jueves, 28 de mayo de 2020

PREGUNTA: “¿Quiénes o qué eran los demonios tan frecuentemente mencionados en el Nuevo Testamento? ¿Existen personas poseídas en la actualidad como lo fueron las personas del primer siglo?”


Los demonios eran espíritus malignos, que actuaban bajo la dirección de Satanás, se oponían a Dios, y eran capaces de causar mucha miseria al hombre (Mateo 8:28-34, 12:24.) Sus poderes sobre los seres humanos les permitieron afligir a las personas con mudez (Mateo 9:32, 33), ceguera (Mateo 12:22), y locura (Lucas 8:26-36.) Reconocieron la Deidad del Señor, reconocieron su condición maligna, reconocieron su juicio inminente, y temblaron al pensar en eso. (Mateo 8:29; Lucas 4:41; Santiago 2:19.) A los apóstoles se les dio el poder de expulsar demonios y un caso en el cual lo usaron se encuentra en Lucas 10:17, 18, aunque Marcos 9:18-29 muestra que su falta de fe estorbó su capacidad de lograrlo en la ocasión mencionada.

Los esfuerzos para "explicar" la demonología del Nuevo Testamento como (1) superstición popular; (2) la adaptación del Señor a los puntos de vista populares; (3) alguna enfermedad o locura; (4) a los ángeles caídos; o (5) el que es quizás el más absurdo de todos, a la descendencia de los ángeles y mujeres impíos de Génesis 6, todos fallan (a) debido a su falsedad obvia o (b) porque entran en conflicto con hechos conocidos y con la ilimitada bondad y el conocimiento de nuestro Señor.

Presentando una inducción de declaraciones se revelará que (1) eran seres inteligentes (Marcos 1:24; 5:7, 8); (2) eran malvados y finalmente debían enfrentar el juicio (Ap. 9:11); y (3) ellos venían del "abismo". Estas consideraciones han conducido a hombres muy capaces a concluir que eran espíritus incorpóreos de hombres malvados que de alguna manera escaparon del Tártaro en el Hades y de las personas afectadas a quienes se apoderaron. Tan fuerte era la creencia de Alexander Campbell en esto que en su larga e intrincada discusión acerca del tema en su Declaración y Alocución escribió, "Nosotros concluimos que no hay razón ni hecho—no hay canon de crítica—ninguna ley de interpretación; no hay nada en la experiencia u observación humana; no hay nada en la antigüedad—la sagrada o profana, que a nuestro juicio pese en contra de la evidencia ya presentada en apoyo de la posición de que los demonios de los paganos, los judíos y los cristianos eran los fantasmas de hombres muertos y, como tales, habían tomado posesión de los cuerpos de hombres vivos, y los movían, influenciaban e impulsaban a ciertas vías de acción”. Esta era la opinión de los historiadores judíos Josefo y Filón. El primero escribió: "Los demonios son los espíritus de hombres malvados, que entran en hombres vivos y los destruyen, a menos que estuvieran muy felices de encontrarse con un rápido alivio" y el último dijo: "Las almas de los hombres muertos se llaman demonios". Los primeros escritores cristianos, como Justino Mártir, Ireneo, Orígenes, y muchos otros, se pueden citar apoyando esta misma línea. La conclusión de Lardner, después de un examen detallado de estos escritores antiguos sobre este tema, es "La noción de demonios, o de almas de hombres muertos, que tenían poder sobre los hombres vivos, prevalecía universalmente entre los paganos de aquellos tiempos, y así lo creían muchos cristianos" y el hermano McGarvey, en su comentario sobre Mateo y Marcos dice que "el uso judío del término se aplica exclusivamente a los espíritus de hombres malvados ya difuntos. Este uso fue adoptado por Jesús y por los apóstoles, y en consecuencia todo lo que se dice de los demonios en el Nuevo Testamento está en armonía con eso". ¿La gente de nuestros días sufre de posesión demoníaca? Obviamente, no. Incluso un examen casual de los casos relatados en el Nuevo Testamento mostrará que las circunstancias que describen la posesión demoníaca no son características de los supuestos casos de nuestros días. Nuestro Señor ató a Satanás en su propia casa o dominio (Mateo 12:5-29), y el evangelio de hoy es la "cadena" que lo detiene a él y a sus siervos (Apocalipsis 20:1-4). En aquellos días, los que estaban poseídos por estos agentes del diablo eran incapaces de librarse de sus cadenas; pero ahora todos los hombres, con la ayuda del Señor, tienen el poder de repeler las influencias de Satanás. El Señor se enfrentó con Satanás en su propio dominio y triunfó sobre él. Hoy, el poder del diablo sobre los hombres es limitado para engañarlos y tentarlos, y estas acciones pueden resistirse con la ayuda de Dios y la espada del Espíritu (Mateo 4:1-13; I Cor. 10:13). Ahora, si resistimos al diablo, él huirá de nosotros (Santiago 4:7), porque tiene miedo de cualquiera que empuñe la espada del Espíritu: la palabra de Dios (Heb. 4:12).

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