1: 8-9). El infierno es un lugar de tormento absoluto, donde nunca se conoce el descanso (Apocalipsis 14: 10-11).

Si bien no sería una expresión de exégesis responsable literalizar las figuras del discurso catalogadas anteriormente, nunca se debe olvidar que el simbolismo está diseñado para enfatizar el terror de ser abandonado por Dios. ¡Además, las cifras indudablemente no hacen justicia a la realidad de esta eterna pesadilla!

¿Es el castigo eterno en duración?

Una objeción importante a la doctrina del infierno es su naturaleza eterna. ¿El sufrimiento debe continuar sin fin? ¿Es realmente justo que alguien sea castigado para siempre cuando él o ella se han dedicado al mal por un período de tiempo relativamente breve? Considere esta pregunta por un momento.

¿Es Dios justo al otorgar dicha eterna a aquellos que le han servido solo temporalmente en este mundo? ¡Este escritor nunca ha escuchado que se haya acusado de injusticia al Señor en este caso! Debe enfatizarse nuevamente que el problema no se puede determinar con el razonamiento subjetivo de la emoción humana sesgada. La Biblia debe proporcionar la respuesta.

Las Escrituras afirman explícitamente la naturaleza permanente de la retribución divina. La vergüenza y el castigo de los malvados serán eternos (Daniel 12: 2; Mateo 25:46). "Eterno" significa literalmente "para siempre". Tenga en cuenta su contraste con "temporal" en 2 Corintios 4:18.

Sin embargo, se afirma que "eterno" no siempre significa lo que es absolutamente interminable en su naturaleza. Es cierto, pero en todos estos casos aprendemos esto no de la naturaleza de la palabra en sí, sino de información adicional que encontramos en las Escrituras. El contexto siempre es el juez final del significado de cualquier palabra.

En Mateo 25:46, el castigo "eterno" de los impíos se contrasta con la vida "eterna" (es decir, la comunión con Dios) de los justos. Aquí, claramente, ambos son interminables en duración. Además, Jesús enfatizó que, en el infierno, la agonía no cesa (Marcos 9:48), y Juan señala que el humo del "tormento" de los que están en el infierno "sube [el tiempo presente griego subraya la acción continua] por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 14:11). Compare la duración de la adoración bienaventurada descrita en Apocalipsis 4: 8-10.

Además, la naturaleza del alma aboga por el castigo eterno. Considere lo siguiente.

No somos simplemente mortales

Los materialistas alegan que somos totalmente mortales, sin alma. Si tal fuera el caso, un hombre podría asesinar a otro y destruirlo por completo.

Sin embargo, Cristo declaró: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). (La palabra "destruir" no significa aniquilación. "La idea no es la extinción sino la ruina, la pérdida, no del ser, sino del bienestar" [Vine, 212].) Uno debe concluir que el alma es inmortal.

Existencia continua

En una de las discusiones del Señor con los saduceos, dijo que en la resurrección los hombres "tampoco pueden ya morir, pues son como ángeles" (Lucas 20:36). Está bastante claro que hay algo en el hombre que vive para siempre.

Atavío incorruptible

Cuando Pedro quiso alentar la piedad en las mujeres cristianas, sugirió que se vistieran con la indumentaria incorruptible de un espíritu manso y tranquilo (1 Pedro 3:4). No parece apropiado que un espíritu corruptible se vista con vestimenta incorruptible. La implicación con respecto a la naturaleza permanente del espíritu es obvia.

El ejemplo de Judas

Jesús dijo de Judas Iscariote que sería mejor para él si nunca hubiera nacido (Marcos 14:21). Si ese traidor no tenía existencia antes de su comienzo como ser humano, y si había desaparecido al morir, ¿por qué habría sido mejor si nunca hubiera nacido? La declaración del Señor indica que el alma de Judas, en un estado de tormento, sobreviviría a la muerte de su cuerpo.

