miércoles, 29 de agosto de 2012

El Movimiento Baha'i


Uno de los movimientos religiosos de rápido crecimiento hoy es el grupo Baha’i. Originándose en Irán en 1844, este culto se ha establecido en miles de lugares alrededor del mundo.

El fundador de este movimiento fue Mirza ‘Muhammad, quien afirmaba ser el predecesor de alguien que sería conocido como el gran Maestro Mundial. Este Maestro, supuestamente, sería el santo profeta mediante el cual se comunicaría la más reciente revelación de la Fuente Divina. Él uniría a la familia humana en una conglomeración sincrética de varios pueblos, e inauguraría una era de paz.

En 1863, un hombre llamado Mirza Husayn ‘Ali anunció que él era el Gran Maestro. Adoptó el nombre de Baha’u’llah (la gloria de Dios), del cual se deriva el término Baha’i. Después de la muerte de Baha’u’llah en 1892, la organización fue dirigida por su hijos mayor durante los siguientes veintinueve años. Él, a su vez, fue sucedido por un nieto que guio al movimiento hasta 1957. Desde entonces, el culto Baha’i ha sido gobernado por un grupo llamado “Las Manos de la Causa”, con sus cuarteles generales ubicados en Haifa, Israel.

La organización Baha’i es antibíblica desde diversos puntos de vista.

1.       El Baha’ismo niega la unicidad de Jesús de Nazareth como Hijo de Dios. El Nuevo Testamento enseña que Cristo es el “Unigénito” del Padre. La palabra griega para “unigénito” es monogenes, un término utilizado con referencia a Cristo para indicar que “Él era el único representante del Ser y carácter de Aquel que lo envió” (Vine 1939, 140). Sin embargo, Baha’u’llah ¡alegaba que Cristo era sólo una de las manifestaciones de Dios! Y contendía que él era la más reciente de estas manifestaciones.

2.       Cristo declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). El Señor derramó su sangre por la iglesia (Hch. 20:28; Ef. 4:4; 1:22, 23), y Él es Salvador exclusivamente de ese cuerpo (Ef. 5:26). Sin embargo, los devotos de la filosofía Baha’i pretende unificar todas las religiones sobre la base del compromiso doctrinal, y a expensas de la clara enseñanza de Cristo. Supuestamente, los abogados de este sistema respetan la enseñanza de Jesús, Muhammad, Baha’u’llah, y de todos los grandes “profetas”.

3.       El Hijo de Dios enseñó que sólo la verdad puede librarlo a uno del pecado (Jn. 8:32), y la verdad está contenida en las palabras que vinieron de Dios a través de Cristo, y a través de sus embajadores inspirados (Jn. 17:8, 17; Lc. 10:16). El Nuevo Testamento, sellado por la sangre del Salvador (Mat. 26:28) contiene esa revelación, y éste era la comunicación final de Dios para la humanidad (Judas 3). El Baha’ismo aboga por el subjetivismo, asegurando que “la verdad es continua y relativa, no final y absoluta”. Este sistema de confusión no puede ser de Dios (1 Cor. 14:33).

4.       El Baha’ismo repudia la doctrina del Nuevo Testamento de un regreso visible y audible de Cristo para juzgar al mundo (Mat. 25:31ss; 1 Tes. 4:16; 2 Tes. 1:7-9). La doctrina del culto Baha’i contiende que las profecías con respecto a la venida de Cristo fueron cumplidas con la llegada de Baha’u’llah. Tal teoría, desde luego, está falta de cualquier evidencia.

El movimiento Baha’i es una gran desviación de la revelación bíblica. Este sistema debe recibir oposición. Sus sinceros discípulos deben ser confrontados con la verdad que está en Cristo Jesús. Ω

BIBLIOGRAFIA
Vine, W. E. 1939. Expository Dictionary of New Testament Words. Vol. 3. London, England: Oliphants.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿La 'liberación' de la mujer o la palabra de Dios?


