El avance en
medicina y tecnología médica en las últimas décadas ha incrementado la
posibilidad que nuestra existencia se prolongue. Aquellos pacientes de los
cuales se creía que tenían enfermedades fatales e incurables ahora viven más y
con mayor plenitud sus vidas, más que antes. Sin embargo, se ha dicho que los
doctores frecuentemente emplean métodos extraordinarios o heroicos para
mantener vivo a un paciente — métodos que pueden ser innecesarios, dada la
prognosis del paciente.
Para algunas
personas, la respuesta es la eutanasia. Deberían hacerse leyes, dicen ellos,
para proteger “el derecho que una persona tiene de morir” y permitirle una
“muerte por misericordia”. La California
Bar Association [Asociación de Abogados de California] ha aprobado una
resolución que apoya el ‘suicidio asistido por un doctor’ la cual permitiría a
los doctores dar una prescripción con una dosis letal de drogas a los pacientes
con enfermedades terminales (Montgomery
Advertiser, del 22 de septiembre de 1987). El gobierno holandés en
cooperación con la Dutch Royal Academy of
Medicine [Real Academia Holandesa de Medicina] ha dado su visto bueno a una
legislación que permite a los doctores asistir a sus pacientes en un suicidio.
El público puede obtener una lista de drogas e instrucciones suicidas en la
Sociedad Farmacéutica Holandesa. El 8 de enero de 1988 el Journal of the American Medical Association se convirtió en el
primer periódico en los Estados Unidos
en presentar la confesión de un doctor que había realizado una muerte por
misericordia. El AMA [Asociación de Médicos Americanos], en ese sentido, apoya
la eutanasia contrariando la opinión de muchos de sus miembros. Así que la
eutanasia es un tema muy actual.
Pero ¿qué es la
eutanasia? ¿Es ética? Y más importante aún, ¿esta práctica se conforma con las
enseñanzas bíblicas? ¿Cuál es la respuesta cristiana más apropiada?
Definiendo términos
Eutanasia es una
palabra griega compuesta: eu que
significa “bueno” y thanatos que
significa “muerte”. Su significado original, como lo aplicaban los antiguos
griegos, se refería al “arte y
disciplina de morir en paz y con dignidad” (Fredric Wertham, The German Euthanasia Program {Cincinnati,
OH: Hayes Publishing, 1973}, p. 28). Durante el siglo diecinueve, a esta
palabra se le daba una connotación diferente, aplicándose a la teoría o (más
recientemente) a la práctica de provocar una muerte sin dolor, particularmente
a quienes sufrían de enfermedades incurables y dolorosas.
La eutanasia
alcanzó su forma extrema en la Alemania de 1920. Fue en este año que Karl
Binding y Alfred Hoche publicaron un pequeño libro titulado The Release of the Destruction of Live Devoid
of Value (Santa Ana, CA: Reimpresa por L.I.F.E.). Los autores proponían que
matar a la “gente miserable” debería ser aceptable legalmente. Su libro jugaba
un rol muy importante en el programa de Eutanasia de la Alemania nazi — un programa que provocó la
muerte de los muy jóvenes, los muy viejos, y todos los discapacitados física y
mentalmente (Wertham). Esos homicidios clínicos, motivados social o
políticamente, se conocen como eutanasia involuntaria,
muerte selectiva, o eutanasia administrativa.
Los esfuerzos
del presente se dirigen hacia la legalización de la eutanasia voluntaria. Esta puede llevarse a cabo activamente
ya sea por “el uso intencional de tecnología médica de tal manera que se
induzca o apresure la muerte” o pasivamente “el abandono (o retiro) del cuidado
médico ‘ordinario’, razonable y prudente” (Martin St. Martin, “Euthanasia: The
Three-In-One Issue”, en Baylor Law Review,
1975, 27(1):62). La eutanasia voluntaria activa ha ganado más atención debido a
la epidemia del SIDA. Los periódicos gay contienen anuncios de la Hemlock
Society — un grupo pro-eutanasia que publica un libro hágalo-usted-mismo acerca
del suicidio. El libro incluye tablas acerca de las drogas que debes usar, sus
nombres en las etiquetas, cómo obtenerlas y lo que se necesita para matarse
exitosamente.
LAS DIFICULTADES
La eutanasia es
un tema difícil porque muchas personas ven un área gris entre “muerte con
dignidad” y “matar por misericordia”. La mayoría de los cristianos
probablemente dirá que está mal “eutanizar” a un amigo con un Colt.44, o “sacar
a alguien de su miseria” con una sobredosis de morfina, aunque se los pida el
que está sufriendo. Considerarían esos intentos de finalizar una vida como
homicidio de parte del eutanista, y suicidio de parte de aquel que está siendo
eutanizado (Ro. 13:9).
