miércoles, 29 de mayo de 2013

MAHOMA Y SU RELIGION

El fundador del Islam fue Mahoma, nacido en La Meca, en Arabia, el 570 d. C. Inició su carrera como profeta y reformador en el 610, cuando tenía 40 años de edad. Al principio ganó adeptos lentamente, pero su causa creció suficientemente como para provocar persecución.

Él salió de La Meca en el 622, y su batalla, llamada la Hégira, suple la fecha en la cual arranca el calendario mahometano. Tuvo éxito en reunir bajo su religión y autoridad a las tribus árabes esparcidas, y volvió como conquistador a La Meca. Cuando murió, en el 632, era aceptado como profeta y gobernante por toda Arabia.

Su religión fue llamado Islam, “sumisión”, es decir, obediencia a la voluntad de Dios; y sus seguidores fueron llamados musulmanes — el nombre “mahometano” nunca fue usado por ellos. Los artículos de su fe, tal como los declaran ellos, son:

·         Que hay un Dios, a quien ellos llaman Alá, siendo una palabra de origen en común con la palabra hebrea “Elohim”.

·         Que todos los eventos sean buenos o malos han sido preordenados por Dios, consecuentemente en cada acto ellos están realizando la voluntad de Dios.

·         Que hay multitudes de ángeles, bueno y malos, invisibles pero constantemente tratando con los hombres.
·         Que Dios ha dado su revelación en el Corán, una serie de mensajes comunicados a Mahoma, a través del ángel Gabriel, aunque éstos no fueron recopilados sino hasta después de la muerte del profeta.

·         Que Dios ha enviado profetas inspirados a los hombres, de los cuales los cuatro más grandes son Adán, Moisés, Jesús y, por encima de todos los demás, Mahoma.

·         Que todos los profetas bíblicos, los apóstoles cristianos, y los santos que vivieron antes de Mahoma fueron reconocidos y adoptados como propios.

·         Que en los días postreros habrá una resurrección final, el juicio, y cielo o infierno para cada hombre.

Al principio Mahoma se apoyó en las influencias morales para predicar su mensaje, pero pronto cambió sus métodos y se convirtió en un guerrero, liderando a sus fieros y unidos árabes a la conquista de los incrédulos. A cada tierra o tribu le dieron la alternativa de aceptar el islam, pagar tributo o la muerte a quienes resistieran a sus armadas. Mahoma fue sucedido por varios califas quienes construyeron un vasto imperio a punta de espada.

Palestina y Siria fueron conquistadas pronto, y los lugares sagrados del cristianismo cayeron bajo el poder del islam. Provincia tras provincia del imperio greco-romano fueron tomadas por la fuerza y pronto todo lo que quedó fue la ciudad de Constantinopla, de modo que todas las tierras del cristianismo primitivo terminaron sometidas. Donde quedaron cristianos sometidos, su adoración les fue permitida con restricciones. Hacia el este el imperio de los califas se extendió más allá de Persia hasta la India. Su capital estaba en Bagdad, sobre el Tigris.

Hacia el oeste, sus conquistas incluyeron Egipto, toda África del norte, y la mayor parte de España. Casi todo este vasto imperio fue conquistado en un período de cien años después de la muerte de “el profeta”. Pero su progreso en el oeste de Europa fue detenido en el sur de Francia por Carlos Martel, quien concentró a las tribus discordantes bajo el liderazgo de los francos, y ganó su victoria decisiva en Tours el 732 d. C. Pero para la batalla de Tours, Europa ya era casi un continente mahometano, y la media luna prácticamente había tomado el lugar de la cruz.

Hay una pregunta interesante — ¿Por qué la religión y fuerzas militares musulmanas triunfaron sobre el mundo oriental? Podemos nombrar algunas de las causas. Los primeros creyentes de Mahoma eran fieros, árabes guerreros, nunca conquistados por ninguna fuerza exterior, los cuales siguieron a su profeta con una fe sincera, intensa y conquistadora fe. Ellos creyeron que estaban cumpliendo la voluntad de Dios, y que estaban destinados al éxito. Todos aquellos que caían en batalla contra los incrédulos estaba destinado a entrar inmediatamente a un cielo de placer sensual.

Contra este espíritu viril, inconquistable y conquistador estaba la débil y sumisa naturaleza de los griegos asiáticos. Desde épocas remotas aquellas tierras se habían sometido dócilmente a los conquistadores. Estos pueblos habían perdido su vigor, y preferían rendirse ante la espada y pagar tributo que defender su libertad. Un gran número de quienes conformaban el imperio griego eran eclesiásticos y monjes, listos para orar pero no para pelear.

La religión islámica era muy superior al paganismo que ésta erradicaba de Arabia y de las tierras del este de la península; y, debe admitirse, era mucho más fuerte que el “cristianismo” que ésta encontró y derrotó. La Iglesia oriental, como la occidental, hace mucho que había abandonado el empeño misionero, perdido su energía, y se había inclinado a la especulación en lugar del énfasis moral y espiritual.

En la religión de Mahoma en sí había y aún pueden encontrarse algunos aspectos favorables, elementos de valor para el mundo. Uno era su simplicidad de doctrina. Se creía en Un Dios, a quien el hombre estaba obligado implícitamente a obedecer. No poseía ningún elemento intrínsecamente misterioso en su teología que diera pie a interminables e inútiles controversias. No había necesidad de erudición para entender los artículos de la fe musulmana.

Otro rasgo de la religión islámica era su rechazo a la adoración de imágenes. Por todo el mundo cristiano las estatuas de los viejos dioses y diosas de Grecia simplemente habían heredado su lugar a las imágenes y pinturas de la Virgen María y de los santos, las cuales eran adoradas en todas las iglesias. Los musulmanes las tomaron, las destruyeron y denunciaron todo culto a imágenes, fueran esculpidas o pintadas, como idolatría.

Los mahometanos rechazaron además todo sacerdocio y mediación de santos. La iglesia de ese mundo había hecho que la salvación dependiera no solamente de la fe en Cristo y la obediencia a Él como Señor, sino también de ritos sacerdotales y la intercesión de los santos difuntos. Los mahometanos suprimieron todo esto, y en su doctrina, llevaron a cada alma a encararse directamente con Dios.

Por todo el mundo musulmán existe la regla de la abstinencia de las bebidas fuertes. La primera “sociedad sobria” en la historia del mundo fue la de los Nazareos en Israel, y su sucesor en una gran escala fue la religión musulmana, la cual prohibía a los fieles beber vino o licor fuerte. Esto aún es sostenido como uno de sus principios, pero no es seguido universalmente donde los musulmanes viven en contacto con los europeos [o americanos].

En un período primitivo, bajo los califas, se promovían la literatura y la ciencia. Los árabes nos dieron los numerales, 1, 2, 3, etc., los cuales fueron un gran avance en el sistema romano de notación por medio de letras. En la astronomía, ellos hicieron uno de los primeros catálogos de las estrellas. La corte de Califa en Bagdad era un centro literario. La España musulmana, era superior en cultura y civilización que los reinos “cristianos” de ese período en la península. Pero todo  el proceso intelectual cesó cuando los turcos bárbaros heredaron a los iluminados Sarracenos como líderes del mundo musulmán.

Para no hacer un retrato del Islam más favorable que aquel que permita la verdad, debemos considerar por otro lado algunas áreas donde los musulmanes han fallado, es decir, sus errores y sus males. Un error mayúsculo de humanidad fue su método de empresa misionera mediante la espada, promoviendo el odio entre los hombres en lugar del amor. Doquiera una ciudad se resistía a la conquista, sus hombres eran asesinados, las mujeres eran trasladas a los Harén de los invasores, y los hijos eran encaminados a la fe musulmana. Durante siglos los turcos convirtieron en una práctica regular apoderarse de miles de niños “cristianos”, separándolos de sus padres, y llevándoselos a provincias distantes como fanáticos devotos del Islam.

En la antigua concepción islámica, el estado y la iglesia eran absolutamente uno, y se esperaba del gobierno que usara su poder para promover la verdadera religión y suprimiera la fe falsa. Antes de la 1era Guerra Mundial, el sultán de Turquía también era reconocido como “Califa” (“Sucesor de Mahoma”). Cuando Turquía se convirtió en república, el sultán fue destronado y abolido el califato. Otros cambios han ocurrido con la modernización de Turquía: un hecho relevante fue la traducción del Corán al idioma vernacular. En Estambul, en 1932, el Corán fue leído en la mezquita de Santa Sofía por primera vez en Turquía.

El concepto mahometano acerca de Dios está basado en el Antiguo Testamento [en una mala comprensión, de hecho], y no en el Nuevo. Dios es proyectado como un fiero  e implacable déspota oriental, sin ningún tipo de amor hacia la parte de la humanidad que no sean seguidores del Profeta [Mahoma]. [Por supuesto que esto ignora muchos pasajes que afirman el amor universal de Jehová].

El Islam prácticamente deja a Cristo fuera de su esquema doctrinal. Según el punto de vista mahometano, Él no es el Señor del reino celestial, el Hijo de Dios, el Salvador de los hombres; sino que es reducido al rango de un profeta judío, inferior en todo aspecto a Mahoma.

Su concepto del cielo, la morada de los bendecidos en la vida venidera, está totalmente desprovisto de espiritualidad y es absolutamente sensual.

Uno de los más devastadores rasgos de la religión musulmana fue su degradación de la mujer. Las mujeres eran vistas como esclavas o juguetes de los hombres. La Turquía moderna ha remediado esta situación, y en 1930 le dio a las mujeres el derecho de elegir y ser elegidas en las votaciones municipales. Pero fuera de Turquía, las mujeres eran mantenidas en un mínimo respeto en el mundo varonil.


En el campo de la historia y la política, quizá la falla más notable de la religión musulmana ha estado en el campo de la administración nacional. Los líderes musulmanes eran sorprendentes en sus conquistas, derrotando a sus oponentes desde China hasta España. Pero ellos no mostraban ningún poder sabio, el gobernante justo de los imperios que habían fundado. Las tierras del Islam eran las peor gobernadas en el mundo. Contrasta la historia de los turcos en ese aspecto con la de los antiguos romanos, quienes mostraron no solamente que podían establecer un imperio sino que podían gobernarlo sabiamente, trayendo prosperidad a cada tierra que ellos conquistaban. Ω

domingo, 19 de mayo de 2013

La negación del Islam de la muerte de Cristo


El Corán de los islámicos asegura que Jesús no fue crucificado; En lugar de eso la muerte del Señor sólo lo fue “en apariencia”. De hecho, se alega que Él fue “elevado” hasta Dios sin morir en la cruz (Sura IV. 157-158).

Esta alegación está absolutamente vacía de evidencia. Por ejemplo considere lo siguiente:

1.       Los profetas del Antiguo Testamento predijeron la muerte de Cristo. El Señor iba a ser perforado (Salm. 22:16; Zac. 12:10); muerto como un cordero ante el carnicero (Isa. 53:7), asesinado como la víctima de la Pascua (Éx. 12:1ss; comp. 1 Cor. 5:7), y entraría al Seol (Salm. 16:10; comp. Hch. 2:22-32) — el terreno de los muertos.

2.       Jesús mismo declaró que lo matarían (Mt. 16:21), y que su cuerpo estaría en la tumba durante tres días (Mt. 12:40).

3.       Los expositores del Nuevo Testamento afirmaron uniformemente que Jesús murió. Pedro proclamó este mensaje (Hch. 2:23; 3:15; 1 Pe. 1:18-21), igual Esteban (Hch. 7:52), Pablo (Hch. 13:28; 1 Cor. 15:1ss), y otros (comp. Apo. 5:9; 11:8; 12:11), etc.

4.       La historia secular afirma que Cristo murió. Josefo, el historiador romano, se refirió a la muerte de Jesús (Antigüedades 18.3.3). El escritor romano Tácito, dijo que Cristo fue “ejecutado” por Pilato (Anales 15.44). Los primeros enemigos del cristianismo, por ejemplo Celsio y Luciano, también concedieron que la muerte de Cristo era un hecho, como también lo hicieron los autores patrísticos del período ante-niceno.

La evidencia de la muerte del Señor es absolutamente abrumadora. Solamente un ignorante de la historia, o con una agenda diabólica, se atrevería a negar esta realidad irrefutable.

Un erudito islámico, quien había escrito un breve comentario acerca del Corán, expresa el punto de vista islámico con respecto a este asunto.

“El final de la vida de Jesús en la tierra está tan envuelto en el misterio como lo estuvo su nacimiento, y ciertamente la mayor parte de su vida privada, excepto los tres años de su ministerio. No es beneficioso discutir las muchas dudas y conjeturas que hay entre las sectas cristianas y los teólogos musulmanes. La Iglesia Ortodoxa Cristiana hace de la muerte en la cruz, de la sepultura y la resurrección al tercer día con el mismo cuerpo intacto, y que caminó y conversó con sus discípulos, y que luego ascendió al cielo el punto cardinal de su doctrina. Esto es necesario para la doctrina del sacrificio de sangre y la expiación vicaria de los pecados, lo cual es rechazado por el Islam” ((Qur’an — Translation & Commentary, Islamic Propagation Centre International, A. Yusuf Ali, 1946, p. 230).

El señor Ali cita varias fuentes para favorecer la noción de que Cristo nunca murió, por ejemplo, los basilianos y los docetas. El intento del caballero para desacreditar la muerte de Cristo es absolutamente fútil. Con respecto a estas dos fuentes podemos observar someramente lo siguiente:

1.    Basílides era un gnóstico egipcio del Siglo II d. C. Era un falso filósofo quien tenía solamente una remota conexión con el cristianismo. Basílides enseñó muchas cosas que serían repudiadas por el Islam. Difícilmente se le puede citar como una autoridad.

2.       El movimiento gnóstico conocido como los docetistas, negaba que Jesús hubiese venido en forma humana; Él solamente “parecía” ser humano. Por supuesto que los musulmanes no apoyarían ese punto de vista.

Por consiguiente es enteramente cínico citar estas fuentes como si pudieran considerarse de algún valor en cuanto a su descripción con respecto a la persona de Jesús de Nazaret.

El repudio islámico dela muerte de Cristo está basado en la aversión hacia la doctrina bíblica de la muerte vicaria del Señor como expiación por el pecado, y así niega el corazón mismo del evangelio de Jesús de Nazaret. La religión de Mahoma es hostil a la fe cristiana, y nunca debe ser visto como un sistema religioso opcional que cuente con aprobación divina.

Desafortunadamente algunos quieren ver el árbol de los beneficios prácticos de esta religión mientras ignoran el bosque de aberraciones doctrinales que este movimiento religioso defiende.

El cristiano auténtico no se atrevería a caer en tal compromiso (Mat. 10:32-33). Ω

¿Era Mahoma un profeta?


La respuesta es: “evidencia” y “lógica”. Permítame explicarle.

Si es el caso que hay suficiente evidencia para establecer la proposición que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido por el Antiguo Testamento, el auténtico Hijo de Dios; y si es el caso que las cosas que enseñó eran la verdad absoluta; y si también es un hecho que Él afirmó ser el camino exclusivo para acercarse a Dios, y que nadie lo remplazaría en ese papel; entonces lógicamente se sigue que Mahoma, mediante un proceso de eliminación, está excluido como el “profeta” que pretendía ser.

Por consiguiente, cada uno de estos elementos debe ser examinado cuidadosamente. Permítame resumir brevemente el asunto.

La Identidad de Jesús

Hay una vasta variedad de evidencia para establecer la identidad de Jesús de Nazaret como el “Mesías” profetizado en el Antiguo Testamento.

1.       Cientos de profecías identifican específicamente los indicios de la llegada del Mesías. Jesús— en Su naturaleza, vida y enseñanza —las cumplió completamente, todas y cada una (Lc. 24:44). Un ejemplo en miniatura puede verse en el capítulo 53 del libro de Isaías. Esta docena de versículos están llenos de detalles mesiánicos.

2.       Su nacimiento de la virgen María estableció Su naturaleza divina.

3.       Sus milagros autenticaron su afirmación de ser el Cristo.

4.       Su resurrección de entre los muertos le declaró públicamente como el Hijo de Dios (Rom. 1:4).

Estas cuestiones no son meras especulaciones, son hechos sólidos, históricamente fundamentados.

La Credibilidad de Cristo

La evidencia relativa a la naturaleza de Jesús establece su credibilidad con la certeza de un “contador de banco”. Cristo era la “verdad” en Persona (Jn. 14:6). No hubo “engaño” en su boca (Isa. 53:9). Su testimonio concerniente a Sí mismo era verdadero (Jn. 8:14). Él era el instrumento de verdad de Dios para un mundo rebelde (Jn. 1:17; 5:33).

El hecho es, aun cuando el Corán, el “libro sagrado” del islamismo llama a Jesús “el Mesías” (11 veces), “la Palabra de Dios” , el “Espíritu de Dios” (4:169-171), y el “Discurso de la Verdad” (19:34-35) — aún así los musulmanes interpretan estas frases en un sentido contrario al que el lenguaje aludiría ordinariamente.

La afirmación de ser el Mesías

Jesús afirmó que era su rol enseñar la verdad de Dios al mundo — que Él fue enviado por el Padre para esto (Jn. 1.14, 18). Él vino para ser “la luz de los hombres” (Jn. 1:4; 14:6), y el “camino” exclusivo al Padre (Jn. 14:6). Note el artículo definido (afirmando exclusividad) en las expresiones “la luz” y “el camino”.

En la parábola de los labradores malvados Jesús se describe a Sí mismo como la “última” oferta divina para el hombre (Mr. 12.6; comp. Heb. 10:26). La afirmación indica que ningún profeta, encabezando un nuevo sistema religioso, remplazaría a Cristo. Los apóstoles inspirados por Jesús enseñaron que su Maestro la oferta final del cielo para el hombre; en “ningún” otro se podía encontrar salvación (Hch. 4:11-12). En el Nuevo Testamento, el cual es el pacto de Jesucristo, el Cristianismo recibe descripciones como “el Camino” (Hch. 9:2; 19:9, 23; 22:4; 24:14, 24), y “la fe” (Gál. 1:23; 1 Tim. 5:8; Jud. 3; comp. Ef. 4:5). Ningún otro tiene respaldo divino.

Judas contendía que “la fe” (Cristianismo) había sido “entregado una vez (hapax) a los santos” (Jud. 3). El verbo griego pertenece a una ocurrencia que “es decisivamente única, una sola vez para todos los tiempos” ((Danker, Greek-English Lexicon, Chicago: University, 2000, p. 97). J. H. Thayer observó que el término “se usa en cuanto a una cosa que se hace con validez perpetua y que nunca necesita repetición” (Greek-English Lexicon, Edinburgh: T.&T. Clark, 1958, p. 54). Considere que el uso dual de hápax (una vez) en Heb. 9:26-27. Ningún sistema religioso, autorizado y aprobado por Dios, estuvo planeado como sustituto del cristianismo.

Así que, por lógica, el sistema islámico está eliminado.

Cuando uno añade a estas proposiciones el hecho de que el Corán, cuando es examinado críticamente, cae por su propio peso, sólo el caso a favor del cristianismo se mantiene en pie— erguido como el sistema religioso aprobado por el cielo. Ω