Cada movimiento significativo dentro de la sociedad eventualmente se hará sentir en la iglesia. El fenómeno de la “liberación de la mujer” no es la excepción. En la iglesia hay quienes están clamando que las mujeres deben tirar el yugo de la dominación del hombre y reclamar su merecido lugar en el cuerpo de Cristo. Algunos están aseverando que las mujeres pueden ser ancianas, predicadoras y líderes en la adoración pública.

Ha habido dos abordajes básicos a este problema: algunos han adoptado una postura completamente infiel al aseverar que ciertos “pasajes difíciles” en el Nuevo Testamento son simplemente  el resultado de los prejuicios farisaicos y rabínicos los cuales reflejan el trasfondo ignorante del primer siglo, y por eso, no son autoritativos para la iglesia hoy. Otros, intentando asumir una posición más conservadora, alegan que hay base bíblica para la igualdad femenina en los roles del liderazgo.

Sin embargo, es responsabilidad de esta presentación demostrar que no hay autoridad bíblica para tener ancianas, predicadoras o mujeres líderes en la adoración.

Primero, no debería ser necesario que se esfuerce uno en enfatizar que ninguna mujer está autorizada para servir como anciana, la Biblia es muy clara en este asunto. El anciano debe ser “marido (Griego, aner— un varón como opuesto a una mujer; Arndt y Gingrich, 65) de una sola mujer” (Tito 1:6; 1 Tim. 3:2). Las “ancianas” (presbuteras) de 1 Tim. 5:2 (comp. Tito 2:3) son simplemente mujeres que habían envejecido en contraste a las que eran jóvenes (neoterous), y no líderes de la iglesia.

Segundo, el Nuevo Testamento no autoriza que una mujer ministre (en la adoración pública); por el contrario, lo prohíbe afirmativamente. Quizá la manera más efectiva de abordar este asunto sea examinar algunos de los argumentos que circulan actualmente en apoyo de las mujeres como predicadoras.

Las mujeres del Nuevo Testamento profetizaban (Hch. 2:18; 21:9; 1 Cor. 11:5).
Se asume que profetizar era predicar, por eso según esto las mujeres del primer siglo predicaban. La palabra “profetizar” viene de la raíz griega pro (antes) y phemi (hablar). Es un término muy general y puede significar “enseñar, refutar, reprobar, amonestar, reconfortar” (Thayer 1958, 553; comp. 1 Cor. 14:3). Ésta puede simplemente sugerir la idea de “dar gracias y alabar a Dios” (1 Crón. 25:3). El significado de la palabra en cierta situación debe ser determinada por el contexto como también por el resto de información que nos dan las Escrituras.

Pablo limitó el alcance de la predicación de la mujer cuando escribió: “Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada” (1 Tim. 2:12). La conjunción negativa oude (ni), tiene aquí una fuerza explicativa, revelando que el tipo de enseñanza prohibida por el apóstol es aquella que asume dominio sobre el hombre (Lenski, 563).

Ciertamente las mujeres pueden enseñar (comp. Tito 2:3); ellas pueden, en cierto modo, enseñar aun a los hombres. Hay una enseñanza recíproca cuando cantamos (Col. 3:16), privadamente, en compañía de su esposo, Priscila estaba involucrada en enseñar a Apolos (Hch. 18:26). Pero una mujer no puede asumir la posición de maestra, con el hombre subordinado a una posición de estudiante, sin violar un mandamiento del Nuevo Testamento.

¿Era Febe una Diaconisa?

Basándose en Rom. 16:1-2, algunos contienden que

1.       Febe era una ministra en la iglesia (diaconisa);

2.       La iglesia debía “ayudarla”, implicando su autoridad sobre la iglesia;

3.   Ella había sido una gran “ayuda” (prostatis) para muchos, “implicando con esto autoridad, disciplina y supervisión”.

Con todo esto se alega que aquí hay una muestra que Febe era una líder-predicadora en la iglesia primitiva.

Sin embargo:

1.       La palabra “diácono”  simplemente significa “siervo” (Mat. 23:11; Jn. 2:5, etc.) y cualquier adjudicación oficial al término debe ser demandada por el contexto, como en Filp. 1:1 y 1 Tim. 3:8).

