La verdad, cualquier verdad, toda
verdad, siendo parte de un todo armonioso, nunca está en conflicto consigo
misma. Así que, cuando nos confronta un caso donde pareciera existir un choque
entre la verdad y la justicia, no es más que simple justicia concluir que la
dificultad sólo aparenta serlo y que esta se puede resolver por medio de un
estudio cuidadoso de los términos utilizados y de las circunstancias
involucradas en el tema en cuestión. En vista del hecho que la enseñanza
uniforme de las Escrituras conduce a la conclusión de que Dios nunca motivaría
a una persona a violar su enseñanza y luego castigarla por hacerlo, se debe
seguir que hay una explicación que es consistente con los tratos de Dios con el
hombre, y que al mismo tiempo exhibe la veracidad de la declaración hecha.
Moisés, el agente de Jehová, fue
enviado ante el faraón con la demanda de que al pueblo de Israel se le
permitiera abandonar la tierra de Egipto e ir al desierto a adorar al Señor. Se
proveyó de amplia evidencia al monarca de la autenticidad de la misión de
Moisés, y del ejercicio del poder de Dios que lo respaldaba. Esto debió
ablandar el corazón del rey ya que estas cosas mostraban claramente ante él
cuál era la voluntad de Dios en el asunto. Debería recordarse que faraón
endureció su corazón después contempló las manifestaciones divinas de la
desaprobación de Dios; y, cuando las plagas fueron suspendidas por un tiempo, él
aún exhibía un corazón endurecido. Esta suspensión no influyó en él y aún se
rehusaba a cumplir la voluntad de Dios y dejar ir al pueblo esclavizado. Así
endureció faraón su propio corazón contra el deseo de Jehová.
Pero, ¿por qué se dice que Dios endureció
el corazón de faraón? No es raro, en las Escrituras, que se diga que Dios hace
algo porque lo permite o porque deja que otros lo hagan. En una ocasión cuando
el pueblo de Israel se apartó de Él para volverse a las deidades idólatras de
las naciones que la rodeaban, Dios dijo que les dio el deseo de su corazón—“estatutos
que no eran buenos” y “decretos por los cuales no podrían vivir” (Eze. 20:25).
Él les permitió tener las consecuencias naturales de sus demandas.
La conjugación de los verbos Hif’il
en hebreo generalmente significa permitir o acceder como también causar,
de modo que todo lo que significa es que Dios permitió que el rey asumiera una
disposición de mantener su naturaleza y voluntad obstinada. La demanda que Dios
hizo al monarca le condujo a la dureza de corazón que éste exhibió; y, aunque
Dios puso en movimiento los eventos que condujeron a esta situación, la culpa
era completamente de faraón.
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