domingo, 28 de febrero de 2016

Ser Cautelosos con las Influencias Negativas

Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas abominables de esas naciones” (Deut. 18:9).

ANTECEDENTES DEL TEXTO

Increíblemente los israelitas vagaron por cuarenta años en el desierto de Parán, en un viaje que en realidad podía hacerse en menos de dos semanas (Pfeiffer, 68). Pero el momento había llegado. Moisés se dirigió a la nueva generación mientras ellos contemplaban el río Jordán, dispuestos a cruzarlo hacia la tierra prometida donde fluía leche y miel y de la que ellos habían rehuido cuarenta años antes. La misma estaba habitada por adoradores de ídolos quienes estaban zambullidos en actividades diabólicas. Ellos debían ser expulsados, pero Dios predijo que su influencia tentaría a la población relativamente joven de su pueblo y que amenazarían su existencia (comp. Deut. 12:29-32).
En su discurso deuteronómico, Moisés revisó su menos que estelar historia, repitió la ley, reiteró sus días de fiesta y estableció la familia como el lugar donde el amor de Dios y la obediencia serían ejemplares. En medio de visiones optimistas de prosperidad y una promesa aparentemente ilimitada, Dios hace algunas ominosas advertencias. En los primeros siete capítulos Él hizo siete advertencias contra enredarse en prácticas idolátricas.

En Deuteronomio 18:9-14 especificó las prácticas despreciables que debían evitarse, entre ellas el sacrificio de niños pasándolos por fuego, la brujería, la adivinación, el sortilegio, la magia, el consultar médiums y los espíritus de los muertos.

PRÁCTICAS DESPRECIABLES Y PELIGROSAS EN NUESTROS DÍAS

Francamente (y afortunadamente) la mayoría de estas prácticas no son el plato fuerte de nuestra cultura (salvo por ejemplos ocasionales de brujería y consulta de médiums). Pero antes que usted baje la guardia, deténgase y reflexione. Nuestra sociedad tiene cualidades altamente seductoras para ello. Es posible imaginar que ser un panameño es casi lo mismo que ser un cristiano; que una vida moral respetable y alabar a Dios son actividades intercambiables. Nosotros podríamos comenzar a creer que merecemos toda nuestra prosperidad y libertad y que somos libres de usarlas como se nos antoje.

Estamos criando a nuestros hijos en quizá la sociedad más materialista que ha existido en la historia. Muchos parecen creer que una gran prosperidad es evidencia de que somos aceptos ante Dios y que Dios cuida de forma especial a nuestra nación. La advertencia de Jesús en cuanto a que la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen (Lc. 12:15) se siente fuera de lugar cuando miramos todo el montón de cosas que hemos logrado y que nos dan felicidad.

Nuestra nación es extremadamente hedonista—muchas personas suponen que si algo es divertido o produce placer, entonces está justificado. La advertencia a no ser “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Tim. 3:4) ha sido ignorada. Después de todo, ¿acaso no podemos amar a los dos?

Relacionada con el hedonismo, hay un abrumador énfasis en la libertad sexual. En cuanto las hormonas comienzan a reaccionar, nuestro ambiente sexualmente cargado bombardea a nuestros hijos desde afuera, usándolos para dar una expresión ilícita de su deseo sexual. El llamado “Huid de la fornicación” (1 Cor. 6:18) está en total contradicción con la práctica moderna.

Fácil de pasar por alto es el escapismo. Muchos evitan el dolor y la angustia con drogas ilegales y aún con las prescritas. Escapar de la realidad por medio de la intoxicación es alto tan antiguo como la historia de Noé (Gén. 9:21). Los adolescentes frecuentemente escapan con el uso excesivo de juegos electrónicos o la incesante navegación por internet (Lewis, 123-36), reemplazando la actividad productiva con la pasividad de ver televisión (Lewis, 28-03), la adicción a todo tipo de deportes, o las horas que pasan recorriendo un mal como pasatiempo. El llamado de Pablo a ser sabio “aprovechando bien el tiempo” (Ef. 5:16) no da en el blanco cuando el cerebro está dominado por las actividades escapistas.

