Debemos ser muy cuidadosos para
observar lo que se dijo exactamente, en esta parábola, y no suponer cosas que
no están en ella. En realidad, la alabanza no la da Jesús, sino el amo (dueño,
empleador), del mayordomo, aunque Jesús relacionó y aplicó los detalles. Ni la alabanza
ni la aplicación de la lección tienen que ver con el método que utilizó
el mayordomo, sino con la sagacidad y la previsión que usó para prepararse para
el futuro. Rahab, la ramera, está inscrita en el salón de la fama de la inspiración,
no porque ella mintió, sino porque creyó en el triunfo final del plan de
Dios, y corrió un grave peligro personal apoyándolo (Jos. 2:1-24; Heb. 11:31).
Abraham y Sara, a quienes el relato sagrado adscribe los más altos honores,
pecaron gravemente en el tema de Agar, aunque otras acciones suyas evidenciaron
su dedicación y devoción a Dios. La mentira de Rahab y la sustitución de Sara,
ambas se oponían a los mandamientos explícitos de Jehová, y ninguna de ellas
gozó de la aprobación de Dios por estas acciones, sino por otras.
No fue el método manipulado al
que recurrió el mayordomo injusto lo que provocó un cumplido, sino su sabia
anticipación de la necesidad futura y su preparación para ella, lo que atrajo
los buenos comentarios del amo y el uso que nuestro Señor dio al incidente. El punto
es simplemente este: el mayordomo injusto planeó para el futuro; en esto, él
hizo uso de sabiduría y buen juicio. Los seguidores de Cristo deben ejercitar la
misma sagacidad y previsión y prepararse para el mundo venidero. En demostración
de que Dios mira con agrado al que se prepara para el futuro y que usan sus
oportunidades presentes para incrementar y mejorar sus oportunidades futuras,
el Señor dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también es fiel en lo mucho,
y el que en lo muy poco es infiel, también en lo mucho es infiel. Así que, si
en el injusto Mamón no fuisteis fieles, ¿quién os confiará las riquezas
verdaderas? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?”
(Lc. 16:10-12). El mayordomo injusto manejó los asuntos de su señor de tal
manera que incrementaran su bienestar futuro. Nosotros somo administradores de
Dios aquí en la tierra. Si no mejoramos nuestras oportunidades mediante el uso
adecuado de las cosas de esta vida no tendremos el privilegio de disfrutar de
las “verdaderas riquezas” de la vida venidera.
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