2.       El hecho que los santos sean aconsejados a “ayudar” a Febe non implica que ella tenía autoridad sobre ellos. La palabra griega paristerni significa “venir en ayuda de, ayudar, permanecer al lado de” (Arndt y Gingrich, 633). Cuando Pablo dijo: “Pero el Señor estuvo conmigo (pareste)” (2 Tim. 4:17), ¡seguramente no estaba asegurando que él estaba ejerciendo autoridad sobre Cristo!

3.       La palabra prostatis (ayudador) no implica supervisión. Si así fuera, ¡entonces Febe ejercía autoridad sobre Pablo, pues ella lo había ayudado así como también a muchos otros! Aunque se encuentra sólo aquí en el Nuevo Testamento, el término, el cual puede connotar simplemente brindar asistencia, se usa en una carta del tercer siglo a. C. de un hijo para su padre (la forma verbal): “No habrá nada más importante para mí que cuidarte por el resto de tu vida, en un modo digno de ti, y digno de mí” (Moulton y Milligan 1963, 551).

Evodia y Síntique
En Filipenses 4:2-3, Pablo comenta que Evodia y Síntique “laboraron” con él en el evangelio; él las llama, junto con otras personas, sus “colaboradoras”. Otra vez, se supone que se necesita una posición de autoridad comparable con la del apóstol. Sin embargo, se dice que los cristianos somos “colaboradores de Dios” (1 Cor. 3:9); ¡obviamente esto no significa que ellos estaban autorizados a actuar como Deidad! Incontables damas cristianas han asistido a los predicadores del evangelio sin ellas mismas ser predicadoras públicas.

¿Junia una apóstol?
Se dice que Junia (RV), una mujer, era una apóstol y que ciertamente ocupaba un lugar de autoridad en la iglesia primitiva (Rom. 16:7).

En primer lugar, en el texto griego el nombre Junian (en el caso acusativo—sin que el género del nombre sea evidente); podría ser Junia (femenino) o más probablemente Junias (masculino). Orígenes, un escritor del tercer siglo d. C. lo consideraba una referencia a un hombre (Lightfoot 1957, 96).

Pero en segundo lugar, ni siquiera es cierto que Junias sea identificado aquí como un “apóstol”. La frase “que se destacan entre los apóstoles” es traducida por Zahan “afamados, mencionados con honor por los apóstoles” (418) dando el sentido de ser bien conocidos por los apóstoles, lo contrario a que ellos mismos fueran apóstoles.

En tercer lugar, la palabra “apóstol” se usa ocasionalmente en la Biblia en un modo no técnico para indicar un mensajero. Jesús dice que un “enviado” (apostolos) no es más grande que quien lo envía (Jn. 13:16). La palabra no necesariamente implica a alguien que tenga dominio sobre otro, ni siquiera a un predicador.

¿Qué podemos decir acerca de las profetisas en el Antiguo Testamento?
Algunos argumentan que la amonestación de Pablo a que las mujeres estén sujetas está limitada por la expresión “como dice también la ley” (1 Cor. 14:34), y ya que la ley permitía a las profetisas (como en el caso de Miriam, Hulda y Ana), y aun a juezas (Débora), así también la predicación femenina es permisible en la iglesia hoy.

Sin embargo:

1.       Cuando Miriam profetizó lo hizo seguida de “todas las mujeres” que con panderos iban detrás de ella (Éx. 15:20), y no hay evidencia de que le haya predicado a los hombres.

2.       Aunque Hulda fue una profetisa, el solitario registro de su profecía se da en el marco de un grupo de hombres que vienen a ella para que les comunique privadamente la voluntad del Señor (2 Re. 22:14ss; 2 Cr. 34:22ss). Es imposible encontrar predicación pública aquí.

3.       Ana era una profetisa que “nunca se alejaba del templo” (Lc. 2:36-38). Al describir el templo, Josefo (Guerra de Los Judíos 5.5.2) dice “había una partición construida para las mujeres” la cual las separaba de los hombres; ese era “el lugar apropiado donde ellas debían adorar”. No puede demostrarse que ella predicaba públicamente a una audiencia mixta.