Finalmente, la naturaleza del cuerpo resucitado exige que el castigo para los impíos sea eterno. En 1 Corintios 15:52, Pablo afirmó que los muertos resucitan "incorruptibles" (véase 1 Timoteo 1:17, donde se usa el término acerca de Dios). En otros lugares se nos dice que los injustos serán resucitados (Juan 5: 28-29; Hechos 24:15), y Cristo reconoció el castigo del alma y del cuerpo en el infierno (Mateo 10:28). Todos estos factores conducen solo a la conclusión de que, si hay un castigo después de la muerte, debe ser eterno en su duración, a menos que se pueda demostrar que hay algún plan de salvación en ese estado. Y para ese punto de vista, no hay absolutamente ninguna evidencia en absoluto. De hecho, la Biblia enseña todo lo contrario.

Después de la muerte, sigue el juicio, no una segunda oportunidad de salvación (Hebreos 9:27).
Entre la morada temporal de los que mueren salvos y los que mueren perdidos, "hay un gran abismo puesto" (la forma de tiempo perfecto en el Testamento griego enfatiza la naturaleza permanente de la separación), y pasar de un reino al otro es imposible (Lucas 16:26). Además, el hombre rico en ese lugar de tormento reconoció que sus hermanos en la tierra necesitaban prepararse durante su estancia en la tierra; él sabía que no había un plan de redención posterior a la muerte (ver Lucas 16: 28-31).
En la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25: 1ss), aquellas que "dormían" (una figura para morir) en una condición no preparada, se despertaron (es decir, fueron levantadas - [Daniel 12:2]) precisamente en ese mismo estado, por lo tanto, se les prohibió entrar con el Novio (Cristo).

¡No hay oportunidad para la obediencia después de la muerte!

Justicia y castigo equitativo

Una dimensión añadida a este estudio seguramente debe ser la de los "grados de castigo". Las Escrituras enseñan que el castigo eterno será proporcional a lo que se merece. Jesús dijo que en "el día del juicio" sería "más tolerable" para aquellas ciudades paganas que habían recibido poca influencia espiritual que para aquellas ciudades que lo rechazaron a pesar de ver sus maravillosas obras (Mateo 11: 22-24).

En una ilustración, el Señor habló de cierto siervo que se comportó de manera indecorosa. Cuando su maestro vino y lo encontró sin preparación, le asignó un castigo. Cristo entonces declaró:

Y aquel siervo que sabía la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que no la sabía, e hizo cosas que merecían castigo, será azotado poco. A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán”. (Lucas 12: 47-48).

Cristo indicó que había diferentes niveles de responsabilidad cuando le dijo a Pilato: "[El] que me entregó a ti tiene mayor pecado" (Juan 19:11). El escritor de Hebreos habló de aquellos que recibirían un "castigo más fuerte" (10:29), y Santiago advirtió: "No seáis muchos de ustedes maestros, hermanos míos, sabiendo que recibiremos un juicio más severo" (3: 1). De una cosa podemos estar seguros: incluso en el castigo de los que son malvados, el Juez de toda la tierra hará lo correcto (Génesis 18:25).

La bondad de Dios y la cruz

Nadie puede discutir lógicamente contra la benevolencia de Jehová a la luz de la cruz. Como observamos anteriormente, la santidad y la justicia de la Deidad exigen que se confronte el pecado. La recompensa apropiada para el bien y el mal es una evidencia de que "hay un Dios que juzga en la tierra" (ver Salmo 58: 10-11). El problema es: ¿cómo puede evitar un Dios justo enviar al hombre rebelde al infierno?

La respuesta es: a través de la obra redentora de Jesucristo. En Romanos 3:21-26, Pablo afirmó que Dios ha mostrado su justicia al enviar a Cristo como propiciación por el pecado. En este acto de amor, él preserva su propia justicia, pero, al mismo tiempo, se convierte en el Justificador de aquellos que, por la fe, son obedientes a su Hijo (Hebreos 5: 8-9).

Cuando Cristo murió, no murió por algún pecado que Él hubiera cometido. Aunque fue tentado en todo como nosotros, no tuvo pecado (Hebreos 4:15). Cuando Pedro escribió que Jesús "no pecó", empleó un tiempo verbal que sugiere que el Señor nunca pecó, ¡ni siquiera una vez (1 Pedro 2:22)!
Isaías enfatizó repetidamente la naturaleza sustitutoria de la muerte del Señor cuando escribió:

Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades… el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53: 5-6).

