Algunos amigos contienden que
Mateo 28:18-20 no aplica para nosotros hoy (en lo referente a bautizar “en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”). Ellos afirman que desde el
día de Pentecostés en adelante, el bautismo fue administrado solamente en el
nombre de Jesús. ¿Qué podemos decir en cuanto a esto?
Hay varias cosas que se pueden
decir como respuesta a esta infundada suposición. Estas personas obviamente
están teniendo la impresión de que hay una fórmula particular de palabras que
debe recitarse cuando se está administrando el bautismo a alguien. Este erróneo
concepto es el corazón de la suposición mencionada arriba. Ofrecemos las
siguientes observaciones con respecto a este asunto:
1. Es
irresponsable contender que el Señor instruyó a sus apóstoles a bautizar “en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19), luego contender
que ellos nunca lo hicieron así y que practicar precisamente lo que el Salvador
les indicó sería un error. ¿Ordenó Cristo el bautismo “en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo”? Sí lo hizo. ¿Le obedecieron los apóstoles? Uno
debe suponer que sí. Si le obedecieron, ¿cuándo sucedió eso? ¿O es que esa
instrucción estaba confinada solamente al período de diez días entre la
ascensión del Señor y el día de Pentecostés? No hay evidencia en lo absoluto de
que la Gran Comisión, tal cual está registrada en Mateo, fuera de naturaleza
temporal. La realidad es que la bendición adjunta a la Gran Comisión (“Y yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo”) claramente argumenta a favor de
que la Comisión iba a ser de una muy larga duración.
2. Ningún
pasaje en el Nuevo Testamento, que mencione bautizar “en” el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (o “en” Cristo, o “en” su “nombre”) se
refiere a lo que se está diciendo en el momento de la inmersión. Cada texto
describe lo que se está haciendo con énfasis
en pequeños detalles dependiendo de la construcción gramatical. No hay alusión
alguna a un “código de lenguaje” que se requiera para poder validar la
inmersión.
3. Es
demasiado obvio que no existe una fraseología específica asociada con el
bautismo. Los textos relativos a este asunto son variados en el idioma
original.
Mateo dice “bautizándoles
en (eis) el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Lucas usa frases tales como “bautícese
en (epi) el nombre de Jesucristo”
(Hch. 2:38), “bautizados en (eis) el
nombre del Señor Jesús” (Hch. 8:16), “bautizados en (en) el nombre de Jesucristo” (Hch. 10:48) o “bautizados en (eis) el nombre del Señor Jesús” (Hch.
19:5).
Si uno asume que
el Nuevo Testamento es inspirado por Dios, y por lo tanto no contiene
contradicciones, entonces cada uno de estos textos es correcto. Ellos no están
en conflicto sino que están discutiendo la relación del bautismo con la Deidad
desde ángulos ligeramente diferentes. En ninguno de estos textos hay una “fórmula
de palabras” que se esté estableciendo como una regla a seguir (vea la
discusión acerca de “nombre” en J.H. Thayer, Greek-English Lexicon, Edinburgh:
T.&T. Clark, 1958, p. 447).
El tema ha sido
bien sintetizado por Harold Mare y Hobart Freeman.
“El significado
del bautismo en el nombre de Jesús varía levemente según la preposición griega
que se utilice. En Hechos 2:38 Pedro exhortó a los judíos a arrepentirse y
bautizarse en o para (epi) el nombre
de Jesucristo, rindiéndose a Su autoridad y dedicándose a Él. Más tarde Pedro
instruyó a Cornelio a ser bautizado en (en)
el nombre de Jesucristo, actuando por Su autoridad [Hch. 10:48]. Tres pasajes
usan eis (Mat. 28:19; Hch. 8:16;
19:5) además de la frase paralela “bautizado en Cristo” (Rom. 6:3; Gál. 3:27). Un
estudio de estos versículos en conjunto con el verbo baptizo y eis en 1 Cor.
1:13; 10:2; 12:13 indica que quien es bautizado se identifica con Cristo (o
Pablo, o Moisés) y pasa a una nueva propiedad o parentesco con Él, con una
nueva relación y comunión” (Wycliffe Bible Dictionary, C.F.
Pfeiffer, H. F. Vos, John Rea, eds., Peabody, MA, 2003, p. 1176).
El punto en sí es, si alguien es
sumergido “en el nombre de Jesús”, o sea, por Su autoridad, entonces su
bautismo debe ser realizado “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”, pues esto es precisamente lo que Cristo autorizó (Mat. 28:19). Aunque,
como ya hemos mencionado esto no se refiere a una fórmula con ciertas palabras
que haya que pronunciar, sino que enfatiza el objetivo o aspiración del
bautismo.
Finalmente, si “en el nombre de”
representaba un patrón verbal que era requerido para pronunciarse en esas
palabras exactas, entonces todos tendríamos que pronunciar exactamente esas
palabras cada vez que hagamos cualquier cosa,
pues Pablo ordena que “Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo
en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre”
(Col. 3:17). Ω