Sí. Nunca debemos seguir una ruta
que viole nuestra conciencia. Cuando un hombre viola su conciencia, está haciendo
deliberadamente lo que él cree que está mal y que no tiene la aprobación de Dios;
y, esto conduce a la corrupción de la conciencia y, eventualmente, a su destrucción.
En un capítulo, cuyo tema es “las cosas sacrificadas a los ídolos”, Pablo
escribió: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que ninguno es Dios,
sino uno… Pero no en todos está el conocimiento; más bien, algunos
habituados hasta ahora a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su
conciencia, siendo débil, es contaminada” (1 Cor. 8:4-7). La adoración idólatra
abundaba entre los paganos en el primer siglo; y, en los templos de los ídolos
de aquel tiempo, se ofrecían sacrificios de animales. Generalmente, la carne
era llevada al mercado y puesta a la venta para comer. Algunos hermanos sentían
que era algo malo comprar y comer carne que había sido usada de esa manera;
otros, sabiendo que los ídolos no eran nada, comían esta carne sin remordimiento.
Los hermanos más débiles, al observar esto, se sentían tentados a comerla, aunque
creían que era pecaminoso hacer eso. Pablo escribió, con respecto a esto: “Si
bien la comida no nos hace más aceptos ante Dios, ni por no comer somos peores,
ni por comer somos mejores. Pero mirad que esta libertad vuestra no sea en
alguna manera tropezadero para los débiles. Porque si te viera alguno, a ti que
tienes conocimiento, reclinado a la mesa en un lugar de ídolos, ¿no será
estimulada la conciencia del que es débil a comer de lo sacrificado a los
ídolos? Entonces, por tu conocimiento, se echa a perder el débil, el hermano
por quien el Mesías murió. Y así, pecando contra los hermanos, y golpeando
fuertemente sus débiles conciencias, contra el Mesías pecáis” (1 Cor.
8:8-12).
Si el hermano “fuerte” puede
comer esta carne, sin problemas, ¿por qué se “perderá” el hermano “débil” si la
come? Porque él está siguiendo un camino que viola su propia conciencia.
Para ser correctos, no solamente debemos hacer lo que es correcto, también
debemos creer que estamos en lo correcto. El simple hecho de creer que
es correcto lo que hacemos no hará que eso sea correcto—Pablo tenía una
conciencia tranquila mientras perseguía a los cristianos (Hch. 23:1;
24:16)—pero no podemos ser personas correctas, a menos que creamos que estamos
en lo correcto. “Yo sé, pues he sido persuadido por el Señor Jesús, de que
nada es inmundo en sí mismo, pero el que piensa que alguna cosa es inmunda, para
él es inmunda” (Ro. 14:14). Esto nos muestra que nunca deberíamos hacer lo
que creemos que está mal. Cuando hacemos esto, es que estamos motivados por
otras razones que no son hacer lo correcto y agradar a Dios. Ese tipo de
motivación destruye el carácter y la conciencia, porque lo lleva a uno a hacer
aquello que consideramos opuesto la verdad y en conflicto con la voluntad de
Dios. Una buena persona no violará su conciencia en ningún asunto. “El
propósito de este mandamiento es el amor nacido de un corazón puro, de buena
conciencia y de una fe no fingida” (1 Tim. 1:5).
Si debemos respetar nuestra
conciencia en todos los asuntos de este tipo, ¿significa esto que la conciencia
es un monitor infalible de lo que es correcto? De ningún modo. Ella puede ser
retorcida, estar prejuiciada o completamente mal informada. La conciencia es el
monitor de nuestro juicio. Cuando seguimos un camino que aprueba nuestra
conciencia, simplemente estamos haciendo lo que aprueba nuestro juicio; si hacemos
lo que nuestra conciencia nos dice que está mal, entramos en un conflicto con nuestro
juicio de lo que es correcto. En esos casos, necesitamos poner nuestro juicio en
armonía con la voluntad de Dios, el Nuevo Testamento, y entonces nuestra
conciencia nos aprobará cuando actuemos en conformidad con esto, y nos reprenderá
cuando no lo hagamos.
Debemos ser sumamente cuidadosos
para no extender el principio enseñado por Pablo en 1 Cor. 8, y Ro. 14, más
allá de su alcance. En estos capítulos, él trata con el tema de comer carne
sacrificada a los ídolos—una acción que no involucraba ningún principio moral
ni religioso. Alegar que es correcto involucrarse en la bebida social, en prácticas
inmorales, en el uso de narcóticos, y cuestiones similares si uno cree que
estas cosas son permisibles, es aplicar erróneamente el principio enseñado, y
degradarlo. Estas cosas, y cuestiones semejantes, son esencialmente pecaminosas;
está mal involucrarse en ellas sin importar lo que uno crea, porque se oponen a
la voluntad de Dios.
Pablo nos enseña en Ro. 14:23 que
nos sujetemos a la verdad, en aras de la verdad; debemos, como hijos de Dios,
ser fieles a nuestras conciencias, y fieles a Su voluntad; un buen hombre con
una mala conciencia es una anomalía. La lealtad a Dios demanda una buena
conciencia.
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