domingo, 9 de agosto de 2015

Servidores o serviles. Latinoamérica clama por justicia espiritual y laboral


Servil. “Bajo, rastrero, indigno, despreciable…” Así son las opciones en Sinónimos de Word 2013 de la palabra “servil”. Esto no se parece a lo que Dios nos ha pedido; Dios espera que seamos “servidores”, dignos y admirables administradores de sus bienes, “especialmente con los de la familia de la fe” (Gál. 6:10). El cristianismo se trata de servicio, no de servilismo. “Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gál. 1:10).

¿Qué es servilismo? ¿Quiénes son los serviles? Antes de aventurarme a dar una definición y aplicación actuales, quizá sea de ayuda recordar quiénes eran los serviles en los tiempos del Nuevo Testamento. Quienes eran las personas encargadas de imponer un orden abusivo en nombre del pueblo extranjero que los puso en el poder por encima de sus hermanos: Los publicanos o recaudadores de impuestos. Las sanguijuelas judías, en una gran mayoría, que succionaban a sus compatriotas para enriquecer al Imperio y a sí mismos. ¡Los serviles por excelencia! Venían de ser esclavos o de estratos muy bajos de la sociedad. Algunos de ellos eran muy onerosos y elevaban la tasa de impuestos a dos veces y media y al cinco por ciento, y en artículos de lujo incluso del doce y medio por ciento. Estos hombres, amparados por el poder gobernante y la clase rica que supervisaba y se beneficiaba de su labor, inventaban valores de las propiedades para cobrar un más alto cargo fiscal o aun adelantaban la fecha de cobro de manera que cuando el atropellado pueblo no pudiera pagar, aplicar inmediatamente intereses usureros y desmedidos. El pueblo los odiaba, los rabinos los consideraban como seres excomulgados y sólo Roma los veneraba. Cicerón llegó a hablar de ellos como “el adorno del estado y la fuerza de la República” y en otra parte como “los más rectos y respetados de los hombres” (Edersheim, 74-79).

Contra sus continuos abusos no había opción de lograr justicia ante los tribunales superiores pues todos aquellos en posiciones de autoridad recibían de ellos muchos de sus grandes beneficios. Proteger a los publicanos era un asunto de estado, una prioridad, y éstos arropados por semejante respaldo, hacían como querían y lo más lamentable, en perjuicio de su propia nación. Eran intermediarios implacables que no sentían ningún respeto por la dignidad humana, sin consideración hacia los menos favorecidos, y que eran capaces de vender como esclavos a la mujer y a los hijos de un deudor con tal de que éste pagara su inexistente deuda (Mat. 18:25). ¿Le suena familiar?

Hoy día, en la extensa y “pobre” Latinoamérica, donde el evangelio se ha extendido hasta rincones insospechados, [gracias a la hermosa labor de predicación ideada y patrocinada por iglesias de otras latitudes privilegiadas económicamente], y en donde se ha multiplicado el número de obreros que trabajan en estas nuevas congregaciones, se ha hecho necesaria la presencia y funciones de intermediarios que han sido nombrados en cada país para “servir” a su pueblo, representándolos ante aquellos que no los conocen y que no hablan su idioma. La labor de estos hermanos es clave para la obtención de muchos objetivos que deben ayudar a la obra a crecer. Ellos deben, entre otras cosas: solicitar campañas evangelísticas, promover obreros para que éstos reciban sostenimiento y se dediquen por completo al ministerio, pedir apoyo con la compra de terrenos o arriendo de locales para adorar, recomendar estudiantes para la escuela bíblica, solicitar ayuda para la compra de vehículos de trabajo y materiales de enseñanza, etc. En otras palabras, deben ser “la voz” de los latinoamericanos ante sus vecinos del norte y la voz del norte ante sus compatriotas. Solamente ser la voz, NO el contenido. Ser intermediarios y NO gerentes entre las nuevas obras y sus patrocinadores. Convertirse en un puente  que haga eficiente y transparente la relación patrono-obrero. SERVIR a sus conciudadanos desinteresadamente y por amor, sobre todas las cosas a Dios y a su iglesia. ¿Y esto es lo que ha sucedido? Muy pocas veces… lamentablemente y con el riesgo que implica, tengo que decir que muy pocas veces.

