“Si yo soy
cristiano, y mis padres u otros seres amados no lo son, y mueren perdidos,
¿cómo puedo ser feliz en el cielo, sabiendo que miembros de mi familia están
sufriendo en el infierno?”
Esta es una pregunta que ha
desafiado la mente de todo meditabundo hijo de Dios. No hay un tratamiento específico
de esta cuestión en las Escrituras, pero hay pasajes que contienen retazos de
información que, considerada en conjunto, puede suplir una respuesta significativamente
sustancial al problema percibido.
INTENTOS ERRÓNEOS DE TRATAR EL
PROBLEMA
Al tratar este tema inquietante,
no se debe recurrir a “soluciones” que son contrarias a la revelación bíblica
más clara. Por ejemplo, el “universalismo”, es decir, la teoría que sostiene
que todas las personas serán salvas, no está en armonía con las Escrituras
(Mat. 7:13-14).
Tampoco es viable afirmar que no
tendremos recuerdos de nuestras relaciones terrenales (vea Lc. 16:27-28). Lo cual,
claramente, no es el caso (Mat. 8:11; Lc. 23:43). Así que la posible respuesta
a nuestra pregunta debemos buscarla en otra parte.
POSIBLES SOLUCIONES
Primero, hay muchas cosas acerca
del orden de cosas en la eternidad que están más allá de nuestra capacidad de
comprender en el tiempo presente. Este es el por qué los escritores bíblicos
emplean frases antropomórficas para comunicar conceptos espirituales en formas
humanas. Por ejemplo, en las llamas del Hades, el rico quería agua para
refrescar su lengua (Lc. 16:24(, cuando, en realidad, su lengua literal se
estaba descomponiendo en la tierra.
De manera similar, una de las más
preciosas declaraciones del libro de Apocalipsis es aquella donde en el orden
celestial, Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos» (Apo. 21:4). El
simbolismo, característico del libro en general, es evidente, y, sin embargo,
el propósito de la preciosa promesa es perfectamente claro.
Pero, ¿cuál es la causa de esas “lágrimas”?
Probablemente la referencia aquí tiene que ver con las lágrimas derramadas en
la tierra debido al sufrimiento, las persecuciones, los corazones rotos, etc.
el punto pareciera ser este— serán erradicadas todas las horribles
consecuencias del mal. El pecado y las aflicciones que lo acompañan se
desvanecerán. De alguna manera, Dios aliviará los corazones de su pueblo, y sus
anteriores episodios de tristeza serán eclipsados por el gozo celestial.
Hay varios puntos que pueden considerarse
para ayudarnos a llevar este problema hacia un enfoque más preciso.
Si fuera el caso que el sufrimiento
por los seres amados perdidos destruye la felicidad del cielo, entonces no habría
cielo para los redimidos, porque todo el pueblo del Señor ha tenido miembros en
su familia, cercana o lejana, que han muerto fuera de la esfera de la salvación
(comp. Mat. 10:34-39). Por lo tanto, uno debe concluir que el problema
percibido será remediado por Aquel que hace todas las cosas con justicia (Gén.
18:25).
Dios es un ser de amor supremo;
el amor es intrínseco a su naturaleza (1 Jn. 4:8). La profundidad de su amor
por la humanidad se evidencia en el mismísimo don de Su Hijo (Jn. 3:16). El sentido
de amor del hombre no puede empezar a rivalizar con el amor supremamente
compasivo del Padre.
Entonces, si es el caso que Dios
mismo es feliz (vea “bendito” en 1 Tim. 1:11)— aun cuando los objetos de Su
amor se rebelan contra Él y terminarán en el infierno— seguramente es igual de
cierto que los simples mortales, con una capacidad de amor menor, pueden ser
felices en la esfera eterna de la existencia.
¿Acaso no es cierto que, justo en
este momento, en el cual vivimos en la tierra, estamos conscientes del hecho
que algunas personas, por quienes sentimos un afecto entrañable, han muerto en
una condición de desobediencia? A pesar de eso, ¿no podemos afirmar que una
vida de temor a Dios es una existencia feliz y maravillosa? ¡Pablo podía! (Filp.
4:4). Si ese es el caso con respecto a las situaciones de la tierra, ¿no será
también así en el orden eterno de las cosas?
Pero, quizá la consideración más reveladora
de todas es esta. ¿No podemos admitir que nuestra actual percepción del pecado
está demasiado alejada de la realidad? El pecado no sólo nos afecta
físicamente, sino que también ha embotado nuestra percepción de la santidad absoluta.
Incuestionablemente no comprendemos la magnitud del mal.
Considere el lenguaje de una de
las parábolas de Jesús con respecto a los impíos.
«Pero a estos mis enemigos,
que no querían que reinara sobre ellos, traedlos acá y matadlos delante de mí»
(Lc. 19:27).
A algunos amigos les choca este
lenguaje tan gráfico— incluso lo repudian. Luego considere el siguiente texto
«Entonces los siguió otro
ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su
imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano, él también beberá
del vino del furor de Dios, que está preparado puro en el cáliz de su ira;
y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en
presencia del Cordero. Y el humo de su tormento asciende por los siglos de
los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la
bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre»
(Apo. 14:9-11).
Algunos que han considerado que
este pasaje está fuera de armonía en cuanto a su percepción de la justicia
divina, también han rechazado el concepto de un castigo eterno y consciente en
el infierno— a pesar de la clara enseñanza bíblica sobre el tema.
Aquí hay una cuestión candente
para una profunda meditación. ¿No es posible que una vez que hayamos escapado
de las fragilidades y limitaciones de la carne, tendremos una consciencia más
clara de la atrocidad del pecado?
Y, ¿no será que veremos a aquellos
que han rehusado servir al Señor en una luz completamente diferente que aquella
que empleamos en la tierra— aunque sean personas que están tan estrechamente
relacionados con nosotros?
¡Una exposición a la presencia
del Dios Santo podría resolver numerosos asuntos que son vistos como “problemáticos”
desde nuestra actual e incompleta perspectiva!
Por lo tanto, no creemos que la
interesante pregunta con la que iniciamos sea una pregunta insuperable. Debemos
tomar en cuenta las posibilidades, y en el análisis final, confiar en que el
Creador se encargará de los problemas.
Hola hermano. Buen tema. Compartí un tema similar con la iglesia, y concuerdo con usted en el punto de que definitivamente cuando estemos en espíritu nuestra percepción cambiará completamente. En Ap. 6:9-10 dice que las almas estaban pidiendo justicia por sus muertes, no están preocupados por sus seres queridos, tal vez se puedan lamentar por sus verdugos, pero no es eso lo que están haciendo, ellos están pidiendo justicia. Considero que estar en la presencia de Dios será una increíble experiencia donde veremos al pecado y a la salvación como realmente nunca lo vimos aquí en la tierra. Creo qué la pregunta del artículo sólo se enfoca en el ambito meramente terrenal no considerando el espíritual.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, amado hermano. Es así, cuando consideramos la evidencia todos los estudiantes sinceros de la Biblia llegamos a las mismas conclusiones. Esta pregunta es muy popular e interesante y espero que las respuestas presentadas sirvan como una adecuada orientación.
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