¿QUÉ ES UNA CONDUCTA DESVERGONZADA?
La conducta de un niño parte de su conciencia y sus valores. Muchos
niños que se crían en ambientes con muy limitados recursos crecen haciendo el
bien y aquellos que nacen y se crían en las mejores circunstancias tienen
problemas para vivir una vida buena. Algunos niños a los cuales se les enseña
el evangelio de Cristo responden positivamente, otros no. La razón de esto es
que los hijos deciden por sí mismos cómo vivirán sus vidas. Hay algunos
factores externos que influyen fuertemente sobre su conducta, como los padres, los
amigos, la cultura y las circunstancias, pero la decisión final en cuanto a la
conducta reposa en la decisión individual.
Los padres cristianos se preocupan con razón acerca de si sus hijos
serán fieles a Dios. Lamentablemente no hay garantía alguna en cuanto a que
nuestros hijos se desarrollarán como nosotros queremos aun cuando proveamos
para ellos el mejor ambiente posible. El proverbio bíblico dice: "Enseña
al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de
él” (Prov. 22:6), pero parece que es una regla general que no hay regla
sin excepciones. Dios proveyó para Adán y Eva un ambiente perfecto para su
desarrollo moral y espiritual pero ellos se desviaron de sus caminos. Estoy
seguro que la mayoría de nosotros conocemos hijos que se han criado en
ambientes similares y sin embargo de adultos son completamente diferentes. Si
hubiera una fórmula para criar hijos perfectos, estoy seguro que la mayoría de
los padres haría lo que fuera necesario para garantizar un porvenir ideal. Por
lo tanto, la conducta está determinada primordialmente por la conciencia y
valores del individuo. En general, el ambiente sólo puede influir en la
conducta pero no determinarla.
Hay una diferencia entre mala conducta y conducta desvergonzada. Por
ejemplo, en Tito 1:6 Pablo dice que un anciano debe tener “hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía”. La palabra griega traducida “disolución” en este versículo es asotia, la cual aparece dos veces en el
Nuevo Testamento y se traduce “desenfreno” (Ef. 5:18) y “disipación”
(1 Pe. 4:4). Esta palabra parece referirse a la conducta que es sensual,
imprudente, y fuera de control. La conducta disoluta de Tito 1:6 no se refiere
a los hijos que como es típico dan batalla con su mala conducta. No todos los
hijos que forcejean con la fe viven vidas que son disoluta e indisciplinadas,
pero un anciano no puede servir efectivamente si sus hijos están fuera de
control. La conducta disoluta, entonces, no es típica de los ejemplos que
acostumbramos ver de mala conducta. Quizá el uso de disolución en este
versículo nos ayude a entender cuándo es el caso que un hombre tiene hijos que
no creen.
Una característica
de la conducta desvergonzada es la pérdida de la inhibición y la falta de
conciencia. Ser consciente de algo es preocuparse de ello. La conciencia es una
advertencia interna, un aviso de cuál es una conducta buena y cuál es una mala
conducta. Algunas personas suprimen su conciencia al punto de que pierden
sensibilidad tocante a lo bueno y a lo malo. Pablo lo expresa de esta manera: “y
ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para
cometer con avidez toda clase de impurezas” (Ef. 4:19).
La conducta de los
hijos se puede colocar en un ir y venir de lo bueno a lo malo y viceversa. El
peor lado de esto es que con el tiempo puede concluir en una conducta que, a la
edad de 18, se diagnosticará por la comunidad de salud mental como Desorden de
Personalidad Antisocial (DPA). Según la más reciente edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders
(DSM-IV-TR, por sus siglas en
inglés), algunas de las características prominentes de este desorden es la
incapacidad de acatar las normas sociales, hipocresía, hábito de mentir,
impulsividad, irresponsabilidad, violencia y falta de remordimiento (706). Hay
varios libros que se pueden obtener en las librerías y que tratan con detalle
el cuadro aterrador que tiene el desenlace de esta condición.
Algunos argumentarán que la conciencia es el resultado de la biología o
del ambiente y que los individuos tienen poco o ningún control sobre su
conducta, pero la Biblia instruye diferente. Dios dice que es nuestra
responsabilidad conducirnos adecuadamente. “El alma que peque, ésa morirá”
(Ez. 18:20). Dar libre paso al reino del pecado puede resultar en un estado
mental destructivo donde nos engañamos a nosotros mismos. Por ejemplo, Pablo
nos advierte acerca de que el mal “con toda perversidad engañará
a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos” (2 Tes. 2:10, La Biblia Al Día).
CAMBIANDO
VALORES Y NORMAS
No hay duda en
cuanto a que los valores y normas de nuestra cultura han cambiado en los
últimos cincuenta años. Hoy, estos cambios están teniendo un impacto
significativo en el ambiente que rodea a nuestros hijos. Nuestra sociedad ha
hecho tres cambios significativos en el pensamiento de las personas en cuanto a
las normas y los valores. PRIMERO, ha habido un cambio desde un punto de vista
moral bíblico hacia un punto de vista secular. Esto ha desviado a nuestra
sociedad de las normas y valores de la Escritura hacia una forma de conducta
que es la correcta ante sus propios ojos. La Biblia dice que esto es una
tendencia de la humanidad: "Hay camino que al hombre le parece derecho,
pero al final, es camino de muerte” (Prov. 14:12). No tenemos la
sabiduría en nuestro interior para establecer nuestras propias normas y
valores. Jeremías dice que… "no depende del hombre su camino, ni de quien
anda el dirigir sus pasos” (Jer. 10:23). Muchos de los malos de la
sociedad de nuestros días son resultados de la incapacidad de nuestra nación de
establecer normas y valores que funcionen.
Un SEGUNDO cambio
decisivo en el pensamiento de las personas dentro de nuestra cultura ha sido
aquel que les ha guiado hacia un punto de vista postmodernista. Para el
postmodernista, la verdad no es objetiva o separada del individuo. Ninguna
literatura o filosofía tiene un contenido inalterable sino que todo está
determinado por la perspectiva del individuo. Esto ha guiado a nuestra sociedad
a tomar un punto de vista multicultural
donde el valor de todas las culturas, punto de vista y tradiciones se
ven como si poseyeran el mismo valor. De modo que, en nuestra cultura hoy todas
las creencias y conductas son
consideradas iguales, no importa cuán desvergonzadas puedan ser éstas. Desde luego,
la única excepción a esto sería la actitud de los postmodernistas hacia
aquellos que creen en el estándar moral objetivo de la Biblia. Por lo tanto, un
punto de vista bíblico mundial es considerado malo por muchos hoy, lo cual nos
recuerda las palabras de Isaías: “los que llaman al mal bien y al bien mal”
(Isa. 5:20).
El TERCER principal
cambio que ha ocurrido dentro de la sociedad es cómo vemos la conducta. El
punto de vista postmoderno es que la conducta de alguien es tan buena como la
de los demás, pero esto no funciona cuando es obvio aun al postmodernista
secular que una conducta es mala. De manera que han hecho un ajuste el cual permite que la conducta de alguien se
le llame enfermedad, para poder decir: “No es que eres malo, ¡es que estás
enfermo!” Las raíces de esta teoría son tan antiguas como la década de 1930
cuando la religión de los Alcohólicos Anónimos (AA) se alió con la comunidad
médica y nació el modelo que considera la adicción como una enfermedad.
Desafortunadamente, los AA tienen sus orígenes en el determinismo religioso de
Juan Calvino. Es por esto que el primer paso de los Doce Pasos de los AA es que
debemos admitir que nosotros no podemos cambiar nuestra conducta a menos que
haya algún tipo de intervención divina.
¡AYÚDAME
PORQUE NO PUEDO AYUDARME A MÍ MISMO!
