sábado, 22 de marzo de 2014

¿Es pecado que los padres no controlen a sus niños menores de 7 años durante el culto?

De acuerdo con la ley bíblica, el niño no está obligado a observar las mitzvot hasta que no se convierta en adulto. No obstante, existe la mitzvá de origen rabínico, denominada “jinuj”, que dice que los padres deben educar a sus hijos para que se acostumbren a hacer las mitzvot y para que eviten hacer todo aquello que la Torá prohíbe.

La mitzvá de jinuj comienza a aplicarse, en el caso de cada mitzvá, apenas el niño es capaz de observarla. ¿Desde cuándo sucedía esto de empezar a instruir al niño en las obligaciones religiosas? Ante todo, debemos investigar con criterio y con ahínco antes de precipitarnos a “crear leyes” sobre la base de interpretaciones de textos bíblicos que luego vayamos a imponerlas sobre la iglesia. Es temerario el querer ser más misericordiosos que Dios, pero también el querer ser más estrictos que Él. Además, cuando leemos los textos bíblicos y queremos extraer de ellos la voluntad de Dios y no inyectarles nuestras propias ideas y prejuicios, debemos tomar en cuenta dos aspectos de exégesis básica: el texto original y el contexto.

En cuanto a la niñez hebrea, ésta se dividía en SIETE etapas (Alfred Edersheim, Vida y Tiempos de Jesús el Mesías). Según el niño iba creciendo asimismo aumentaban sus responsabilidades hogareñas y hacia Dios. Tanto era el cuidado que los rabinos tenían con respecto a la edad en la cual se empezara a demandar atención hacia la religión de parte del niño que en el Talmud, en Cheth 50, ellos advierten: “Antes de los seis años, tratar de enseñarles la Torá es como correr detrás de ellos todo el día sin poder alcanzarlos”.

ETAPA 1: Yeled (Éx. 2:3, 6, 8), niño recién nacido, o de meses de nacido.

ETAPA 2: Yonek (Isa. 11:8), al que 'amamantan'.

ETAPA 3: Olel (Lm. 4:4), el que es amamantado pero ya pide pan.

ETAPA 4: Gamul (Sal. 131:2), el niño destetado.

ETAPA 5: Taf (Est. 3:13), el que 'se aferra´a su madre.

ETAPA 6: Elem (Isa. 7:14), el que ya tiene una contextura firme, fuerte.

ETAPA 7: Na'ar (Prov. 22:6), 'El que se sacude' [la protección de sus padres].
E

Algunos textos bíblicos que nos hablan de la crianza de los hijos en el Antiguo Testamento tienen una perspectiva totalmente diferente cuando los leemos en español que cuando los leemos en su sentido original. El término “niño” o “hijo” es muy general en nuestro idioma pero en el hebreo, como vemos en el gráfico arriba, no existía esta ambigüedad. Dependiendo del término que se utilizara uno podía tener una noción casi exacta del rango de edad del sujeto del cual se hablaba. Veremos algunos ejemplos, tomando en consideración los pasajes bíblicos que algunos están utilizando para enseñar acerca de este tema tan importante como delicado pero con más celo de Dios que ciencia divina. El obrero de Dios debe “trazar con precisión la palabra de verdad” pues “haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que oyeren” (2 Tim. 2:15; 1 Tim. 4:16).

GÉNESIS 33:4-7

Entonces Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó, y echándose sobre su cuello lo besó, y lloraron. Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos que vienen contigo? Y él respondió: Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo.  Entonces se acercaron las siervas con sus hijos, y se inclinaron. Lea también se acercó con sus hijos, y se inclinaron; y después José se acercó con Raquel, y se inclinaron”.

Estos “niños” de los que se habla aquí, ¿qué edades podrían tener? Según el texto original ellos eran de la etapa 1, los llamados Yeled (Strong, #03205), o sea, algunos eran recién nacidos o tenían pocos meses de haber nacido. Dice el texto que ellos “se inclinaron junto con sus madres”, lo cual no es extraño siendo que eran bebés que aún no caminaban y que estarían en el seno de sus madres cuando ELLAS realizaron esta acción reverente. Huelga decir que este texto no demuestra que los niños menores de 6 años estaban obligados a mostrar reverencia. ¡Estos pequeños ni siquiera entendían qué estaba sucediendo! Y debemos añadir que ésta no era una reverencia religiosa hacia Dios en un contexto de culto, era más bien una señal de respeto hacia un superior HUMANO, típica de la región y la época, utilizada aún por los paganos. Era un saludo de profundo respeto. Algo cultural.

Este texto difícilmente se podría aplicar a nuestra situación en los cultos de adoración. Estos niños eran tan pequeños, que Jacob le rogó a Esaú no viajar inmediatamente pues eso podría afectar a los niños ya que eran “tiernos” [en edad] (LBLA).