Cuando el profeta declaró que nuestra "iniquidad" fue puesta sobre el Hijo de Dios, empleó una figura retórica conocida como metonimia (una cosa se pone por otra), en este caso, la causa se puso en efecto.

En otras palabras, Dios no puso nuestros pecados sobre Cristo, sino la pena de nuestros errores. Cristo sufrió nuestro "infierno" hace veinte siglos. A pesar del hecho, por lo tanto, de que todos los pecadores merecen estar perdidos, el Señor ha provisto una forma de "escapar del juicio del infierno" (cf. Mateo 23:33). ¡Ningún hombre puede discutir contra el amor de Dios a la luz de su don indescriptible en la cruz!

Trabajos citados

  • Fudge, Edward. 1982. El fuego que consume . Houston, TX: Providencial Press.
  • Smith, F. LaGard. 2003. After Life . Nashville: Cotswold Publishing.
  • Vine, WE 1991. Diccionario Expositivo Amplificado de Palabras del Nuevo Testamento . Iowa Falls: Mundo.

domingo, 8 de septiembre de 2019

¿QUÉ SABE USTED ACERCA DE LOS DEMONIOS?


El estudio de los “demonios” es un tópico fascinante y desafiante en la literatura bíblica. Hay demasiado por aprender al repasar este tema.

Sin embargo, concedemos que también tiene algo de misterio. No se trata de que el texto sagrado no pueda ser comprendido; este es bastante claro. El rompecabezas está en el hecho de que no somos testigos de los fenómenos que vieron los santos primitivos. Las posesiones demoníacas durante el ministerio público de Cristo, y subsecuentemente durante el primer siglo en un grado menor, no se han extendido por cada época desde aquel tiempo.

Desafortunadamente, no todos los estudiantes de la Biblia entienden esta realidad. Recientemente un extraviado hermano en Cristo intentó argumentar que la posesión demoníaca es una realidad en nuestros días (Dan R. Owen, “The Powers That Be”, Gospel Advocate, diciembre de 2014, p. 20-22). En vista de eso, ofrecemos las siguientes observaciones.

Demonios: ¿Qué sabemos acerca de ellos?

Uno de los tópicos más controversiales que se ha discutido en años recientes es ese de los “demonios”. Se le ha dado publicidad al tema mediante una variedad de libros sensacionalistas, shows de televisión, y películas tales como El Exorcista o, más recientemente, Constantine de NBC.
Mucha gente, al considerar este tema, han llegado a creer que están poseídos por demonios, o creen que saben que alguien más ha sido poseído por estos malos espíritus.

¿Cuál es la verdad respecto a este asunto? ¿Qué eran los demonios de los tiempos bíblicos? ¿Cuál fue su origen? ¿Qué poderes poseen? ¿Por qué entraron en algunas personas y en otras no? ¿Todavía poseen a la gente hoy? Estas preguntas captan la atención de la gente pensante.

Las respuestas a los cuestionamientos anteriores no se encontrarán en los libros baratos ni en las películas de mala calidad de nuestra pervertida sociedad. En cambio, cualquier información válida que se haya concedido a la humanidad estará en las Escrituras inspiradas.

Posesión Demoníaca en el Nuevo Testamento

La verdad es que la Biblia no da un tratamiento sistemático del tema de los demonios. Cuando alguien ha examinado cada referencia bíblica acerca de este tema, encontrará allí preguntas sin responder.

El tema de los demonios se da a conocer en el Nuevo Testamento únicamente como el tema que se relaciona con otros temas de importancia; por lo tanto, es incidental. Se nos da simplemente una información mínima suficiente—la información necesaria para la comprensión de verdades más importantes.

Así que el tema de la demonología obviamente no era un fin en sí mismo dentro de la doctrina del Nuevo Testamento.

La posesión demoníaca fue una realidad histórica en la sociedad del primer siglo; y nadie, que respete la exactitud del registro del Nuevo Testamento, negará esto.

Origen de los demonios

Las entidades espirituales, conocidas como demonios, habitaban en y afligían los cuerpos humanos durante esa época. Sin embargo, la pregunta acerca del origen de los demonios no ha sido explicada con lujo de detalles en las Escrituras. Los estudiantes de la Biblia han defendidos varias teorías, la mayoría de las cuales, incidentalmente, se pueden descartar inmediatamente.

