El concepto de la "gracia" de Dios es emocionante más allá de las palabras. Sin embargo, brilla con mayor intensidad en contraste con el aparentemente oscuro trasfondo de otro aspecto de la naturaleza de nuestro Creador: la ira sagrada.
La Ira de Dios
La palabra griega más común para "ira" es "orge".
El término aparece 36 veces en el Nuevo Testamento (cf. Rom. 1:18; 2:5). Otra
expresión que denota "ira" es "thymos" (18 veces;
cf. Apo. 16:19; 19:15).
La mayoría de los eruditos hacen alguna distinción entre los términos.
Algunos sugieren que "thymos" es una ira "hirviente",
mientras que "orge" refleja un estado de ánimo
"persistente y estable". Quizás los dos términos en conjunto denoten
la disposición intensa y sostenida de Dios hacia el mal y aquellos que se entregan
a él.
Pero la ira, cuando se aplica a Dios, no sugiere una reacción impulsiva y
emocional, como suele ocurrir con los seres humanos.
Más bien, la ira divina es el reflejo de una reacción deliberada y
medida hacia el pecado de parte de un Ser perfectamente santo, una
respuesta que es totalmente coherente con la naturaleza justa de un Dios
amoroso.
En contraste con la severidad de la ira sagrada, se encuentra el
deslumbrante concepto de la gracia.
Definición de la Gracia
"Gracia" proviene del griego "charis". En griego
secular, "charis" estaba relacionado con "chairo",
que significa "regocijarse". Desde tiempos remotos, denotaba
"dulzura" o "atractivo".
"Charis" llegó a significar "favor", "buena
voluntad" y "amabilidad", especialmente cuando era otorgado por
un superior a un inferior.
En el Nuevo Testamento, "gracia" (156 veces) adquiere un sentido
redentor especial en el cual Dios ofrece su favor a los pecadores, que en
realidad no lo merecen.
El Nuevo Testamento enfatiza enormemente el hecho de que la salvación
humana es el resultado de la gracia divina. Esta hermosa verdad nunca debe
minimizarse. Al mismo tiempo, no debe ser pervertida.
Desafortunadamente, con demasiada frecuencia, aquellos que tienen solo un
concepto superficial de la gracia han secuestrado el término y le han atribuido
un sentido ajeno a la enseñanza bíblica.
Consideremos algunas de las preciosas verdades bíblicas asociadas al
concepto de la salvación por gracia.
La gracia es para todos
La gracia de Dios ha sido ofrecida a toda la familia humana.
"Pues la gracia de Dios se ha manifestado
para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11).
Esto no puede significar que todas las almas serán salvas. Tal conclusión
contradiría numerosos pasajes bíblicos.
Lo que esto sugiere es que la gracia del cielo
está potencialmente disponible para todos aquellos que deseen acceder
a ella a través del plan divino de redención (cf. Romanos 5:1; 6:3-4, 17).
Esta realidad entra en conflicto directo con la noción calvinista de que
Dios, antes de la fundación del mundo, eligió solo a ciertas personas para ser
beneficiarias de su gracia.
La conexión entre la gracia y el conocimiento
El acceso a la gracia de Dios se da a través de un cuerpo objetivo de
revelación. Pablo señaló:
"Pues la gracia de Dios se ha manifestado,
trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos" (Tito 2:11-12).
El cristianismo es una religión enseñada. Isaías, hablando de la era
mesiánica, exclamó: "Nos enseñará sus caminos" (Isaías 2:3).
Jesús mismo declaró:
Escrito
está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que
oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí (Juan 6:45).
La gracia de Dios no se dispensa por separado de una instrucción
que requiere tanto comprensión como obediencia.
En estos días, cuando existe una tendencia a arrear a la gente hacia la
iglesia con una comprensión mínima de lo que están haciendo, este es un asunto
crucial que se debe enfatizar.
¿Es la gracia condicional?
Sí, la recepción de la gracia de Dios es condicional.
El calvinismo afirma erróneamente que la gracia se otorga
incondicionalmente por la voluntad soberana de Dios. La Biblia niega este
concepto.
El principio se ilustra con el ejemplo de Noé, quien "halló
gracia ante los ojos de Jehová"
(Génesis 6:8); y, sin embargo, como muestra el escritor de Hebreos, el
patriarca y su familia se salvaron al preparar un arca en obediencia a la
instrucción de Dios (Hebreos 11:7; cf. Génesis 6:22).
Jehová ofreció la gracia. Noé, por fe, obedeció al Señor y fue bendecido.
Si bien Dios extiende su gracia, los seres humanos deben estar dispuestos a
recibir su favor (2 Corintios 6:1).
La gracia no se gana
La gracia excluye el mérito.
Debemos recordar constantemente que la humanidad no merece la salvación.
Nadie puede "ganarse" el perdón mediante obras de mérito humano. Si
ese fuera el caso, podríamos jactarnos de nuestra redención; sin embargo, eso
es imposible (Efesios 2:8-9).
Incluso si alguien pudiera cumplir con todo lo que Dios ordena, aún debería
considerarse a sí mismo como un "siervo inútil" (Lucas 17:10).
Jesús enseñó que nuestros pecados nos han endeudado completamente y ninguna
persona tiene la capacidad innata de saldar esa obligación (cf. Mateo
18:24-27).
Cuando se comprende verdaderamente este concepto, el servicio al
Todopoderoso fluirá con una frescura y un celo que vigoriza el alma. Sin duda,
la incapacidad para comprender el verdadero significado de la gracia es la
razón por la cual muchos miembros de la iglesia son espiritualmente apáticos.
¿Cómo puedo acceder a la gracia de Dios?
La gracia se accede inicialmente en el punto de obediencia al evangelio.
Es sorprendente que muchas personas sinceras desconozcan el hecho de que
"gracia" y "obediencia" no son enemigas. Pablo afirmó que
la gracia se obtiene mediante la fe (Rom. 5:1-2; Efe. 2:8-9).
Sin embargo, no es una fe desprovista de una respuesta amorosa a Dios. Es
una fe activa (Santiago 2:21-26).
Considere este hecho. En Efesios 2:8, el apóstol afirma que uno es "salvo
por gracia mediante la fe". Más adelante, en el mismo documento, dice que
los pecadores son "purificado en el lavamiento del agua por la
palabra" (5:26).
"Salvo" y "purificado" representan la misma idea.
Además, casi todos los estudiosos reconocen que el "lavamiento" alude
al bautismo. Es claro, por lo tanto, que la recepción de la gracia, mediante el
sistema de "fe", incluye la inmersión en agua.
Nuevamente, observe que la vida eterna es el resultado de la gracia (cf.
"gracia de vida", 1 Pe. 3:7, es decir, vida que resulta de la
gracia). Pero uno experimenta esa "vida" cuando es levantado del agua
del bautismo (Rom. 6:4). El plan de gracia celestial incluye la obediencia.
Para expresarlo de otra manera, Cristo "nos salva mediante el
lavamiento de la regeneración [reconocido como una referencia al bautismo], y
la renovación del Espíritu Santo". Sin embargo, esto equivale a ser "justificados
por su gracia" (Tito 3:5, 7).
La obediencia y la gracia no están en oposición una a la otra.
Perseverando en la gracia
El estado de gracia debe ser abrazado continuamente; de lo contrario, uno
caerá del favor divino, y su recepción inicial de la gracia celestial habrá
sido "en vano" (2 Cor. 6:1; cf. 1 Cor. 15:10).
Es increíble que muchos, que se identifican con el cristianismo, afirmen
que es imposible que el cristiano caiga de la gracia de Dios.
Si uno no puede perder la gracia, ¿por qué instó Pablo a sus compañeros
creyentes a "perseverar [tiempo presente — perseverancia sostenida] en la
gracia de Dios" (Hechos 13:43)?
Las Escrituras advierten acerca de ciertos cristianos que intentaron volver
al régimen mosaico para la salvación. Como resultado, fueron "separados de
Cristo" y "cayeron de la gracia" (Gál. 3:26-27; 5:4).
Conclusión
La gracia es un concepto emocionante para el alma; debe ser profundamente
apreciada, pero nunca manipulada o distorsionada.
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