Algunos se han olvidado que son servidores de Dios y de sus hermanos. Se han hecho siervos de los hombres y de sus propios intereses, por lo tanto se han convertido en los nuevos SERVILES de la iglesia y, aunque no en toda su extensión, en los nuevos publicanos en medio del pueblo de Dios. Los que se han rodeado de beneficios personales y han favorecido a sus allegados, a costa del trabajo y sacrificio de muchos otros ministros que “con las uñas” laboran cada día esperando que algún día ese hombre-clave se acuerde de ellos y les tienda una mano. Los que han amado más el “poder” y la popularidad que la dignidad de los obreros del Señor. ¿Ejemplos concretos? Escucho de ministros fieles del evangelio que viajan a lugares distantes, invitados por sus patrocinadores, dejando atrás sus familias, congregaciones y comodidades básicas, durmiendo a la intemperie, comiendo inapropiadamente, en extenuantes jornadas de trabajo, tratados con menos dignidad que la de cualquier trabajador secular (siendo la nuestra una labor infinitamente superior), y que esto lo tienen que sobrellevar porque “eso es amor a la obra”, al igual que llevan las cargas de salarios de lástima, sin viáticos ni seguridad social. Lo que me lleva a preguntar: Si dormir y comer así, tan precariamente,  es “amor a la obra”, entonces por lógica pura, los patrocinadores, coordinadores y allegados que duermen en el mismo hotel que los visitantes extranjeros, ¿ellos no aman la obra? ¿La definición de “amor por la obra” cambia dependiendo de a quién se le aplica? ¿O es que solamente velamos por nuestros intereses, olvidando que esos obreros maltratados y menospreciados son precisamente la causa por la que llegamos a esa posición que no debe ser de poder sino de servicio? Es tan triste e indignante que muchos “recortes” y aun despidos se hayan dado por un informe malintencionado o mal informado por parte de estos “ministros”. Es anti ético que mientras les negamos muchas facilidades a los obreros de condición menos favorecida “porque no hay presupuesto”, se dispendien fuertes sumas de dinero en actividades que si bien son necesarias deberían tener igual valor que la necesidad de aquel que no está pidiendo más de lo que es justo y necesario para llevar a cabo la obra encomendada.

¡Cuántas veces estas cosas pasan y no se puede esperar ninguna justicia ya que las personas que supervisan a estas solamente creen lo que los nuevos publicanos les informan! ¡Cuánto daño se ha hecho y se seguirá haciendo por la confianza CIEGA de los patrocinadores y la ambición desvergonzada de muchos de sus intermediarios! A estos se les olvida que pronto regresará “el Príncipe de los pastores” (1 Pe. 5:4) y Él no perdonará a los que se hayan “enseñoreado” del rebaño, trabajando “por la avaricia del dinero” (v. 2). ¡Oh ministros intermediarios, de personas como ustedes hablaba Ezequiel! Él decía, de parte de Dios, “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Coméis la grosura, os habéis vestido con la lana, degolláis la oveja engordada, pero no apacentáis el rebaño. Las débiles no habéis fortalecido, la enferma no habéis curado, la perniquebrada no habéis vendado, la descarriada no habéis hecho volver, la perdida no habéis buscado; sino que las habéis dominado con dureza y con severidad… He aquí, yo estoy contra los pastores y demandaré mi rebaño de su mano y los haré dejar de apacentar el rebaño. Así los pastores ya no se apacentarán a sí mismos, sino que yo libraré mis ovejas de su boca, y no serán más alimento para ellos” (Ez. 39:2-4, 10).

Tomen nota de eso, hay cosas de las cuales los propietarios del “dólar” no los pueden proteger. Sean “servidores” de sus hermanos, no hombres “serviles” de un poder del tipo que sea. Dios es un Dios justo y dará a cada uno lo que merecen sus obras. Cuida de tus hermanos y Dios cuidará de ti. Recuerda que Jesús advirtió: “En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis” (Mat. 25:45).

No soy enemigo de los patrocinadores de Norteamérica que con mucho amor viajan hasta nuestras comunidades para hacer posible la difusión del evangelio, tampoco tengo alguna queja personal como afectado por algún intermediario, sin embargo sí tengo el derecho y aprovecho la oportunidad de señalar una realidad que no es nueva pero que a medida que pasa el tiempo se hace cada vez más y más dañina y popular. Estas cosas hay que decirlas, y hay que decirlas con sinceridad y siempre con el propósito de que las cosas malas cambien, y las cosas buenas sigan y sean mejores. Escribo desde la privacidad de mi hogar y con la libertad que Cristo me ha otorgado siendo alguien que busca su sustento con estas mismas manos.

Procuremos presentarnos a Dios como obreros aprobados, que no tienen de qué avergonzarse. No repitamos la parte mala de la historia y así no se repetirán las funestas consecuencias que tuvieron aquellos que pensaron que siempre se saldrían con las suyas. No hay impunidad permanente ni con el hombre ni mucho menos con Dios. Bendita sea la obra de los buenos obreros, de los que realizan esa labor para ayudar, para luchar en favor de los más necesitados y quienes se ven a sí mismos como instrumentos de Dios y nada más. Nada más.

NOTA: Si alguien puede traducir esto y hacérselo llegar a los hermanos patrocinadores, respetando el mensaje y la intención original, sería una obra excelente. Añada mis saludos y agradecimientos “póstumos”.

Con amor,
ROLANDO ROVIRA
Supervisor comercial de Logytech Mobile Panamá S. A. para CLARO Panamá

BIBLIOGRAFÍA
·         Edersheim, Alfred. Usos y Costumbres de los Judíos en los Tiempos de Cristo. Editorial CLIE, Barcelona, España.

·         La Biblia de las Américas by The Lockman Foundation

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