Por ejemplo, algunos han sugerido que los demonios eran espíritus incorpóreos de una extraña raza pre-adámica que vivió alguna vez sobre la tierra en ese ficticio “período perdido” entre Gén. 1:1 y Gén. 1:2.

El problema con esa teoría es este: ¡no hay un hilo de evidencia bíblica que hable acerca de que haya existido algún período perdido como ese! Esa idea nació en las febriles mentes de aquellos que se han intimidado con las aseveraciones de los evolucionistas, y que buscan forzar a la Biblia a armonizar con la cronología evolucionista. ¿Cómo podía haber una raza pre-adámica si Adán fue el primer hombre (1 Cor. 15:45)?

Otros han considerado que los demonios fueron el resultado de la cohabitación de los ángeles con algunas mujeres que vivieron antes del Diluvio. Esta teoría está basada en una comprensión errónea de Génesis 6:1-4, y en la frase que declara: «…los hijos de Dios… tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas».

Sin embargo, esto no puede ser correcto ya que Cristo enseñó claramente que los ángeles son asexuales, incapaces de tales uniones (comp. Mat. 22:30). En el contexto de Génesis “los hijos de Dios” eran de la línea justa de Set, mientras que “las hijas de los hombres” representaban a las impías descendientes de Caín.

Los otros puntos de vista que sugieren identidades de los demonios son estos.

Primero, los demonios han sido espíritus de los hombres malos que Dios, en armonía con Sus propósitos divinos, permitió que dejaran el campo del Hades para habitar en algunas personas. Alexander Campbell argumentaba a favor de esta posición en su conferencia sobre “Demonología”, encontrada en su volumen, Popular Lectures and Adresses.

Otros han contendido que los demonios eran ángeles caídos a quienes se les permitió escapar de su confinamiento para cumplir algún componente del plan divino (comp. Judas v. 6). Charles Hodge, un destacado teólogo presbiteriano, en su obra acerca de Teología Sistemática, defendía este punto de vista, el cual es muy improbable.

Sin importar la ambigüedad relacionada con el origen de los demonios, el Nuevo Testamento reconoce claramente los hechos demoníacos del primer siglo.

La naturaleza de los demonios

En cuanto a su naturaleza, los demonios eran “espíritus”. Note cómo Mateo intercambia los términos: «Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos» (8:16).

Ya que Cristo declaró que: «un espíritu no tiene carne ni huesos» (Lc. 24:39), es seguro que los demonios no eran seres físicos.

Con respecto a su carácter, los demonios fueron representados como entidades malignas. Eran impuros, espíritus malvados—bajo la influencia del comúnmente conocido como “príncipe de los demonios”, es decir, Belzebú o Satanás (comp. Mat. 12:24).

Los demonios eran seres inteligentes, que poseían conocimiento real (Mr. 1:24). Además, ellos podían hacer su voluntad y trasladarse cuando se les permitía (Mat. 12:44-45).

La posesión demoníaca frecuentemente resultaba en enfermedades físicas y mentales (aunque esas enfermedades se distinguían claramente de los demonios mismos—comp. Mat. 4:24). Aquellos que estaban poseídos por demonios a veces sufrían de mudez (Mat. 9:32); ceguera (Mat. 12:32); convulsiones (Mr. 9:18), epilepsia (Mat. 9:32), etc. Ocasionalmente obtuvieron una fuerza sobrenatural (Mr. 5:4; Hch. 19:16).

El Nuevo Testamento no provee razones específicas del por qué los demonios entraban en ciertos individuos; ellos habitaron en hombres (Mat. 9:32), mujeres (Lc. 8:2), y hasta en niños pequeños en una ocasión (Mr. 7:25-30).

El propósito de los demonios

Ya que, obviamente, los demonios estaban en última instancia bajo el control de Dios (Lc. 10:17ss), ¿por qué se les permitió entrar en aquellas personas y afligirlas?