DEUTERONOMIO 31:9-12

Y escribió Moisés esta ley y la dio a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto del Señor, y a todos los ancianos de Israel. Entonces Moisés les ordenó, diciendo: Al fin de cada siete años, durante el tiempo del año de la remisión de deudas, en la fiesta de los tabernáculos, cuando todo Israel venga a presentarse delante del Señor tu Dios en el lugar que El escoja, leerás esta ley delante de todo Israel, a oídos de ellos. Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que está en tu ciudad, para que escuchen, aprendan a temer al Señor tu Dios, y cuiden de observar todas las palabras de esta ley”.

En este otro pasaje, tenemos las instrucciones de Moisés para los levitas. Instrucciones que debían seguirse desde aquel día y por todas las generaciones del pueblo de Israel. Se ordenó aquí incluir a los “niños”. Nuevamente nos preguntamos, ¿a qué etapa de la niñez debían compartirles ellos este precioso conocimiento de la voluntad de Dios? El texto en el original hebreo nos dice que estas palabras estaban dirigidas a los Taf, la quinta etapa de la niñez. En esta etapa el niño ya ha sido destetado, camina y se mueve hacia donde vaya su madre, aferrado a ella. A partir del momento en que su padre notara que ya su hijo entraba en esta etapa debía comenzar a enseñarle, en la medida de su capacidad, todas las palabras de la ley de Dios. ¡Interesante la especificación de la etapa en la que esto SE EMPEZABA a realizar! El niño iniciaba un aprendizaje progresivo de los mandamientos de Dios, de las bendiciones por obedecer y de los castigos establecidos para la desobediencia. A esta edad las niñas comenzaban a encender las velas en las fiestas religiosas, y los niños elevaban sus primeras oraciones y bendiciones diarias (Rabí Eliezer, Akiva y otros).

I SAMUEL 1:22

“… E hizo [Ana] voto y dijo: Oh Señor de los ejércitos, si tú te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo a tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza. Pero Ana no subió, pues dijo a su marido: No subiré hasta que el niño sea destetado; entonces lo llevaré para que se presente delante del Señor y se quede allí para siempre” (1 Sam. 1:11, 22).

Acerca de este texto comentaré poco debido a que resalta a la vista de todo lector instruido que aquí hablamos de un caso especial, donde se realiza un voto de dedicación de un hijo al servicio de por vida en el templo de Dios. No podemos ser justos si aplicamos este caso a la situación de niños en la actualidad que permanecen en nuestros hogares y a una época donde nadie hace ni está en la obligación de hacer este tipo de VOTOS. En todo caso, la consideración hacia el texto hebreo nos vuelve a instruir. El “niño” de este pasaje bíblico, al momento de ser llevado a cumplir el voto de su madre, estaba en la séptima y última etapa de su niñez, de acuerdo con el concepto que venimos estudiando. Él era un Na’ ar (Strong, #05287). Estaba en una edad donde ya él “se sacudía” de la protección de sus padres [Este es el sentido del término, aludiendo a los leones cuando sacuden sus melenas mientras rugen] y empezaba a buscar su independencia psicológica y se desenvolvía en el oficio de su padre. Esta misma fue la etapa en la que Dios llamó a Jeremías para que fuera su profeta. Recordemos lo que él le respondió a Jehová: “Entonces dije: ¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven” (Jer. 1:6). En la versión Reina-Valera dice “niño”. ¿Era Jeremías un niño menor de 7 años cuando Dios lo envió a profetizar a su pueblo? Él debió ser por lo menos un pre adolescente. Esto nos da una perspectiva mucho más amplia cuando tomamos en cuenta que es el mismo término que se utiliza para Samuel y que también vemos en Proverbios 22:6, “Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”.

CONCLUSIÓN

Así como con estos pocos ejemplos hemos podido demostrar que a un término bíblico no debe imponérsele un sentido sin primeramente investigar su significado en la lengua en la que se originó, podríamos hacer igual con otra hueste de pasajes que a lo largo de las Escrituras nos dan instrucciones acerca de la crianza apropiada y espiritual de nuestros hijos.

Es temerario que hagamos “leyes” donde Dios no ha hecho alguna. Es irrespetuoso interpretar la Biblia sin tomar en cuenta su complejidad y sin dar uso a todas las herramientas que el Dios Todopoderoso, bendito sea su Nombre, ha dejado en nuestras manos con miras a que no cometamos estos errores. Ya diría Juan que “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro” Apo. 22:18). Tengamos cuidado, hermanos, porque el resto de la Palabra de Dios tiene el mismo valor que las profecías de Apocalipsis. No tratemos de añadir reglas ni de imponer un sistema propio de niveles de espiritualidad donde luego a la desesperada buscamos textos que lo justifiquen fallando miserablemente en el intento.


Instruyamos a nuestros hijos desde temprana edad. Instruyamos no según nuestros criterios sino según “la disciplina y amonestación del Señor”. Haciendo esto alargaremos sus días sobre la tierra, y multiplicaremos la semilla del evangelio de Dios en la tierra. 

lunes, 17 de marzo de 2014

¿Deben los cristianos guardar el sábado?

