lunes, 7 de marzo de 2016

El Caso del Ladrón en la Cruz

Por lo visto el ladrón arrepentido que fue crucificado con nuestro Señor se salvó. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43). Pero Jesús enseñó en Juan 8:21 que si una persona muere en sus pecados no puede ir a donde está el Señor. Los evasivos evangelistas denominacionales han engañado a los que no están informados bíblicamente al aplicar erróneamente el relato acerca de este ladrón en la manera en que lo han razonado: “El ladrón en el cruz no fue bautizado; por lo tanto, no hay en lo absoluto la necesidad de bautizarse”. Pero, ¿ése es el caso? En nuestro estudio, observemos los siguientes cinco puntos:

I. Primero, ningún hombre puede probar que el ladrón no fue bautizado.

Pero, nos dicen, “no hay mención alguna de que él haya sido bautizado”. Y admitimos que no la hay. Sin embargo, sobre esta base también probaríamos que la fe en Cristo no es necesaria para la salvación, pues no hay declaración alguna en cuanto a que Lázaro, quien fue al paraíso (Lc. 16:19-31), creyera en Cristo. Lo que prueba demasiado en realidad no prueba nada.

II. Segundo, es totalmente razonable y posible que el ladrón haya sido bautizado.

(1) Considere la amplia cobertura y aceptación del bautismo de Juan. Hechos 13:23-25 nos informa, “Juan predicó, antes de su venida [la de Jesús], un bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel”. Cuando Juan predicó el bautismo de arrepentimiento para la remisión de pecados, “… acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán” (Mr. 1:4-5). Mateo 3:5-6 nos dice, “Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán”. En Lucas 3:7 leemos, “las multitudes que acudían para que él las bautizara”. Lucas 3:21 añade: “Y aconteció que cuando todo el pueblo era bautizado…” Luego, Juan 4:1 nos informa: “los fariseos habían oído que Él hacía y bautizaba más discípulos que Juan”. Es indudable que la cobertura y aceptación del bautismo de Juan era sumamente considerable. Y, no olvidemos que el bautismo de Juan era para el perdón de pecados (Mr. 1:4; Lc. 3:3). Por supuesto que esto era en anticipación al derramamiento de la sangre de nuestros Señor, sangre sin la cual la remisión de pecados no podía hacerse realidad (Mat. 26:28; Heb. 9:22). Es completamente razonable y posible que el ladrón hubiese estado en este vasto número de personas.

(2) Observe lo bien informado que estaba el ladrón. Mientras agonizaba, “decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lc. 23:42). Este texto implica: (a) que él sabía que Cristo tenía un reino, y (b) que se establecería después de la muerte de nuestro Señor. Además, la declaración también implica (c) que él entendía que el Señor tenía el poder para bendecir con la vida. Pero el bautismo de Juan, que era para la remisión de pecados, estaba conectado con la predicación del reino (Mat. 3:1-3; Mr. 1:1-5). Ciertamente es del todo posible que el ladrón haya sido bautizado.

(3) “¡Pero él era un ladrón!, nos dicen. Esto no niega que haya podido ser alguien bautizado. Él pudo haber estado entre aquellos muchos discípulos del Señor que “se apartaron y ya no andaban con El” (Jn. 6:66). Después de todo, al apostasía es posible (Lc. 8:11-15; 2 Pe. 2:20-22; 1  Cor. 10:12).

