lunes, 2 de julio de 2012

¿Son digresivos los "edificios" modernos de las iglesias?


Hay un elemento minoritario dentro de la comunidad cristiana el cual contiende que la iglesia primitiva se reunía exclusivamente en hogares privados, no en el tipo de facilidades públicas que uno ve hoy en día. Alegan que el uso de “edificios modernos” para la iglesia es una violación de un patrón bíblico. Las iglesias del Nuevo Testamento eran “familias”, argumentan ellos. Por lo tanto, para preservar la atmósfera de intimidad debemos reunirnos en grupos pequeños. Y ya que las familias viven en “casas”, ellos suponen que el sistema “casa-iglesia” constituye un “modelo obligatorio” para la adoración de la iglesia del Nuevo Testamento.

Sin embargo, los abogados de esta teoría, por más sinceros que sean, están muy mal dirigidos. Esta noción de “programa de control familiar” no tiene el más mínimo apoyo en las Escrituras.

Autoridad por inferencia —Se permite lo conveniente
El mandamiento/ejemplo dado a los cristianos de reunirse con el propósito de adorar (Hch. 20:7; Heb. 10:25) implica (y por lo tanto autoriza) un lugar de alguna clase en el cual reunirse. Pero, a menos que haya algún patrón exclusivo de conducta, asociado con algún tipo de principio espiritual subyacente, nadie puede requerir un estilo particular de sitio de reunión, por ejemplo, un hogar privado. La conveniencia aconsejará lo que es prudente bajo ciertas circunstancias, y la conveniencia es un asunto de juicio y preferencia.

Ningún patrón exclusivo
No hay patrón exclusivo relacionado con las facilidades par adorar en los días de los apóstoles, y esto se demuestra por los siguientes hechos.

1.       La primitiva iglesia de Jerusalén inicialmente se reunía en alguna parte de los confines del templo, la cual comprendía un área bastante extensa— aproximadamente algo más que unos ochocientos metros cuadrados. Se ha observado que el “atrio de los gentiles” era muy cómodo, capaz de acomodar a unas 20,000 personas (Harrison, p. 64). Estas reuniones pudieron requerir que se dividieran las reuniones en varios grupos diferentes a medida que la iglesia se expandía. Sin embargo, inicialmente por lo menos —antes que emergiera la hostilidad judía, el atrio externo era su sitio de reuniones (comp. Hch. 2:46). Estos “primeros frutos” de la fe muy obviamente no necesitaron segregarse en pequeñas “casas-iglesia” con el propósito de reunirse para adorar en el día del Señor.

A pesar de este claro precedente en el libro de los Hechos, un escritor, en defensa de la posición “casa-iglesia” declara que “la iglesia del Nuevo Testamento comenzó como un pequeño grupo casa-iglesia (Col. 4:15), y se mantuvo así hasta mediados o el fin del siglo tercero”. Este alegato es, honestamente, ridículo.

En primer lugar, la iglesia no comenzó como un pequeño grupo pequeño en la casa de alguien. Había un mínimo de 3,000 discípulos en Jerusalén en el día de Pentecostés (Hch. 2:41). Y podrían ser muchos más que 3,000 si los bautizados por Juan el Bautista (Mat. 3:5-6), como también aquellos preparados por el Señor y sus apóstoles (Jn. 4:1-2) no estaban incluidos en ese conteo (comp. Alexander, p. 89). Además, ellos estaban “todos juntos”, al menos por un tiempo, como se refleja en el tiempo pasado imperfecto de verbo esan (“estaban”) en 2:44. Obviamente a ellos no se les había enseñado que un grupo demasiado grande nulifica el “ambiente de familia”.

2.       Los cristianos primitivos se reunían en casas particulares a veces. De esto no hay duda (1 Cor. 16:19; Col. 4:15). Pero no hay la más remota evidencia de que este formato representara un “modelo obligatorio”.

3.       En algunas circunstancias, los cristianos pudieron emplear una facilidad prestada o rentada. Una circunstancia de éstas sería la que los llevó a reunirse diariamente en la escuela de Tirano (Hch. 19:9), lo cual parece incluir días de semana y domingos también. Argumentar, como algunos abogados de las “casas-iglesias” han hecho, que esto era simplemente un arreglo temporal (dos años) es escasamente convincente. Las Escrituras no enseñan a practicar el error para ir perfeccionando lo que dicta la verdad. Aparte de esto, seguramente los que se convirtieron a Cristo en este lugar tenían sus casas y, en ocasiones, las habrían cedido para reuniones sin que se abandonara la facilidad pública. El punto es este: la adoración en casas no era obligatoria ni un modelo exclusivo.

4.       Uno simplemente no puede descartar el hecho que la persecución jugó un rol significativo en las localidades seleccionadas para la adoración durante los primeros siglos de existencia de la iglesia— antes que el cristianismo recibiera la protección del gobierno civil. El libro de Hechos contiene amplia evidencia de la devastadora presión que la iglesia primitiva resistió bajo la opresiva mano de sus perseguidores— primero, de parte de los judíos, luego de los paganos. Pero tales circunstancias no justifican el argumento que niega la conveniencia en tiempos de más tranquilidad.