Quizá usted piense que las prácticas despreciables descritas en Deuteronomio 18:9-14 parecen tratar cosas diferentes a las cuatro que he enumerado. Pero creo tanto que la  Escritura como la consideración práctica revelarán que, si no se les presta la debida atención, estas cuatro prácticas nos llevarán en una espiral descendente hasta la bancarrota espiritual y finalmente a la muerte eterna (Ro. 6:23).

Materialismo: el pecado respetable

Disfrutar la recompensa de tu trabajo es admirable. Pero eso también puede degenerar fácilmente en un materialismo peligroso espiritualmente. Por fuera aparente respetabilidad, pero por dentro se convierte en una enfermedad traicionera que crece sin que se note pero con efectos graves. Jesús advirtió puntualmente acerca de “el engaño de las riquezas” (Mat. 13:22) y la manera en la que éste destruye los efectos positivos de la palabra de Dios.

Debemos ser cuidadosos en cuanto a lo que nuestros estilos de vida comunican a nuestros hijos. Debemos intencionalmente enseñarles y demostrarles las palabras de Hebreos 13:5, “Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis”. Una de las mejores maneras de cumplir esto es permitirles ver cómo generosamente nosotros compartimos con otros las cosas que tenemos. Que nuestros hijos sepan con cuánto contribuimos a la obra de la iglesia y por qué. Involucrarlos en las acciones donde usted provea para las necesidades de los demás. Ayudarlos a desarrollarse como adultos que no atesoran cosas para sí mismo sino que son “rico[s] para con Dios” (Lc. 12:21).

Exhorto a los padres a que se sienten con sus hijos y estudien 1 Tim. 6:6-19. Allí ellos pueden aprender a evitar la codicia y a estar contentos con la satisfacción de sus necesidades. Allí aprenderán de Dios acerca de los inconvenientes de permitir que los bienes materiales se pongan por encima de las relaciones. Y allí aprenderán a no amontonar para sí mismos sino compartir lo que tienen con los que pasan necesidad y así disfrutar la vida que sí es vida.

Hedonismo: ¡Es que es tan divertido!

Es común que un grupo de jóvenes se burlen sin misericordia de un compañero de clase sólo por la risa que eso les produce. Que algo sea agradable no lo hace justificable. Debemos practicar tolerancia cero con este tipo de conducta porque esta se enfrenta a muchos principios dados por Dios, incluyendo “El amor no hace mal al prójimo” (Ro. 13:10). Nuestra cultura está demasiado orientada a la búsqueda del placer. Con ese énfasis en la rumba nos parecemos a aquellos que Pedro describía cuando dijo, “que tienen por delicia el gozar de deleites cada día” (2 Pe. 2:13).

Siempre se ha concluido que la caída de Roma se debió a que su gente estaba tan enamorada del placer y de la atmósfera del circo del Coliseo que se olvidaban a de sus responsabilidades (Jones, 316). Proverbios 21:17 insiste en que el “Hombre necesitado será el que ama el deleite… no se enriquecerá”. Jesús enseñó que quienes “son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida” no madurarán (Lc. 8:14). Si nuestra juventud debe convertirse en siervos de Dios productivos, debemos ayudarlos a anhelar metas más altas que la persecución del placer.

La inmoralidad sexual: el pecado personal

Nuestros hijos están siendo alimentados con mentiras de parte de aquellos que “se disfraza[n] como ángel de luz” (2 Cor. 11:14). Una mentira que ha sido repetida por muchos años es que Jesús no llamó al sexo antes del matrimonio algo pecaminoso sino que simplemente son los celosos moralistas de la iglesia los que lo condenan. En Mat. 15:19-20, Jesús dice, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre…” La palabra que utilizó Jesús y que se traduce “fornicaciones” es la palabra griega porneía, la cual por definición incluye el sexo antes de matrimonio (Tenney, 601).

Otra mentira es que el sexo premarital no hace daño a nadie. Pero Dios advierte que el sexo ilícito es el único pecado que se comete contra el propio cuerpo (1 Cor. 6:18), y nos dice que cuando tenemos sexo con alguien, aun con una prostituta, nos hacemos un solo cuerpo con esa persona (1 Cor. 6:16). Esa intimidad está reservada únicamente para el matrimonio (Gén. 2:24; Ef. 5:31).