III. Tercero, considere que el Nuevo Testamento no estaba en vigencia cuando el Señor le hizo esa promesa al ladrón.

(1) Hebreos 9:15-17. Este texto declara, “Y por eso Él es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna.  Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador. Pues un testamento es válido sólo en caso de muerte, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador”. La siguiente ilustración, ideada por un anónimo, es muy expresiva. Había un hombre rico llamado John. Su última voluntad estaba preparada: pero, aún no tenía vigencia porque él no había muerto. Una pobre viuda viene a él pidiéndole una ayuda, y él le brinda una muy generosa ayuda. Y así lo sigue haciendo durante algunos años. No hay nada fuera de orden con esto ya que él puede disponer de su riqueza como quiera mientras esté vivo. Pero, de pronto muere, sale a la luz su última voluntad, se prueba su autenticidad, y el administrador va a disponer de sus bienes, de acuerdo con los términos que establece el documento. La viuda necesitada que mencionamos al principio viene y pide ayuda, pero se la niegan. Ella reacciona: “Pero si el señor John estuviera vivo, él me ayudaría”. El administrador le responde: “No tengo duda de eso, pero ahora él está muerto y yo no tengo autoridad para quebrantar su voluntad. Solamente puede administrar sus bienes tal como él lo dispuso en su testamento”. Así sucede con la voluntad de nuestro Señor. Mientras estaba en la tierra, Cristo podía decir al ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43). Podía decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” (Mr. 2:5). A la mujer pecadora que estaba en la casa de Simón podía decirle, “Tus pecados han sido perdonados” (Lc. 7:48). Podía decirle a la adúltera: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Jn. 8:11). Todos estos casos acontecieron antes de que la última voluntad de Cristo entrara en vigencia. ¿Y qué con eso? Bueno, “donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador” (Heb. 9:16). Al morir Cristo, su última voluntad ha entrado en vigencia, y nosotros solamente somos salvos cuando cumplimos con los términos de su voluntad. Y, su voluntad dice: “El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado” (Mr. 16:16). Además, Pedro dijo de parte del Señor: “Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados” (Hch. 2:38). De manera incidental, supongamos que existía el señor John, un hombre muy rico, quien murió y en su última voluntad dijo: “El que creyere y fuere bautizado recibirá mil dólares”. ¿Cuántas personas tendrían problemas para entender que el bautismo es esencial para poder recibir esos mil dólares?

Argumentar que el bautismo no es esencial para el hombre hoy, “ya que el ladrón nunca se bautizó” es análogo a afirmar que no necesitamos pagar impuestos hoy porque Manuel Amador Guerrero no los pagó. Como usted bien sabe el presidente murió antes de que entrara en vigencia la ley de los impuestos actuales.

(2) Los requisitos de un testamento efectivo y cómo Cristo los cumplió. (a) El individuo que hace un testamento debe tener una edad responsable. ¿No tenía Cristo más de treinta años cuando murió? (b) El individuo que hace un testamento debe tener pleno uso de sus facultades mentales. Cristo dejó mudos y avergonzados a los hombres más sabios de su tiempo, sí, desde que era tan sólo un niño (Lc. 2:46-47). (c) El individuo que hace un testamento debe tener bienes o propiedades que otorgar. Efesios 1:7 dice, “En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia”. (d) El testamento debe contar con testigos. Los apóstoles del Señor realizaron esta función (Hch. 1:8; 5:32). (e) El testamento entra en vigor únicamente después de la muerte del testador. Esto se explica claramente en Hebreos 9:15-17.

(f) Los testamentos tienen albaceas cuya responsabilidad es velar que los términos del testamento sean respetados y se cumplan debidamente. Los apóstoles del Señor cumplieron esta función porque fueron inspirados por el Espíritu Santo (Jn. 14:26; 16:13; Ef. 3:1-12). (g) Luego de que un testamento ha sido verificado adecuadamente no hay apelación posible ante los términos y condiciones del mismo. Ya que el Señor fue confirmado por la corte celestial, y ya que su testamento expone el plan de salvación, no puede haber cambios en los términos o condiciones de la salvación. Intentarlo lo pondría a uno en la condición de anatema para Dios (Gál. 1:6-9). No podemos añadir ni quitar algo de la ya confirmada divinamente y permanentemente establecida voluntad de nuestro Señor (Apo. 22:18-19). No podemos ir más allá de lo que está escrito (1 Cor. 4:6; 2 Jn. 9-11) ni podemos poner menos requisitos que el Señor; ni yendo más allá de lo que está escrito podemos añadir más requisitos que los que el Señor ha pedido. Balaam estaba en lo correcto cuando dijo: “yo no podría traspasar el mandamiento del Señor mi Dios para hacer ni poco ni mucho” (Núm. 22:18). Ahora, cuando “el caso del ladrón” se estudia a la luz de estos principios que rigen los testamentos, el argumento de “como el ladrón se salvó sin bautizarse así los hombres hoy pueden salvarse sin ir al bautismo” cae en una completa insignificancia y por ende queda invalidado.