En estos tiempos cuando muchos están preocupados por el deterioro moral de nuestra nación, de vez en cuando se escucha la siguiente recomendación: “Deberíamos volver a los Diez Mandamientos como nuestro código de conducta”. Aunque el motivo de tal consejo es honorable, éste sugiere un erróneo, aunque común concepto acerca de la naturaleza de los mandamientos.

En primer lugar, la mayoría de nosotros (todos los que no somos judíos) nunca ha estado bajo el régimen del Decálogo. Los Diez Mandamientos eran parte de la ley mosaica, y ese sistema fue dado únicamente a los hebreos (Deut. 5:1-5). Esto no sugiere que los antiguos gentiles estuvieran exentos de responsabilidad moral y religiosa; esto simplemente significa que los no israelitas nunca fueron responsables ante el código mosaico en sí.

Aparte de esto, es un hecho lógico que si uno argumenta por la reinstitución de los diez mandamientos, debe, si quiere ser consistente, contender que los requerimientos relacionados con el sábado también son obligatorios para nosotros. Desde luego, este punto de vista es promovido por los adventistas del séptimo día y otros sabatistas, pero éste no refleja la perspectiva bíblica. En este estudio pretendemos mostrar tres cosas. Primero, la iglesia del primer siglo, mientras estuvo dirigida por líderes inspirados, no observaba el sábado. Segundo, las características únicas del sábado del Antiguo Testamento demuestran que el mismo no fue diseñado para convertirse en un requerimiento internacional. Tercero, las Escrituras enseñan explícitamente que el sábado como día de reposo ha sido abolido. Permítanos destacar cada una de estas líneas de pensamiento.

La Práctica de los Cristianos del Primer Siglo

Por más que alguien trate, será en vano querer hallar evidencia en el Nuevo Testamento de que la iglesia primitiva observara el sábado con aprobación apostólica. Cierto es que los apóstoles frecuentaban las sinagogas con el propósito de proclamar el evangelio. Allí estaría la más grande concentración de judíos (comp. Hch. 13:14; 17:1-2, etc.), y el mensaje relacionado con Jesús debía predicarse en primer lugar a ellos (Rom. 1:16).

Pero, ¿dónde está la evidencia de que la iglesia primitiva, bajo la guía divina, se reunía a adorar a Dios en el séptimo día de la semana?

(1) El reino de Cristo fue establecido en el día de Pentecostés (Hch. 2:1), el cual siempre caía en “el día siguiente al séptimo día de reposo” (Lev. 23:15-16), por consiguiente, el domingo. De manera que la iglesia comenzó a adorar en el primer día de la semana (comp. Hch. 2:42).

(2) Los discípulos en Troas “fueron reunidos” [voz pasiva] “el primer día de la semana” para partir el pan, es decir, para adorar (Hch. 20:7). El día específico de reunión no fue un accidente. Aunque Pablo estaba ansioso por ir a Jerusalén (20:16), esperó siete días para tener la oportunidad de reunirse con la iglesia.
Además, la voz pasiva indica que la asamblea fue convocada por otra persona aparte de los discípulos; esto fue una iniciativa divina.

(3) Los santos en Corinto se estaban reuniendo y contribuyendo al fondo de la iglesia “cada primer día de la semana” (1 Cor. 16:2 según el texto griego).

(4) En la isla de Patmos Juan estaba “en el Espíritu en el día del Señor” (Apo. 1:10). El término para “del Señor” es kupiakos, el cual se define aquí como “en relación con el Señor”. Thayer el lexicógrafo griego comenta: “…el día dedicado al Señor, consagrado a la memoria de la resurrección de Cristo” (365).

Los relatos de los evangelios dejan claro que la resurrección ocurrió un domingo. Aunque Apocalipsis 1:10 no sería conclusivo por sí solo, el hecho mismo de que el día sea mencionado específicamente es importante.
También debemos añadir esta nota. Aunque es cierto que algunos débiles y malinformados cristianos judíos tenían dificultades con romper el vínculo con la economía mosaica (Rom. 14:1ss; Gál. 4:10-11), es importante recordar que la enseñanza apostólica inspirada procuraba corregir este error.

Y aún más, tenemos el registro de los escritores patrísticos postapostólicos. Durante los tres primeros siglos de la historia del cristianismo, el testimonio es uniforme en cuanto a que los discípulos originales de Jesús adoraban el domingo no el sábado. Aquí daremos una muestra de dicho testimonio.

(1) La Didaché (120 d. C.) declara que “cada día del Señor” los cristianos se reunían para “partir el pan” (PAN [Padres Antenicenos] VII. 381).

(2) La Epístola de Bernabé (120 d. C.), al discutir cosas tales como el incienso, lunas nuevas y sábados, dice que “el Señor abolió estas cosas” en deferencia a “la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo (PAN I.138). Más adelante afirma: “Este es el motivo por el que guardamos el octavo día con regocijo, el día en el que también nuestro Señor se levantó de entre los muertos” (I.147).

(3) Justino Mártir (140 d. C.) declaró que en “el día que llamamos domingo” los primeros cristianos se reunían a adorar. Además añadió que ese era el día en el que Cristo se levantó de entre los muertos (I.186).

(4) Clemente de Alejandría (194 d. C.) habla de alguien que “guarda el día del Señor” como “glorificando al Señor en sí mismo” (PAN II.545).

(5) Tertuliano (200 d. C.) argumentaba que la “antigua” ley había sido consumada; así que “se demostró que la observancia del sábado era algo temporal” (PAN III.155). En otra parte dice que los sábados son “ajenos” al cristiano, y que ellos compartían juntos “en el día del Señor” (70).

(7) El notable historiador Philip Schaff concluye: “La universal e incontrovertida observancia del domingo en el segundo siglo sólo puede explicarse por el hecho de que ésta tenía sus raíces en la práctica apostólica” (478-479).

Finalmente, debemos hacer este comentario. Es incorrecto llamar al domingo “el sábado cristiano”.

Consideraciones del Sábado del Antiguo Testamento

Primero, al considerar los requerimientos del sábado del Antiguo Testamento, quizá sea útil recalcar que había muchos otros “sábados”, adicionales al sábado conocido como el séptimo día, los cuales eran obligatorios para los hebreos (comp. Lev. 19:3; 26:2).

Por ejemplo, había los días sábados extra en relación con las cinco fiestas sagradas (por ejemplo, La Pascua, Los Primero Frutos, etc. comp. Lev. 23:7-8, 21, 24-25, 32, 39). En realidad los hebreos celebraban cincuenta y nueve sábados al año. Adicionalmente cada siete años había un año sabático (Lev. 25:1-4) y cada quincuagésimo año era sabático también (Lev. 25:8-13). La tierra debía dejarse sin cultivar durante este tiempo, y las deudas debían ser perdonadas (Deut. 15:2).

En un período de cincuenta años, el hebreo fiel, en un grado o en otro dependiendo del requerimiento específico de la ley, observaría 5,830 sábados. Contraste eso con el hecho de que el sabatista promedio actual, en el mismo período de tiempo guardando sólo el sábado honraría solamente 2,600 sábados, así, fallaría en 3,230 sábados según el estándar divino.

Segundo, como indicamos arriba, el sábado, como un requerimiento religioso, estaba restringido a los israelitas. Éste no era parte de ningún pacto patriarcal (comp. Deut. 5:2-3); más bien fue una ordenanza que se dio a conocer en el Sinaí (Neh. 9:13-14), la cual sirvió como una “señal” entre Jehová y su pueblo especial (Ez. 20:12). Así que, los gentiles nunca habían estado bajo la obligación de guardar el sábado.

Tercero, considere este regulación: “No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas el día de reposo” (Éx. 35:3). Esta es una clara evidencia de que el sábado no fue diseñado como un requerimiento universal. El profesor Rawlinson observa que “en el cálido clima de Arabia y Palestina el fuego artificial no era tan necesario” (378).

Por ejemplo, Jerusalén está en la misma latitud que Nueva Orleans y Houston. La temperatura anual promedio es sesenta y cinco grados, y rara vez cae por debajo de cuarenta. Uno sólo puede imaginar lo que pasaría si se intentara guardar esta ordenanza en Alaska y Siberia.

El Sábado Terminado

Las Escrituras son enfáticas en cuanto a que el requerimiento de guardar el sábado ha sido cancelado. Los datos en el Nuevo Testamento guían a la conclusión que la ley de Moisés (con todos sus componentes — incluyendo el sábado) ha sido abrogada. Pablo afirma que “la ley de los mandamientos” ha sido abolida “por medio de la cruz” (Ef. 2:14). Similarmente “el acta de los decretos expresados en ordenanzas” (las cuales incluían días de fiestas, sábados, etc.) ha sido “quitada de en medio y clavada a la cruz” (Col. 2:14-16).

Sin embargo, los sabatistas alegan que solamente las características ceremoniales (por ejemplo, los sacrificios de animales) del pacto mosaico fueron abolidas en la cruz. Los elementos morales de la ley (por ejemplo, los mandamientos) continúan vigentes en nuestros días de acuerdo con su entendimiento.

Esta posición es arbitraria, artificial y no pasará el examen de las Escrituras. Observe lo siguiente:

(1) Dios prometió hacer “un nuevo pacto”, el cual no sería como aquel que se le había dado a Israel cuando dejó Egipto (Jer. 31:31ss). Cuando se dio “un nuevo pacto” también se dio un “cambio” en las leyes (Heb. 7:12). Pero la ley antigua, entregada cuando Israel escapó de la esclavitud egipcia, contenía los diez mandamientos (1 Re. 8:9, 21). Así que, el decálogo expiró cuando el Antiguo Testamento fue reemplazado por el Nuevo.

(2) En Romanos 7, el apóstol argumentó que el cristiano está “muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo” (v. 4). Además contendió que el hijo de Dios está “libre de la ley” (v. 6).

Bueno, y ¿cuál era “la ley” que se tenía en mente en este pasaje? ¿Meramente la parte ceremonial de la ley? No, ese no es el caso, pues a continuación Pablo dice: “yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: No codiciaras” (v. 7; comp. Éx. 20:17).

Claramente la ley para la cual el cristiano está “muerto”, es decir, separado de, y de la cual ha quedado “libre”, incluye los Diez Mandamientos. El cristiano no está bajo la obligación de guardar el sábado.

La realidad es que luego de que Pablo dijera que la ley había sido “clavada en la cruz”, declaró también que nadie debe “juzgar”, es decir, condenar (comp. Thayer, 361) a un cristiano por no guardar días de fiesta, sábados, etc. (Col. 2:16). Esa declaración no se habría podido hacer si la ley del sábado aún hubiera estado en vigor.

No dudamos que muchos de los sabatistas son sinceros en su profesión de guardar el séptimo día. Pero la sinceridad por sí sola no es una justificación. La práctica moderna de guardar el sábado es errónea.

Bibliografía


  • ANF [PAN] (1995 Edition), Ante-Nicene Fathers, Alexander Roberts & James Donaldson, Eds. (Peabody, MA: Hendrickson), Ten Volumes.
  • Eusebius Pamphilus (1955 Reprint), Ecclesiastical History (Grand Rapids, MI: Baker Book House).
  • Jackson, Wayne (1986), Background Bible Study (Stockton, CA: “Courier Publications”).
  • Rawlinson, George (1950 Reprint), “Exodus,” The Pulpit Commentary, Spence & Exell, Eds. (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. 1.
  • Schaff, Philip (1980 Reprint), History of the Christian Church (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. I.
  • Thayer, J.H. (1958), Greek-English Lexicon of the New Testament (Edinburgh: T.&T. Clark).

martes, 4 de marzo de 2014

La Autoridad del Líder Cristiano Definida por Jesús y sus apóstoles


Para poder desarrollarse, toda sociedad humana debe establecer su propia organización y estructuras autoritativas. Eventualmente, si alguien desea saber algo acerca de una nación, familia o asociación en particular, muy probablemente tendrá que inquirir acerca de la naturaleza y uso de su autoridad. Las agrupaciones humanas pueden describirse como “dictatoriales”, “autoritarias”, “democráticas”, “igualitarias”, “republicanas”, “liberales”, y otras similares. Cada una de estas designaciones refleja la manera en la que se usa la autoridad dentro de esa comunidad.

Aunque es diferente de una nación, familia o asociación, la iglesia también es una sociedad humana (entiéndase ‘compuesta por seres humanos’) que debe tener una estructura organizacional/autoritativa para poder esparcir su mensaje y cumplir así la Gran Comisión dada por Cristo (Mat. 28:19-20). Debido a esto es legítimo inquirir acerca de la naturaleza y uso de la autoridad dentro de la comunidad de los creyentes. Tal indagación es de vital importancia, ya que de esto depende el cómo entendemos y ejercemos la autoridad dentro de la iglesia. Aun las enseñanzas más fundamentales como la naturaleza de Dios y la salvación se ven influenciadas por la manera en la que definimos la autoridad.Primero, el ministerio en la iglesia del Nuevo Testamento no era jerárquico. No puede haber duda que durante su ministerio terrenal Jesús otorgó a algunos de sus seguidores la misión especial de proclamar el reino de Dios. Ellos habían sido elegidos para ser Sus representantes y debían continuar Su misión y reproducir en sus propias vidas las características de Jesús mismo, a saber, el compromiso total y servicio a Dios y a los demás seres humanos. Sin embargo, su testimonio no estaba basado en su posición, rango, status, sino en la misión que habían recibido de Cristo. Su autoridad especial estaba basada en el hecho de que ellos habían sido testigos oculares de la presencia de Jesús en la tierra. De modo que, con la ayuda del Espíritu Santo, esto conllevaba preservar y transmitir un confiable y auténtico relato de la vida y enseñanzas de Jesús. Sobre esta base descansaba el respeto único y especial hacia ellos de parte de la iglesia.

Los escritos de muchos de estos testigos presenciales finalmente fueron recolectados en el canon del Nuevo Testamento y así estos documentos llegaron a ser normativos para los creyentes y su exclusividad autoritativa expresada en el popular axioma sola scriptura. Sin embargo, el Nuevo Testamento no provee ningún apoyo para el punto de vista que esta posición especial de la que gozaban los Doce dentro de la comunidad cristiana haya sido transferida a algún otro tipo de líderes.

