¿Puede una hermana hacer preguntas en una clase bíblica compuesta por
hombres y mujeres? Y si puede, ¿cómo armoniza esto con la instrucción de Pablo
en 1 Corintios 14:34 en cuanto a que la mujer debe guardar “silencio” en la
congregación?
En primer lugar necesitamos definir el
significado de “silencio” tal cual lo usa la Biblia generalmente, y luego el
uso particular de este término en 1 Corintios 14. El término griego es sigao y esta es una palabra que nunca
ha demandado un silencio absoluto e incondicional. En lugar de eso, la
naturaleza del silencio está determinada por el contexto en el cual se ha
utilizado la expresión.
El verbo sigao
se encuentra muy pocas veces en la Biblia (unas 19 veces en el texto griego del
Antiguo Testamento, y como una docena de veces en el Nuevo Testamento). Un
cuidadoso examen de los términos revela que el contexto identifica la naturaleza del “silencio” bajo
consideración.
Por ejemplo, cuando los israelitas, perseguidos
por los egipcios, llegaron al Mar Rojo, ellos estaban aterrorizados; así que
elevaron su querella ante Moisés. Él les dijo que Jehová pelearía por ellos y
que podían estar “tranquilos” [en silencio] (Éx. 14:14). Eso obviamente no
quería decir que tenían prohibido hablar en absoluto; sino más bien que dejaran
de estarse quejando.
Cuando David describió ciertas debilidades en
su vida las cuales eran el resultado de su debilidad —y el hecho de que él
había guardado “silencio” bajo la carga (Salm. 32:3)— no se estaba refiriendo a
un silencio absoluto, sino a un silencio en
cuanto a su pecado. Él había fallado en no reconocer y abandonar su maldad.
Luego de que los discípulos atestiguaron la
escena de la transfiguración, ellos “se lo callaron” (Lc. 9:36). Esto no
significaba que desde ese momento no hablaron de nada en absoluto. Sólo que
ellos no discutieron con los demás lo que habían visto en la montaña.
Ahora enfoquemos nuestra atención sobre 1
Corintios 14. El verbo sigao se usa
tres veces en este capítulo.
Alguien que tiene el don de lenguas debe callar
[guardar silencio] si no tiene intérprete y su audiencia no entiende el
lenguaje en el cual hablará de los misterios divinos (v. 28).
Si un hermano está hablando, y otro hermano
recibe una revelación más actual de parte de Dios, el primer orador debe
guardar silencio (v. 30). Estas prohibiciones demandan silencio pero únicamente en cuanto a los temas que se
están tratando. Esto no prohíbe que estos hombres hablen en absoluto lo
cual no sería consistente con sus funciones. Seguramente estos hombres podían
cantar, dirigir una oración, o también exhortar a la audiencia en un lenguaje
que ellos pudieran comprender.
Finalmente, a las mujeres se les pide que
guarden “silencio” (v. 34). Esto no demanda que una mujer guarde un silencio
absoluto en la iglesia; de otra manera ella no podría cantar ya que el canto es
una manera de “hablar” a otros en la congregación (vea Ef. 5:18-19).
En cambio y en armonía con lo que el apóstol ha
enseñado en otras partes (1 Tim. 2:12), la mujer no debe hablar o enseñar en una forma que viole su rol como mujer.
Ella no debe ocupar la posición de un maestro público de tal manera que se
dirija a la congregación ejerciendo una autoridad sobre ella. Al asumir esta capacidad oficial ella estaría yendo más
allá de la esfera en la que ha sido autorizada, y estaría violando un principio
bíblico.
Cuando a una hermana se le permite hacer una
pregunta, y ella lo hace con la debida modestia y respeto hacia el maestro, no
hay nada que se pueda censurar en ella. ¿Diríamos que un estudiante que en el
sistema público de enseñanza de nuestro país le haga una pregunta a su
profesor, estaría usurpando el lugar y autoridad de éste?
Pero, permítame anticipar una objeción.
Algunos, quienes no han entendido el contexto de 1 Corintios 14, y quienes han
llevado este asunto a un extremo sin fundamento, alegan que el texto dice
claramente que si la mujer tiene alguna pregunta puede hacerla a su marido en
casa.
Si este extremo y literalístico punto de vista
es verdadero, se deben seguir también las siguientes conclusiones.
La mujer debe determinar “no aprender nada”
durante la adoración de la congregación pues eso es lo que “el texto dice”.
Si ella está soltera, entonces no tiene
esperanza de aprender nada — pues ella no tiene un esposo a quien preguntarle
en casa. De este modo, o decide casarse para aprender, o debe mantenerse en la
ignorancia. La conclusión es absurda, por lo tanto su argumento es inválido.
El contexto total —de esta porción concluyente
de 1 Corintios 14— sugiere que había un problema específico en la iglesia corintia,
y tenía que ver con algunas mujeres agresivas.
Algunas de las hermanas corintias estaban teniendo “un más alto concepto de sí”
del que corresponde, y estaban hablando en la congregación con una actitud
desafiante hacia los maestros. Bajo la máscara de querer recibir más
información, probablemente ellas estaban realizando cuestionamientos con el
único fin de poner a la defensiva a los servidores públicos de la enseñanza.
Cualquier manifestación de una conducta como
ésta obviamente es una violación al principio enunciado por el apóstol en su
más amplio tratado del tema tal cual lo hallamos en 1 Timoteo 2:12ss (Vea
nuestra discusión acerca de “El Rol de la Mujer en la Iglesia”).
Recuerde esto. Las Escrituras deben verse como
armoniosas (sin contradicción). No es un legítimo método de interpretación
intentar poner un libro contra otro. Ω