“Por cuanto todos pecaron, y
están privados de la gloria de Dios, siendo justificados por su gracia, sin
merecimiento alguno, mediante la redención que tienen en Jesús el Mesías; a
quien Dios ha propuesto públicamente como sacrificio expiatorio por su sangre a
través de la fe, como evidencia de su justicia, a causa de haber pasado por
alto, Dios en su paciencia, los pecados pasados, con el propósito de demostrar
su justicia en el tiempo presente, a fin de que Él siga siendo justo también
cuando declara justo al que es de la fe de Jesús” (Biblia Textual).
Este maravilloso pasaje conecta
la profunda pecaminosidad del hombre con la inmensa estatura del plan de
redención de Dios para la humanidad. Este pasaje habla de la necesidad que el
hombre tiene de un Salvador, de la redención que está en Cristo; de la
propiciación que es efectuada a través de Su sangre, de Su justicia y
paciencia; y de la justicia mezclada con misericordia característica de Sus
tratos con el hombre. Además, aquí se ve la actitud de Dios hacia aquellos que habían
pecado antes del Calvario, y la manera en la que trató con los que pecaron en
esa condición—un hecho desafortunadamente confuso en la versión Reina Valera de
1960.
La palabra aphesis es la
palabra griega usual para “remisión”, y aparece frecuentemente en las
Escrituras, particularmente en los escritos de Lucas. Significa ser liberado de
algo, dejar ir algo, antiguamente se refería a deudas, y más tarde se vino a
utilizar en su aplicación superior de liberar del pecado. Una forma de esta
palabra aparece en Hechos 2:38, “Arrepentíos y sea bautizado cada uno de
vosotros en el nombre de Jesús el Mesías para perdón de vuestros pecados (eis
aphesin hamartioon)”. Aphesis es la palabra usual para “remisión” en las
Escrituras. Sin embargo, esta palabra no es la palabra traducida “redención”
(RV-60) en este pasaje. La palabra así traducida en este pasaje es el término
griego paresin, ¡y no aparece en ninguna otra parte del Nuevo
Testamento! Éste no conlleva la idea de liberar o quitar pecados. Thayer lo
define como “permitir que pase, pasar por alto, dejar pasar, descuidar,
ignorar” los pecados. Los revisadores, reconociendo esta diferencia esencial en
los dos términos, no siguieron a los traductores de la Reina-Valera. Tradujeron
el término adecuadamente como “pasar por alto”. Así que Dios, simplemente y por
un tiempo, “pasó por alto” los pecados de aquellos que murieron en la fe bajo
el antiguo orden, sin una completa y final absolución de estos. De manera que
no había un perdón absoluto en los pactos anteriores. “Porque la ley,
teniendo meramente una sombra de los bienes destinados a venir, no la imagen
misma de las cosas, nunca puede perfeccionar a los que se acercan por medio de
los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año. De otra manera,
¿no habrían cesado de ser ofrecidos, puesto que los que adoran, una vez
purificados, no tendrían ya más conciencia de pecado? Pero en ellos se hace
memoria de los pecados cada año, porque es imposible que la sangre de
toros y de machos cabríos pueda quitar pecados” (Heb. 10:1-4). Así que,
hasta que no muriera Cristo, los ríos de sangre que fluían de los altares
judíos nunca habían funcionado para quitar los pecados. Su eficacia se debía
únicamente al hecho de que ellos anticipaban el “manantial abierto para la
casa de David y para los habitantes de Jerusalem, para la purificación”,
provisto por el Cordero de Dios.
Además, el viejo orden de “pasar
por alto”, de ignorar los pecados había operado tan bien como podía. Dice
Thayer en esta párrafo: “Debido a que Dios había pasado por alto los pecados
cometidos previamente (a la muerte expiatoria de Cristo)—es decir, los había
tolerado, no los había castigado (y así, la concepción del hombre de Su
santidad estaba en peligro de debilitarse, si no extinguirse). En la misma
línea Trench dice: “Era necesaria, diría San Pablo, una manifestación como
señal de la justicia de Dios a causa de la larga omisión, o el pasar por alto
los pecados, en su infinita tolerancia, sin la adecuada expresión de su ira
contra ellos, durante todos esos largos años que precedieron la venida de
Cristo; en cuya manifestación de Dios la justicia encontró lugar, cuando no
expuso a otro y no menos que a su propio Hijo para ser el sacrificio
propiciatorio por el pecado”.
Por lo tanto, Dios simplemente pasó
por alto los pecados de los que eran dignos; esos pecados no fueron perdonados.
La palabra utilizada aquí, paresis, indica ignorar temporalmente el
pecado, y existe una alusión definida respecto a que aquel cuyos pecados se
pasan por alto, durante un tiempo, tiene el privilegio de volver con la demanda
original, si así lo desea. Así el pueblo del antiguo pacto se mantuvo en una
relación con Dios. Todos ellos habían pecado; Dios misericordiosamente ideó un
arreglo mediante el cual ellos pudieran postergar el día de rendir cuentas;
pero este arreglo no dejaba de anunciar la promesa de una absolución final y
completa. Esto era solamente una anticipación; éste debía su eficacia
únicamente a la virtud del hecho de que tipificaba la muerte de Cristo en la
cruz. Así que la creencia que declara que Cristo fue el Cordero inmolado desde
la fundación del mundo y que Su sacrificio fue efectivo durante el antiguo
pacto, no tiene fundamento alguno.
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