Aparentemente la posesión demoníaca fue permitida por Dios de manera que la suprema autoridad de Cristo se hiciera manifiesta en su expulsión. Así como el Salvador reveló su control sobre las fuerzas de la naturaleza (Mr. 4:37-39), las enfermedades (Mr. 1:12), las cosas materiales (Jn. 2:9) y aun sobre la muerte (Jn. 11:44), de la misma manera el Hijo de Dios debía demostrar su poder sobre el campo de los “espíritus”.

Su autoridad sobre los espíritus impuros proclamaba lo cercano que estaba su régimen. Él declaró: «Pero si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc. 11:20).

La autoridad de Jesús sobre los malos espíritus dejó atónitos a los judíos. Ellos exclamaron: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! Él manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen» (Mr. 1:27).

El Señor también otorgó poder a sus discípulos para expulsar demonios, y ellos lo utilizaron (Lc. 10:17), excepto en una ocasión cuando su falta de fe estorbó sus esfuerzos (comp. Mr. 9:28; Mat. 17:18-20).

Los demonios del primer siglo eran algo diferente a las supuestas posesiones demoníacas de los tiempos modernos

Hay alrededor de ochenta referencias a los demonios en el Nuevo Testamento. Un cuidadoso estudio de los detalles en estos casos revela que ellos no tenían nada en común con los alegados episodios modernos de “posesión demoníaca”.

Poco después del estreno de las películas El Exorcista se publicó una descripción de pretendidos casos modernos de posesión demoníaca en un artículo titulado “El Frenesí Exorcista” el cual apareció en la revisa Newsweek (11 de febrero de 1974). Considere algunos de los contrastes entre estos alegados “ejemplos modernos”, y las circunstancias del primer siglo.

Exorcismos privados

La mayoría de los alegados “exorcismos” de demonios hoy son casos aislados, escondidos que sólo reciben publicidad un tiempo después. No obstante, cuando Jesús expulsó a aquellos malos espíritus, sus milagros fueron presenciados por el público, por grandes multitudes (Lc. 4:36).

Difíciles y complejos exorcismos

El Señor y sus discípulos podían expulsar demonios con tan sólo una palabra, con resultados efectivos inmediatos (Mat. 17:18; Hch. 19:11-12). Sin embargo, un sacerdote jesuita, quien supuestamente debía exorcizar a un joven que servía como personaje principal en el libro de William Blatty, The Exorcist, se le dijo que esto requería dos meses y una ceremonia que debía repetirse veinte veces ¡para efectuar el alegado milagro!

Más recientemente, un sacerdote católico en San Francisco, ¡afirmaba que había sido capaz de expulsar un demonio con tan sólo catorce intentos!

Sin Escenas de Horror

Los endemoniados del Nuevo Testamento eran gente afligida, corporal o mentalmente, por alguna disfunción de capacidades que en otro tiempo eran del todo normales. Esos casos no involucraron detalles grotescos.

Sin embargo, en contraste, un “exorcista” católico romano, Luigi Novagese, afirmaba: “A un hombre poseído la piel se le torna color papel, sus dientes se vuelven transparentes, en sus ojos sobresalen llamas de fuego, y despide fuego por la boca”.

Se pudiera decir, sarcásticamente, que los “espíritus” modernos son, en gran medida, ¡mucho más calificados para el drama que sus homólogos del primer siglo.

Absurdos

También es muy significativo que el registro del Nuevo Testamento no esté atestado de los absurdos comunes en los supuestos casos contemporáneos. El sacerdote católico Karl Patzelt aseveraba que durante una de sus sesiones de “exorcismo”, ¡un demonio le dio un mordisco a un sándwich! Una foto de revista muestra una mordida perfecta en el sándwich.

Ni Maldiciones ni Blasfemia

Los demonios modernos son descritos frecuentemente pronunciando “violentas maldiciones” y “desbocándose en blasfemias”. Sin embargo, en el Nuevo Testamento los demonios siempre son muy respetuosos con la Deidad. Ellos creían en un Dios (Stgo. 2:19); reconocían a Jesús como “el Santo de Dios” (Mr. 1:24), y “el hijo de Dios” (Mr. 3:11)—quien finalmente los confinaría al tormento (Mat. 8:29). Nunca blasfemaron de la Deidad.

