viernes, 29 de marzo de 2013

Principios de la Interpretación Bíblica, Parte II


Debemos volver a enfatizar que todos los hombres, habiendo sido creados por Dios con mentes inteligentes (capaces de reconocer, observar y considerar apropiadamente la evidencia que Dios les ha dado) están obligados ante Dios a llegar únicamente a las conclusiones que estén garantizadas por la evidencia. Ya hemos indicado que el razonamiento lógico no es la respuesta para todo. La lógica es necesaria para una vida correcta, pero la lógica sola ciertamente no es suficiente para esa vida. El razonamiento correcto tiene su lugar y la emoción también tiene el suyo. Pero tanto el razonamiento como la emoción deben basar su contenido en la revelación de Dios, la Biblia (Jer. 10:23; 2 Tim. 3:16-17). Ni la vida puramente intelectual ni tampoco la vida puramente emocional son adecuadas por sí solas. Ambas son necesarias pero ambas necesitan la revelación de Dios.

Lo que aún queda por hacer. Íntimamente relacionados (y cruciales para el problema total de la hermenéutica bíblica) están los problemas de la lógica los cuales son: verdad, conocimiento y autoridad.

(a)   Verdad. La verdad de Dios (la Biblia) es absoluta (objetiva) y está a nuestro alcance (puede ser aprendida) (Jn. 8:32). La verdad de Dios es necesaria (uno debe conocerla y obedecerla para ser salvo) (Heb. 11:6; Jn. 8:24; 20:30-31), y es exclusiva—es el único camino para llegar a la salvación (Mat. 7:13-14; 21-23; 2 Tes. 1:7-9). La verdad de Dios es poderosa (puede salvar almas, es capaz de transformar la vida terrenal y puede salvar eternamente en el cielo) (Ro. 1.16-17; Mr. 10:28-30; 2 Pe. 1:5-11; Filp. 4:4-7; Apo. 2:10). La verdad es valiosa (uno es sabio cuando paga el precio necesario para creer y obedecer, y es insensato cuando rechaza la verdad por el mundo) (Mat. 16:26; Mr. 9:43-50; Prov. 23:23).

(b)   Conocimiento. Decir que uno posee conocimiento de, digamos, una proposición, un objeto, o un cierto estado de cosas, es decir que se tiene una certeza tal como para que no sea posible estar equivocado acerca de ese tema en particular.

Una afirmación básica del cristianismo es que uno puede saber que, para ser salvo del pecado, debe creer, amar y obedecer al Señor Jesucristo. El siguiente argumento es algo repetitivo pero deja claramente establecido cómo uno puede adquirir el conocimiento de la salvación.

1.       Si uno puede saber: (1) Que Dios existe, (2) que la Biblia es Su palabra, y (3) que la Biblia enseña que para ser salvo del pecado uno debe creer, amar y obedecer al Señor Jesucristo, entonces uno puede saber que, para ser salvo del pecado, debe creer, amar y obedecer al Señor Jesucristo.

2.       Uno puede saber (1) que Dios existe, (2) que la Biblia es la palabra de Dios, y (3) que la Biblia enseña que para ser salvo uno debe creer, amar y obedecer al Señor Jesucristo. Este es el caso porque Dios es infinito (en bondad, al igual que en todos sus demás atributos) y, por consiguiente, Él no miente (Heb. 6:18; Tito 1:2; 1 Sam. 15:29). Ya que Dios no miente y ya que la Biblia es Su palabra, entonces uno puede saber que lo enseñado por la Biblia es algo verdadero. Ya que este es el caso, entonces cuando uno aprende que la Biblia enseña una cierta proposición (por ejemplo, que para ser salvo uno debe creer, amar y obedecer al Señor Jesucristo), entonces uno puede saber que esa proposición es verdadera.

Así que la Biblia es un medio no sólo para adquirir una “probabilidad” sino para obtener el verdadero conocimiento. Ya que la Biblia enseña que Jesucristo se levantó de entre los muertos (Hch. 2:24; 1 Cor. 15:12-19), entonces los hombres pueden saber que Él se levantó de entre los muertos. No hay posibilidad alguna de que los hombres alguna vez aprendan que Él no resucitó (Hch. 2:14-36; 1 Cor. 15:1-8; 12-19; Ro. 1:4). Este tema es verdaderamente crucial para desarrollar un método apropiado de estudio bíblico.

(c). Autoridad. Para agradar a Dios en nuestras obras y/o en nuestra adoración, se debe hacer únicamente lo que Dios (en Su palabra) autoriza al hombre que haga. Dios nunca le ha permitido al hombre (con aprobación divina) que haga lo que a él (al hombre) le agrada (Heb. 5:8-9; 2 Tes. 1:7-9; 2 Jn. 9-11). Dios nunca le ha permitido al hombre escribir su propia Biblia (La Biblia fue inspirada por el Espíritu Santo, 2 Tim. 3.16-17; 2 Pe. 1:20-21; 1 Cor. 2:9-13). Para agradar a Dios el hombre debe hacer lo que Dios le ha instruido que haga. El hombre no debe hacer lo que Dios no le ha instruido que haga. El hombre no debe añadir a la palabra de Dios (haciendo así lo que Dios no ha autorizado, Deut. 4:2; 1 Cro. 15:1-15; Lev. 10:1-2; 2 Jn. 9-11; Apo. 22:18). El hombre no debe quitarle cosas a la palabra de Dios (dejando así de hacer lo que Dios le ha instruido y/o prohibiendo algunas cosas que Dios le ha permitido hacer al hombre, 1 Tim. 4:1-5). El hombre no debe obligar a otros a hacer lo que Dios no ha mandado a hacer (forzando así a los demás a hacer lo que Dios no les ha requerido, Gál. 2:3-5).

Un ejemplo de esto es cuando Jesús enseñó que el creyente no es salvo hasta que sea bautizado (Mr. 16:16), muchas personas rechazan esa enseñanza simplemente porque ellos sienten que tienen el derecho de afirmar que la salvación precede al bautismo y no lo necesita. Otro caso lo tenemos cuando el Nuevo Testamento autoriza cantar en la adoración a Dios, pero no autoriza el uso de instrumentos mecánicos de música en la adoración, muchos se sienten con la libertad de añadir eso a la adoración. Deberían leer pasajes como Levítico 10:1-2; 1 Crón. 15:1-15 (pasajes del Antiguo Testamento que enfatizan el principio) y 2 Juan 9-11 y percatarse del peligro de estas presuntuosas adiciones.

La Biblia autoriza creer y actuar en estas maneras: (1) Por declaración directa, (2) por implicación, y (3) por ejemplo aprobado de acción.

El cristianismo es la religión de la autoridad bíblica y ésta involucra básicamente lo siguiente: (1) La totalidad de las declaraciones explícitas de Dios (la Biblia entera); (2) la enseñanza implícita de Dios (la cual el hombre debe inferir—mediante el uso apropiado de la lógica—de las declaraciones explícitas de Dios); (3) la objetividad, asequibilidad, necesidad, exclusividad y autoridad de la verdad; (4) el conocimiento de la verdad, y (5) funcionar solamente en la manera en la que Dios lo ha autorizado (por medio de Su palabra, la Biblia). 

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