Hay un elemento minoritario
dentro de la comunidad cristiana el cual contiende que la iglesia primitiva se
reunía exclusivamente en hogares privados, no en el tipo de facilidades
públicas que uno ve hoy en día. Alegan que el uso de “edificios modernos” para
la iglesia es una violación de un patrón bíblico. Las iglesias del Nuevo
Testamento eran “familias”, argumentan ellos. Por lo tanto, para preservar la
atmósfera de intimidad debemos reunirnos en grupos pequeños. Y ya que las
familias viven en “casas”, ellos suponen que el sistema “casa-iglesia”
constituye un “modelo obligatorio” para la adoración de la iglesia del Nuevo
Testamento.
Sin embargo, los abogados de esta
teoría, por más sinceros que sean, están muy mal dirigidos. Esta noción de
“programa de control familiar” no tiene el más mínimo apoyo en las Escrituras.
Autoridad por inferencia —Se
permite lo conveniente
El mandamiento/ejemplo dado a los
cristianos de reunirse con el propósito de adorar (Hch. 20:7; Heb. 10:25)
implica (y por lo tanto autoriza) un lugar
de alguna clase en el cual reunirse. Pero, a menos que haya algún patrón exclusivo de conducta, asociado
con algún tipo de principio espiritual subyacente, nadie puede requerir un
estilo particular de sitio de reunión, por ejemplo, un hogar privado. La
conveniencia aconsejará lo que es prudente bajo ciertas circunstancias, y la
conveniencia es un asunto de juicio y preferencia.
Ningún patrón exclusivo
No hay patrón exclusivo
relacionado con las facilidades par adorar en los días de los apóstoles, y esto
se demuestra por los siguientes hechos.
1. La
primitiva iglesia de Jerusalén inicialmente se reunía en alguna parte de los
confines del templo, la cual comprendía un área bastante extensa—
aproximadamente algo más que unos ochocientos metros cuadrados. Se ha observado
que el “atrio de los gentiles” era muy cómodo, capaz de acomodar a unas 20,000
personas (Harrison, p. 64). Estas reuniones pudieron requerir que se dividieran
las reuniones en varios grupos diferentes a medida que la iglesia se expandía.
Sin embargo, inicialmente por lo menos —antes que emergiera la hostilidad
judía, el atrio externo era su sitio de reuniones (comp. Hch. 2:46). Estos “primeros
frutos” de la fe muy obviamente no necesitaron segregarse en pequeñas “casas-iglesia”
con el propósito de reunirse para adorar en el día del Señor.
A pesar de este
claro precedente en el libro de los Hechos, un escritor, en defensa de la
posición “casa-iglesia” declara que “la iglesia del Nuevo Testamento comenzó
como un pequeño grupo casa-iglesia (Col. 4:15), y se mantuvo así hasta mediados
o el fin del siglo tercero”. Este alegato es, honestamente, ridículo.
En primer lugar,
la iglesia no comenzó como un pequeño grupo pequeño en la casa de alguien. Había
un mínimo de 3,000 discípulos en Jerusalén en el día de Pentecostés (Hch.
2:41). Y podrían ser muchos más que 3,000 si los bautizados por Juan el
Bautista (Mat. 3:5-6), como también aquellos preparados por el Señor y sus
apóstoles (Jn. 4:1-2) no estaban incluidos en ese conteo (comp. Alexander, p.
89). Además, ellos estaban “todos juntos”, al menos por un tiempo, como se
refleja en el tiempo pasado imperfecto de verbo esan (“estaban”) en 2:44. Obviamente a ellos no se les había
enseñado que un grupo demasiado grande nulifica el “ambiente de familia”.
2. Los
cristianos primitivos se reunían en casas particulares a veces. De esto no hay
duda (1 Cor. 16:19; Col. 4:15). Pero no hay la más remota evidencia de que este
formato representara un “modelo obligatorio”.
3. En
algunas circunstancias, los cristianos pudieron emplear una facilidad prestada
o rentada. Una circunstancia de éstas sería la que los llevó a reunirse
diariamente en la escuela de Tirano (Hch. 19:9), lo cual parece incluir días de
semana y domingos también. Argumentar, como algunos abogados de las “casas-iglesias”
han hecho, que esto era simplemente un arreglo temporal (dos años) es
escasamente convincente. Las Escrituras no enseñan a practicar el error para ir
perfeccionando lo que dicta la verdad. Aparte de esto, seguramente los que se
convirtieron a Cristo en este lugar tenían sus casas y, en ocasiones, las
habrían cedido para reuniones sin que se abandonara la facilidad pública. El punto
es este: la adoración en casas no era obligatoria
ni un modelo exclusivo.
4. Uno
simplemente no puede descartar el hecho que la persecución jugó un rol
significativo en las localidades seleccionadas para la adoración durante los
primeros siglos de existencia de la iglesia— antes que el cristianismo
recibiera la protección del gobierno civil. El libro de Hechos contiene amplia
evidencia de la devastadora presión que la iglesia primitiva resistió bajo la
opresiva mano de sus perseguidores— primero, de parte de los judíos,
luego de los paganos. Pero tales circunstancias no justifican el argumento que
niega la conveniencia en tiempos de más tranquilidad.