Los cristianos
no están tan seguros en otras situaciones. Odian ver sufriendo al extremo a
alguien, pero quieren hacer lo que sea correcto ante los ojos de Dios (1 Jn.
3:22). Espero que esta lección exponga algunas dificultades y establezca
algunas reglas base que serán de uso práctico para los cristianos que buscan
cumplir la voluntad de Dios.
Muerte con dignidad
Los grupos
pro-eutanasia aseguran que a muchos pacientes se les está negando una muerte
digna. Por consiguiente se necesita una legislación donde se permitan más
“opciones” para pacientes y doctores en situaciones de vida-o-muerte. Esta
alegación de “muerte con dignidad”, y sus implicaciones, no debería quedar sin
respuesta. El profesor Kurfees comenta:
“¿No se demanda
de todos nosotros, familia, enfermeras, doctores, siempre asegurar el manejo
más digno en cada caso? Todos nosotros queremos eso. Esas frases y palabras
provocadoras nublan el asunto. Ellas inyectan la falsa noción de que muchas
personas no están muriendo con dignidad: que en la profesión médica hay quienes
no están profundamente interesados en estas cuestiones. Aquellos que usan esas
palabras lanzan calumnias y levantan un falso señalamiento, pues todos queremos
un fin de vida digno. Esta
estratagema es calumnia” (James F. Kurfees, “On Living Wills” en el Journal of Biblical Ethics in Medicine,
1988, 2:4).
El punto es, ninguna persona informada está argumentando que a la gente
se le debe negar una muerte verdaderamente humanitaria.
Tratamiento extraordinario
Los grupos pro-eutanasia creen que los doctores frecuentemente utilizan
procedimientos médicos extraordinarios —aun en contra de la voluntad del
paciente y de los familiares involucrados. En su opinión, esta práctica
solamente sirve para prolongar el proceso de fallecimiento, y causa estrés
emocional y dificultades económicas. El debate surge entonces acerca de lo que
es un tratamiento ordinario y uno extraordinario. Normalmente un tratamiento extraordinario se ha referido a los
esfuerzos que no serán útiles en mejorar la prognosis, o que incrementarían la
probabilidad de muerte debido a los altos factores de riesgo. Ciertas drogas
experimentales contra el cáncer podrían caer en esta categoría. Por el
contrario, un tratamiento ordinario
tiene que ver con el cuidado rutinario, sin importar las facilidades médicas
que estén disponibles. La higiene, alimentación nutritiva, el alivio del dolor
y la angustia física han sido enlistados en esta categoría.
Sin embargo debería entenderse que cualquier persona competente (o
familiar, o guardián de menores o de personas con discapacidad) puede aceptar o
rechazar un tratamiento médico. Nadie ha quitado los derechos de una persona
con cáncer para luego darle tratamiento con quimioterapia y radiación. No
obstante, el experto médico en el caso hará un esfuerzo por ofrecer el mejor
consejo tanto al paciente como a la familia. La inquietud principal en la
mayoría de los doctores es aplicar toda atención razonable que pueda salvar la vida de la persona.
Muerte cerebral vs Muerte del
cerebro
En un hospital bien equipado, están disponibles toda clase de
dispositivos y procedimientos para sustentar la vida. Esto suele significar que
igualmente se hacen necesarios dispositivos y procedimientos sofisticados para
ayudar a los doctores a determinar cuándo ha ocurrido una muerte. La muerte
médica y legal usualmente se estima que ocurre cuando el paciente no muestra
ningún signo vital, cuando no hay evidencia de alguna actividad cerebral, y
cuando ya no hay esperanza de restaurar ninguna de esas actividades. En este
punto, el doctor puede remover los respiradores y otros soportes de vida. Note
que esta “muerte del cerebro” aplica a todo el cerebro. Ésta incluye el
cerebro, del cual se piensa que es el responsable de las acciones voluntarias y
el pensamiento consciente, y ésta incluye el cerebelo y el bulbo raquídeo, los
cuales coordinan los movimientos musculares y las funciones del cuerpo que
controlan los movimientos involuntarios.
La muerte del cerebro se convierte en una cuestión controversial cuando
los pacientes con un cerebro inactivo continúan viviendo por meses o años.