La pornografía ha alcanzado límites epidémicos (“adicción”). Debemos asistir con ayuda a  nuestros jóvenes en la batalla contra este destructivo mal. Esta se incluye en cada pasaje que condena la inmoralidad sexual (por ejemplo, 1 Cor. 6:9) y está señalada en la prohibición de Jesús acerca de la “codicia” (Mat. 5:27-28). Es adictiva (Irons, 7-21) y distorsionará el enfoque sexual de una persona de manera que la intimidad marital ordenada por Dios se hará difícil o hasta imposible.

Escapismo: el pecado de perder la vida

Voy a tratar este asunto muy brevemente. Deberíamos preocuparnos cuando nuestros hijos tienden a pasar mucho tiempo fuera en actividades no productivas que ningún beneficio traen. Pablo nos advierte en contra de la ociosidad (1 Tes. 5:14) y sugirió que se puede convertir en un hábito destructivo (1 Tes. 5:13). Nuestros hijos deberían ocuparse en ayudar con las necesidades y no sólo por su propio mundo interior (Filp. 2:4) y vivir sabiamente, aprovechando bien cada oportunidad (Col. 4:5)

¿CUÁN CAUTELOSOS DEBEMOS SER CUANDO ENTRENAMOS A NUESTROS HIJOS?
El profeta de Dios ya había reiterado el Decálogo entregado en el Sinaí por medio de la voz (Deut. 5:1-22). Les había dado el más grande de todos los mandamientos (Deut. 6:4; Mat. 22:37-38). Primero, ellos tenían los mandamientos de Dios en sus corazones y debían inculcarlos en sus hijos en cada paso de la vida (Deut. 6:4-9).

En Deuteronomio 18:9-14 él insiste en que ellos debían tomar medidas para evitar algunas prácticas despreciables específicas que prevalecían en la tierra prometida. Nosotros igualmente debemos identifica claramente y confrontar las influencias negativas que puedan devastar las vidas espirituales de nuestros hijos. Eli, el sacerdote, veía que sus hijos estaban haciendo mal pero Dios dice que “él no los ha estorbado” (1 Sam. 3:13). David sabía que su hijo, Adonías, estaba viviendo pecaminosamente pero nunca lo malhumoró preguntándole por lo menos: “¿Por qué haces así?” (1 Re. 1:6). Ellos sabían que sus hijos andaban terriblemente descarriados pero no hicieron algo para detenerlos. Es nuestro deber implementar la disciplina necesaria para eliminar estas prácticas de las vidas de nuestros hijos. Dios espera que refrenemos a nuestros hijos y aun que los estorbemos cuando algo que influye en ellos lo está haciendo peligrosamente. Es cierto que vivimos bajo la gracia, pero también lo es que recibiremos “mayor condenación” según las condiciones del Nuevo Pacto.

CONCLUSIÓN


Aquí está nuestro más grande desafío como padres—no se trata simplemente de proveer para las necesidades físicas y educativas de nuestros hijos, sino también entrenarles para vivir bajo la gracia de Dios donde ellos reciban la fuerza para vivir glorificando a Aquel que los creó. 


OBRAS CITADAS
“Addiction to porn destroying lives, Senate told: Experts compare effect on brain to that of heroin or crack cocaine.” Associated Press. 19 Nov. 2004. < http://www.msnbc.msn.com/ id/6525520/>. 29 Sept. 2006.

Irons, Richard, and Jennifer Schneider. “Differential Diagnosis of Addictive Sexual Disorders Using the DSM IV.” Sexual Addiction & Compulsivity, Vol. 3. 1996

Jones, A. H. M. “The later Roman Empire, 284-602.” Doctrina Jacobi nuper baptizati, 634 AD. Baltimore: John Hopkins, 1986.

Lewis, David, and Carley Dodd. Hooked on Hollywood. Nashville: Gaylor Multi-Media, 1996.


Pfeiffer, Charles F. Baker’s Bible Atlas. Grand Rapids: Baker, 1961. Tenney, Merrill C. Pictorial Dictionary of the Bible, Vol. 2. Grand Rapids: Zondervan, 1980.

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