Tanto Mateo como Marcos dicen que
Jesús dejó la región cercana al mar de Galilea y que fue a “su pueblo” (Mat. 13:54; Mr. 6:1).
Indudablemente esto hace referencia a los alrededores de Nazareth, la ciudad en
la que se crió Jesús. En relación con la visita del Señor a esta región Marcos
registra una curiosa declaración: “Y no
pudo hacer allí ningún milagro…” (6:5).
Frecuentemente los modernos
“sanadores cristianos” apelan a este texto para explicar su propia incapacidad
para efectuar milagros auténticos. “Algunas personas”, alegan ellos, “no tienen
suficiente fe como para ser sanados”. ¿Cómo explica este pasaje el estudiante
concienzudo de la Biblia? Debemos enfocar nuestra atención en varios aspectos
importantes:
1. La
Biblia inequívocamente enseña que Jesús poseía el poder para efectuar milagros.
Sus capacidades milagrosas habían sido profetizadas en el Antiguo Testamento
(Isa. 35:5-6), éstas asombraron a Sus discípulos (Mat. 14:33) y confundieron a
sus enemigos (Jn. 11:47). Él ejerció poder divino sobre la enfermedad (Jn.
9:1ss), sobre las leyes de la naturaleza (Jn. 6:19), sobre objetos materiales
(Jn. 2:1ss), sobre el mundo demoníaco (Mat. 12:22), y aun sobre la misma muerte
(Jn. 11:43-44). Además, hay ejemplos claros donde se realizaron milagros en
favor de quienes no tenían fe en Él
(comp. Lc. 7:11ss). ¿Cuánta fe puede tener un cadáver?
En vista de este
amplio alcance de habilidades milagrosas, es difícilmente concebible que a
Jesús le fallara el poder en esta ocasión. El estudiante probado debe buscar
otra explicación razonable. Y el contexto remoto del episodio la provee.
2. Una
comparación de Marcos 6:5 con Mateo 13:58 (un texto paralelo) traerá la
solución ante nosotros. Donde Marcos registra que Cristo “no pudo hacer ningún milagro allí”, Mateo simplemente declara lo
siguiente: “Y no hizo muchos milagros
allí a causa de la incredulidad de ellos”. Tanto Mateo como Marcos declaran
el mismo hecho básico; sin embargo, el lenguaje que emplean respectivamente es
ligeramente diferente.
El problema
aparente está en la expresión de Marcos, “no
pudo”. La fraseología griega es ouk
edunato—
una manera de hablar ocasionalmente empleada en el Nuevo Testamento para
connotar la idea de que alguien, por alguna razón, elige no hacer algo —
aunque técnicamente tiene la capacidad para hacerlo.
Considere estos
ejemplos. En una de sus parábolas, Jesús nos cuenta de un hombre que recibió
una invitación para una gran cena. Por razones propias (aunque injustificadas),
él declinó dicha invitación diciendo: “Me
he casado, y por eso no puedo [ou dunamai]
ir” (Lc. 14:20). ¡Tener esposa
difícilmente representa una imposibilidad!
En una de sus
epístolas, el apóstol Juan escribe: “Ninguno
que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece
en él; y no puede [ou dunamai] pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn.
3:9). El apóstol no está afirmando que es imposible que un hijo de Dios peque
(comp. 1 Jn. 1:8-9; 2:1-2); en cambio, está diciendo que cuando la verdad
divina hace su residencia en el corazón, uno se determinará a no involucrarse
en una habitual y persistente vida de pecado. El término “no puede” se usa como
un imperativo moral.
3. Esta
es claramente la circunstancia que se desarrolló en la región de Nazaret. Había
una razón por la que Jesús limitó sus demostraciones milagrosas delante de sus
vecinos.
Primero, observe
que el Señor efectuó algunos milagros
en ese territorio. Aun Marcos dice específicamente, “sólo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso sus manos”.
Por lo tanto, Su poder no era el
problema.
Segundo, hay un
énfasis en la tozuda y deliberada incredulidad de los judíos de esta área. El
escritor inspirado nota que Jesús estaba “sorprendido” de tal incredulidad. En
el texto griego el término “incredulidad” es precedido por un artículo
definido, literalmente, “la incredulidad”, es decir, una profunda incredulidad de un nivel atroz. Mateo claramente
describe que Jesús se contuvo de realizar muchos milagros allí “a causa de” la incredulidad de ellos
(13:58).
LA RESPUESTA A LOS CRÍTICOS
Pero los críticos de la Biblia
sienten que el problema no está resuelto. Ellos señalan que el propósito mismo
de las señales milagrosas era producir una creencia. Por lo tanto, esta
circunstancia proveyó el ambiente ideal en el cual Jesús podía manifestar su
poder, convirtiendo así incrédulos en creyentes.
Sin embargo, esta objeción pasa
por alto un elemento muy importante en relación con la manera en la que Dios
trata con los seres humanos. El Señor ha concedido al hombre el poder de
escoger. El don de la voluntad es intrínseco en aquellos que han sido hechos a
la imagen del Creador. Sin embargo, la manera en la que se utiliza ese don de “elección”
se determina por la condición del corazón (mente) de la persona. En una de sus
parábolas, Cristo describió a la persona que tiene un corazón “recto y bueno” (Lc. 8:15). Un milagro
convencerá al no-creyente— quien informado es lo suficientemente honesto como para
evaluar la evidencia (comp. Mr. 9:24). Por otro lado, si alguien es
fundamentalmente deshonesto, nada lo convencerá (comp. Lc. 16:31).
Cuando Jesús vino a la región de
su antigua comunidad, se encontró con la resistencia de corazones endurecidos. En
efecto, muchas personas decían: “¿De
dónde sacó toda esa sabiduría y el poder para realizar semejantes milagros?». Y
se burlaban: «Es un simple carpintero, hijo de María y
hermano de Santiago, José, Judas y Simón. Y sus hermanas
viven aquí mismo entre nosotros». Se sentían profundamente ofendidos y se
negaron a creer en él” (Nueva Traducción Viviente [NTV]). (Vea Mat.
13:54ss; Mr. 6:1ss). Tanto Mateo como Marcos dicen que estas personas estaban “ofendidas”
a causa de lo que hacía el Señor.
Por lo tanto, al discernir esta
disposición hostil, el Salvador decidió limitar su actividad entre ellos. No había
necesidad de echar “perlas” a los cerdos. Sin importar lo que hiciera, Él no
recibiría ningún tipo de “honra” ¡ni de parte de sus propios vecinos! (Mat. 13:57;
Mr. 6:4). Un erudito ha resumido muy bien el asunto:
[Jesús] percibió que era moralmente imposible ejercer su poder benefactor
a favor de ellos en vista de su
incredulidad (Mat. 13:58). Ésta cerró la puerta ante la operación de Su poder. Rehusó
forzarse por aquellos que no lo quieren (D.E. Hiebert, The Gospel of Mark,
Greenville, SC: Bob Jones University, 1994, p. 156).
Otro escritor comenta:
Dios y su Hijo hubiesen podido hacer algo, pero habían decidido
limitarse a Sí mismos debido a la respuesta humana… Jesús no era de esa clase
de hacedores de milagros cuyo propósito principal es impresionar a su audiencia
[sin tomar en cuenta la naturaleza de su disposición] (James Brooks, Mark – The New American
Commentary, Nashville: Broadman, 1991, p. 100).
CONCLUSIÓN
Por consiguiente, cuando se toman
en consideración todos los hechos, uno debe concluir que no hay problema alguno
con la narración bíblica. El problema reside en el corazón de aquellos que
buscan una falla en la vida de Cristo para así evitar someterse a Él. Ω
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