4.       Débora era una profetisa para el pueblo montañoso de Efraín, pero no hay indicativo que ella proclamase públicamente el mensaje de Dios a las multitudes; por el contrario, “los hijos de Israel subían a ella a pedir juicio” (Jue. 4:5). Ella daba juicio profético “como madre en Israel” (5:7). El hecho que ella juzgara a Israel es un dramático comentario de la debilidad enfermiza de los hijos de Israel durante este período, y el canto de Débora (capítulo 5) lamenta esta deplorable condición. Esta no era más que una de aquellas situaciones en las que Jehová adaptó su obra a la debilidad de Israel (comp. 1 Sam. 8:9; Mat. 19:8).

¿Es 1 de Corintios 14:33 aplicable hoy?
Quizá un comentario adicional con respecto a 1 Corintios 14:33 sea útil. ¿Puede utilizarse este contexto para oponerse a las mujeres que predican en público hoy?

Un punto de vista contiende que esto no puede ser. Se alega que las consideraciones contextuales indican que la reunión contemplada en 1 Corintios 14 no es comparable a ninguna realizada por la iglesia hoy, y por eso, estos versículos no aplican a las asambleas actuales de la iglesia (Woods 1976, 106-112).

Un punto de vista más razonable el cual también reconoce que 1 Corintios 14 tiene que ver primordialmente con una situación única, a saber, la recepción de los dones espirituales, ve a Pablo enunciando aquí esencialmente el mismo principio expuesto en 1 Tim. 2:12ss.

H. P. Hamann escribe

Si tenemos al mismo escritor en ambas cartas escribiendo acerca del mismo tema, tenemos el derecho a que un texto nos explique el otro, y especialmente el de permitir que el más claro o más definido arroje luz sobre el menos preciso. Así que 1 Tim. 2 es la clave para entender 1 Cor. 14 (1976, 8).

El profesor Hamann ve estos dos textos como paralelos.

Lo que es seguro es que 1 Corintios 14:33ss no brinda ningún apoyo a la noción de mujeres predicando a audiencias mixtas. Eso no está autorizado en ninguna parte de las Escrituras.

Los varones están designados para liderar las asambleas de adoración
Finalmente, el Nuevo Testamento aclara que son los varones quienes deben guiar los actos de adoración en las asambleas donde estén presentes ambos sexos.

En 1 Timoteo 2:8, Pablo instruye: “Los hombres (andras—plural acusativo de aner; varones solamente) oren en todo lugar”. Ahora, ciertamente las mujeres pueden orar (1 Corintios 11:5)—sería difícil negarles que puedan orar en cualquier parte; sin embargo, hay un sentido en el cual solamente los hombres pueden orar en todo lugar. Obviamente, es dirigiendo las oraciones en grupos mixtos lo cual está confinado a la esfera del hombre.

Comentando acerca de este versículo, un destacado erudito en griego ha dicho bien: “Los ministros de la oración pública deben ser los varones de la congregación, no las mujeres” (White 1956, 106). Por supuesto que el mismo principio aplica igualmente a los demás actos de adoración pública.

Se ha puesto de moda decir que la enseñanza de Pablo en cuanto a la subordinación femenina estaba motivada por la cultura de aquellos días— algo similar a las instrucciones referentes a la esclavitud. Y, se alega que como el Nuevo Testamento tiene las semillas de la abolición de la esclavitud, de la misma manera éste contiene las semillas de la eventual igualdad total de la mujer con el hombre en la vida de la iglesia.

El paralelismo alegado simplemente no es válido. En los cuatro contextos principales donde Pablo discute las relaciones hombre-mujer (1 Cor. 11:2-16; 14:33b-35; Ef. 5:22-23; 1 Tim. 2:8-15), el principio de sujeción, como también su aplicación a situaciones específicas, están basados en hechos específicos de la historia del Antiguo Testamento, y no en la cultura.

(Nota: Algunos contienden que el principio de 1 Corintios 11:2-16 es obligatorio hoy, pero no la aplicación específica de Pablo (Roberts 1959, 183ss), mientras otros creen que tanto el principio de sujeción como su aplicación específica son requerimientos para hoy también (Jackson 1971).

Aunque es importante estudiar la cultura antigua para entender mucho mejor la Biblia, eso no debe ser un factor primordial en la interpretación. Sustituir la declaración expresa de un apóstol con la cultura es convertir la exégesis en eiségesis (Sproul 1976, 13ss).

Comentarios concluyentes
Es lamentable que se tenga que prestar tanta atención al lado negativo de este tema, pero tal parece que siempre será necesario debido al error prevalente que circula en la actualidad. El Nuevo Testamento abunda en ejemplos de mujeres piadosas quienes, consistentes con sus roles asignados, sirvieron a su Señor con dignidad y honor. Sí, ¡mujeres cuyos nombres todavía serán mencionados con admiración mucho después que las feministas de hoy día ya se hayan ido y sean olvidadas!

Las mujeres de Dios hacen una contribución vital al reino de Cristo en la tierra. Sea perseverando en la oración (Hch. 1:14), haciendo buenas obras y caridad (Hch. 9:36), mostrando hospitalidad (Hch. 12:12; 16:14; 1 Tim. 5:10), enseñando la palabra en armonía con la autoridad divina (Hch. 18:26; Tito 2:3,4), siendo buenas esposas (Prov. 31:10ss), criando hijos piadosos (2 Tim. 1:5; 3:14,15), o cumpliendo otras varias tareas encomiables, ¡levantémonos y llamémoslas “bendecidas”! ¡Y que sus nombres se multipliquen! Ω

BIBLIOGRAFIA
  • Arndt, William and F. W. Gingrich. 1967. A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature. Chicago, IL: University of Chicago Press.
  • Brown, Colin, ed. 1976. The New International Dictionary of New Testament Theology. Vol. 11. Grand Rapids, MI: Zondervan.
  • Bruce, A. B. The Expositor’s Greek Testament. Vol. 1. W. Robertson Nicholl, ed. Grand Rapids, MI: Eardmans.
  • Edersheim, Alfred. Marriage Among The Ancient Hebrews. The Bible Educator. Vol. 4. E. H. Plumptre, ed. London, England: Cassell Petter & Galpin.
  • Edersheim, Alfred. 1957. Sketches of Jewish Social Life in the Days of Christ. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Hamann, H. P. 1976. The New Testament and the Ordination of Women. The Christian News, March 1.
  • Hurst, John F. History of the Christian Church. Vol. 1. New York, NY: Eaton & Mains.
  • Jackson, Wayne. 1971. A Sign of Authority. Stockton, CA.
  • Lenski, R. C. H. 1961. The Interpretation of St. Paul’s Epistles to the Colossians, to the Thessalonians, to Timothy, to Titus, and to Philemon. Minneapolis, MN: Augsburg Publishing House.
  • Lewis, Jack P. The New Smith’s Bible Dictionary. Reuel Lemmons, reviser. Garden City, NY: Doubleday & Co.
  • Lightfoot, J. B. The Epistle of St. Paul to the Galatians. Grand Rapids, MI: Zondervan.
  • Moulton, James and George Milligan. 1963. The Vocabulary of the Greek Testament. London, England: Hodder and Stoughton.
  • Pratt, D.M., The International Standard Bible Encyclopedia, James Orr, ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 1939), Vol. V.
  • Roberts, J. W. 1959. Restoration Quarterly, Vol. 3, No. 4, 4th Quarter.
  • Sproul, Robert C. 1976. Controversy at Culture Gap. Eternity, May.
  • Thayer, J. H.. A Greek-English Lexicon of the New Testament. Edinburgh, Scotland: T. & T. Clark.
  • White, Newport J. D. 1956. The Expositor’s Greek Testament. Vol. 4. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Woods, Guy N. 1976. Questions and Answers – Open Forum. Henderson TN: Freed-Hardeman College.
  • Zahn, Theodor, Introduction to the New Testament I (Edinburgh: T. & T. Clark, 1909), Vol. 1.

jueves, 16 de agosto de 2012

¿Puede una mujer cristiana enseñar a jóvenes varones bautizados?


