domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Hay alguna “fórmula” de palabras que deba pronunciarse en el acto del bautismo?

Algunos amigos contienden que Mateo 28:18-20 no aplica para nosotros hoy (en lo referente a bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”). Ellos afirman que desde el día de Pentecostés en adelante, el bautismo fue administrado solamente en el nombre de Jesús. ¿Qué podemos decir en cuanto a esto?

Hay varias cosas que se pueden decir como respuesta a esta infundada suposición. Estas personas obviamente están teniendo la impresión de que hay una fórmula particular de palabras que debe recitarse cuando se está administrando el bautismo a alguien. Este erróneo concepto es el corazón de la suposición mencionada arriba. Ofrecemos las siguientes observaciones con respecto a este asunto:

1.       Es irresponsable contender que el Señor instruyó a sus apóstoles a bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19), luego contender que ellos nunca lo hicieron así y que practicar precisamente lo que el Salvador les indicó sería un error. ¿Ordenó Cristo el bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”? Sí lo hizo. ¿Le obedecieron los apóstoles? Uno debe suponer que sí. Si le obedecieron, ¿cuándo sucedió eso? ¿O es que esa instrucción estaba confinada solamente al período de diez días entre la ascensión del Señor y el día de Pentecostés? No hay evidencia en lo absoluto de que la Gran Comisión, tal cual está registrada en Mateo, fuera de naturaleza temporal. La realidad es que la bendición adjunta a la Gran Comisión (“Y yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”) claramente argumenta a favor de que la Comisión iba a ser de una muy larga duración.

2.       Ningún pasaje en el Nuevo Testamento, que  mencione bautizar “en” el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (o “en” Cristo, o “en” su “nombre”) se refiere a lo que se está diciendo en el momento de la inmersión. Cada texto describe lo que se está haciendo con énfasis en pequeños detalles dependiendo de la construcción gramatical. No hay alusión alguna a un “código de lenguaje” que se requiera para poder validar la inmersión.

3.       Es demasiado obvio que no existe una fraseología específica asociada con el bautismo. Los textos relativos a este asunto son variados en el idioma original.

Mateo dice “bautizándoles en (eis) el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Lucas usa frases tales como “bautícese en (epi) el nombre de Jesucristo” (Hch. 2:38), “bautizados en (eis) el nombre del Señor Jesús” (Hch. 8:16), “bautizados en (en) el nombre de Jesucristo” (Hch. 10:48) o “bautizados en (eis) el nombre del Señor Jesús” (Hch. 19:5).

Si uno asume que el Nuevo Testamento es inspirado por Dios, y por lo tanto no contiene contradicciones, entonces cada uno de estos textos es correcto. Ellos no están en conflicto sino que están discutiendo la relación del bautismo con la Deidad desde ángulos ligeramente diferentes. En ninguno de estos textos hay una “fórmula de palabras” que se esté estableciendo como una regla a seguir (vea la discusión acerca de “nombre” en J.H. Thayer, Greek-English Lexicon, Edinburgh: T.&T. Clark, 1958, p. 447).

El tema ha sido bien sintetizado por Harold Mare y Hobart Freeman.

“El significado del bautismo en el nombre de Jesús varía levemente según la preposición griega que se utilice. En Hechos 2:38 Pedro exhortó a los judíos a arrepentirse y bautizarse en o para (epi) el nombre de Jesucristo, rindiéndose a Su autoridad y dedicándose a Él. Más tarde Pedro instruyó a Cornelio a ser bautizado en (en) el nombre de Jesucristo, actuando por Su autoridad [Hch. 10:48]. Tres pasajes usan eis (Mat. 28:19; Hch. 8:16; 19:5) además de la frase paralela “bautizado en Cristo” (Rom. 6:3; Gál. 3:27). Un estudio de estos versículos en conjunto con el verbo baptizo y eis en 1 Cor. 1:13; 10:2; 12:13 indica que quien es bautizado se identifica con Cristo (o Pablo, o Moisés) y pasa a una nueva propiedad o parentesco con Él, con una nueva relación y comunión” (Wycliffe Bible Dictionary, C.F. Pfeiffer, H. F. Vos, John Rea, eds., Peabody, MA, 2003, p. 1176).

El punto en sí es, si alguien es sumergido “en el nombre de Jesús”, o sea, por Su autoridad, entonces su bautismo debe ser realizado “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, pues esto es precisamente lo que Cristo autorizó (Mat. 28:19). Aunque, como ya hemos mencionado esto no se refiere a una fórmula con ciertas palabras que haya que pronunciar, sino que enfatiza el objetivo o aspiración del bautismo.


Finalmente, si “en el nombre de” representaba un patrón verbal que era requerido para pronunciarse en esas palabras exactas, entonces todos tendríamos que pronunciar exactamente esas palabras cada vez que hagamos cualquier cosa, pues Pablo ordena que “Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre” (Col. 3:17).

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