Cuando se hace necesario un soporte de vida, algunas personas quieren detener
ese “estado vegetativo persistente” cambiando la definición legal de muerte
para que signifique el punto en el cual el cerebro ha dejado de funcionar. Así
son libres de retirar la comida, el agua y cualquier otro cuidado porque el
paciente está legalmente muerto.
Reducir cargas económicas, sociales y emocionales son los beneficios de
esto. La muerte cerebral también recae sobre la donación de órganos. Si la
muerte se declara mientras el cuerpo aún está vivo, entonces se pueden remover
los órganos antes que ocurra el deterioro celular.
La idea de declarar muerte debido a la inactividad cerebral ha sido criticada
por diversas razones. En particular, ésta parece no hacer ninguna concesión
para aquellas situaciones en que los pacientes con cerebros aparentemente
inactivos sean capaces, con tratamiento, de recuperar su memoria, su
personalidad y otras señales de existencia humana consciente. Por ejemplo, un
niño con síndrome de Reye acompañado por coma y una función cerebral mínima se
puede recuperar luego con sus capacidades físicas y mentales normales. Además,
ha habido casos de personas que parecían haber muerto por inmersión en aguas
extremadamente frías y que solamente han “resucitado” después de muchos minutos
debido a que el repentino y severo congelamiento había suspendido el consumo de
oxígeno en las células del cuerpo. Normalmente los doctores actuarán para
salvar la vida de una persona en estas situaciones, pero la clasificación de
muerte cerebral quita algo de esta esperanza.
La vida: ¿santidad o calidad?
Una situación que continúa levantando mucha discusión acerca de la ética
médica: la santidad de la vida versus la calidad de vida. Los cristianos
usualmente toman la primera posición debido a su fe en la creación de la vida
humana de parte de Dios (Gén. 1:26-27). Por esto se da la siguiente razón en
Génesis 9:6, “El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será
derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre”. La segunda
posición decide basándose en el cálculo de la habilidad de la persona para
participar en la sociedad y comunicarse con las demás personas. Esta es la
consideración predominante para muchas personas que abogan por la eutanasia.
Tome en cuenta los comentarios del consejero por SIDA, Marty James acerca de su amigo Keith: “Cuando
finalmente él recibió el diagnóstico terminal, eso se convirtió en un asunto de
calidad de vida, y para él morir fue, en realidad, sanar”. El señor James ayudó
a su amigo Keith a terminar con su vida mediante la administración de
barbitúricos.
Los cristianos objetan el concepto de calidad de vida tal como rechazan
la muerte humanitaria. Sin embargo, difieren de los humanistas al creer que la
calidad de vida está basada en la santidad de la vida. Para los cristianos, una
buena vida es una vida que se dedicó a cumplir con la voluntad de Dios, en búsqueda de una existencia perfecta
en el cielo (Gál. 2:20; 1 Cor. 15:53-58). La diferencia entre estas dos
perspectivas es, por lo tanto, que esa calidad de vida aboga por una creencia
en que la vida humana tiene valor solamente si es buena, mientras que el
cristiano cree que la vida humana es buena porque tiene un valor intrínseco y
definido.
Los grupos pro-eutanasia y los medios tienen a enfocarse en el derecho
de un paciente a la autodeterminación. No obstante ese derecho podría no tener
sentido alguno sin un reconocimiento de la santidad fundamental de la vida
humana. Los cristianos, y muchos profesionales de la medicina, no quieren hacer
todo lo que se pueda hacer, sino
todo lo que debería hacerse. Como se
ha dicho previamente, la intención de la mayoría de los doctores es aplicar
toda atención razonable para salvar la vida, no encontrar formas para acabar
con la vida.
Cuestiones legales y sociales
Muchas personas en el mundo no aceptarán los argumentos bíblicos en
contra de la eutanasia. Por esto es provechoso considerar una respuesta secular
la cual, no obstante, está basada en sólidos principios bíblicos discutidos en
la sección previa.
En 1958, el profesor Yale Kamisar de la Escuela de Leyes en la
Universidad de Minesota, escribió una obra que es punto de referencia en cuanto
a los problemas legales y sociales de la propuesta legislación para la muerte
por misericordia (Yale Kamisar, “Some no-religious Views Against Proposed
‘Mercy-Killing’ Legislation”, en el Minesota
Law Review, 1958, 42(6):969-1042). La tesis primaria de la objeción de
Kamisar es esta: vivimos en una sociedad bajo ciertas reglas que deben ser
aceptadas por todos para que se pueda mantener el orden. En este caso, las
personas no quieren ser asesinadas, y como corolario, las personas no matan a
otros. Esto forma una base secular para la santidad de la ética de la vida.
De manera que, es necesario limitar cualquier excepción a la regla “no
matarás”; es mucho mejor no moverse en la dirección de encontrar situaciones
donde quitar una vida sea aceptable socialmente. Una vez que las excepciones se
encuentran más allá del mínimo absoluto, entonces es posible justificar toda
una gama de medidas para quitar la vida que, por lo menos en este punto en la
historia, han sido consideradas como inaceptables.
Kamisar demuestra ampliamente que para aceptar cualquier forma de
eutanasia es encaminarse hacia una pendiente resbaladiza. Algunos argumentos de
su artículo los vamos a resumir a continuación:
·
Una de las
metas primordiales de los grupos pro-eutanasia es obtener una muerte por
misericordia tomada de la lista de crímenes descritos como homicidio.
Desafortunadamente para esta propuesta, es muy difícil decidir si el motivo del
ofensor viene totalmente de la compasión, o si viene de la ambición o de otros
motivos egoístas.
·
Ninguna
ley relacionada con matar por misericordia podría ser tan completa como para
resolver cada caso, y por eso será tan complejo tomar decisiones en cuanto a
prolongar la muerte con menos dignidad, o tendrá tan pocos controles ante los
abusos que puedan ocurrir (este es el caso con la voluntad de los vivos, lo
cual discutiremos después).
·
Supuestas
enfermedades terminales pueden estar mal diagnosticadas, así que los pacientes
podrían sentirse inclinados a solicitar una “muerte por misericordia”
innecesaria. Aun aquellas condiciones que se cree que son terminales pueden
experimentar una remisión inesperada. Los libros de medicina están llenos de
casos donde un paciente, a punto de morir, experimenta una recuperación importante
y ahora está viviendo una vida normal.
·
También se
pueden cometer errores con respecto a enfermedades supuestamente “incurables”.
Primero, la enfermedad puede estar mal diagnosticada, y segundo, nadie puede
predecir cuándo una enfermedad incurable llegará a ser curable. Por ejemplo, la
diabetes es incurable y sin tratamiento conducirá a una muerte segura, sin
embargo, el descubrimiento de la insulina ayuda al paciente a sobrevivir a la
enfermedad.
·
En
contravención del Juramento Hipocrático, las leyes de eutanasia voluntaria van
a requerir doctores para asistir el suicidio, haciendo así que la misma mano
que administra la vida, también administre la muerte.
Es muy dudoso, concluye Kamisar, que la necesidad para tener leyes de
eutanasia esté garantizada. Los tratamientos para el dolor y el manejo de la
enfermedad continúan progresando así que muy pocas personas tienen que pasar
por una muerte humillante y dolorosa. Además, el número de candidatos genuinos
para la eutanasia debería, si existe, disminuir con el avance de la ciencia
médica. Los errores que podrían cometer los médicos y los abusos y dificultades
en su aplicación que provocarían ciertas leyes, indican que podrían morir las
personas incorrectas.
ALGUNAS RESPUESTAS
Voluntades en vida — No son la
respuesta
Se ha sugerido que los casos difíciles podrían evitarse si las personas
confeccionaran lo que será su “voluntad” en esas circunstancias. La idea de la
voluntad en vida es dar a los doctores una indicación del tratamiento deseado
por sus pacientes inconscientes. Así que si una persona entra en estado de coma
después de un accidente, y no hay esperanza de recuperación, una voluntad
escrita podría decir a los doctores que retiren cualquier tratamiento con
soporte de vida.
Las voluntades en vida parecen prácticas, y no hay nada intrínsecamente
malo con esas declaraciones (únicamente si éstas son consistentes con la
santidad de la ética de vida). Nuevamente, nadie está bajo alguna obligación
moral o legal de aceptar o rechazar un tratamiento médico, aun cuando esas
decisiones se hacen a través del sustituto de un documento escrito.