No hay milagros modernos en nuestros días

Finalmente, debe observarse que la capacidad de expulsar demonios era una señal milagrosa que demostraba que la persona que tenía ese don era un proclamador de la verdad revelada por Dios. El don debía confirmar el mensaje divino (Mr. 16:17-20; Heb. 2:3-4).

Los exorcistas modernos están contradiciéndose constantemente y contradiciendo a sus colegas exorcistas, como también a la palabra de Dios escrita. Su mismo testimonio es auto incriminatorio.

Con la terminación de la era sobrenatural de la iglesia primitiva (comp. 1 Cor. 13:8ss), la posesión demoníaca, y el correspondiente don de expulsión, cesaron. ¿Sería razonable suponer que a pesar de no contar con el don de expulsión de demonios hoy, Dios permitirá que los demonios continúen entrando en sus criaturas y afligiéndolas?

Ciertamente eso sería un desbalance de poder y pondría al hombre en una gran desventaja. Un cuidadoso estudio de los datos del Nuevo Testamento revela un cese gradual de la actividad de posesión demoníaca a medida que la era apostólica se acercaba a su conclusión.

El altamente respetado Guy N. Woods consideraba con toda razón:

¿Las personas hoy son afligidas por posesión demoníaca? Obviamente, no. Incluso un examen casual de los casos registrados en el Nuevo Testamento mostrará que las circunstancias  relacionadas con la posesión demoníaca para aquel entonces, no tienen las características de aquellas de nuestro tiempo” (Questions and Answers. Vol. I, Freed-Hardeman College. Henderson, TN. 1976. 234).

La posesión demoníaca no es un fenómeno de nuestra época, y las afirmaciones de lo contrario están seriamente equivocadas.


jueves, 5 de septiembre de 2019

HECHOS ACERCA DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO


La segunda venida de Cristo (comp. Heb. 9:27) es un tema predominante en el Nuevo Testamento. Se hace referencias a este ocho veces más que a la venida inicial de nuestro Señor (Pardington, 354). Se alude a este más de 300 veces en el Nuevo Testamento (Thiessen, 442).

Debido a que hay una cantidad considerable de errores asociados con el regreso del Señor, debemos examinar este tema—no sólo positivamente, sino también tratando los diversos errores que han distorsionado la enseñanza bíblica.

Profetizada en el Antiguo Testamento

Ya que “la inmortalidad”, que se asocia con la segunda venida, se ilumina plenamente mediante el evangelio de Cristo (2 Tim. 1:10), uno no esperaría que hubiera abundancia de información explícita en el Antiguo Testamento relacionada con este tema vital. Sin embargo, hay pistas del regreso del Señor repartidas dentro de la literatura del AT.

Job sentía que debía haber un tiempo de vindicación para él de parte de su “Redentor” en algún momento antes de que su carne se desintegrara (19:25-27), aun cuando él no tenía una comprensión precisa de ese Redentor desde su perspectiva antigua.

En un discurso mediático, David predijo una retribución final de Jehová sobre sus enemigos (Sal. 2:9; 110:1).

Isaías habló del tiempo cuando toda rodilla se doblaría y toda lengua juraría lealtad a Dios (Isa. 45:23; comp. Ro. 14:11).

Daniel profetizó una futura resurrección corporal (Dan. 12:2-3). Estos eventos están asociados con la segunda del Salvador.

La Afirmación del Nuevo Testamento

Como se indicó arriba, el Nuevo Testamento abunda con información respecto a la segunda venida de Cristo. Jesús mismo lo afirmó en numerosas ocasiones (comp. Mat. 24:37, 39, 42, 44).

Poco antes de su crucifixión, el Salvador prometió que después de su muerte “vendría otra vez” (comp. Lc. 19:15; Jn. 14:3). Cuando el Señor ascendió al cielo los ángeles proclamaron que Él volvería “de la misma manera” que lo habían visto partir hacia el cielo (Hch. 1:11).

El capítulo quince de 1 Corintios completo trata con la resurrección del cuerpo, que ocurrirá en el momento del regreso de Jesús (v. 23). Los libros de Primera y Segunda de Tesalonicenses ambos tratan ampliamente el regreso de Cristo (1 Tes. 4:13ss; 5:1ss; 2 Tes. 1:7ss; 2:1ss).