La idea de que alguien no tiene poder alguno sobre su conducta encaja
magníficamente en el punto de vista de la comunidad médica de enfermedad; es
decir, no elegimos estar enfermos, no somos malos sino que estamos enfermos, y
cuando estamos enfermos, necesitamos tratamiento. Además de esto, para lo que
sea que la comunidad médica identifique como enfermedad, las compañías de
seguros pagarán los gastos. Así que no me acusen de actuar irresponsablemente,
sólo tolérame durante mi enfermedad. Si llego ebrio al trabajo, no puedes
despedirme. En cambio, sufraga los gastos de mi tratamiento.
El problema con el modelo de enfermedad es que no sólo se confina al
abuso del alcohol, sino que se expande a otras drogas, y eventualmente a todo
tipo de conductas. Hoy, si una persona tiene problemas con los juegos de azar,
el sexo, la comida o las compras, entonces se puede decir que ella tiene una
enfermedad. Sin embargo, uno debe siempre reconocer la diferencia entre una
conducta problemática y una enfermedad física. Por ejemplo, beber alcohol y
fumar son conductas, donde la cirrosis del hígado y el cáncer de pulmón son
enfermedades.
Vi un reportaje en televisión donde un juez de Ohio era cuestionado por
algunos reporteros en cuanto al por qué dejó libre a un hombre que había sido
encontrado culpable de violar a dos niños. Su respuesta fue que la cárcel no le
haría ningún bien a este hombre porque lo que él tenía era una enfermedad. La
base para esta decisión desvergonzada era la creencia del juez en el modelo de
“la conducta es una enfermedad”. El juez mismo había tenido serios problemas
por causa del abuso del alcohol y había sido diagnosticado algunos años atrás
como objeto de tratamiento por adicción. Con respecto al pedófilo que había violado
a los niños él sólo podía decir: “Es que tiene una enfermedad como me pasó a
mí”. Lo cierto es que ni el juez ni el convicto violador de niños tenían una
enfermedad, y ambos eran responsables de sus propios crímenes, y no obstante el
juez utilizó el modelo de “la conducta es una enfermedad” para justificarse a sí mismo y también al convicto.
Nuestros genes no nos convierten en adictos, y no hay enfermedades biológicas
que provoquen que perdamos la capacidad de saber cómo debemos comportarnos.
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN
Por una variedad de razones, nosotros tomamos nuestras propias
decisiones en cuanto a cómo comportarnos basados en lo que valoramos en el momento
de hacer una elección. La conducta de un niño siempre se va a encontrar entre
ese ir y venir entre lo bueno y lo malo. Un ejemplo de conducta desvergonzada
no significa que su hijo va a convertirse cuando adulto en un psicópata. Sin embargo,
si usted está notando una serie de conductas problemáticas en su hijo, aquí hay
algunas cuantas cosas que puede hacer. (1) Sosténgase
del modelo bíblico de lo bueno y lo malo. Puede que su hijo no lo entienda
ahora, y puede que nunca lo haga, pero esto es lo que Dios espera que usted
haga como padre. (2) No sea un
facilitador. No siempre tiene que estar limpiando el desorden de su hijo,
porque llega el momento en que terminas haciéndolo de por vida. Al hacer esto, el
niño nunca experimenta las consecuencias de portarse mal. El principio bíblico
es “Cosechas
todo lo que siembras” (Gál. 6:7). (3) Ayude a su hijo a descubrir lo que es lo mejor para él/ella. Algunos
hijos no se convencen mediante argumentos morales, o consejos o mandamientos, pero
ellos podrían estar de acuerdo en hacer algo que ven que les conviene. (4) Demuestre a su hijo que tenemos el control
sobre nuestra propia conducta. Nunca ceda en este punto. No permita que la
conducta sea atribuida a los genes, padres, maestros, circunstancias, ambiente,
drogas, alcohol, amigos, televisión o alguna otra excusa.
Obras Citadas
American Psychiatric Association: Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders. 4th rev. ed. Washington, DC:
APA, 2000.
Hare, Robert D. Without Conscience: The
Disturbing World of the Psychopaths Among Us. New York: Guilford, 1993.
Myers, J B. Elders and Deacons. Nashville: 21st Century, 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario