jueves, 2 de junio de 2022

FABRICANDO “BEBÉS ESCLAVOS”

 En 2004, The Center for Bioethics & Human Dignity en EE.UU. emitió un comunicado de prensa en el que señalaba que la Journal of the American Medical Association había informado sobre los experimentos realizados por el Reproductive Genetics Institute de Chicago. El informe tenía que ver con procedimientos genéticos elaborados para fabricar "niños de diseño" con el fin de proporcionar sangre y/o tejido para uso potencial en beneficio de sus hermanos afectados por alguna patología. Nueve parejas intentaron crear niños que fueran "genéticamente compatibles" con los hermanos donantes enfermos.

Los investigadores crearon 199 embriones mediante fertilización in vitro. Determinaron que 45 de estos embriones “eran compatibles con un posible trasplante de células madre usando sangre del cordón umbilical o de la médula ósea”. De los 45 embriones seleccionados, 28 fueron implantados y 5 nacieron vivos. Los embriones que no se consideraban un buen "tejido compatible" se desechaban o se sometían a más investigaciones que resultaron en su muerte.

Sorprendentemente, una encuesta realizada por el Genetics and Public Policy Center de la Universidad John Hopkins “muestra que la mayoría de los estadounidenses aprueba el uso de pruebas genéticas y la selección de embriones para asegurarse de que un bebé sea compatible para donar sangre o tejido a un hermano, hermana o madre enfermos” (Medical News Today, 4 de mayo de 2004). El proceso solo puede describirse como la fabricación de "bebés esclavos".

Este tipo de investigación, que hace carece evidentemente de cualquier tipo de respeto por la naturaleza sagrada de la vida humana, no es más que el comienzo de lo que probablemente se convertirá en el ejemplo más dramático de barbarie, de crueldad e insensibilidad ética, sin rival alguno en la historia del planeta. Se está sacrificando una variedad de principios morales fundamentales en el altar de la diosa "Ciencia".

En el centro de esta controversia hay dos cuestiones cruciales.

¿Qué es una Persona Humana?

¿Qué es exactamente ese “ser” que resulta de la unión de un espermatozoide humano (simiente masculina) y un óvulo (óvulo femenino)?

No es nada más ni nada menos que una persona humana. Esa es la naturaleza de su composición al comienzo de la unión; eso es todo lo que alguna vez será. No es ni planta, ni bestia del campo, ni ave del aire, ni criatura doméstica. Su ADN lo marca indeleblemente como humano.

Todo lo que necesita esta entidad es agua, comida, aire y cuidado; todo lo demás es simplemente desarrollo. No hay diferencia cualitativa entre el cigoto, el embrión, el feto y el bebé, como tampoco la hay entre niño, adolescente, adulto o anciano. Estos términos, todos ellos, son indicadores cronológicos; ¡no son expresiones de valor!

Asumir que hombres y mujeres, bajo el disfraz esterilizado de la "ciencia" de laboratorio, tienen derecho a destruir a personas inocentes, indefensas y en crecimiento, refleja el epítome de la arrogancia y una profundidad insondable de depravación despiadada.

Y si la encuesta citada arriba es correcta, no hay duda de que la ciudadanía de esa nación está experimentando un “embrutecimiento” respecto a los conceptos más básicos del valor humano.

Experimentación humana: ¿es esto correcto o incorrecto?

Afirmar que los autodenominados "científicos" tienen el derecho moral de "experimentar" con otros seres humanos, sin el consentimiento del individuo, sabiendo muy bien que el procedimiento puede producir la muerte como resultado del proceso de "aprendizaje", no es sino una indicación más del rigor mortis que constantemente está invadiendo la conciencia moderna.

Aquellos que abogan por la prescindibilidad pragmática de estas diminutas personas humanas son más afines éticamente a los monstruos del régimen nazi que al legado de los nobles griegos que, mediante el juramento hipocrático, trajeron un sentido de ethos a la profesión médica. Ese juramento, en parte, dice:

“Seguiré el método de tratamiento que, de acuerdo con mi capacidad y juicio, considere en beneficio de mis pacientes, y me abstendré de todo lo que sea dañino y perjudicial. No daré medicina mortal a nadie si me la piden, ni sugeriré tal consejo; además, no le daré a una mujer un instrumento para producir el aborto”.

