El Corán de los islámicos asegura
que Jesús no fue crucificado; En lugar de eso la muerte del Señor sólo lo fue “en
apariencia”. De hecho, se alega que Él fue “elevado” hasta Dios sin morir en la
cruz (Sura IV. 157-158).
Esta alegación está absolutamente
vacía de evidencia. Por ejemplo considere lo siguiente:
1. Los
profetas del Antiguo Testamento predijeron la muerte de Cristo. El Señor iba a
ser perforado (Salm. 22:16; Zac. 12:10); muerto como un cordero ante el
carnicero (Isa. 53:7), asesinado como la víctima de la Pascua (Éx. 12:1ss;
comp. 1 Cor. 5:7), y entraría al Seol (Salm. 16:10; comp. Hch. 2:22-32) —
el terreno de los muertos.
2. Jesús
mismo declaró que lo matarían (Mt. 16:21), y que su cuerpo estaría en la
tumba durante tres días (Mt. 12:40).
3. Los
expositores del Nuevo Testamento afirmaron uniformemente que Jesús murió. Pedro
proclamó este mensaje (Hch. 2:23; 3:15; 1 Pe. 1:18-21), igual Esteban (Hch.
7:52), Pablo (Hch. 13:28; 1 Cor. 15:1ss), y otros (comp. Apo. 5:9; 11:8; 12:11),
etc.
4. La
historia secular afirma que Cristo murió. Josefo, el historiador romano, se
refirió a la muerte de Jesús (Antigüedades
18.3.3). El escritor romano Tácito, dijo que Cristo fue “ejecutado” por
Pilato (Anales 15.44). Los primeros
enemigos del cristianismo, por ejemplo Celsio y Luciano, también concedieron
que la muerte de Cristo era un hecho, como también lo hicieron los autores
patrísticos del período ante-niceno.
La evidencia de la muerte del
Señor es absolutamente abrumadora. Solamente
un ignorante de la historia, o con una agenda diabólica, se atrevería a negar
esta realidad irrefutable.
Un erudito islámico, quien había
escrito un breve comentario acerca del Corán, expresa el punto de vista
islámico con respecto a este asunto.
“El final de la vida de Jesús en la tierra
está tan envuelto en el misterio como lo estuvo su nacimiento, y ciertamente la
mayor parte de su vida privada, excepto los tres años de su ministerio. No es
beneficioso discutir las muchas dudas y conjeturas que hay entre las sectas
cristianas y los teólogos musulmanes. La Iglesia Ortodoxa Cristiana hace de la
muerte en la cruz, de la sepultura y la resurrección al tercer día con el mismo
cuerpo intacto, y que caminó y conversó con sus discípulos, y que luego
ascendió al cielo el punto cardinal de su doctrina. Esto es necesario para la
doctrina del sacrificio de sangre y la expiación vicaria de los pecados, lo
cual es rechazado por el Islam” ((Qur’an — Translation & Commentary, Islamic
Propagation Centre International, A. Yusuf Ali, 1946, p. 230).
El señor Ali cita varias fuentes
para favorecer la noción de que Cristo nunca murió, por ejemplo, los basilianos
y los docetas. El intento del caballero para desacreditar la muerte de Cristo
es absolutamente fútil. Con respecto a estas dos fuentes podemos observar
someramente lo siguiente:
1. Basílides era un gnóstico egipcio del Siglo II d. C. Era un falso filósofo
quien tenía solamente una remota conexión con el cristianismo. Basílides enseñó
muchas cosas que serían repudiadas por el Islam. Difícilmente se le puede citar
como una autoridad.
2. El
movimiento gnóstico conocido como los docetistas, negaba que Jesús hubiese
venido en forma humana; Él solamente “parecía”
ser humano. Por supuesto que los musulmanes no apoyarían ese punto de vista.
Por consiguiente es enteramente
cínico citar estas fuentes como si pudieran considerarse de algún valor en
cuanto a su descripción con respecto a la persona de Jesús de Nazaret.
El repudio islámico dela muerte
de Cristo está basado en la aversión hacia la doctrina bíblica de la muerte
vicaria del Señor como expiación por el pecado, y así niega el corazón mismo
del evangelio de Jesús de Nazaret. La religión de Mahoma es hostil a la fe
cristiana, y nunca debe ser visto como un sistema religioso opcional que cuente
con aprobación divina.
Desafortunadamente algunos
quieren ver el árbol de los beneficios prácticos de esta religión mientras
ignoran el bosque de aberraciones doctrinales que este movimiento religioso
defiende.
El cristiano auténtico no se
atrevería a caer en tal compromiso (Mat. 10:32-33). Ω
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