IV. Cuarto, consideremos que el ladrón en la cruz no constituye un ejemplo para nosotros hoy.

(1) Cuando se prometió el paraíso al ladrón el Nuevo Testamento no estaba en vigencia (Heb. 9:15-17).

(2) Cuando se prometió el paraíso al ladrón, la Gran Comisión aún no se había dado (Mat. 28:18-20; Mr. 16:15-16; Lc. 24:46-49; Jn. 20:20-23).

(3) Cuando se prometió el paraíso al ladrón el reino del Señor aún no había sido establecido (Mr. 9:11; Hch. 1:8; 2:1-4).

(4) Cuando se prometió el paraíso al ladrón los apóstoles del Señor aún no habían empezado a utilizar las llaves del reino (Mat. 16:18, 19; Hch. 2:36-38).

(5) Una nota especial. Es manejar maliciosamente la palabra de Dios el pasar por alto todos los casos de conversión que hay en el libro de los Hechos (2, 8, 9, 10, 16, 18, 19, 22, 26) y en cambio buscar antes de eso hasta encontrar el caso del ladrón. Verdaderamente tiene una gran presión en su empeño por establecer que el bautismo no es esencial cuando tiene que manejar así la palabra de Dios.

V. Finalmente, una palabra acerca del otro ladrón.

El otro ladrón se mantuvo obstinado, rebelde, blasfemo y sin remordimientos hasta el final. Ese fue el caso (1) aunque él sabía que quien estaba agonizando junto a él era el  Cristo, la evidencia de ese hecho era abrumadora. (2) aun cuando él estaba experimentando la agonía de los crucificados y (3) aun cuando él sabía que su muerte era inevitable, inminente. ¿Cómo podía suceder algo así? ¿Cómo lo explicaría usted? Solamente hay una respuesta: un hombre puede pecar despreciando la gracia. Puede persistir en el pecado al punto de que el arrepentimiento se le hace imposible. “El hombre que después de mucha reprensión endurece la cerviz, de repente será quebrantado sin remedio” (Prov. 29:1). La conciencia de una persona podría estar tan cauterizada como un acero soldado, convirtiéndose en algo insensible a la gracia, misericordia y amor de Dios (1 Tim. 4:2). Efesios 4:19 dice, “y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas”. Benjamín Franklin, uno de los líderes del Movimiento de Restauración, consideraba que es cierto que nadie puede convertirse al Señor después de la muerte; pero, también es cierto que algunos no pueden convertirse al Señor antes de la muerte. Un corcho sumergido cien veces bajo el agua volverá a emerger las mismas veces. Sin embargo, si es sumergido doscientos pies bajo el agua, no podrá emerger de nuevo. ¿Por qué? La presión de agua encima contrarresta la flotabilidad y provoca que éste se hunda. Sí, usted puede hundirse más allá de su capacidad de levantarse de nuevo.

Conclusión

(1) Recapitulando. En este estudio hemos observado que: (1) Ningún hombre puede probar que el ladrón no fue bautizado, (b) es razonable que el ladrón haya sido bautizado, (c) el Nuevo Testamento no estaba en vigencia cuando el Señor prometió el paraíso al ladrón, (d) que el ladrón en la cruz no constituye un ejemplo para nosotros hoy, y (e) una consideración acerca del otro ladrón.


(2) Ese día, allí, murieron tres. El ladrón arrepentido murió al pecado. El ladrón rebelde murió en pecado. El  Señor murió por el pecado. 

3 comentarios:

  1. Exelente Articulo pues se debe de entender que los designios de Dios son incuestionables.

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  2. Y tambien se debe de entender que Cristo el hijo de Dios tiene la complacencia de su padre y el podia decidir quienes se salbarian antes que fuese establecido su reino, por que en donde no hay un cuerpo de leyes no se puede juzgar ningun delito, pero una vez que quedo establecido el reino o Gobierno de Dios en la tierra y su evangelio fue publicado por su santo espiritu, que dice que el evangelio es poder de Dios para salvacion y ademas que dice que Cristo no condena a nadie sino la palabra escrita ella los jusgara.

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  3. y por ultimo hoy por hoy si el Rey Davit viviera hoy en dia el evangelio de Cristo regularia su actividad varonil, osea no que su actividad promiscua sesaria.

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