Hay un término especial en griego comúnmente utilizado para el regreso de Cristo (24 veces en el Nuevo Testamento), el cual significa “llegada” o “presencia”, y se emplea unas dieciséis veces para referirse a la segunda venida (comp. Mat. 24:37, 39; 1 Tes. 3:13; 1 Cor. 15:23; Stgo. 5:7, etc.)

Un erudito sugiere que “los motivos” de la llegada en muchos de estos textos “se derivan del AT y de las expectativas judías de la salvación, las cuales anticipaban una personalidad terrenal tal como el rey mesiánico” (Radl, 3.44).

Permítanos considerar el tema de la segunda venida tanto desde la perspectiva positiva como de la negativa.

Características de la Segunda Venida

Hay características explícitas de la segunda venida que identifican la naturaleza de este grandioso evento. Al mismo tiempo, estas características eliminan varias falsas ideas que han surgido dentro de la comunidad conocida como “la Cristiandad” en estos dos últimos milenios. Considere los siguientes puntos:

La certeza de la Segunda Venida

Es seguro que ocurrirá la Segunda Venida. La integridad misma de Cristo está en juego en este asunto. Él declaró: «Vendré otra vez», subrayando que “si no fuera así, ya os lo habría dicho” (Jn. 14:2).

Además, ese día se identifica como un “día” definido, por ejemplo, «el día de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor. 1:8; 5:5; 2 Cor. 1:14; 1 Tes. 5:2).

El Tiempo de la Segunda Venida no ha sido revelado

El tiempo específico de ese evento no ha sido revelado. Él vendrá en un momento inesperado (Mat. 24:37ss), similar a la manera en la que un ladrón ataca a su víctima (1 Tes. 5:2).

Ni siquiera Cristo, durante su ministerio terrenal, sabía en qué día acontecería esto (comp. Mr. 13:32). Este se debía a su autolimitación de cierto conocimiento mientras estaba en la tierra.

Son ciertamente extrañas las aseveraciones de ciertos religiosos modernos quienes imaginan que pueden calcular ¡lo que el Señor no podía! Los fijadores de fechas han estad patentemente equivocados. Cuando el escéptico Bertrand Russell acusó a Jesús de error, afirmando que Cristo creía que su “venida” podía ocurrir en el primer siglo, él expuso su patética ignorancia de los datos bíblicos (1967, 16).

La Segunda Venida será literal

El retorno del Señor será literal. Hay pasajes que mencionan “venidas” de Cristo que son representativas (es decir, que no son literales), por ejemplo, su “venida” en Pentecostés con la llegada de Su reino (Mat. 16:28), o para otorgar el Espíritu Santo a Sus apóstoles (Jn. 14:18), en la destrucción de Jerusalén (Mat. 24:30), o de una manera disciplinaria (Apo. 2:5).

Pero, la Segunda Venida de Cristo será personal. Considere la expresión: «El Señor mismo» (1 Tes. 4:16).

Enseñan falsamente quienes afirman que esperamos “un regreso no visible de Cristo a la tierra” (Clarke, 444), o que la “segunda venida” era simplemente la acción punitiva de Cristo en el 70 d. C. para la destrucción de Jerusalén, como alega Max King y sus discípulos preteristas (vea Jackson, 31-56).

El regreso de Cristo será visible

El Señor vendrá visiblemente, no como aboga la teoría del “rapto”. Este ejemplo de “exégesis friki” fue popularizado por Hal Lindsey en el libro The Late Great Planet Earth.

El regreso del Señor será una “revelación” (2 Tes. 1:7), será ciertamente una “manifestación” (1 Jn. 2:28), involucrará una “aparición” (1 Tim. 6:14; 2 Tim. 4:1, 8; Tito 2:13; Heb. 9:29).

Además, Él vendrá como “el Hijo del Hombre” (Mat. 16:27), en Su cuerpo glorificado (Filp. 3:21).