¿Es pecado para una mujer enseñar a niños una clase bíblica, específicamente si éstos han sido bautizados en Cristo?

Esta pregunta surge frecuentemente de parte de algunos cristianos sinceros, quienes desean servir al Señor correctamente y respetar el rol que Dios ha asignado a la mujer en la iglesia. Desafortunadamente, algunos han comprendido mal la instrucción del Nuevo Testamento concerniente a este asunto. En algunas ocasiones, este celo mal dirigido ha creado dificultades no pequeñas.

El pasaje clave sobre el cual gira esta cuestión es 1 Timoteo 2:12

Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada”.

Para poder comprender el alcance de este texto es necesario que enfoquemos nuestra atención en la palabra “hombre”.

A la mujer cristiana se le prohíbe, en algún sentido,  enseñar o ejercer autoridad sobre el hombre. El texto griego sugiere que “enseñar” bajo ciertas circunstancias puede ser un acto de “autoridad”.

Para nuestra presente consideración, se dará especial atención al término “hombre” ya que se encuentra en este contexto. La palabra griega es aner. En primer lugar, a diferencia de la palabra genérica anthropos, la cual incluye tanto hombres como mujeres (comp. 1 Tim. 2:1, 4), aner es un término generalmente restringido a los varones (comp. 1 Tim. 2:8). Vea, por ejemplo, Hechos 8:12 y 17:12, donde la palabra se usa en contraste con mujeres.

Segundo, aner se usa para distinguir a un adulto de un niño (vea J. H. Thayer, Greek-English Lexicon of the New Testament, Edinburgh: T.&. T. Clark, 1958, p. 45).

Observe que aner  se usa en contraste con “niños” en Mat. 14:21 y 15:38. Aquí “niños” (paidion) se refiere a los más jóvenes, generalmente “por debajo de la edad de la pubertad” (F.W. Danker,et al.Greek-English Lexicon of the New Testament, University of Chicago, 2000, p. 749). Pero Thayer representa a los “niños” de los dos pasajes como “parcialmente crecidos” (p. 473).

Pablo contraste “hombre” con “niño” (nepios) en 1 Corintios 13:11. Nepios generalmente significa un “chico joven”, pero el término también puede aplicar a alguien que es sencillamente un “menor”, es decir, aquel que no ha alcanzado la edad legal (comp. Gál. 4:1-2). En esta conexión J. Baur describe aner como el “hombre maduro” (Horst Balz and Gerhard Schneider, eds., Exegetical Dictionary of the New Testament, Zondervan, 1990, p. 99). Es claro ver que hay cierto tipo de flexibilidad en el uso de estas palabras.

Aquí hay otro punto de consideración. A Jesús se le consideró un “niño” (país) cuando tenía doce años (Lc. 2:43), y Él aún estaba “sujeto” (hupotasso, presente, medio, es decir, Él mismo se sometía) tanto a su padre como a su madre (2:51). Obviamente el Señor, a la edad de doce años, aunque ya se involucraba en los “negocios de Su Padre” (v. 49), no creía que era inapropiado estar bajo la autoridad de Su madre. Es ridículo creer que una madre ya no tiene autoridad sobre su hijo porque éste ya tiene 10 ó 12 años, y aun cuando es adolescente. Mi madre nunca hubiera aceptado esa teoría. ¡Ni yo! ¡Aún vivo bajo su techo!

Uno debe recordar este punto también. La prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2:12 no es simplemente que una mujer no deba ejercer autoridad sobre un hombre cristiano, en lugar de eso, ella no debe funcionar inapropiadamente como una figura de autoridad sobre el “hombre”. ¡Punto!

En vista de la estricta aplicación de este pasaje que hacen algunos, una mujer no podría enseñar ninguna clase donde estuvieran varones de ningún tipo— sean cristianos o no— si todos deben ser considerados como hombres.

No veo ningún problema en que una mujer enseñe una clase bíblica donde los estudiantes son jóvenes— estén o no bautizados. Ω