Cada movimiento significativo
dentro de la sociedad eventualmente se hará sentir en la iglesia. El fenómeno
de la “liberación de la mujer” no es la excepción. En la iglesia hay quienes
están clamando que las mujeres deben tirar el yugo de la dominación del hombre
y reclamar su merecido lugar en el cuerpo de Cristo. Algunos están aseverando
que las mujeres pueden ser ancianas, predicadoras y líderes en la adoración
pública.
Ha habido dos abordajes básicos a
este problema: algunos han adoptado una postura completamente infiel al
aseverar que ciertos “pasajes difíciles” en el Nuevo Testamento son
simplemente el resultado de los
prejuicios farisaicos y rabínicos los cuales reflejan el trasfondo ignorante
del primer siglo, y por eso, no son autoritativos para la iglesia hoy. Otros,
intentando asumir una posición más conservadora, alegan que hay base bíblica
para la igualdad femenina en los roles del liderazgo.
Sin embargo, es responsabilidad
de esta presentación demostrar que no hay autoridad bíblica para tener
ancianas, predicadoras o mujeres líderes en la adoración.
Primero, no debería ser necesario
que se esfuerce uno en enfatizar que ninguna mujer está autorizada para servir
como anciana, la Biblia es muy clara en este asunto. El anciano debe ser
“marido (Griego, aner—
un varón como opuesto a una mujer; Arndt y Gingrich, 65) de una sola mujer”
(Tito 1:6; 1 Tim. 3:2). Las “ancianas” (presbuteras)
de 1 Tim. 5:2 (comp. Tito 2:3) son simplemente mujeres que habían envejecido en
contraste a las que eran jóvenes (neoterous),
y no líderes de la iglesia.
Segundo, el Nuevo Testamento no
autoriza que una mujer ministre (en la adoración pública); por el contrario, lo
prohíbe afirmativamente. Quizá la manera más efectiva de abordar este asunto
sea examinar algunos de los argumentos que circulan actualmente en apoyo de las
mujeres como predicadoras.
Las mujeres del Nuevo Testamento
profetizaban (Hch. 2:18; 21:9; 1 Cor. 11:5).
Se asume que profetizar era
predicar, por eso según esto las mujeres del primer siglo predicaban. La
palabra “profetizar” viene de la raíz griega pro (antes) y phemi
(hablar). Es un término muy general y puede significar “enseñar, refutar,
reprobar, amonestar, reconfortar” (Thayer 1958, 553; comp. 1 Cor. 14:3). Ésta
puede simplemente sugerir la idea de “dar gracias y alabar a Dios” (1 Crón.
25:3). El significado de la palabra en cierta situación debe ser determinada
por el contexto como también por el resto de información que nos dan las
Escrituras.
Pablo limitó el alcance de la
predicación de la mujer cuando escribió: “Yo
no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino
que permanezca callada” (1 Tim. 2:12). La conjunción negativa oude (ni), tiene aquí una fuerza
explicativa, revelando que el tipo de enseñanza prohibida por el apóstol es
aquella que asume dominio sobre el hombre (Lenski, 563).
Ciertamente las mujeres pueden
enseñar (comp. Tito 2:3); ellas pueden, en cierto modo, enseñar aun a los
hombres. Hay una enseñanza recíproca cuando cantamos (Col. 3:16), privadamente,
en compañía de su esposo, Priscila estaba involucrada en enseñar a Apolos (Hch.
18:26). Pero una mujer no puede asumir la posición de maestra, con el hombre
subordinado a una posición de estudiante, sin violar un mandamiento del Nuevo
Testamento.
¿Era Febe una Diaconisa?
Basándose en Rom. 16:1-2, algunos
contienden que
1. Febe
era una ministra en la iglesia (diaconisa);
2. La
iglesia debía “ayudarla”, implicando su autoridad sobre la iglesia;
3. Ella
había sido una gran “ayuda” (prostatis)
para muchos, “implicando con esto autoridad, disciplina y supervisión”.
Con todo esto se alega que aquí
hay una muestra que Febe era una líder-predicadora en la iglesia primitiva.
Sin embargo:
1. La
palabra “diácono” simplemente significa
“siervo” (Mat. 23:11; Jn. 2:5, etc.) y cualquier adjudicación oficial al
término debe ser demandada por el contexto, como en Filp. 1:1 y 1 Tim. 3:8).