¿Cómo decide la sociedad que un ser humano “no tiene derechos” propios? ¿El criterio para ejercer el control de vida o muerte sobre otro ser humano se basa en la edad (muy joven o muy viejo), la autoconciencia (consciente, semiconsciente o inconsciente), la capacidad de respuesta o de otra manera, como ser rico o pobre? ¿cuál es?

Alguna vez, hubo personas fueron privadas de sus derechos a causa de su origen étnico; ahora se ejerce la misma discriminación por edad o lugar de residencia (en el vientre materno).

Estados Unidos se está refugiando constantemente a la sombra de un salvajismo precivilizado que, en última instancia, solo puede desembocar en el tipo de juicio trágico que ha caído sobre muchas naciones que bebieron de manera suicida la sangre de sus indefensos.

Un profeta de Dios declaró una vez: “¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con iniquidad!” (Hab.  2:12). ¡Hay un principio en esa advertencia que los innovadores médicos modernos y los legisladores políticos harían bien en prestar atención!

domingo, 24 de abril de 2022

JUSTIFICACIÓN: ¿Por fe o por Obras?

 

“¿La justificación del pecado es por la fe o por las obras? ¿La justificación no es el resultado de ninguna, de una en oposición a la otra, o de ambas?” 

Uno esperaría que una pregunta tan fundamental pudiera ser respondida clara y confiadamente, con una declaración unida, de parte de aquellos que profesan un respeto devoto por el testimonio de las Escrituras. Lamentablemente, ese no es el caso.

Los discípulos más fieles de Calvino, por ejemplo, sostienen que no hay condiciones en absoluto en el plan de salvación. En 1957, G. E. Griffin, clérigo de la Primera Iglesia Bautista, afirmó, en un debate con el hermano Guy N. Woods:

“Las Escrituras enseñan que el pecador inconverso entra en posesión de la vida espiritual o eterna, sin ninguna condición que deba cumplir el pecador” (p. 6).

Estas personas ni siquiera reconocen que la fe es una condición para la salvación. Sarrels, un escritor de los primeros bautistas, declaró:

“Creemos que no hay justificación alguna para la opinión de que Juan 1:16 establece la fe como una condición que debe cumplir la persona perdida para alcanzar la vida espiritual o eterna” (p. 444).

En el extremo opuesto, están aquellos que sostienen, al menos implícitamente, que las obras logran la salvación sin necesidad de la fe. Cada grupo que practica el bautismo de infantes debe admitir que cualquiera que sea la ventaja que supuestamente tiene el bautismo de un bebé, no está asociada con la fe, ya que ningún infante puede creer personalmente. La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo puede administrarse a aquellos que están inconscientes o dementes (Attwater, pp. 44,45). Claramente, algunos respaldan la idea de que las obras salvan, y sin fe.

Luego, está la afirmación común de muchos protestantes de que sólo la fe salva. La Disciplina de la Iglesia Metodista establece:

“Por lo tanto, que somos justificados por la fe solamente es una doctrina muy sana y llena de consuelo” (p. 40).

Pero en otra parte del mismo volumen, se argumenta que los “beneficios de la expiación” son “incondicionales” (p. 55), una clara contradicción. La doctrina de la salvación por “la fe solamente” no es sana, y el consuelo es engañoso.

Otro cuerpo sectario sostiene que la justificación es “únicamente a través de la fe en Cristo” (Hiscox, p. 62). No es necesario señalar que, si la salvación es “únicamente” a través de la fe, entonces el arrepentimiento está excluido del plan de redención del cielo, si a la palabra “únicamente” se le asigna su significado legítimo.

Por otro lado, el mismo escritor sostiene más tarde que tanto el arrepentimiento como la fe son “gracias inseparables, obradas en el alma por el Espíritu regenerador de Dios; por lo cual, estando profundamente convencidos de nuestra culpa, peligro e impotencia, y del camino de salvación por Cristo, nos volvemos a Dios…” (pág. 64).

Entonces, ¿cómo es la cosa? ¿La salvación es “únicamente” por la fe? ¿O son la fe y el arrepentimiento requisitos para volver a Dios? Las declaraciones no son consistentes.

Martín Lutero fue tan inflexible con respecto a la doctrina de “solo fe” que introdujo de contrabando la palabra “solo” en el texto de su traducción al alemán en Romanos 3:28. Lenski, un comentarista luterano, intentó defender la adición de Lutero a la Palabra (cf. Apo. 22:18) sugiriendo que, aunque el término “solo” no se encuentra en el texto original, el “sentido” sí está (1961, p. 271).

¿Llegaremos a la conclusión de que Lutero era más hábil que Pablo para interpretar el "sentido"?

El papel de las obras en el plan divino

Con frecuencia se afirma que, aunque las “obras” son el resultado de la salvación, no juegan ningún papel en la obtención de la redención de una persona. Simplemente no hay verdad en esta afirmación. La fe, el arrepentimiento y la inmersión son todas condiciones preliminares para recibir la salvación (Mar. 16:16; Hch. 2:38).

Jesús afirmó que el que creyere y fuere sumergido, será salvo (Mar. 16:16). La construcción de la gramática griega asegura que tanto la fe como el bautismo preceden a la salvación. El Señor no sugirió que uno puede ser salvo en ausencia tanto de la fe como del bautismo. No afirmó que el que es bautizado se salva, y esto sin fe. No dijo que el que cree se salva, y opcionalmente puede someterse al bautismo. El cuadro más completo implica la fe, la inmersión y la salvación, en ese orden.

Es completamente increíble que algunos, que profesan conocer el Nuevo Testamento, nieguen el papel de las obras (obediencia) en el sagrado esquema de la redención. Jesús enseñó claramente que uno debe “trabajar” por ese sustento espiritual que permanece para vida eterna (Juan. 6:27), y que incluso la fe misma es una “obra” divinamente designada (Juan. 6:29).

En otra parte, el apóstol inspirado amonestó a los cristianos a tener cuidado de "no perder" las cosas que habían "obrado" [por las que habían trabajado] (2 Juan 1:8). Los cristianos tienen una fe que obra (Gálatas 5:6); de hecho, deben “ocuparse” en su salvación con temor y temblor (Fil. 2:12), abundando en buenas obras (2 Cor. 9:8; Efe. 2:10; Col. 1:10), estando constantemente conscientes de que serán juzgados por sus obras (Mat. 16:27; Rom 2:6; 2 Cor 5:10; 1 Ped. 1:17).

Ha habido mucha controversia sobre la instrucción dentro del libro de Santiago con respecto a la fe y las obras. Claramente, Santiago enseñó que la justificación es tanto por las obras como por la fe (2:21), un concepto que a Lutero le pareció tan detestable que rechazó la inspiración del documento, lo llamó una “epístola de paja”, y sugirió que el libro ni siquiera fue escrito por Santiago (Lenski, 1966, p. 515).

Pero el escritor divino afirmó inequívocamente que la fe sin obras no puede salvar (2:14). ¿Está hablando del pecador inconverso, o del cristiano? La pregunta es académica: Santiago está discutiendo el principio de la obediencia fiel, a quien sea que se aplique; ya sea un Abraham, o una Rahab.

sábado, 19 de marzo de 2022

¿Estaba Judas “predestinado” a traicionar a Cristo y perderse?

 “¿Estaba Judas Iscariote predestinado a perderse? Si no, ¿cómo se explican los siguientes pasajes (Mat. 26:25; Juan 13:27-30; 17:11-12; Sal 41:9; Hch 1:16)?”

No, no se trata de que Judas estuviera “predestinado” a perderse. Los pasajes citados arriba se pueden explicar fácilmente sin recurrir a la teoría calvinista de la predestinación, la cual no está fundamentada en las Escrituras.

¿Fue la pregunta de Judas, “¿soy yo?”, una pregunta sincera?

Según Mateo 26:20ss, durante el transcurso de la cena de la Pascua, Cristo informó a los discípulos que uno de ellos lo traicionaría. Cada uno de ellos comenzó a preguntarle al Salvador: “¿Soy yo, Señor?”. Es asombroso que cada uno pudiera sondear lo más profundo de su alma, preguntándose si él podría ser el culpable.

De hecho, Judas formuló la misma pregunta. “¿soy yo, rabino?” [Nótese el cambio en la forma de dirigirse a Él].

El Señor respondió (quizás casi en un susurro): “Tú lo has dicho” (v. 25, NVI). Esta fue una respuesta afirmativa, en el sentido de decir: "Sí, usted es el indicado".

Pero, ¿la pregunta de Judas implicaba que él no sabía que él era el que iba a traicionar al Señor? Ciertamente no, porque ya había negociado con los principales sacerdotes para entregarles a Cristo (Mat. 26:14-16; Mar. 14:10-11; Luc. 22:3-6). Por lo tanto, uno debe concluir que la pregunta del traidor no era sincera, solo una mera repetición de lo que habían dicho los otros apóstoles.

¿Fue Judas un peón indefenso?

Algunos sugerirían que Judas no era más que un peón indefenso, incapaz de resistir la invasión de Satanás en su vida. Ciertamente ese no es el caso, como incluso el mismo Judas admitió. Nunca suplicó: “No pude evitarlo; ¡Satanás me obligó a hacerlo!”. Más bien, confesó: “Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mat. 27:4).

¡Es una cosa increíble que el hombre moderno, veinte siglos después del evento, pueda profesar saber más sobre la situación que el culpable mismo!

¿Cómo fue la traición de Judas un cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento?

Pero, ¿qué quiso decir el apóstol cuando afirmó que Judas pereció “para que se cumpliese la Escritura” (Juan. 17:12; cf. 13:18)?

La “Escritura” a la que muy probablemente se alude es al Salmo 41:9. Allí, el escritor sagrado (probablemente David; véase el título de la sección), refiriéndose principalmente a alguien que se había vuelto contra él, escribió:

Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”.

Es interesante que cuando el Señor citó este pasaje, omitió “en quien yo confiaba” (13:18), porque él “sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar”. (Juan 6:64). El Señor nunca confió en Judas. Por lo tanto, la profecía tiene una aplicación primaria (personal) y secundaria (cristológica). Hechos 1:16 debe verse bajo la misma luz.

Presciencia, no predeterminación

Otro hecho importante que debe reconocerse es que el conocimiento previo no exige predeterminación. Dios sabía de antemano que Judas, ejerciendo su libre albedrío, traicionaría a su Hijo.

Por lo tanto, estos pasajes reflejan el conocimiento previo del Cielo, pero no una acción predeterminada sobre la cual el traidor no tenía control. Incluso el erudito presbiteriano Albert Barnes, al comentar sobre Juan 13:18, escribió: “No significa que Judas fue obligado a seguir este curso para que se cumplieran las Escrituras” (320).

Una ilustración adicional de este principio se ve en el hecho de que Cristo fue entregado a muerte por el consejo determinado y la “presciencia” de Dios (Hechos 2:23) y, sin embargo, los que estuvieron involucrados en la crucifixión del Salvador fueron considerados responsables por su maldad (23b; cf. 36-38).

La racionalización frecuente, “No puedo evitar lo que hago; estaba predestinado a hacerlo”, es una noción falsa, pero que encuentra fácil aceptación en un mundo moderno que busca escapar de la responsabilidad personal.

Las Escrituras enseñan que los hombres darán cuenta en el día del Juicio por su propia conducta (Rom. 14:12; 2 Cor. 5:10), no por las acciones que Dios les imponga. La doctrina que enseña que Dios obliga al hombre a hacer algo, para luego condenarlo, es una afrenta al Todopoderoso.