Lo que vemos en el Nuevo Testamento es una comunidad como no hay otra igual. Era una comunidad cuyos líderes rehuían de cualquier forma de jerarquía que les situara por encima de los demás. De hecho, siguiendo el ejemplo de Jesús, los líderes del Nuevo Testamento proclamaban que nosotros sólo podíamos ser una jerarquía inversa. Continuando el ejemplo de Jesús, sus líderes solían referirse a sí mismos como doulos y diakonos tanto de Dios como de la iglesia. Acorde con esto, en I Corintios 3:5, Pablo escribe: “Qué es, pues, Apolos? Y ¿qué es Pablo? Servidores (diakonoi) mediante los cuales vosotros habéis creído…” En 2 Corintios 4:5, declaró enfáticamente: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos (doulous)”. Así que lo encontramos constantemente ensalzando a Cristo y a los demás, mientras hablaba de sí mismo en términos poco favorecedores tales como “el primero” de los pecadores (1 Tim. 1:15). En otra parte escribe: “… y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol” (1 Corintios 15:7-9). En 1 Corintios 4:1 Pablo se refiere a sí mismo y a sus colaboradores como remeros de abajo (huperetas). A su mente vino una imagen de una galera de un antiguo barco de guerra griego o romano con tres niveles de remos. Pablo se sitúa a sí mismo en la parte más baja del triple remero: él estaba debajo de los otros remeros.

Aun cuando Pablo había sido comisionado para proclamar el evangelio, para enseñar, exhortar, reprender, pareciera que él evitaba a propósito posicionarse en un rol por encima de los demás creyentes. En lugar de eso, y a pesar de su posición especial como apóstol de Cristo, conquistaba a las personas para que siguieran a Cristo, no por medio de la autoridad de su "oficio”, sino a través del testimonio de su vida. “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Cor. 11:1;  4:16; Filp. 3:17; 4:9; 1 Tes. 1:6; 2 Tes. 3:7). Por lo tanto, con una conciencia clara, Pablo sería capaz de escribir a los corintios que cuando su joven discípulo Timoteo los visitara: “… él os recordará mis caminos, los caminos en Cristo, tal como enseño en todas partes, en cada iglesia” (1 Cor. 4:17). De manera que, ésta era la forma como él vivía, y no su posición, lo que identificaba la auténtica autoridad de Pablo en la iglesia.

Aun cuando todos los creyentes eran llamados a ser siervos de Dios y de los demás, esto aplicaba especialmente a los líderes en la comunidad cristiana quienes, según la enseñanza de Cristo, debían considerarse a sí mismos como “inferiores a los demás”, y así convertirse en un ejemplo para aquellos que estaban bajo su cuidado. Pedro hizo eco de Jesús cuando escribió a los ancianos de la iglesia: “Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros… no como teniendo señorío [katakurieontes] sobre los que os han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño” (1 Pedro 5:2-5). Esta era la razón primaria por la que Pablo, Santiago y Pedro frecuentemente se presentaban a sí mismos ante las congregaciones como esclavos (douloi) de Cristo (Rom. 1:1; Stgo. 1:1; 2 Pe. 1:1). Todo esto nos sugiere que el liderazgo del Nuevo Testamento no tenía que ver con tener “autoridad” sobre los demás, tener “la última palabra” o poseer un “oficio por ordenación”. Más bien tenía que ver con la actitud de Pablo, Pedro y de otros líderes de la iglesia del Nuevo Testamento, quienes eran guiados por el ejemplo de devoción hacia su Señor y hacia los demás. Este era el fundamento de la genuina autoridad cristiana.

Viendo el liderazgo de la iglesia desde la perspectiva anterior, aun los obispos (episcopes, en 1 Tim. 3:1) o ancianos (presbyterous en Tito 1:9) ciertamente eran personas especiales pero, con todo y su privilegio de ser los únicos de quienes se dice que “gobiernan” a la congregación (1 Tim. 5:17) estaban allí principalmente para servir al Señor y a la comunidad. Estaban para guiar con el ejemplo más que con la autoridad de su posición. Aún ellos estarían siempre bajo la mirada atenta y la posibilidad de llamado de atención de parte de la congregación dentro de ciertos límites (llevar uno o dos testigos delante del evangelista, 1 Tim. 5:19-20). ¡Aún con toda la especialidad de su posición si persistían en caer en los mismos errores podían ser reprendidos delante de todos! La grandeza de ninguna persona dentro de la iglesia está por encima de la iglesia. Y si esto es cierto en cuanto a los ancianos, ¿será menos cierto cuando se trata de varones que con su liderazgo están atendiendo los asuntos de la congregación local pero que no tienen la posición ni privilegios de los obispos?

El liderazgo de la iglesia en ausencia de ancianos está en manos de los varones. Hay un orden que existe en la misma naturaleza del esquema divino de las cosas. En su primera epístola a los corintios Pablo declara: “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios” (11:3).

Hay dos asuntos de interés aquí:

1. ¿Cuál es el significado del término “cabeza”?
2. ¿El término griego aner en este pasaje denota “hombre” o “esposo”’? Ya que éste puede significar lo uno o lo otro dependiendo del contexto.

La mejor evidencia indica que la palabra kephale (cabeza) refleja, en este caso, la idea de “autoridad”. Un pasaje del Antiguo Testamento griego dice: “Tú me has librado también de las contiendas de mi pueblo; me has guardado para ser cabeza de naciones; pueblo que yo no conocía me sirve” (2 Sam. 22:44).

El sentido de “autoridad” es el punto de vista predominante de los eruditos en griego (Thayer, Greek-English Lexicon, 345; Danker, Greek-English Lexicon, 542). Price dice que en este pasaje el término denota “alguien que mantiene una posición de autoridad y liderazgo” (Bromiley, International Standard Bible Encyclopedia — Revised, II, p. 640).

Es el hombre, entonces, quien es cabeza (figura de autoridad) sobre la mujer — no viceversa.

Aunque muchos ven la referencia aquí a la autoridad del esposo sobre la esposa (como en Ef. 5:23), este contexto difícilmente sugiere eso. Pablo dice que Cristo es la “cabeza” del aner. ¿Acaso el Señor sólo es cabeza de los “esposos”, o Él es la cabeza de todos los “hombres” en general? Lo último parece ser lo más obvio. Este es el sentido reflejado en la mayoría de las traducciones. Así que, por el momento es suficiente decir que este es el arreglo divino en cuanto a la autoridad, sino en la sociedad en general, por lo menos en la iglesia.

Segundo, hay una prohibición apostólica en contra de que la mujer ejerza autoridad sobre el varón. Pablo escribe:

“Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada” (1 Tim. 2:12).

El infinitivo griego authentein, traducido como “ejerza autoridad” (LBLA) significa simplemente “aplique autoridad” o “tenga autoridad” sobre alguien. Danker observa que esto prácticamente significa “decir al hombre lo que tiene que hacer” (150). 

Los apóstoles prohibieron que la mujer ejerciera algún rol que conllevara tener autoridad sobre el hombre. Así que a la mujer cristiana no le está permitido funcionar en una capacidad en la cual ella decida los asuntos de la iglesia y el hombre tenga que seguirla.

Como un punto concluyente de esta sección, debe tomarse en cuenta que las instrucciones de Pablo en esta narrativa están basadas en lo que se estableció en el contexto de la creación (Gén. 1-3); por consiguiente, no son instrucciones por algún prejuicio cultural como alegan algunos. La restricción es aplicable a la iglesia de hoy día.

Tercero, Cómo manejar los asuntos de la iglesia. Con estas instrucciones divinas ante nosotros, ahora apliquémoslas a cómo se deben conducir los asuntos de la iglesia en ausencia de ancianos. Aquí hay algunos hechos básicos:

1.       Todos los asuntos relacionados con ley están determinados por las Escrituras; ningún ser humano tiene poder de decisión en esta área.

2.       Asuntos de conveniencia; a saber, los métodos opcionales para implementar la voluntad divina, deben ser decididos por alguien — si la congregación no tiene ancianos.

3.       Ninguna persona (como Diótrefes, 3 Jn. o el sistema moderno del pastor) ni un casi-ancianato (como una “Junta Directiva” o “Comité de Liderazgo”) deben operar como un cuerpo de toma de decisiones para la iglesia (aunque una directiva para temas legales de acuerdo con lo que exige la ley civil se puede nombrar sin afectar el esquema divino dentro de la congregación local en los asuntos espirituales).

4.       Las mujeres no deben operar en roles que conlleven ejercer autoridad sobre los varones.

5.       Los asuntos de la iglesia deben conducirse decentemente y con orden (comp. 1 Cor. 14:40).

El liderazgo de la iglesia conllevaba requisitos que fueron determinados por los apóstoles pero evaluados por el testimonio de la congregación local. Desde que la iglesia creció al punto de ser demasiado grande como para ser manejada sólo por los apóstoles, se hizo necesario designar a líderes dentro de la comunidad cristiana que pudieran dar apoyo a la labor apostólica.  ¿Cómo fueron designados estos varones? Los apóstoles dieron algunos requisitos básicos: (1) Buena reputación, (2) llenos del Espíritu Santo [gr. Pleres, “Cuando se usa con respecto a una persona con el caso genitivo éste conlleva la idea de ser llenado de poder, un don, características, cualidades, etc.” (Greek-English Lexicon, Arndt & Gingrich); comp. Jn. 1:14; Lc. 4:1; Hch. 6:3, 5, 8; 7:55; 11:24; 9:36; 13:10. Se usa también en la LXX para estar “lleno de pecado” (Isa. 1:4)]. Estos hombres estaban llenos de poder divino (6:8). (3) Llenos de sabiduría. Para administrar en medio de un conflicto de intereses, en medio de personas tan territoriales, se requería de ellos una medida excelente de sabiduría y de respeto de parte de la membresía. Un respeto ganado desde mucho antes de su elección.

Nadie debe llegar a atender los asuntos de la congregación local sólo porque “no hay más varones”, o porque “es quien más ofrenda” o “porque es quien más tiempo tiene de convertido”. Dirigir al pueblo de Dios no es un asunto indiferente ni puede llevarlo a cabo cualquier persona. Como se diría alguna vez acerca de los ancianos, “no un neófito para que no se envanezca y caiga en la condenación en la que cayó el diablo” (1 Tim. 3:6). Es importantísimo tener presente que a uno no “lo nombran líder”, uno ya es un líder desde mucho antes y ese liderazgo, si va a acompañado de una buena reputación de vida y de sabiduría, es lo que nos debe llevar a estar al frente dirigiendo, mas no imponiendo, a la comunidad de creyentes hacia donde lo indiquen Las Escrituras. Como podemos ver en este caso registrado en Hechos 6, aun cuando los apóstoles eran los guías espirituales de la iglesia, ellos pidieron que fuera la congregación local la que designara a sus servidores.

Los líderes de hoy serán los ancianos de mañana. Los requisitos exigidos a los ancianos deben manifestarse en los que no lo son aún pero aspiran serlo. Es una carrera espiritual en la cual la meta se alcanza cumpliendo los requerimientos a lo largo de la pista. Un líder congregacional debe ser un anciano en potencia, en formación y en obras. Su conducta debe ser ejemplar, su deseo de servir debe ser evidente a todos, y su corazón debe estar gobernado por la humildad en todo momento. El líder cristiano debe tener en cuenta que no es un jefe, ni la compañía de otros líderes hace de ellos una Junta Directiva que imponga decisiones sobre la membresía o que sea “el grupo de la última palabra”. Tal como lo hicieron los apóstoles (Hch. 6), los líderes cristianos están para orientar a la congregación en sus decisiones, y no para tomarlas pues ellos (la iglesia) tienen la capacidad para tomarlas por sí mismos (1 Corintios 6:2-3). Dios ha dado a los santos su Espíritu Santo, esto debe ser suficiente para considerarles preparados para juzgar o discernir qué es lo mejor en temas de conveniencia, y les ha dado la guía de la Escritura para que sepan qué decir y qué hacer en temas doctrinales (2 Tim. 3:16-17). Muchos de los abusos en temas de conveniencia y de las desviaciones en asuntos doctrinales se deben al “poder” que se le ha concedido al denominado “Grupo de Varones” quienes legislan como ancianos sin serlo y estando a años-luz del modelo de liderazgo que Cristo enseñó a sus discípulos. Y, como con toda élite sedienta de autoridad, ellos pelearán y resentirán que tratemos de arrebatarles su sitial y entregarles la toalla y la palangana que usó el Maestro. Si vamos a enseñar en contra de este “modelo humano” de liderazgo debemos estar preparados para que tomen piedras y nos lancen su odio. ¡En el mundo tendremos persecución, pero confiad, Cristo ha vencido al mundo!

CONCLUSIÓN:

A. Es común a la naturaleza humana sentirse atraída por un liderazgo como el de Jesús, y rechazar el autoritarismo de quienes se apoyan únicamente en el prestigio de su posición. Una posición que ha sido dada por Jesús para “servir, ayudar y trabajar” (1 Corintios 16:15-18). A quienes sirven con el modelo de Jesús, como Estéfanas y su familia, nos debemos sujetar y les debemos tener en grande estima.

B. Entiendo que el término “esclavo” tiene pocas connotaciones positivas, ya que éste no implica ningún honor, ni gloria ni status ni rango. A nadie le agrada eso. Y, sin embargo, esta es la palabra que Jesús usó para describirse a Sí mismo y a su obra; esta es la palabra que los apóstoles usaron para describirse a sí mismos y a su obra como también a la de sus colaboradores.

C. La auténtica autoridad cristiana está en el auténtico líder cristiano, el que guía a la congregación con el ejemplo de humildad y servicio, y que instruye al pueblo de Dios con la sana doctrina. La autoridad no reside en nosotros ni en los títulos que nos atribuimos (encargado de la congregación, predicador principal, etc) sino en el mensaje que predicamos y en la vida nuestra, siempre que ésta imite a la de Cristo Jesús.

D. En lugar de procurar excusas para gobernar, busquemos oportunidades para servir. Abandonemos las ansias de mandar, de decidir, de determinar y despojémonos de toda vanidad, tomando forma de siervos y siendo obedientes hasta la muerte. En lugar de imponer nuestros puntos de vista a la iglesia, dejemos que las congregaciones crezcan tomando sus propias decisiones mientras nosotros les guiamos sabiamente y les orientamos. Si respetamos a la iglesia, estamos dándole el lugar que Cristo le tiene. La iglesia es la esposa del Cordero, el reino de los cielos y el cuerpo de Cristo, Aquel cuya plenitud lo llena todo y la única Cabeza de la iglesia. Ante Él y sólo ante Él “se doblará toda rodilla”.


¡A Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las generaciones!