5.       No hay una conexión fundamental, espiritual entre un cuerpo de personas adorando y el lugar donde se reúnen a adorar. Por ejemplo, uno puede ver fácilmente la asociación subyacente entre participar de la cena de comunión (representando el cuerpo y la sangre del Salvador) y la necesidad de hacerlo en el primer día de la semana (el día de la resurrección), porque hay una conexión muerte/resurrección. Pero no hay afinidad espiritual entre un cuerpo de creyentes adorando y el tipo de facilidad en la cual éstos se reúnen. Un lugar de reunión es totalmente incidental.

6.       La teoría de la “casa-iglesia” sugeriría que ninguna iglesia podría crecer hasta el punto de no poder acomodarse en un hogar privado. ¿Cuánto puede crecer una familia antes que ésta viole la ley humanamente impuesta de “límite de crecimiento”? Además, si la analogía de “familia” va a ser forzada para convertirse en un modelo obligatorio, como nuestros amigos del concepto “casa-iglesia” pretenden, ya que una familia habita en una misma casa todos los días, ¿por qué no insistir en que todos los miembros de la iglesia local deben residir dentro de la misma estructura usando este razonamiento? Aquí es donde recordamos el viejo axioma: “Lo que prueba demasiado no prueba nada”.

7.       Finalmente, debemos encauzar este asunto. Los abogados de la teoría de la “casa-iglesia” alegan que no hay un ejemplo de “evidencia literaria ni indicación arqueológica” de un “edificio” para la iglesia antes del tiempo de Constantino. Dos cosas deben decirse en respuesta a esta alegación.

Primero, si un edificio es una mera conveniencia, no importa cuándo estas facilidades comenzaron a emplearse como lugares de adoración. Hay muchas conveniencias que se han venido desarrollando con el paso de los siglos las cuales no violan el principio de la autoridad bíblica, por ejemplo, los métodos para divulgar el evangelio (vía radio, televisión e internet).

En segundo lugar, la aseveración que ningún edificio especial de adoración existió antes del cuarto siglo, ha sido disputada por muchos historiadores reconocidos. Por ejemplo, Joseph Bingham (1668-1723) de Inglaterra produjo una obra masiva (diez volúmenes) la cual consumió veinte años de investigación. Titulada, The Antiquities of the Christian Church [Las Antiguedades de la Iglesia Cristiana], se ha reconocido generalmente que este esfuerzo de la erudición “aún no ha sido superado” (Cross, p. 173). Bingham declara que los puntos de vista de algunos “en estos últimos tiempos” [es decir, en aquel tiempo] los cuales sugieren que los cristianos de los tres primeros siglos “no tenían un lugar particular de reunión”, no soportan la investigación cuidadosa.

Bingham llama la atención a la obra de Joseph Mede (1586-1638), quien hizo una detallada refutación de esa teoría, “presentando una colección de autoridades históricas de la antigüedad las cuales dan fe de localidades públicas donde se reunían los cristianos de los primeros tres siglos” (Bingham, pp. 277-282). Se dio a conocer una masiva cantidad de evidencia extraída de los escritos de los “padres ante-nicenos”. Bingham concluyó por señalar que aunque las grandes facilidades públicas donde reunirse vinieron a ser más populares durante la administración de Constantino, no obstante los santos primitivos “siempre tuvieron lugares públicos reservados para la adoración divina” (p. 282). El erudito británico decía que las pruebas eran irrefutables.

Otros han señalado que aunque las primeras iglesias frecuentemente se reunían en las casas de los discípulos eventualmente esas mismas casas fueron donadas al cuerpo de creyentes y llegaron a ser edificios exclusivamente dedicados a las asambleas de las iglesias. En 1931/1932, en la antigua Dura-Europos, próxima al río Eufrates y a más de 200 kilómetros al suroeste de Harán, los arqueólogos descubrieron las ruinas de un edificio antiguo de la iglesia. La fecha del edificio, determinada mediante una inscripción, era 232-233 d. C. —una fecha muy lejana de aquella en la que Constantino publicó su “edicto de tolerancia” (Finegan, pp. 405-406).

CONCLUSIÓN
No hay duda en que muchas iglesias han gastado fortunas en construir edificios con un diseño y elaboración innecesarios. Ciertamente muchas congregaciones no usan sus facilidades de una manera sabia. Pero los abusos no niegan una legítima conveniencia. Ω

BIBLIOGRAFÍA
Alexander, J.A. (1956 Reprint), Commentary on Acts (Grand Rapids: Zondervan).
Bingham, Joseph (1865), The Antiquities of the Christian Church (London: Henry G. Bohn), Vol. I.
Cross, Frank, Ed. (1958), The Oxford Dictionary of the Christian Church(London: Oxford University Press).
Ferguson, Everett F. (1975), Acts: The Expanding Church (Chicago: Moody).
Finegan, Jack (1946), Light From The Ancient Past (Princeton, NJ: Princeton University Press).
Harrison, Everett (1975), Acts – The Expanding Church, Chicago: Moody.