5. No
hay una conexión fundamental, espiritual
entre un cuerpo de personas adorando y el lugar
donde se reúnen a adorar. Por ejemplo, uno puede ver fácilmente la asociación
subyacente entre participar de la cena de comunión (representando el cuerpo y
la sangre del Salvador) y la necesidad de hacerlo en el primer día de la semana
(el día de la resurrección), porque hay una conexión muerte/resurrección. Pero no
hay afinidad espiritual entre un cuerpo de creyentes adorando y el tipo de
facilidad en la cual éstos se reúnen. Un lugar de reunión es totalmente
incidental.
6. La
teoría de la “casa-iglesia” sugeriría que ninguna iglesia podría crecer hasta
el punto de no poder acomodarse en un hogar privado. ¿Cuánto puede crecer una
familia antes que ésta viole la ley humanamente impuesta de “límite de
crecimiento”? Además, si la analogía de “familia” va a ser forzada para
convertirse en un modelo obligatorio, como nuestros amigos del concepto “casa-iglesia”
pretenden, ya que una familia habita en una misma casa todos los días, ¿por qué
no insistir en que todos los miembros de la iglesia local deben residir dentro
de la misma estructura usando este razonamiento? Aquí es donde recordamos el
viejo axioma: “Lo que prueba demasiado no prueba nada”.
7. Finalmente,
debemos encauzar este asunto. Los abogados de la teoría de la “casa-iglesia” alegan
que no hay un ejemplo de “evidencia literaria ni indicación arqueológica” de un
“edificio” para la iglesia antes del tiempo de Constantino. Dos cosas deben
decirse en respuesta a esta alegación.
Primero, si un
edificio es una mera conveniencia, no importa cuándo estas facilidades comenzaron a emplearse como lugares de
adoración. Hay muchas conveniencias que se han venido desarrollando con el paso
de los siglos las cuales no violan el principio de la autoridad bíblica, por
ejemplo, los métodos para divulgar el evangelio (vía radio, televisión e
internet).
En segundo
lugar, la aseveración que ningún edificio especial de adoración existió antes
del cuarto siglo, ha sido disputada por muchos historiadores reconocidos. Por ejemplo,
Joseph Bingham (1668-1723) de Inglaterra produjo una obra masiva (diez
volúmenes) la cual consumió veinte años de investigación. Titulada, The
Antiquities of the Christian Church
[Las Antiguedades de la Iglesia Cristiana], se ha reconocido generalmente que
este esfuerzo de la erudición “aún no ha sido superado” (Cross, p. 173). Bingham
declara que los puntos de vista de algunos “en estos últimos tiempos” [es
decir, en aquel tiempo] los cuales sugieren que los cristianos de los tres
primeros siglos “no tenían un lugar particular de reunión”, no soportan la
investigación cuidadosa.
Bingham llama la atención a la obra de Joseph
Mede (1586-1638), quien hizo una detallada refutación de esa teoría, “presentando
una colección de autoridades históricas de la antigüedad las cuales dan fe de
localidades públicas donde se reunían los cristianos de los primeros tres
siglos” (Bingham, pp. 277-282). Se dio a conocer una masiva cantidad de
evidencia extraída de los escritos de los “padres ante-nicenos”. Bingham
concluyó por señalar que aunque las grandes facilidades públicas donde reunirse
vinieron a ser más populares durante la administración de Constantino, no
obstante los santos primitivos “siempre tuvieron lugares públicos reservados
para la adoración divina” (p. 282). El erudito británico decía que las pruebas
eran irrefutables.
Otros han señalado que aunque las primeras
iglesias frecuentemente se reunían en las casas de los discípulos eventualmente
esas mismas casas fueron donadas al cuerpo de creyentes y llegaron a ser
edificios exclusivamente dedicados a las asambleas de las iglesias. En 1931/1932,
en la antigua Dura-Europos, próxima al río Eufrates y a más de 200 kilómetros
al suroeste de Harán, los arqueólogos descubrieron las ruinas de un edificio
antiguo de la iglesia. La fecha del edificio, determinada mediante una
inscripción, era 232-233 d. C. —una fecha muy lejana de aquella en la que
Constantino publicó su “edicto de tolerancia” (Finegan, pp. 405-406).
CONCLUSIÓN
No hay duda en que muchas iglesias han gastado fortunas en construir
edificios con un diseño y elaboración innecesarios. Ciertamente muchas
congregaciones no usan sus facilidades de una manera sabia. Pero los abusos no
niegan una legítima conveniencia. Ω
BIBLIOGRAFÍA
Alexander, J.A. (1956
Reprint), Commentary on Acts (Grand Rapids: Zondervan).
Bingham, Joseph
(1865), The Antiquities of the Christian Church (London: Henry
G. Bohn), Vol. I.
Cross, Frank, Ed.
(1958), The Oxford Dictionary of the Christian Church(London:
Oxford University Press).
Ferguson, Everett F.
(1975), Acts: The Expanding Church (Chicago: Moody).
Finegan, Jack (1946), Light
From The Ancient Past (Princeton, NJ: Princeton University Press).
Harrison, Everett
(1975), Acts – The Expanding Church, Chicago: Moody.