El regreso de Jesús será final

La Segunda Venida será definitiva. Pablo describe la “venida” de Cristo como “el fin”. La muerte habrá sido destruida, y los enemigos del Señor serán todos derrotados (1 Cor. 15:23-24).

Entonces, claramente, ya que la muerte no ha sido destruida, obviamente la Segunda Venida no aconteció en el 70 d.  C., como alegan los radicales preteristas.

Adicionalmente, cuando los falsos maestros intentaron socavar la causa de Cristo, desafiando “la promesa del Señor de su Segunda Venida”, Pedro refutó su acusación contendiendo que la venida de Cristo estaría acompañada por la destrucción del universo entero (2 Pe. 3:4, 10). Así que, ese regreso no ha ocurrido, y no habrá lugar para un reino de mil años terrenal después de la venida del Señor, como alegan los premilenialistas.

Eventos asociados con la Segunda Venida

Aunque las siguientes características han sido tocadas ligeramente en los puntos que hemos discutido previamente, ahora las consideraremos mas sistemáticamente.

La Resurrección

La resurrección general de los muertos está vinculada con el regreso de Cristo.

Los antiguos saduceos negaban la resurrección (Mat. 22:23; Hch. 23:6-8), como lo hacen los modernos escépticos. Pero, la doctrina de la resurrección corporal se afirma abundantemente en el Nuevo Testamento (vea Jn. 5:28-29; 6:39-40; Mr. 12:18-27; Hch. 17:32; 24:15; 26:8; Ro. 8:23; 1 Tes. 4:16; 1 Cor. 15; 2 Cor. 5:1-2; Filp. 3:21).

Los fieles que estén vivos en el momento de la venida de Cristo serán transformados a su semejanza (1 Cor. 15:51; Flp. 3:21).

El Juicio

El día del juicio también está vinculado con la segunda venida (Mat. 16:27; 25:31-46). Considere:

·         Cristo será el juez (Jn. 5:22, 27; 2 Cor. 5:10).

·         Todos los seres humanos que hayan vivido en esta tierra serán juzgados (Ro. 14:10; Hch. 17:31).

·         Cada persona será juzgada por la ley de Dios bajo la cual vivió. Los antiguos gentiles serán juzgados por la ley de la conciencia (Ro. 2:12-15). Los judíos serán juzgados sobre la base de la ley de Moisés (Ro. 2:12). Los de la era cristiana serán juzgados según la ley de Cristo (1 Cor. 9:21; Ro. 2:16).

·         La culpabilidad humana será medida según la capacidad de cada uno, y por su conducta de obediencia o desobediencia (Mat. 7:21-33; Heb. 5:9).

·         El juicio será irrevocable. Cristo declaró que sólo hay dos destinos—el castigo eterno, o la vida eterna (“vida” = comunión con Dios). No hay redención post-juicio, ni tampoco habrá una aniquilación eventual de los malvados.

·         El propósito del juicio de Cristo no será determinar el destino de cada quien; eso ya está determinado en el momento de nuestra muerte (Lc. 16:22-23). El objetivo será revelar y vindicar «el justo juicio de Dios” (Ro. 2:5), lo cual será reconocido universalmente (Ro. 14:11).

Conclusión

La Segunda Venida del Señor será el evento terminal de la historia de la tierra. Todo individuo racional debería prepararse para esta fenomenal ocasión—de emocionante recompensa, o de indescriptible terror, dependiendo del status espiritual de cada quien.

OBRAS CITADAS

  • Clarke, William N. n.d. An Outline of Christian Theology.
  • Jackson, Wayne. 2005. The A.D. 70 Theory – A Review of the Max King Doctrine. Stockton, CA: Christian Courier.
  • Lindsey, Hal. 1970. The Late Great Planet Earth. Grand Rapids, MI: Zondervan.
  • Pardington, George. 1926. Outline Studies in Christian Doctrine. New York, NY: Christian Alliance. 1926.
  • Radl, W. 1993. Exegetical Dictionary of the New Testament. H. Balz & G. Schneider, eds. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Russell, Bertrand. 1967. Why I Am Not A Christian. New York, NY: Simon & Schuster.
  • Thiessen, Henry C. 1949. Lectures in Systematic Theology. Grand Rapids, MI: Eerdmans.