lunes, 17 de marzo de 2014

¿Deben los cristianos guardar el sábado?

En estos tiempos cuando muchos están preocupados por el deterioro moral de nuestra nación, de vez en cuando se escucha la siguiente recomendación: “Deberíamos volver a los Diez Mandamientos como nuestro código de conducta”. Aunque el motivo de tal consejo es honorable, éste sugiere un erróneo, aunque común concepto acerca de la naturaleza de los mandamientos.

En primer lugar, la mayoría de nosotros (todos los que no somos judíos) nunca ha estado bajo el régimen del Decálogo. Los Diez Mandamientos eran parte de la ley mosaica, y ese sistema fue dado únicamente a los hebreos (Deut. 5:1-5). Esto no sugiere que los antiguos gentiles estuvieran exentos de responsabilidad moral y religiosa; esto simplemente significa que los no israelitas nunca fueron responsables ante el código mosaico en sí.

Aparte de esto, es un hecho lógico que si uno argumenta por la reinstitución de los diez mandamientos, debe, si quiere ser consistente, contender que los requerimientos relacionados con el sábado también son obligatorios para nosotros. Desde luego, este punto de vista es promovido por los adventistas del séptimo día y otros sabatistas, pero éste no refleja la perspectiva bíblica. En este estudio pretendemos mostrar tres cosas. Primero, la iglesia del primer siglo, mientras estuvo dirigida por líderes inspirados, no observaba el sábado. Segundo, las características únicas del sábado del Antiguo Testamento demuestran que el mismo no fue diseñado para convertirse en un requerimiento internacional. Tercero, las Escrituras enseñan explícitamente que el sábado como día de reposo ha sido abolido. Permítanos destacar cada una de estas líneas de pensamiento.

La Práctica de los Cristianos del Primer Siglo

Por más que alguien trate, será en vano querer hallar evidencia en el Nuevo Testamento de que la iglesia primitiva observara el sábado con aprobación apostólica. Cierto es que los apóstoles frecuentaban las sinagogas con el propósito de proclamar el evangelio. Allí estaría la más grande concentración de judíos (comp. Hch. 13:14; 17:1-2, etc.), y el mensaje relacionado con Jesús debía predicarse en primer lugar a ellos (Rom. 1:16).

Pero, ¿dónde está la evidencia de que la iglesia primitiva, bajo la guía divina, se reunía a adorar a Dios en el séptimo día de la semana?

(1) El reino de Cristo fue establecido en el día de Pentecostés (Hch. 2:1), el cual siempre caía en “el día siguiente al séptimo día de reposo” (Lev. 23:15-16), por consiguiente, el domingo. De manera que la iglesia comenzó a adorar en el primer día de la semana (comp. Hch. 2:42).

(2) Los discípulos en Troas “fueron reunidos” [voz pasiva] “el primer día de la semana” para partir el pan, es decir, para adorar (Hch. 20:7). El día específico de reunión no fue un accidente. Aunque Pablo estaba ansioso por ir a Jerusalén (20:16), esperó siete días para tener la oportunidad de reunirse con la iglesia.
Además, la voz pasiva indica que la asamblea fue convocada por otra persona aparte de los discípulos; esto fue una iniciativa divina.

(3) Los santos en Corinto se estaban reuniendo y contribuyendo al fondo de la iglesia “cada primer día de la semana” (1 Cor. 16:2 según el texto griego).

(4) En la isla de Patmos Juan estaba “en el Espíritu en el día del Señor” (Apo. 1:10). El término para “del Señor” es kupiakos, el cual se define aquí como “en relación con el Señor”. Thayer el lexicógrafo griego comenta: “…el día dedicado al Señor, consagrado a la memoria de la resurrección de Cristo” (365).

Los relatos de los evangelios dejan claro que la resurrección ocurrió un domingo. Aunque Apocalipsis 1:10 no sería conclusivo por sí solo, el hecho mismo de que el día sea mencionado específicamente es importante.
También debemos añadir esta nota. Aunque es cierto que algunos débiles y malinformados cristianos judíos tenían dificultades con romper el vínculo con la economía mosaica (Rom. 14:1ss; Gál. 4:10-11), es importante recordar que la enseñanza apostólica inspirada procuraba corregir este error.

Y aún más, tenemos el registro de los escritores patrísticos postapostólicos. Durante los tres primeros siglos de la historia del cristianismo, el testimonio es uniforme en cuanto a que los discípulos originales de Jesús adoraban el domingo no el sábado. Aquí daremos una muestra de dicho testimonio.

(1) La Didaché (120 d. C.) declara que “cada día del Señor” los cristianos se reunían para “partir el pan” (PAN [Padres Antenicenos] VII. 381).

(2) La Epístola de Bernabé (120 d. C.), al discutir cosas tales como el incienso, lunas nuevas y sábados, dice que “el Señor abolió estas cosas” en deferencia a “la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo (PAN I.138). Más adelante afirma: “Este es el motivo por el que guardamos el octavo día con regocijo, el día en el que también nuestro Señor se levantó de entre los muertos” (I.147).

(3) Justino Mártir (140 d. C.) declaró que en “el día que llamamos domingo” los primeros cristianos se reunían a adorar. Además añadió que ese era el día en el que Cristo se levantó de entre los muertos (I.186).

(4) Clemente de Alejandría (194 d. C.) habla de alguien que “guarda el día del Señor” como “glorificando al Señor en sí mismo” (PAN II.545).

(5) Tertuliano (200 d. C.) argumentaba que la “antigua” ley había sido consumada; así que “se demostró que la observancia del sábado era algo temporal” (PAN III.155). En otra parte dice que los sábados son “ajenos” al cristiano, y que ellos compartían juntos “en el día del Señor” (70).

(7) El notable historiador Philip Schaff concluye: “La universal e incontrovertida observancia del domingo en el segundo siglo sólo puede explicarse por el hecho de que ésta tenía sus raíces en la práctica apostólica” (478-479).

Finalmente, debemos hacer este comentario. Es incorrecto llamar al domingo “el sábado cristiano”.

Consideraciones del Sábado del Antiguo Testamento

Primero, al considerar los requerimientos del sábado del Antiguo Testamento, quizá sea útil recalcar que había muchos otros “sábados”, adicionales al sábado conocido como el séptimo día, los cuales eran obligatorios para los hebreos (comp. Lev. 19:3; 26:2).

Por ejemplo, había los días sábados extra en relación con las cinco fiestas sagradas (por ejemplo, La Pascua, Los Primero Frutos, etc. comp. Lev. 23:7-8, 21, 24-25, 32, 39). En realidad los hebreos celebraban cincuenta y nueve sábados al año. Adicionalmente cada siete años había un año sabático (Lev. 25:1-4) y cada quincuagésimo año era sabático también (Lev. 25:8-13). La tierra debía dejarse sin cultivar durante este tiempo, y las deudas debían ser perdonadas (Deut. 15:2).

En un período de cincuenta años, el hebreo fiel, en un grado o en otro dependiendo del requerimiento específico de la ley, observaría 5,830 sábados. Contraste eso con el hecho de que el sabatista promedio actual, en el mismo período de tiempo guardando sólo el sábado honraría solamente 2,600 sábados, así, fallaría en 3,230 sábados según el estándar divino.

Segundo, como indicamos arriba, el sábado, como un requerimiento religioso, estaba restringido a los israelitas. Éste no era parte de ningún pacto patriarcal (comp. Deut. 5:2-3); más bien fue una ordenanza que se dio a conocer en el Sinaí (Neh. 9:13-14), la cual sirvió como una “señal” entre Jehová y su pueblo especial (Ez. 20:12). Así que, los gentiles nunca habían estado bajo la obligación de guardar el sábado.

Tercero, considere este regulación: “No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas el día de reposo” (Éx. 35:3). Esta es una clara evidencia de que el sábado no fue diseñado como un requerimiento universal. El profesor Rawlinson observa que “en el cálido clima de Arabia y Palestina el fuego artificial no era tan necesario” (378).

Por ejemplo, Jerusalén está en la misma latitud que Nueva Orleans y Houston. La temperatura anual promedio es sesenta y cinco grados, y rara vez cae por debajo de cuarenta. Uno sólo puede imaginar lo que pasaría si se intentara guardar esta ordenanza en Alaska y Siberia.

El Sábado Terminado

Las Escrituras son enfáticas en cuanto a que el requerimiento de guardar el sábado ha sido cancelado. Los datos en el Nuevo Testamento guían a la conclusión que la ley de Moisés (con todos sus componentes — incluyendo el sábado) ha sido abrogada. Pablo afirma que “la ley de los mandamientos” ha sido abolida “por medio de la cruz” (Ef. 2:14). Similarmente “el acta de los decretos expresados en ordenanzas” (las cuales incluían días de fiestas, sábados, etc.) ha sido “quitada de en medio y clavada a la cruz” (Col. 2:14-16).

Sin embargo, los sabatistas alegan que solamente las características ceremoniales (por ejemplo, los sacrificios de animales) del pacto mosaico fueron abolidas en la cruz. Los elementos morales de la ley (por ejemplo, los mandamientos) continúan vigentes en nuestros días de acuerdo con su entendimiento.

Esta posición es arbitraria, artificial y no pasará el examen de las Escrituras. Observe lo siguiente:

(1) Dios prometió hacer “un nuevo pacto”, el cual no sería como aquel que se le había dado a Israel cuando dejó Egipto (Jer. 31:31ss). Cuando se dio “un nuevo pacto” también se dio un “cambio” en las leyes (Heb. 7:12). Pero la ley antigua, entregada cuando Israel escapó de la esclavitud egipcia, contenía los diez mandamientos (1 Re. 8:9, 21). Así que, el decálogo expiró cuando el Antiguo Testamento fue reemplazado por el Nuevo.

(2) En Romanos 7, el apóstol argumentó que el cristiano está “muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo” (v. 4). Además contendió que el hijo de Dios está “libre de la ley” (v. 6).

Bueno, y ¿cuál era “la ley” que se tenía en mente en este pasaje? ¿Meramente la parte ceremonial de la ley? No, ese no es el caso, pues a continuación Pablo dice: “yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: No codiciaras” (v. 7; comp. Éx. 20:17).

Claramente la ley para la cual el cristiano está “muerto”, es decir, separado de, y de la cual ha quedado “libre”, incluye los Diez Mandamientos. El cristiano no está bajo la obligación de guardar el sábado.

La realidad es que luego de que Pablo dijera que la ley había sido “clavada en la cruz”, declaró también que nadie debe “juzgar”, es decir, condenar (comp. Thayer, 361) a un cristiano por no guardar días de fiesta, sábados, etc. (Col. 2:16). Esa declaración no se habría podido hacer si la ley del sábado aún hubiera estado en vigor.

No dudamos que muchos de los sabatistas son sinceros en su profesión de guardar el séptimo día. Pero la sinceridad por sí sola no es una justificación. La práctica moderna de guardar el sábado es errónea.

Bibliografía


  • ANF [PAN] (1995 Edition), Ante-Nicene Fathers, Alexander Roberts & James Donaldson, Eds. (Peabody, MA: Hendrickson), Ten Volumes.
  • Eusebius Pamphilus (1955 Reprint), Ecclesiastical History (Grand Rapids, MI: Baker Book House).
  • Jackson, Wayne (1986), Background Bible Study (Stockton, CA: “Courier Publications”).
  • Rawlinson, George (1950 Reprint), “Exodus,” The Pulpit Commentary, Spence & Exell, Eds. (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. 1.
  • Schaff, Philip (1980 Reprint), History of the Christian Church (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. I.
  • Thayer, J.H. (1958), Greek-English Lexicon of the New Testament (Edinburgh: T.&T. Clark).

No hay comentarios:

Publicar un comentario