En estos tiempos cuando muchos están
preocupados por el deterioro moral de nuestra nación, de vez en cuando se
escucha la siguiente recomendación: “Deberíamos volver a los Diez Mandamientos
como nuestro código de conducta”. Aunque el motivo de tal consejo es honorable,
éste sugiere un erróneo, aunque común concepto acerca de la naturaleza de los
mandamientos.
En primer lugar, la mayoría de nosotros (todos
los que no somos judíos) nunca ha estado bajo el régimen del Decálogo. Los Diez
Mandamientos eran parte de la ley mosaica, y ese sistema fue dado únicamente a
los hebreos (Deut. 5:1-5). Esto no sugiere que los antiguos gentiles estuvieran
exentos de responsabilidad moral y religiosa; esto simplemente significa que los
no israelitas nunca fueron responsables ante el código mosaico en sí.
Aparte de esto, es un hecho lógico que si uno
argumenta por la reinstitución de los diez mandamientos, debe, si quiere ser
consistente, contender que los requerimientos relacionados con el sábado
también son obligatorios para nosotros. Desde luego, este punto de vista es
promovido por los adventistas del séptimo día y otros sabatistas, pero éste no
refleja la perspectiva bíblica. En este estudio pretendemos mostrar tres cosas.
Primero, la iglesia del primer siglo, mientras estuvo dirigida por líderes
inspirados, no observaba el sábado. Segundo, las características únicas del sábado
del Antiguo Testamento demuestran que el mismo no fue diseñado para convertirse
en un requerimiento internacional. Tercero, las Escrituras enseñan
explícitamente que el sábado como día de reposo ha sido abolido. Permítanos
destacar cada una de estas líneas de pensamiento.
La Práctica de los
Cristianos del Primer Siglo
Por más que alguien trate, será en vano querer
hallar evidencia en el Nuevo Testamento de que la iglesia primitiva observara
el sábado con aprobación apostólica. Cierto es que los apóstoles frecuentaban
las sinagogas con el propósito de proclamar el evangelio. Allí estaría la más
grande concentración de judíos (comp. Hch. 13:14; 17:1-2, etc.), y el mensaje
relacionado con Jesús debía predicarse en primer lugar a ellos (Rom. 1:16).
Pero, ¿dónde está la evidencia de que la
iglesia primitiva, bajo la guía divina, se reunía a adorar a Dios en el séptimo
día de la semana?
(1) El reino de Cristo fue establecido en el
día de Pentecostés (Hch. 2:1), el cual siempre caía en “el día siguiente al
séptimo día de reposo” (Lev. 23:15-16), por consiguiente, el domingo. De manera
que la iglesia comenzó a adorar en el primer día de la semana (comp. Hch.
2:42).
(2) Los discípulos en Troas “fueron reunidos”
[voz pasiva] “el primer día de la semana” para partir el pan, es decir, para
adorar (Hch. 20:7). El día específico de reunión no fue un accidente. Aunque
Pablo estaba ansioso por ir a Jerusalén (20:16), esperó siete días para tener
la oportunidad de reunirse con la iglesia.
Además, la voz pasiva indica que la asamblea
fue convocada por otra persona aparte de los discípulos; esto fue una
iniciativa divina.
(3) Los santos en Corinto se estaban reuniendo
y contribuyendo al fondo de la iglesia “cada
primer día de la semana” (1 Cor. 16:2 según el texto griego).
(4) En la isla de Patmos Juan estaba “en el
Espíritu en el día del Señor” (Apo. 1:10). El término para “del Señor” es kupiakos, el cual se define aquí como
“en relación con el Señor”. Thayer el lexicógrafo griego comenta: “…el día
dedicado al Señor, consagrado a la memoria de la resurrección de Cristo” (365).
Los relatos de los evangelios dejan claro que
la resurrección ocurrió un domingo. Aunque Apocalipsis 1:10 no sería conclusivo
por sí solo, el hecho mismo de que el día sea mencionado específicamente es
importante.
También debemos añadir esta nota. Aunque es
cierto que algunos débiles y malinformados cristianos judíos tenían
dificultades con romper el vínculo con la economía mosaica (Rom. 14:1ss; Gál.
4:10-11), es importante recordar que la enseñanza apostólica inspirada
procuraba corregir este error.
Y aún más, tenemos el registro de los
escritores patrísticos postapostólicos. Durante los tres primeros siglos de la
historia del cristianismo, el testimonio es uniforme en cuanto a que los
discípulos originales de Jesús adoraban el domingo — no el sábado.
Aquí daremos una muestra de dicho testimonio.
(1) La Didaché (120 d. C.) declara que “cada día
del Señor” los cristianos se reunían para “partir el pan” (PAN [Padres
Antenicenos] VII. 381).
(2) La
Epístola de Bernabé (120 d. C.), al discutir cosas tales como el incienso, lunas
nuevas y sábados, dice que “el Señor abolió estas cosas” en deferencia a “la
nueva ley de nuestro Señor Jesucristo (PAN I.138). Más adelante afirma: “Este
es el motivo por el que guardamos el octavo día con regocijo, el día en el que
también nuestro Señor se levantó de entre los muertos” (I.147).
(3) Justino
Mártir (140 d. C.) declaró que en “el día que llamamos domingo” los
primeros cristianos se reunían a adorar. Además añadió que ese era el día en el
que Cristo se levantó de entre los muertos (I.186).
(4) Clemente
de Alejandría (194 d. C.) habla de alguien que “guarda el día del Señor”
como “glorificando al Señor en sí mismo” (PAN II.545).
(5) Tertuliano
(200 d. C.) argumentaba que la “antigua” ley había sido consumada; así que “se
demostró que la observancia del sábado era algo temporal” (PAN III.155). En
otra parte dice que los sábados son “ajenos” al cristiano, y que ellos
compartían juntos “en el día del Señor” (70).
(7) El notable historiador Philip Schaff
concluye: “La universal e incontrovertida observancia del domingo en el segundo
siglo sólo puede explicarse por el hecho de que ésta tenía sus raíces en la
práctica apostólica” (478-479).
Finalmente, debemos hacer este comentario. Es
incorrecto llamar al domingo “el sábado cristiano”.
Consideraciones del
Sábado del Antiguo Testamento
Primero, al considerar los requerimientos del
sábado del Antiguo Testamento, quizá sea útil recalcar que había muchos otros
“sábados”, adicionales al sábado conocido como el séptimo día, los cuales eran
obligatorios para los hebreos (comp. Lev. 19:3; 26:2).
Por ejemplo, había los días sábados extra en
relación con las cinco fiestas sagradas (por ejemplo, La Pascua, Los Primero
Frutos, etc. — comp. Lev. 23:7-8, 21, 24-25, 32,
39). En realidad los hebreos celebraban cincuenta y nueve sábados al año.
Adicionalmente cada siete años había un año sabático (Lev. 25:1-4) y cada
quincuagésimo año era sabático también (Lev. 25:8-13). La tierra debía dejarse
sin cultivar durante este tiempo, y las deudas debían ser perdonadas (Deut.
15:2).
En un período de cincuenta años, el hebreo
fiel, en un grado o en otro — dependiendo del requerimiento
específico de la ley, observaría 5,830 sábados. Contraste eso con el hecho de
que el sabatista promedio actual, en el mismo período de tiempo — guardando sólo el sábado — honraría solamente 2,600 sábados, así,
fallaría en 3,230 sábados según el estándar divino.
Segundo, como indicamos arriba, el sábado, como
un requerimiento religioso, estaba restringido a los israelitas. Éste no era
parte de ningún pacto patriarcal (comp. Deut. 5:2-3); más bien fue una ordenanza
que se dio a conocer en el Sinaí (Neh. 9:13-14), la cual sirvió como una
“señal” entre Jehová y su pueblo especial (Ez. 20:12). Así que, los gentiles
nunca habían estado bajo la obligación de guardar el sábado.
Tercero, considere este regulación: “No encenderéis fuego en ninguna de vuestras
moradas el día de reposo” (Éx. 35:3). Esta es una clara evidencia de que el
sábado no fue diseñado como un requerimiento universal. El profesor Rawlinson
observa que “en el cálido clima de Arabia y Palestina el fuego artificial no
era tan necesario” (378).
Por ejemplo, Jerusalén está en la
misma latitud que Nueva Orleans y Houston. La temperatura anual promedio es
sesenta y cinco grados, y rara vez cae por debajo de cuarenta. Uno sólo puede
imaginar lo que pasaría si se intentara guardar esta ordenanza en Alaska y
Siberia.
El Sábado Terminado
Las Escrituras son enfáticas en
cuanto a que el requerimiento de guardar el sábado ha sido cancelado. Los datos
en el Nuevo Testamento guían a la conclusión que la ley de Moisés (con todos
sus componentes — incluyendo el sábado) ha sido abrogada. Pablo afirma que
“la ley de los mandamientos” ha sido abolida “por medio de la cruz” (Ef. 2:14).
Similarmente “el acta de los decretos expresados en ordenanzas” (las cuales
incluían días de fiestas, sábados, etc.) ha sido “quitada de en medio y clavada
a la cruz” (Col. 2:14-16).
Sin embargo, los sabatistas
alegan que solamente las características ceremoniales (por ejemplo, los
sacrificios de animales) del pacto mosaico fueron abolidas en la cruz. Los
elementos morales de la ley (por ejemplo, los mandamientos) continúan vigentes
en nuestros días de acuerdo con su entendimiento.
Esta posición es arbitraria,
artificial y no pasará el examen de las Escrituras. Observe lo siguiente:
(1) Dios prometió hacer “un nuevo
pacto”, el cual no sería como aquel que se le había dado a Israel cuando dejó
Egipto (Jer. 31:31ss). Cuando se dio “un nuevo pacto” también se dio un
“cambio” en las leyes (Heb. 7:12). Pero la ley antigua, entregada cuando Israel
escapó de la esclavitud egipcia, contenía los diez mandamientos (1 Re. 8:9,
21). Así que, el decálogo expiró cuando el Antiguo Testamento fue reemplazado
por el Nuevo.
(2) En Romanos 7, el apóstol
argumentó que el cristiano está “muerto a la ley por medio del cuerpo de
Cristo” (v. 4). Además contendió que el hijo de Dios está “libre de la ley” (v.
6).
Bueno, y ¿cuál era “la ley” que
se tenía en mente en este pasaje? ¿Meramente la parte ceremonial de la ley? No,
ese no es el caso, pues a continuación Pablo dice: “yo no hubiera sabido lo que
es la codicia, si la ley no hubiera dicho: No codiciaras” (v. 7; comp. Éx.
20:17).
Claramente la ley para la cual el
cristiano está “muerto”, es decir, separado de, y de la cual ha quedado “libre”,
incluye los Diez Mandamientos. El cristiano no está bajo la obligación de
guardar el sábado.
La realidad es que luego de que
Pablo dijera que la ley había sido “clavada en la cruz”, declaró también que
nadie debe “juzgar”, es decir, condenar (comp. Thayer, 361) a un cristiano por
no guardar días de fiesta, sábados, etc. (Col. 2:16). Esa declaración no se habría
podido hacer si la ley del sábado aún hubiera estado en vigor.
No dudamos que muchos de los
sabatistas son sinceros en su profesión de guardar el séptimo día. Pero la
sinceridad por sí sola no es una justificación. La práctica moderna de guardar
el sábado es errónea.
Bibliografía
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Fathers, Alexander Roberts & James Donaldson, Eds. (Peabody,
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- Eusebius Pamphilus (1955
Reprint), Ecclesiastical History (Grand Rapids, MI: Baker
Book House).
- Jackson, Wayne (1986), Background
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- Rawlinson, George (1950
Reprint), “Exodus,” The Pulpit Commentary, Spence &
Exell, Eds. (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. 1.
- Schaff, Philip (1980 Reprint), History
of the Christian Church (Grand Rapids, MI: Eerdmans), Vol. I.
- Thayer, J.H. (1958), Greek-English
Lexicon of the New Testament (Edinburgh: T.&T. Clark).
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