2. El
hecho que los santos sean aconsejados a “ayudar” a Febe non implica que ella
tenía autoridad sobre ellos. La palabra griega paristerni significa “venir en ayuda de, ayudar, permanecer al lado
de” (Arndt y Gingrich, 633). Cuando Pablo dijo: “Pero el Señor estuvo conmigo (pareste)”
(2 Tim. 4:17), ¡seguramente no estaba asegurando que él estaba ejerciendo
autoridad sobre Cristo!
3. La
palabra prostatis (ayudador) no
implica supervisión. Si así fuera, ¡entonces Febe ejercía autoridad sobre
Pablo, pues ella lo había ayudado así como también a muchos otros! Aunque se
encuentra sólo aquí en el Nuevo Testamento, el término, el cual puede connotar
simplemente brindar asistencia, se usa en una carta del tercer siglo a. C. de
un hijo para su padre (la forma verbal): “No habrá nada más importante para mí
que cuidarte por el resto de tu vida,
en un modo digno de ti, y digno de mí” (Moulton y Milligan 1963, 551).
Evodia y Síntique
En Filipenses 4:2-3, Pablo
comenta que Evodia y Síntique “laboraron” con él en el evangelio; él las llama,
junto con otras personas, sus “colaboradoras”. Otra vez, se supone que se
necesita una posición de autoridad comparable con la del apóstol. Sin embargo,
se dice que los cristianos somos “colaboradores de Dios” (1 Cor. 3:9);
¡obviamente esto no significa que ellos estaban autorizados a actuar como
Deidad! Incontables damas cristianas han asistido a los predicadores del
evangelio sin ellas mismas ser predicadoras públicas.
¿Junia una apóstol?
Se dice que Junia (RV), una
mujer, era una apóstol y que ciertamente ocupaba un lugar de autoridad en la
iglesia primitiva (Rom. 16:7).
En primer lugar, en el texto
griego el nombre Junian (en el caso acusativo—sin que el género del nombre
sea evidente); podría ser Junia (femenino) o más probablemente Junias
(masculino). Orígenes, un escritor del tercer siglo d. C. lo consideraba una
referencia a un hombre (Lightfoot 1957, 96).
Pero en segundo lugar, ni
siquiera es cierto que Junias sea identificado aquí como un “apóstol”. La frase
“que se destacan entre los apóstoles”
es traducida por Zahan “afamados, mencionados con honor por los apóstoles”
(418) dando el sentido de ser bien conocidos por los apóstoles, lo contrario a
que ellos mismos fueran apóstoles.
En tercer lugar, la palabra
“apóstol” se usa ocasionalmente en la Biblia en un modo no técnico para indicar
un mensajero. Jesús dice que un “enviado” (apostolos)
no es más grande que quien lo envía (Jn. 13:16). La palabra no necesariamente
implica a alguien que tenga dominio sobre otro, ni siquiera a un predicador.
¿Qué podemos decir acerca de las
profetisas en el Antiguo Testamento?
Algunos argumentan que la
amonestación de Pablo a que las mujeres estén sujetas está limitada por la
expresión “como dice también la ley”
(1 Cor. 14:34), y ya que la ley permitía a las profetisas (como en el caso de
Miriam, Hulda y Ana), y aun a juezas (Débora), así también la predicación
femenina es permisible en la iglesia hoy.
Sin embargo:
1. Cuando
Miriam profetizó lo hizo seguida de “todas
las mujeres” que con panderos iban detrás de ella (Éx. 15:20), y no hay
evidencia de que le haya predicado a los hombres.
2. Aunque
Hulda fue una profetisa, el solitario registro de su profecía se da en el marco
de un grupo de hombres que vienen a ella para que les comunique privadamente la
voluntad del Señor (2 Re. 22:14ss; 2 Cr. 34:22ss). Es imposible encontrar
predicación pública aquí.
3. Ana
era una profetisa que “nunca se alejaba
del templo” (Lc. 2:36-38). Al describir el templo, Josefo (Guerra de Los
Judíos 5.5.2) dice “había una partición construida para las mujeres” la cual
las separaba de los hombres; ese era “el lugar apropiado donde ellas debían
adorar”. No puede demostrarse que ella predicaba públicamente a una audiencia
mixta.
4. Débora
era una profetisa para el pueblo montañoso de Efraín, pero no hay indicativo
que ella proclamase públicamente el mensaje de Dios a las multitudes; por el
contrario, “los hijos de Israel subían a
ella a pedir juicio” (Jue. 4:5). Ella daba juicio profético “como madre en Israel” (5:7). El hecho
que ella juzgara a Israel es un dramático comentario de la debilidad enfermiza
de los hijos de Israel durante este período, y el canto de Débora (capítulo 5)
lamenta esta deplorable condición. Esta no era más que una de aquellas
situaciones en las que Jehová adaptó su obra a la debilidad de Israel (comp. 1
Sam. 8:9; Mat. 19:8).
¿Es 1 de Corintios 14:33 aplicable hoy?
Quizá un comentario adicional con
respecto a 1 Corintios 14:33 sea útil. ¿Puede utilizarse este contexto para
oponerse a las mujeres que predican en público hoy?
Un punto de vista contiende que
esto no puede ser. Se alega que las consideraciones contextuales indican que la
reunión contemplada en 1 Corintios 14 no es comparable a ninguna realizada por
la iglesia hoy, y por eso, estos versículos no aplican a las asambleas actuales
de la iglesia (Woods 1976, 106-112).
Un punto de vista más razonable
el cual también reconoce que 1 Corintios 14 tiene que ver primordialmente con
una situación única, a saber, la recepción de los dones espirituales, ve a
Pablo enunciando aquí esencialmente el mismo principio expuesto en 1 Tim.
2:12ss.
H. P. Hamann escribe
Si tenemos al mismo escritor en ambas cartas escribiendo acerca del
mismo tema, tenemos el derecho a que un texto nos explique el otro, y
especialmente el de permitir que el más claro o más definido arroje luz sobre
el menos preciso. Así que 1 Tim. 2 es la clave para entender 1 Cor. 14 (1976,
8).
El profesor Hamann ve estos dos
textos como paralelos.
Lo que es seguro es que 1
Corintios 14:33ss no brinda ningún apoyo a la noción de mujeres predicando a
audiencias mixtas. Eso no está autorizado en ninguna parte de las Escrituras.
Los varones están designados para liderar las asambleas de adoración
Finalmente, el Nuevo Testamento
aclara que son los varones quienes deben guiar los actos de adoración en las
asambleas donde estén presentes ambos sexos.
En 1 Timoteo 2:8, Pablo instruye:
“Los hombres (andras—plural acusativo de aner; varones
solamente) oren en todo lugar”. Ahora, ciertamente las mujeres pueden orar
(1 Corintios 11:5)—sería difícil negarles que puedan orar en cualquier parte;
sin embargo, hay un sentido en el cual solamente los hombres pueden orar en
todo lugar. Obviamente, es dirigiendo las
oraciones en grupos mixtos lo cual está confinado a la esfera del hombre.
Comentando acerca de este
versículo, un destacado erudito en griego ha dicho bien: “Los ministros de la
oración pública deben ser los varones de la congregación, no las mujeres”
(White 1956, 106). Por supuesto que el mismo principio aplica igualmente a los
demás actos de adoración pública.
Se ha puesto de moda decir que la
enseñanza de Pablo en cuanto a la subordinación femenina estaba motivada por la
cultura de aquellos días— algo similar a las instrucciones referentes a la
esclavitud. Y, se alega que como el Nuevo Testamento tiene las semillas de la
abolición de la esclavitud, de la misma manera éste contiene las semillas de la
eventual igualdad total de la mujer con el hombre en la vida de la iglesia.
El paralelismo alegado
simplemente no es válido. En los cuatro contextos principales donde Pablo
discute las relaciones hombre-mujer (1 Cor. 11:2-16; 14:33b-35; Ef. 5:22-23; 1
Tim. 2:8-15), el principio de sujeción, como también su aplicación a
situaciones específicas, están basados en hechos específicos de la historia del
Antiguo Testamento, y no en la cultura.
(Nota: Algunos contienden que el principio de 1 Corintios 11:2-16 es
obligatorio hoy, pero no la aplicación específica de Pablo (Roberts 1959,
183ss), mientras otros creen que tanto el principio de sujeción como su
aplicación específica son requerimientos para hoy también (Jackson 1971).
Aunque es importante estudiar la
cultura antigua para entender mucho mejor la Biblia, eso no debe ser un factor
primordial en la interpretación. Sustituir la declaración expresa de un apóstol
con la cultura es convertir la exégesis
en eiségesis (Sproul 1976, 13ss).
Comentarios concluyentes
Es lamentable que se tenga que
prestar tanta atención al lado negativo de este tema, pero tal parece que
siempre será necesario debido al error prevalente que circula en la actualidad.
El Nuevo Testamento abunda en ejemplos de mujeres piadosas quienes,
consistentes con sus roles asignados, sirvieron a su Señor con dignidad y
honor. Sí, ¡mujeres cuyos nombres todavía serán mencionados con admiración
mucho después que las feministas de hoy día ya se hayan ido y sean olvidadas!
Las mujeres de Dios hacen una
contribución vital al reino de Cristo en la tierra. Sea perseverando en la
oración (Hch. 1:14), haciendo buenas obras y caridad (Hch. 9:36), mostrando
hospitalidad (Hch. 12:12; 16:14; 1 Tim. 5:10), enseñando la palabra en armonía
con la autoridad divina (Hch. 18:26; Tito 2:3,4), siendo buenas esposas (Prov.
31:10ss), criando hijos piadosos (2 Tim. 1:5; 3:14,15), o cumpliendo otras
varias tareas encomiables, ¡levantémonos y llamémoslas “bendecidas”! ¡Y que sus
nombres se multipliquen! Ω
BIBLIOGRAFIA
- Arndt,
William and F. W. Gingrich. 1967. A Greek-English Lexicon of the
New Testament and Other Early Christian Literature. Chicago,
IL: University of Chicago Press.
- Brown,
Colin, ed. 1976. The New International Dictionary of New Testament
Theology. Vol. 11. Grand Rapids, MI: Zondervan.
- Bruce,
A. B. The Expositor’s Greek Testament. Vol. 1. W. Robertson
Nicholl, ed. Grand Rapids, MI: Eardmans.
- Edersheim,
Alfred. Marriage Among The Ancient Hebrews. The Bible Educator.
Vol. 4. E. H. Plumptre, ed. London, England: Cassell Petter &
Galpin.
- Edersheim,
Alfred. 1957. Sketches of Jewish Social Life in the Days of Christ.
Grand Rapids, MI: Eerdmans.
- Hamann,
H. P. 1976. The New Testament and the Ordination of Women. The
Christian News, March 1.
- Hurst,
John F. History of the Christian Church. Vol. 1. New York, NY:
Eaton & Mains.
- Jackson,
Wayne. 1971. A Sign of Authority. Stockton, CA.
- Lenski,
R. C. H. 1961. The Interpretation of St. Paul’s Epistles to the
Colossians, to the Thessalonians, to Timothy, to Titus, and to Philemon.
Minneapolis, MN: Augsburg Publishing House.
- Lewis,
Jack P. The New Smith’s Bible Dictionary. Reuel Lemmons,
reviser. Garden City, NY: Doubleday & Co.
- Lightfoot,
J. B. The Epistle of St. Paul to the Galatians. Grand
Rapids, MI: Zondervan.
- Moulton,
James and George Milligan. 1963. The Vocabulary of the Greek
Testament. London, England: Hodder and Stoughton.
- Pratt,
D.M., The International Standard Bible Encyclopedia, James
Orr, ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 1939), Vol. V.
- Roberts,
J. W. 1959. Restoration Quarterly, Vol. 3, No. 4, 4th Quarter.
- Sproul,
Robert C. 1976. Controversy at Culture Gap. Eternity,
May.
- Thayer,
J. H.. A Greek-English Lexicon of the New Testament. Edinburgh,
Scotland: T. & T. Clark.
- White,
Newport J. D. 1956. The Expositor’s Greek Testament. Vol. 4.
Grand Rapids, MI: Eerdmans.
- Woods,
Guy N. 1976. Questions and Answers – Open Forum. Henderson TN:
Freed-Hardeman College.
- Zahn,
Theodor, Introduction to the New Testament I (Edinburgh:
T. & T. Clark, 1909), Vol. 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario