miércoles, 11 de enero de 2017

Los Predicadores No tienen la misma autoridad que los Ancianos

La autoridad de Dios es inherente a Su palabra, el evangelio de nuestra salvación. Nuestro Padre en el cielo dio la Palabra a su Hijo, Cristo, Quien a su vez dio las palabras al Espíritu Santo, Quien de igual manera dio las palabras a los escritores del Nuevo Testamento (Jn. 16:1-3, 5; 2 Cor. 5:18-21). Esto se llama la cadena de autoridad. Dios utilizó «vasos de barro» para transmitir en tesoro de la verdad (2 Cor. 4:7).

Los apóstoles se sentaron «sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» por medio de la palabra escrita (Mat. 19:28). Sentarse en un trono denota poder y autoridad. Ese poder y autoridad reside en la palabra de Dios. Pablo escribió, «Pues aunque yo me gloríe más todavía respecto de nuestra autoridad, que el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré» (2 Cor. 10:8). Él estaba hablando de autoridad apostólica. Dios habla hoy a través de Su palabra escrita con todo el poder y autoridad con los cuales lo hizo por otros medios (la zarza ardiente, sueños, escrituras en muros, etc.). Por lo tanto, cuando alguien (sea un niño de diez años o un hermano de edad avanzada) lee en voz alta la Palabra de Dios en privado o en público, él habla con la autoridad de Dios.

Pablo dijo al predicador Tito, «Esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie» (Tito 2:15). Un predicador tiene autoridad cuando él predica la Palabra de Dios (2 Tim. 4:2).

Pero un predicador no tiene la autoridad que tiene un anciano. Los ancianos están autorizados para velar por sí mismos y por el rebaño, alimentándolo y protegiéndolo (Hch. 20:28). Un predicador está fuera del rango de su deber cuando intenta hacer la obra que Dios asignó a los ancianos, es decir, la de supervisar el rebaño (1 Pe. 5:1-3). Los predicadores deben cuidar, principalmente, de sí mismos y de la doctrina (1 Tim. 4:16). Los ancianos son culpables de negligencia si permiten que el predicador o los predicadores asuman las responsabilidades del ancianato. Recuerde que a los ancianos se les ha encargado el deber de velar para que las acciones que realizan los demás, las realicen correctamente. Esto significa que los ancianos deben contratar a un predicador para que les ayude a alimentar al rebaño. Pero son los ancianos los que tienen que velar para que el rebaño reciba comida nutritiva (Sal. 23:1-3).

LOS PREDICADORES NO DEBEN DOMINAR A LOS ANCIANOS

Los predicadores, al igual que todos los miembros (esto incluye a cada anciano), están bajo el ancianato. El escritor de Hebreos ordena, «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros» (Heb. 13:17).

Según el diccionario, «dominar» significa «mandar, gobernar, predominar sobre». Sin embargo, al parecer la palabra conlleva un sentido más emotivo que el de simplemente mandar o gobernar. Por ejemplo, los ancianos deben gobernar, pero no «teniendo señorío sobre los que os han sido confiados» (Heb. 13:17; 1 Pe. 5:3). Deben gobernar, pero no dominar. Ni los ancianos ni los predicadores deben dominar. El único que debe dominar es Jesucristo (1 Tim. 6:15; Hch. 2:36).

Los predicadores, como todos los miembros, deben recordar cuál es su lugar en el cuerpo del Señor (1 Cor. 12:18). Los predicadores del evangelio no deberían dar órdenes a los ancianos sino estar en sujeción. Esto no significa que no puedan hacer sugerencias pertinentes al bienestar de la iglesia. Algunos pueden acusar a los predicadores de dominar a los ancianos cuando el problema real puede fundamentarse en que los hombres en el oficio de supervisión no son líderes. Los pastores del rebaño deben ser líderes y deben guiarlo por el camino correcto, es decir, de acuerdo con la ley de Dios.


De hecho, aunque haya hombres sin la suficiente calificación para estar «sirviendo» como ancianos, eso no justifica al predicador para pasar por encima de ellos o dominarles. Los hombres que no llenan los requisitos para ser ancianos nunca debieron ser seleccionados; pero si han sido seleccionados, deben abandonar el cargo. Si se rehúsan a renunciar, entonces, en lugar de dividir el cuerpo del Señor, el predicador debe trabajar con ellos hasta donde se lo permita su capacidad. Si no es capaz de lograr eso, debe salir y predicar en alguna otra parte.