domingo, 24 de abril de 2022

JUSTIFICACIÓN: ¿Por fe o por Obras?

 

“¿La justificación del pecado es por la fe o por las obras? ¿La justificación no es el resultado de ninguna, de una en oposición a la otra, o de ambas?” 

Uno esperaría que una pregunta tan fundamental pudiera ser respondida clara y confiadamente, con una declaración unida, de parte de aquellos que profesan un respeto devoto por el testimonio de las Escrituras. Lamentablemente, ese no es el caso.

Los discípulos más fieles de Calvino, por ejemplo, sostienen que no hay condiciones en absoluto en el plan de salvación. En 1957, G. E. Griffin, clérigo de la Primera Iglesia Bautista, afirmó, en un debate con el hermano Guy N. Woods:

“Las Escrituras enseñan que el pecador inconverso entra en posesión de la vida espiritual o eterna, sin ninguna condición que deba cumplir el pecador” (p. 6).

Estas personas ni siquiera reconocen que la fe es una condición para la salvación. Sarrels, un escritor de los primeros bautistas, declaró:

“Creemos que no hay justificación alguna para la opinión de que Juan 1:16 establece la fe como una condición que debe cumplir la persona perdida para alcanzar la vida espiritual o eterna” (p. 444).

En el extremo opuesto, están aquellos que sostienen, al menos implícitamente, que las obras logran la salvación sin necesidad de la fe. Cada grupo que practica el bautismo de infantes debe admitir que cualquiera que sea la ventaja que supuestamente tiene el bautismo de un bebé, no está asociada con la fe, ya que ningún infante puede creer personalmente. La Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo puede administrarse a aquellos que están inconscientes o dementes (Attwater, pp. 44,45). Claramente, algunos respaldan la idea de que las obras salvan, y sin fe.

Luego, está la afirmación común de muchos protestantes de que sólo la fe salva. La Disciplina de la Iglesia Metodista establece:

“Por lo tanto, que somos justificados por la fe solamente es una doctrina muy sana y llena de consuelo” (p. 40).

Pero en otra parte del mismo volumen, se argumenta que los “beneficios de la expiación” son “incondicionales” (p. 55), una clara contradicción. La doctrina de la salvación por “la fe solamente” no es sana, y el consuelo es engañoso.

Otro cuerpo sectario sostiene que la justificación es “únicamente a través de la fe en Cristo” (Hiscox, p. 62). No es necesario señalar que, si la salvación es “únicamente” a través de la fe, entonces el arrepentimiento está excluido del plan de redención del cielo, si a la palabra “únicamente” se le asigna su significado legítimo.

Por otro lado, el mismo escritor sostiene más tarde que tanto el arrepentimiento como la fe son “gracias inseparables, obradas en el alma por el Espíritu regenerador de Dios; por lo cual, estando profundamente convencidos de nuestra culpa, peligro e impotencia, y del camino de salvación por Cristo, nos volvemos a Dios…” (pág. 64).

Entonces, ¿cómo es la cosa? ¿La salvación es “únicamente” por la fe? ¿O son la fe y el arrepentimiento requisitos para volver a Dios? Las declaraciones no son consistentes.

Martín Lutero fue tan inflexible con respecto a la doctrina de “solo fe” que introdujo de contrabando la palabra “solo” en el texto de su traducción al alemán en Romanos 3:28. Lenski, un comentarista luterano, intentó defender la adición de Lutero a la Palabra (cf. Apo. 22:18) sugiriendo que, aunque el término “solo” no se encuentra en el texto original, el “sentido” sí está (1961, p. 271).

¿Llegaremos a la conclusión de que Lutero era más hábil que Pablo para interpretar el "sentido"?

El papel de las obras en el plan divino

Con frecuencia se afirma que, aunque las “obras” son el resultado de la salvación, no juegan ningún papel en la obtención de la redención de una persona. Simplemente no hay verdad en esta afirmación. La fe, el arrepentimiento y la inmersión son todas condiciones preliminares para recibir la salvación (Mar. 16:16; Hch. 2:38).

Jesús afirmó que el que creyere y fuere sumergido, será salvo (Mar. 16:16). La construcción de la gramática griega asegura que tanto la fe como el bautismo preceden a la salvación. El Señor no sugirió que uno puede ser salvo en ausencia tanto de la fe como del bautismo. No afirmó que el que es bautizado se salva, y esto sin fe. No dijo que el que cree se salva, y opcionalmente puede someterse al bautismo. El cuadro más completo implica la fe, la inmersión y la salvación, en ese orden.

Es completamente increíble que algunos, que profesan conocer el Nuevo Testamento, nieguen el papel de las obras (obediencia) en el sagrado esquema de la redención. Jesús enseñó claramente que uno debe “trabajar” por ese sustento espiritual que permanece para vida eterna (Juan. 6:27), y que incluso la fe misma es una “obra” divinamente designada (Juan. 6:29).

En otra parte, el apóstol inspirado amonestó a los cristianos a tener cuidado de "no perder" las cosas que habían "obrado" [por las que habían trabajado] (2 Juan 1:8). Los cristianos tienen una fe que obra (Gálatas 5:6); de hecho, deben “ocuparse” en su salvación con temor y temblor (Fil. 2:12), abundando en buenas obras (2 Cor. 9:8; Efe. 2:10; Col. 1:10), estando constantemente conscientes de que serán juzgados por sus obras (Mat. 16:27; Rom 2:6; 2 Cor 5:10; 1 Ped. 1:17).

Ha habido mucha controversia sobre la instrucción dentro del libro de Santiago con respecto a la fe y las obras. Claramente, Santiago enseñó que la justificación es tanto por las obras como por la fe (2:21), un concepto que a Lutero le pareció tan detestable que rechazó la inspiración del documento, lo llamó una “epístola de paja”, y sugirió que el libro ni siquiera fue escrito por Santiago (Lenski, 1966, p. 515).

Pero el escritor divino afirmó inequívocamente que la fe sin obras no puede salvar (2:14). ¿Está hablando del pecador inconverso, o del cristiano? La pregunta es académica: Santiago está discutiendo el principio de la obediencia fiel, a quien sea que se aplique; ya sea un Abraham, o una Rahab.

No hay comentarios:

Publicar un comentario