Sin embargo, las voluntades en vida no carecen de dificultades. Primero,
las voluntades en vida no pueden anticipar cada situación. El lenguaje que
utilicen debe ser lo suficientemente amplio para permitir a los doctores varias
opciones, y al mismo tiempo bastante específico como para evitar malas
interpretaciones o juego sucio. Desafortunadamente las voluntades en vida usan
expresiones ambiguas tales como “tratamiento extraordinario”. Como ya hemos
visto previamente estas frases pueden significar cosas diferentes para
diferentes personas. Lo que puede ser un tratamiento extraordinario en el
momento de la firma podría llegar a convertirse en una terapia potencialmente
exitosa posteriormente. Muchas de estas voluntades incluyen instrucciones que
dependen de alguna prognosis en cuanto a la expectativa de vida, aunque esas
predicciones son notoriamente imprecisas. De hecho, los investigadores médicos
han encontrado que los pacientes con enfermedades terminales suelen tener una
gran voluntad para sobrevivir por medio de algún evento significativo en sus
vidas. Este ha sido el caso con los judíos que reaccionan a la Pascua o a los
chinos que sienten lo mismo durante el Festival de la Luna de Cosecha (David P.
Phillips y Daniel G. Smith, “Postponement
of Death Until Symbolically Meaningful Ocasions” en el Journal of the
American Medical Association, 1990, 262:1947-1951). Es por esto que las
voluntades tendrán el potencial de ignorar las complejidades de la ciencia
médica, y descartar la interacción entre doctor, paciente y familia.
El segundo problema, y la inquietud más grande para los cristianos, se
relaciona con la legislación acerca de las voluntades en vida. Al presente, esa
legislación está limitada en poder y alcance. Sin embargo, la discusión en
varias conferencias sobre eutanasia a mediados de los ochenta hizo evidente que
las actas con voluntades en vida son simplemente el primer asunto en la agenda.
Algunos ven la eutanasia involuntaria, aquella utilizada en la Alemania Nazi,
como el final donde descansará el actual rumbo legislativo.
Las voluntades en vida son potencialmente bombas de tiempo éticas.
Idealmente, estas llegan a ser innecesarias como motivación para las familias
cristianas las cuales actuarán con intenciones puras siguiendo la palabra de
Dios. En cualquier caso, es la responsabilidad de los cristianos discutir sus
elecciones específicas para tratamiento en ciertas condiciones con sus
doctores, y con tantos miembros de su familia como sea posible.
La respuesta del evangelio — El
mandamiento bíblico de cuidar
Como ya se discutió previamente, el fundamento sobre el cual el
cristiano considera temas como la muerte es el de la santidad de la vida.
Adicionalmente, la Biblia tiene algunas directrices que se pueden aplicar al
cuidado de los más ancianos y los afligidos. Considere los siguientes puntos:
·
Santiago
1:27 instruye al cristiano a ayudar a las viudas y a los huérfanos proveyendo
para sus necesidades. Los justos deben defender la causa de los pobres y los
oprimidos (Isa. 1:23). Aquellos que son fuertes deben ayudar a los débiles (Ro.
15:1).
·
Efesios
6:2 manda a toda persona a “honrar a su padre y a su madre”. Según 1 Timoteo
5:8, no proveer para la familia propia es peor que no creer y es igual a negar
la fe. Los más ancianos merecen respeto (Lev. 19:32). El salmista oró así: “No me
rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las
fuerzas”.
·
Job habría
sido un caso candidato para la eutanasia, pero Dios preservó su vida y lo
bendijo.
·
Los
cristianos deberían reconocer que nuestro sufrimiento en este mundo “no
son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”
(Ro. 8:18).
CONCLUSIÓN
La eutanasia representa una progresión natural
que parte de la legalización del aborto que está tan en boga. Después de todo,
si uno puede justificar el hecho de quitar una vida “indeseable” dentro de un
vientre, entonces ¿qué de malo hay en quitar una vida “indeseable” e “inútil”
fuera del vientre?
Dirigiéndose a los grupos pro-eutanasia, el
profesor Matthew Connoly éste aseveraba que existe un camino mucho mejor; y es
que hay más que “una cruda elección entre suicidio y sufrimiento”. Hay un
extracto tomado de un discurso presentado ante la Hemlock Society en Los
Ángeles, en febrero de 1985:
“La experiencia con los enfermos terminales
tanto en Estados Unidos como en Inglaterra es que se ha demostrado
repetidamente en casa caso que el dolor y el sufrimiento pueden reducirse
drásticamente. En muchos casos se puede vencer a ambos. Este cuidado que puede
(y por razones financieras, debe) incluir cuidados en casa, no es fácil. Esto
demanda amor infinito y compasión. Debe incluir el más avanzado conocimiento
acerca de drogas analgésicas, bloqueos nerviosos, inyecciones de morfina en la
espina dorsal y cosas así. ¡PERO SON COSAS QUE SE PUEDEN HACER! ¡SE PUEDEN
HACER! ¡SE PUEDEN HACER!” (citado en Hobbs, p. 19).
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